viernes, 29 de julio de 2011

Un concurso para familias

Queridas y queridos, para irnos de viernes os voy a contar algo que no tiene absolutamente nada que ver con mi recurrente monotema habitual. Difícil de creer, ¿eh? Pues frotaos los ojos (si lleváis make-up no, darlings, que se estropea con el frotisfrotis) y leed.

No sé si conocéis Boing, el canal de dibujos animados. Yo sí, pero lo vemos poco porque ni a O. G. ni a mí nos gustan "Dragon Ball Z" ni "One Piece" y ya sabéis que él, además está abonado hasta niveles cargantes a Dora Exploradora, la niña de la cabeza como un balón de rugby.

El caso es que Boing está preparando un nuevo concurso para familias y la gracia estriba en jugar a los juegos de nuestra infancia (ay... ¡qué lejos os queda eso a algunos!, ¿eh? No es mi caso, claro, yo aún soy mozuela...), como el Conecta 4 (en mi casa teníamos una versión espuria llamada "Coloca 4", pero no iba de drogas ni nada, no os vayáis a pensar, ¿eh?), el Twister... Pero con nuestros hijos. O más bien con los vuestros, porque el concurso está pensado para familias con hijos de entre ocho y catorce años.

Os dejo con el texto que nos han enviado, donde explican muy bien de qué va el concurso, a ver si os animáis o conocéis a alguien a quien pueda interesarle:


¿Echas de menos los juegos de mesa de toda la vida?
¿Crees que una videoconsola nunca será tan divertida como el Twister?
¿Te lo pasas bomba con tus hijos?

¡Tenemos lo que necesitas!

El canal infantil BOING  está preparando "Juegos en Familia", un nuevo concurso de televisión basado en juegos de mesa.
¿Te gustaría participar? Buscamos familias divertidas (padre, madre y dos hijos de entre 8 y 14 años aproximadamente) que quieran pasarlo muy bien y ganar un gran premio final. Para que te hagas una idea de la juerga que te ofrecemos, puedes echar un ojo a la versión americana, que se llama Family Game Night. El nuestro es una adaptación igual de divertida... ¡pero en castellano!
Si te apetece participar o conoces a alguien a quien pueda apetecerle, llámanos al 91-829 77 40 o al 638-935779. O, si lo prefieres, envíanos un email con todos tus datos (nombres de los cuatro concursantes, edades y teléfono de contacto) a juegosenfamilia@islaproducciones.es.

¡Contamos contigo!

Pues eso, que si queréis concursar os apuntéis... Y si lo hacéis, decidme cuándo salís y quiénes sois para preparar las palomitas y los refrescos, que estaré viendoos cual fan.

Besos catódicos,
Lady Vaga.

miércoles, 27 de julio de 2011

Momento cinéfilo



Celador conduciendo a la parturienta en la camilla último modelo
por los acogedores pasillos del moderno hospital.
- Señora, ya llegamos a paritorio, ¿ve a esas dos de ahí, las que van de uniforme? Son la comadreja y una que se le subirá encima de la panza, como mandan los cánones.


Pazguatas jode-partos uniformadas a las que expulsaron del
Macarrona por confundir las escobillas del WC con plumeros
para el polvo.






- Hola, "mami", somos dos pazguatas inútiles que curramos en este hospital porque nos echaron del Macarrona. Por cierto, hemos usado tu plan de parto para limpiarnos el ojal después de ir al excusado. ¿A que damos yuyu?











Parturienta metamorfoseada en señor cabreado armado con
hacha tremendusca por obra y (des)gracia de la atención
al parto en las Spains.
 - Doctora Carniceeeeera... Carnicerita lindaaaa... ¿Quién se va a llevar una episiotomía de noventa puntos con guarnición y mis iniciales bordadas en petit poiiiiiint? Eso sí, sin acritud...

viernes, 22 de julio de 2011

Nosotras y vosotros

Queridos, hoy me dirijo a vosotros, con permiso de las féminas presentes, para arengaros sobre un tema que periódicamente me satura las entendederas. Por supuesto, mi perorata es válida también para parejas en las cuales ambos miembros pertenezcan al sexo femenino; en ese caso, se aplica a la parte no embarazada del binomio, si es que se siente identificada con lo que a continuación expondré. Permitidme, no obstante, que haga uso del masculino plural como vocativo, por aquello de generalizar.

