Queridas, queridos, ya sabéis que entre las divas bien nacidas no hay pisotones en la cola del vestido, empujones disimulados por las escaleras ni codazos para figurar en el primer plano de la foto, antes bien, entre nosotras nos reconocemos, nos apreciamos y hacemos piña para aislarnos del mundanal ruido.
Tal es mi relación con la siempre joven
Diana Aller, cuyo blog es para mí lugar de culto y peregrinación y debería serlo, oh fanes míos, para vosotros también. Y como ella es así de divina y generosa, ha tenido a bien invitarme a su fantástica mansión para degustar una merienda casera (preparada por su servicio, claro está) en el saloncito de invierno. A continuación, sin más dilación, reproduzco el fruto de nuestras reflexiones a tres cerebros (sí, las sinergias entre divas son así). Podéis leer la entrada original en el blog de
Diana Aller.
Yo soy muy de invitar a mi hogar a quien
aprecio. Con Lady Vaga me unen muchas cosas. Ambas nos hemos dedicado a la
comunicación, las dos tenemos un blog y las dos somos madres. Sin embargo, es
una experiencia traumática la que nos ha unido: ambas hemos sufrido en nuestras
jóvenes carnes una herida muy difícil de cerrar. Una cesárea con la que nos
abrieron el cuerpo para sacarnos a nuestros bebés.
Como este es mi hogar virtual, he
decidido invitarla a tomar una infusión de hibisco y unas pastitas exóticas
mientras charlamos. Hablamos de la vida, del ingrato trabajo (ella tiene mucho
que contar de aquella mítica revista de Rodríguez Menéndez llamada Dígame), de
Channel, de los anfibios, de Gran Hermano, del cerebro humano… y de Shakira. A
las dos nos parece estupendo que haya elegido la forma de tener a su pequeño
Milan (del nombrecito en cuestión también hablamos, claro), pero sospechamos
que él, Milan, desconociendo la fama de sus papás, las presiones culturales
para borrar cualquier signo de maternidad en la mujer y la situación de la
atención al parto en España… hubiera elegido si le hubieran dejado, un
nacimiento bien distinto. Y como nosotras no somos quién para decirle nada a
Shaki ni a su niño, pensamos cómo llegar a esas mujeres que tienen en la
cantante a un modelo a seguir (allá ellas, desde luego). Lady Vaga, reclinada
sensualmente sobre unos almohadones de seda magenta me mira, bebe a sorbos su
té, y me dedica su misiva de hoy, en este mi hogar:
Querida Diana Aller, tú que eres más
chispeante que una bengala recién encendida me permitirás que, desde tu
rinconcito de esparcimiento y el mío de despotrique, me dirija no a Shakira, ya
que nada me une a ella (ni me desune tampoco), sino a quienes la admiran,
emulan y escuchan, pues la llegada al mundo de Milan no podemos ya cambiarla ni
tú ni yo, pero sí podemos advertir a sus fans de que hay otra forma de nacer.
Así pues, con tu beneplácito, me dirijo
al (presuntamente) respetable.
Querida fan de Shakira:
No entraré a valorar tus gustos
musicales, pues no es el tema que me ocupa, aunque espero de corazón que
condenes el reciente bodrio que tu admirada perpetró con ese homínido
autotitulado Pitbull, que Dios silencie sus morros y empañe su calva.
Te hablaré, en cambio, de la forma en que
nació Milan, con la mano en el corazón, como el padre de Enrique Iglesias. Este
nene vino al mundo por una cesárea programada electiva (en tanto no nos cuenten
lo contrario).
Una cesárea, como sin duda sabrás, oh
joven y entusiasta fan de Shakira, es una intervención quirúrgica por la cual
se extrae el bebé del útero materno a través de la cavidad abdominal. Sabrás
también, o te lo figurarás, que las mujeres disponemos de un conducto, llamado
vagina, por el cual los bebés, igual que entran en forma de espermatozoide,
pueden salir llegado el momento P (de “parto”, o de “putada” si estás en según
qué hospital).
Aclarado este punto, obvio pero
importante, te interpelo cual Platón, para que encuentres en ti la sabiduría
que innatamente albergas: ¿qué crees que es mejor y más sano para el bebé? ¿Qué
crees que es menos traumático y peligroso para la madre?
Dejar que el parto se desencadene
espontáneamente tiene muchos beneficios para el bebé: nace cuando está listo
para hacerlo, con todos sus organitos maduros para empezar a funcionar, sin ir
más lejos. En su cuerpo y en el de la mamá se preparan sendos cócteles
hormonales que, como lingotazos un sábado noche, les predisponen a vivir una
experiencia única y a enamorarse como tontines en cuanto se vean. El principal
perjudicado por un parto espontáneo es, ciertamente, el ginesaurio de la
familia, que no puede organizar su agenda para escaparse unos días a esquiar.
Hay quien dice que ciertas famosas se
someten a una cesárea programada en la semana 38 para no coger los últimos
kilos del embarazo o para que sus caderas no se ensanchen. Hacer esto, querida
fan de Shakira, como tú bien estás deduciendo solita, es una soberana memez,
pues están privando a sus bebés de hasta cuatro semanas más de crecimiento en
la tripita y, además, la lactancia es un chupamagras
estupendo que contribuye a eliminar las chichas que la mamá ha acumulado para
ese momento (y quizá incluso las que tuviese ya guardadas de antes del
embarazo).
Por si aún dudas de lo poco conveniente
que es programarse una cesárea así porque sí, te dejo el enlace a un texto de la fantástica Ibone Olza,
en el que encontrarás unas cuantas respuestas y una reflexión.
Querida fan de Shakira, poco más puedo
decirte. Como mujer que ha pasado por una cesárea, me permito aconsejarte que,
si algún día decides tener descendencia, te informes cuanto sea posible,
contrastes los datos, preguntes mucho a tu matrona y, sobre todo, tengas
presente que el nacimiento de tu hijo jamás volverá a repetirse y tienes el
derecho y la obligación de ayudarle a que sea una vivencia respetada y
positiva. Y, por supuesto, tienes también todo el derecho de disfrutar de tu
parto desde el primer minuto hasta el premio final.
Besos con meneo de cadera incluido,
Lady Vaga,
la diva que divaga.
Nadie podría contar de forma tan sencilla
y contundente realidades tan veraces y tan traumáticas para las mujeres y para
sus bebés.
Lo dice Diana Aller