Queridos, tenéis en casa a una mujer embarazada y no es una mujer cualquiera: no solo porque es la vuestra, sino porque es una persona en la cual el embarazo ha despertado inquietudes y ganas de saber más. Cada poco, vuestra media naranja aparece por el salón esgrimiendo un nuevo libro en el que se explican las tropelías que se cometen en la atención al parto en nuestro país o se saca de Internet un artículo con datos estadísticos sobre la temida episiotomía. Algunas, incluso, os envían correos electrónicos al trabajo para que os paséis por este o aquel foro, ¡como si vosotros no tuviéseis de qué preocuparos!

En efecto, a vosotros, queridos hombres, os corresponde encargaros de la logística. En nuestra dulce espera, pretendemos que os curréis la pintura y la decoración de la habitación del nasciturus, que aprendáis a montar el carrito en dos golpes, que compartáis nuestra ilusión por comprar bodies enanos y patucos tamaño pulguita, que disfrutéis de cada patadita y que os emocionéis en las ecografías. Y lo hacéis, vaya si lo hacéis. Me atrevo a decir que el 99% de vosotros lo hace mejor que bien, divinamente. No tenemos queja en ese aspecto, nos cuidáis fenomenal.

Sin embargo, a veces nos sentimos un poco solas en ciertos aspectos. En parte, esto es inevitable, puesto que, por mucho que os esforcéis, al fin y al cabo somos nosotras las embarazadas y las futuras parturientas que entrarán por la puerta de un hospital, cargadas con la bolsa de nuestros propios miedos mientras vosotros cargáis con la de la ropa y accesorios varios. Somos nosotras las que se expondrán a las manos de extraños, manos que hurgarán en nuestras vaginas, que nos inyectarán hormonas sintéticas y opiáceos, que nos sujetarán para mantenernos tumbadas en una camilla... Manos de extraños que enarbolarán unas tijeras acercándose a nuestros genitales o un bisturí para abrir nuestros vientres.

Vosotros, queridos varones, saldréis físicamente sanos del parto (a menos que os dé por liaros a tortazos con los médicos, lo cual puede terminar en la comisaría con un ojo morado y no os recomiendo, por cuanto vuestra chica os necesita a su lado), cualquiera que sea su desarrollo último, pero nosotras a veces tenemos miedo y solo vosotros podéis ayudarnos. Permitidme, pues, que os dé unas cuantas recomendaciones para acompañarnos durante el embarazo y el parto, aunque estoy segura de que muchos de vosotros ya las conocéis y aplicáis:

En el embarazo:
  • Mostrad interés: si vuestra dulce y preñada mitad os facilita textos que a ella le han resultado interesantes o ilustrativos, por favor, leedlos. No nos vengáis con eso de "no tengo tiempo" o "hazme tú un resumen"; preferimos que nos digáis abiertamente que lo leeréis más tarde y que lo hagáis de verdad... Ah, y esperamos charlar sobre ello unos minutitos cuando le hayáis echado un vistazo, así que no hagáis trampas.
  • Informaos: si algo de lo que os hemos contado despierta vuestra curiosidad, buscad información por vuestra cuenta. No os imagináis la alegría que da que llegue nuestro súper macho y nos diga "mira lo que he encontrado, creo que nos va a ir fenomenal para el embarazo/ el día del parto / la estancia en el hospital". Nos hace sentir que estáis implicados (lo cual no dudamos, pero no está de más reforzar esa sensación); recuerdo perfectamente la alegría que me dio Lord Muchomacho cuando le pillé leyendo las recomendaciones de atención al parto elaboradas por la FAME...
  • Creednos: en nuestra búsqueda de información, habrá momentos en que os contemos cosas que os resultan increíbles. Pensaréis que es imposible que en España se atiendan tan mal en general los partos, o que nadie puede realizarnos una episiotomía sin consultarnos antes, o que si se pincha oxitocina es porque las mujeres no dilatamos igual que nuestras abuelas... Por favor, pensad dos veces antes de desacreditar nuestras fuentes sin siquiera haber leído la información que manejamos. Es muy desesperante sentir que tu pareja piensa que se te está yendo la cabeza. Y si queréis rebatirnos, hacedlo con los datos en la mano, documentaos. Que no parezca que nos decís que no simplemente por decirlo.
  • Acompañadnos: nos gusta que vengáis con nosotras a las visitas, siempre que podáis, porque así nos sentimos apoyadas y poderosas, sobre todo si hay que tocar temas delicados con el médico o la comadrona. Eso sí, no hace falta que vengáis si os pone muy nerviosos la confrontación, si sois de los que piensa que el médico lo sabe todo y nosotras tenemos que dejarnos hacer o si a la salida vais a meternos miedo con algo de lo que nos hayan dicho en consulta. En esos casos, casi preferimos ir solas y ahorrarnos una discusión.
  • Relativizad: entended que los médicos no son omniscientes y que no pueden sentenciarnos antes del parto. Que nosotras no somos ni unas locas ni unas inconscientes si nos negamos a que nos programen una cesárea, a que nos hagan determinada prueba que consideramos prescindible o a ponernos epidural según entremos por la puerta. Somos vuestras mujeres, nos hemos dedicado muchos meses a buscar información y queremos que nos ayudéis.
  • No nos juzguéis: nada nos hace sentir peor que escuchar comentarios del tipo de "con tu resistencia al dolor, necesitarás la epidural enseguida"; "mi hermana ha tenido tres cesáreas y está divinamente, no pasa nada"; "¿pagar un parto en casa? ¿Y si a la tercera contracción no aguantas y tenemos que ir al hospital?" 
  • No nos encasquetéis vuestros miedos: sabemos que los tenéis y no nos importa compartirlos y hablarlos, pero no nos los impongáis. Tenemos bastante con lidiar con los nuestros.
  • Confiad en nosotras: nuestros cuerpos son perfectos, el resultado de miles de años de evolución. Podemos parir, si nos dejan, y queremos hacerlo acompañadas por vosotros.
En el parto:
  • Sed nuestros guardianes: nosotras vamos a estar pendientes de otras cosas (nada, una pijada, el niño este que se empeña en nacer, querido), así que necesitamos que vosotros nos cuidéis y nos ayudéis a aislarnos del entorno. Parimos mejor si podemos centrarnos en lo que está sucediendo en nuestros cuerpos y evadirnos cuando llegue el momento. Os toca preguntar quién es ese que entra por la puerta y a qué viene, qué líquido llevan en esa bolsa y para qué sirve, os toca pedir que bajen las luces, que cierren la puerta y que nos den intimidad...
  • Sed nuestros pilares: nosotras no estamos para pensar, no nos lo tengáis en cuenta. Necesitaremos apoyarnos en vosotros para pasar las contracciones, o que os vayáis a la otra punta de la habitación. Que nos masajeéis la zona lumbar, o que no nos toquéis. Que nos susurréis al oído lo bien que lo estamos haciendo, o que os calléis y paséis inadvertidos. Por favor, entendednos y no os mosqueéis, os garantizamos que el resultado valdrá la pena.
  • Defendednos: si ya hemos dicho "no" a alguna intervención o si hemos pedido algo que tardan en suministrarnos, haced valer nuestros derechos. Decidle al profesional de turno que "no means no" y no dejéis que os pongan en nuestra contra. Recordad que confiamos en vosotros y que estamos juntos en esto.
  • Poneos en nuestro lugar: las "perrerías" nos las vamos a llevar puestas nosotras y son para toda la vida, así que entended que no las queramos a menos que sean absolutamente necesarias. Imaginad que alguien os hiciese un generoso corte en los genitales con unas tijeras... Ouch, ¿verdad? O que os abren la barriga, os separan los abdominales por el medio y os cortan el útero para sacar al bebé... ¿No os mareáis de imaginarlo? O, simplemente, y usando una comparación muy burda, que varias personas diferentes os meten una mano por el backdoor para ver si ya estáis listos para el parto... Comprended que no son prácticas precisamente agradables y que nos da miedo que nos las hagan sin necesidad.
  • Quedaos a nuestro lado: a menos que os pidamos lo contrario, quedaos con nosotras. Nos gusta vuestra presencia y queremos que presenciéis el nacimiento de vuestros retoños. Intentad estar con nosotras incluso si es necesario hacernos una cesárea, no sabéis cuánto se agradece vuestra compañía en instantes duros.
  • Protegednos: cuando estemos en la habitación con nuestro pequeño, ayudadnos a mantener a raya a las visitas pesadas y no dejéis que nadie se lleve al bebé para nada. Si hay que hacer alguna prueba fuera de la habitación, id con él y no le perdáis de vista. Nos gusta veros ejercer de súper-papás y lo hacéis genial.
Seguro que se me olvidan muchos puntos, pero estos son los que me han parecido más importantes en una primera reflexión. Espero que os sea útil la parrafada de hoy y, si no, que la utilicéis como laxante o limpiador en el excusado si es que ya la habéis impreso, que no está la cosa para desperdiciar el papel.

Se despide, preñada hasta el píloro y encantada con su compañero,
Lady Vaga,
la diva que divaga.

jueves, 21 de julio de 2011

Una cosa, dos cosas, tres cosas

Queridas y queridos, actualizo brevemente para comentaros tres pequeñas novedades que, por sí solas, no dan para una entrada, pero así en conjunto como que abultan:
  1. Hoy cumplimos 32 semanas Minimacho y yo. Casi casi empiezo a echar de menos la barriga, aunque juro y perjuro que no pienso echar de menos el ardor de estómago que me persigue non stop ni tener el ombligo para fuera. Además, estoy contenta porque en este embarazo llevo cogidos diez kilos y pico, que no están nada mal comparados con lo tremendísima que me puse en el embarazo de O. G. Así que una alegría más para el body.
  2. Mundo Bebés me ha hecho una pequeña entrevista y la ha publicado, ¡qué ilusión me ha hecho! Qué queréis, si en el fondo soy una ególatra irredenta. Eso sí, no esperéis despelleje en el cuestionario porque he sido más light que la dieta de una modelo. El que quiera asustarse, que se pase por el blog, ¿no os parece?´-
  3. Expediente X: he recogido mi historia clínica en el hospital donde nació O. G. y, ¡alucina vecina!, hemos descubierto que hay un párrafo escrito por mi querida carnicerita que fue posteriormente tachado a golpe de rotulador, como cuando la CIA desclasifica documentos... Creemos intuir lo que pone debajo, pero no nos queda completamente claro. Ahora nos tocará ir a preguntarles qué hacen censurando mi historia. Que digo yo que si no quieren que la lea, no escriban cosas raras...
Y este es el resumen de la semana. A ver si saco algo de tiempo para escribir cosas con un poquito de chicha, porque llevo unos días de planicie mental que no sé si dan más pena o vergüenza.

Besos perezosos y con mucho, mucho calor,
Lady Vaga.

miércoles, 20 de julio de 2011

Dueña de mí misma, mal que les pese

A raíz de un enriquecedor intercambio de ideas que ha surgido entre las socias de El Parto es Nuestro acerca de la responsabilidad de las acciones realizadas en un parto, llevo, queridas y queridos, un ratín entregada a la reflexión, con toda la intensidad que mi neurona superviviente me permite entre sinapsis fallida y sinapsis fallida.

Los que me leéis con cierta asiduidad, además de optar a la beatificación cuando muráis, por la paciencia demostrada, sabéis ya que soy (aparte de un poco mosca cojonera cuando me provocan) una firme defensora de que la gente se informe y decida libremente, sobre todo de cara a un momento tan importante como es la llegada al mundo de un nuevo ser vivo, léase hijo. Sin embargo, a veces la búsqueda de información es difícil, azarosa, deprimente y muy cansada.

Y yo comienzo a preguntarme: ¿por qué narices tenemos que andar tanto camino? Cuando voy a ver a mi alergóloga, no tengo que ser yo quien le lleve los últimos estudios sobre alergias; ella me informa de si se está estudiando tal o cual teoría o de si las investigaciones van por este derrotero o este otro. Y si le pregunto por qué narices me da alergia todo lo que me entra por las ídem o si mi hijo heredará esta molesta característica, ella jamás se ofende, sino que dedica a responderme el tiempo necesario para que yo salga de allí con mis dudas resueltas y mi cerebro ocupado para una temporada.

Sin embargo, amiga, quédate embarazada y desconecta la maquinita de pensar... O resígnate a hacer el Camino de Santiago en busca de un trato respetuoso y acorde con las evidencias científicas más recientes. Y aquí viene mi cabreo: ¿por qué? ¿Es que los ginecólogos no se reciclan? ¿Es que no hay nadie que les pise un poco la cabeza cuando se pasan por sus redondas pelotas las recomendaciones de la SEGO, de la OMS o de su puñetera madre? ¿Dónde está el Tío la Vara cuando se le necesita para tundir bien tundidos a estos rajachichisajenos?

No termino de entender que pedir información esté bien visto en todos los ámbitos salvo en éste. Conozco muchísimos profesionales (entre ellos, sanitarios, of course) que, al ser preguntados, despliegan sus conocimientos "con gusto y alegría", como me dijo una gitana una vez (esa es otra historia, nos maldijimos mutuamente y todo), disfrutando de la ocasión de transmitir a otra persona que saben mucho sobre un tema y que se mantienen al día. Pero, curiosamente, con los ginecólogos no he tenido esa misma suerte.

Hace unos años me sometí a una exodoncia de cordales retenidos con anestesia general (vamos, que me saqué las muelas del juicio) y el cirujano que me la iba a practicar dedicó toda una visita a explicarme qué me iba a hacer, por dónde accedería, qué cortaría y cómo suturaría; además, repasó los riesgos (que luego su enfermera me leyó exhaustivamente durante cuarenta minutos dos días antes de la operación), me explicó la pauta de medicación posterior para evitar infecciónes y me contó otras cirugías similares que había realizado con anterioridad.

En cambio, cuando llegué al Hotel Espe y pregunté si el tacto que me querían hacer no aumentaba las probabilidades de infección en mi caso de presunta bolsa rota, la respuesta fue "si no quieres, no te exploro". Hombre, pues por querer, no es lo que más me apetece en este instante, preferiría estar en Canarias bebiéndome un zumito natural, pero agradecería que me explicase por qué cree que ese riesgo es mínimo o asumible en mi caso...

Está claro que quienes sufren las consecuencias de las acciones realizadas en un parto son la mujer y su hijo, sobre cuyos cuerpos "trabajan" estos profesionales. Por tanto, somos las primeras interesadas en preguntar y aprender (contando, también, con el derecho a no querer saber, que me parece legítimo, pero no imponible a todas las mujeres por el artículo 33), lo cual hace que no entienda por qué algunos médicos nos escatiman la información, ya sea negándola directamente, ya sea distrayéndonos con evasivas.

Si no se nos informa, no podemos elegir; si no elegimos, no podemos ser plenamente responsables, pues no hemos decidido, sino que hemos acatado lo que otros han elegido por y para nosotras. Kant nos respalda, aunque él nunca se casó ni salió de su pueblo, queridas. Adultas como somos, ¿por qué se empeñan algunos en no dejarnos tomar decisiones informadas sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos? ¿Qué ganan con intentar mantenernos en esa falaz minoría de edad? ¿De dónde sacan que no hay tiempo -que la mayor parte de las veces lo hay, salvo casos puntuales- para informarnos o que no vamos a entender sus explicaciones?

En fin, queridas y queridos, que preguntar es sano y al que le pique, que se rasque (pero despacito, que la piel se irrita).

Me despido y me marcho a la piscina a remojarme con O. G.,
Lady Vaga.

viernes, 15 de julio de 2011

Que sepáis que soy introspectiva (o algo así)

Anuda, de 9 meses; Yo y mis mini yos, del blog homónimo (que me encanta esta palabra, ¡suena genial! ¡Homónimo, homónimo!) y la simpática Drew, de Viviendo en ni Nube Azul, han llegado, cada una por su lado, a la conclusión de que me merezco el premio Introspección y me lo dicen así, sin anestesia ni nada, acompañándolo por un chorizo de preguntas que ríete tú de la hoja de estadística que rellenas cuando vas al registro y les dices que has tenido un churumbel.


A mí, la verdad, me extraña que, siendo menos profunda que un charco, alguien pueda considerarme introspectiva, pero como es de bien nacidos ser agradecidos (me lo dice siempre mi madre, que es muy del refranero español, ya lo sabéis), yo me inclino ante vuestra deferencia, blogueras queridas, y me sonrojo pudorosamente como a mi inocencia y candor conviene.

Encima, como me siento generosa, voy a tomarme la molestia de responder a toda la entrevistaza que acompaña al premio. Estoy que lo tiro, oigan. Aprovechad para pedir si necesitáis algo.

1. ¿Cuál es tu reto?

El más inmediato, llegar a la semana 37. Después, parir a Minimacho en mi casita, tranquila y agusto. Y luego, intentar no volverme loca con dos churumbeles. O algo así...
2. ¿Qué le dirías a tu jefe si te tocase la lotería?
Creo que, de repente, me volvería muy parca en palabras. Porque supongo que hablamos de un premio de esos que te tiemblan las piernas cuando ves el importe, ¿no? Que si es tipo la pedrea de la lotería de Navidad, pues hija, como que no me resuelve mucho... Igual me despediría a la francesa, es decir, sin decir nada, no en plan "arrevoire que dijo Voltaire", como en El Príncipe de Bel Air.
3. ¿Qué harías si descubrieses que alguien te está mintiendo?

Pues depende de quién sea el mentiroso en cuestión; los clientes mienten a diario, como los pacientes de House ("yo la dejé anoche en la mesilla y mira, se ha roto sola"), pero me la trae bastante al pairo.  En general, me lo tomo a cachondeo y si es alguien un poco más cercano me divierto poniéndole en un brete o contándole otra más gorda. Eso sí, si fuese mi Lord Muchomacho el trolero, me cabrearía bastante.
4. Si se quema tu casa y sólo pudieras salvar una cosa, ¿qué salvarías?

Pues, como bien decís todas, las fotos, es decir, el iPad y el portátil. Y si ya me dejan salvar dos, los pendientes buenos, que ya dice mi madre que siempre tienen un empeño si vienen mal dadas.
5. Entras en un sitio con mucha gente, ¿qué haces?

Si tengo que quedarme por narices, me pongo a la fila. Si puedo evitar tal ataque a mi clase y glamour, me doy media vuelta sobre los tacones y me marcho a la brevedad. Me agobian las multitudes, ya sabéis cómo son esas cosas: "Lady Vaga, fírmame un autógrafo", "Lady Vaga, a mí en la teta", "¡yo la he visto primero!", "¿me das entradas para tu próximo concierto?", "¡me encanta cuando cantas Yudaaaaas-yu-daa-aaas!", "¡Lady Vaga, hazme unos macarrones!", "¿son ciertos los rumores de crisis con Muchomacho?"; en fin, nenas, un estrés.

6. ¿Ves el vaso medio lleno o medio vacío?
El que tengo en la mano ahora mismo está vacío del todo, así que me voy al frigorífico a rellenarlo. ¿Gustáis?

7. Te encuentras una lámpara mágica, ¿qué tres deseos pides? 

Ser mona y con tipín toda la vida; que los ceros de mi cuenta corriente se reproduzcan siempre hacia la derecha, como la hija de Aznar; y que los ginesaurios del mundo se extingan todos ante mi puerta entre horribles estertores de dolor justo media hora antes de que pase el servicio de recogida de basuras del ayuntamiento.
Aunque, bien pensado, también podría escoger como primer deseo "poder pedir infinitos deseos", ¡bwa-ha-ha-ha! ¡Pero cuán diabólicamente inteligente soy! A veces os juro que me doy miedo yo sola, queridas.

8. ¿Cuál es tu mayor miedo?

Que me crezcan los pies y ya no me sirva mi magnífica colección de zapatos de taconazo. Eso y perderme las rebajas por estar con colitis, gastroenteritis u otra "itis". 
9. ¿Qué te hace feliz?

Que O. G. me pida "mamá, besos" o me trepe por encima para darme un abrazo. Y que se duerma prontito para darme un rato a solas con Lord Muchomacho, pero esto entra en el terreno de la ciencia ficción por el momento.
10. ¿Consigues sacar un minuto para ti cada día?
Hombre, sesenta segundillos sí saco; ahora, si me dices un rato largo para relajarme, depilarme las cejas con calma, pasarme la GHD por el pelo y embetunar las sandalias, ahí ya te digo que never, jamais, ni de broma, baby. En cuanto a la lectura, tengo un atraso que seguro que se consolida el libro digital antes de que yo pasee las pupilas por tanto papel pendiente como tengo en casa.

11. Si pudieras reencarnarte en un animal, ¿cuál serías?
A mí me gustaría ser alguno volador y con buena vista, no sé, ¿un cóndor, como los calcetines? Pero creo que me pega más reencarnarme en zorra, por lo cabrona.
12. ¿Cuál es tu recuerdo más feliz?
El día en que conocí en persona a Lord Muchomacho. Me enamoré hasta las trancas y más allá, cual perra mónicanaranjesca, y hasta hoy.
13. ¿En qué ciudad vivirías y por qué?
En Lisboa, me encanta su luz y encima está llena de cosas que ver... Y al ladito de Sintra, que es una auténtica maravilla.

14. ¿En qué crees?

En Dior sobre todas las cosas, en el poder del make-up y en la depilación egg-style
No, en serio, creo que estamos aquí para ayudarnos unos a otros y para ser tan felices como podamos sin dañar a los demás. Me defino como budista no practicante.
15. ¿Qué sientes cuando creas?

Gustito, ¿qué voy a sentir? ¡Me siento como Dios el séptimo día! Pues no, chata, eso es una exageración y yo soy cualquier cosa menos exagerada, qué va a ser esto ya.
16. ¿Te gustaría conocer el futuro?

Si la que me lo predice es Aramís Fuster, casi que no. Eso sí, en el 2000 me encontré a Rappel en el Día, comprando yogures (creo), y me dijo que iba a tener mucha suerte para el 2001. Y oye, acertó el tío... 
17. ¿Qué otros nombres de blog te planteaste antes de poner este?
Ninguno, aún estaba ingresada cuando anuncié a Ángela y a Nuria que iba a escribir "La vida de Lady Vaga" en cuanto saliese del Hotel Espe y hasta hoy. El nombre del blog es su esencia, destila chispa, vida, alegría y buen humor como poco, ¿o no?
18. ¿Crees que se pueden hacer buenos amigos a través del mundo blogger que frecuentas?

Claro que sí, yo ya tengo cariño a todo mi blogroll y a otras cuantas que no he incluido porque tengo la neurona desquiciada últimamente. Y a algunas las siento más cercanas que a amigas "del mundo real".
19. ¿Qué libro quedará para siempre grabado en tu memoria?

Muchísimos, no me pidáis solo uno. O bueno, así en plan rápido me vienen a la cabeza "La insoportable levedad del ser", de Milan Kundera; "Los versos satánicos", de Salman Rushdie; "Bel Ami", de Guy de Maupassant, "Os maias", de Eça de Queiroz, y muchos de Saramago, en especial "O Evangelho segundo Jesus Cristo" (el pasaje de la conversación en la barca debería ser de lectura obligada en los colegios). Ah, y Luis Fernando Veríssimo para reírte un rato, sin olvidar a mi favorito total, Charles Bukowski: si no has leído "Factotum", corre ya a comprarlo, ¡perra!

Y hasta aquí puedo leer. No me pidáis que haga rular el premio cual canuto yerbitero, porque de momento se lo voy a pasar a dos personas cuyos blogs me chiflan: Ebony, de Diario de la Negra Flor; Albertina, de "De chupetes y babas", y Claudia, de Papá Conejo-Mamá Pioja. Porque cada una de ella me hace pensar y reír con un estilo diferente. Qué bonito me ha quedado.

Me despido y me echo un ratito, que tengo el reposo muy abandonado y mi sofá se queja. 
Besos apoltronados,
Lady Vaga.

miércoles, 13 de julio de 2011

¿De qué te quejas, Lady Vaga?

Para empezar, me quejo de lo que me da la gana, que para eso el blog es mío. Y si no te gusta, como dirían en Portugal, "rua!", es decir a la very calle. Es el botón rojo de arriba a la izquierda si usas Mac. En Windows creo que va a la derecha, no me acuerdo bien ahora mismo.

Me quejo porque fui una ingenua, me creí las promesas de un hospital chupiguay de la muerte con un protocolo de "parto científico humanizado" (sic) que-te-mueres-de-la-envidia y hasta me cambié el seguro médico para dar a luz con ellos. Si lo llego a saber, me cambio pero de ciudad para no verles ni de lejos. Tonta yo.

Me quejo porque pensé que, si todos los médicos que allí me seguían el embarazo me decían que la plantilla al completo seguía el protocolo, sería verdad y ya no busqué más. Tonta al cuadrado, o al cubo si se puede.

Me quejo porque el día en que ingresé había una soplapollas de guardia que mejor podría dedicarse al corte y la confección, porque lo que le gusta es echar rajas y suturas a tutiplén, y dejar la obstetricia, que trata con personas vivas, para alguien con vocación real. Esa noche atendió tres partos antes que el mío; curiosamente, todos acabaron en cesárea. ¿Y el mío? ¡Sorpresa! ¡Otra cesárea! Alguien debió de contarle que si hacía el pleno en la guardia le regalaban un perrito piloto y un jamón de Teruel, porque la tía iba a por todas... A por todas las parturientas que tuvimos la mala suerte de cruzarnos con ella. Yo te maldigo, carnicera. Ojalá te dé codo de tenista y te salgan orzuelos en los dos ojos (y hemorroides en el del culo) para que no puedas rajar más.

Me quejo porque la muy jadepí se permitía el lujo de hacer comentarios sobre si mi orina olía a antibiótico mientras me tactaba. Pedazo de espingarda cabrona, ¿y a qué olerías tú después de doce horas de medicación por la vena? Para otra vez, pínchame Chanel Nº5, o mejor, cáete antes de entrar en el box y te partes una pierna, reina, a ver a qué te huele cuando te quiten la escayola.

Me quejo porque la comadreja, que no comadrona, que me (des)atendió me respondió con un "yo a ti no tengo por qué darte clases de Medicina" cuando le pregunté si la oxitocina era realmente imprescindible. Pues claro, bonita, no puedes dármelas porque no eres médico y porque no es lo que te estoy pidiendo. Desde aquí exijo al Ministerio de Educación que revise el plan de estudios para mejorar la comprensión lectora y del mensaje en general por parte de estos estudiantes díscolos. Que nadie pueda terminar el bachillerato sin ser capaz de entender una simple pregunta, por favor, y mucho menos acceder a la universidad.

Me quejo porque me inmovilizaron con monitor continuo y vía intravenosa (antibótico online full time) con amenaza de "como te muevas y se pierda el latido tralarí y tralará" y a las dos horas apareció la comadreja (first time ever) a abroncarme por no estar paseando. Que me explique cómo se hace con todo el cableado fijado al cabecero de la cama. Cegata cabrona.

Me quejo porque me dejaron once horas a solas con Lord Muchomacho en un box a 29º (no me lo invento, tenía un termómetro justo enfrente, lo cual creo que está catalogado como tortura y recochineo por varias asociaciones pro derechos humanos, como poco) sin entrar más que para regañarme por no estar dilatando a velocidad suficiente y subirme la oxitocina. Ojo, lo que me molesta es eso y no el hecho de estar a solas con mi hombre, no nos entendamos mal. Que luego lo lee y me forra.

Me quejo porque no me dejaron deambular ni beber líquidos y no entendían que ni boca arriba ni de lado aliviaba mi dolor. Me quejo porque la única alternativa que me daban era "pues ponte la epidural, hija" y la respuesta a mi sed y mis labios cortados, "el suero te mantiene hidratada". Me imagino que estas iluminadas de la vida se ahorran el pastón en cremitas para la cara a base de sisar el suero del hospital para enchufárselo por todos los orificios faciales, así se mantienen hidratadas.

Me quejo porque, cuando me dolía a rabiar a pesar de la puta divina epidural, Lord Muchomacho se lo comunicaba a las tres tipejas que estaban allí fuera viendo la tele y ellas respondían "es que le tiene que doler, ¿qué se cree tu mujer que es un parto?". Para la próxima, la epidural os la pongo yo a vosotras, cachondas, pero en todo el clítoris y con una aguja de hacer punto.

Me quejo porque durante mi cesárea la carnicerita se dedicó a alardear de lo poco que tardaba en hacerlas. Señora, por Dior, que me acojona, ¿es usted Fernando Alonso con bata blanca o una profesional un poco seria? Que está naciendo mi hijo, no se olvide...

Me quejo porque las tres zorras que pasaron de venir a verme cuando me quejaba de dolor bien que corrieron a entrar al paritorio para ver mi "prueba de parto". Pero esa vez estuve rápida y les dije que se fuesen, que era un parto y no la final de la Champions League.

Me quejo porque Lord Muchomacho no pudo entrar conmigo a la cesárea. Le dejaron esperando fuera sin más explicación que "vamos a hacerle una cesárea a tu mujer". Empatía cero también para los acompañantes. Ni os cuento lo que le dijeron a mi madre, total, no me creeríais...

Me quejo porque se llevaron a mi hijo en cuanto me lo sacaron y una imbécil, que a día de hoy aún no sé quién, es me golpeó en la mano cuando la extendí para acariciarle, diciendo "no puedes tocarlo". ¿No puedo yo, que soy su madre? No deberías poder tú, descerebrada falta de educación y de respeto. Deseo que te atropellen los cuatro jinetes del Apocalipsis, uno detrás de otro. Y cuando ellos pasen, que te atropellen la cabalgata de los Reyes Magos y la del Orgullo Gay.

Me quejo porque me dejaron sola durante toda una hora en Reanimación, por más que yo pedía que me llevaran ya con mi hijo y sonreía dócilmente para demostrar que me encontraba bien.

Me quejo porque coaccionaron a mi marido, amenazándole con que el niño se iba a "deshidratar  y morirse" si no le daba un biberón enseguida. Cuando me llevaron a la habitación, mi hijo había probado un biberón antes que mi pecho. Hoy día, es alérgico a la leche de vaca... A buen entendedor, pocas palabras bastan y a los estudios me remito.

Me quejo porque, cuando pedí ayuda para la lactancia, la respuesta fue "tú tienes pezones planos, ponte pezoneras y a ver si acaso. Cada tres horas, diez minutos de cada pecho". Menos mal que me pasé por el forro el segundo consejito. El primero me costó unas hermosas grietas sangrantes que me hacían parecer una de esas efigies de la virgen que sangran por los ojos, pero con tetas al aire. Habría quedado guay en alguna iglesia de esas rollo "new age".

Me quejo porque fui una semana después a la cura y a quitarme las grapas y, cuando mi madre le dijo al enfermero que su hija (yo) había tenido un parto muy duro, él respondió "chica, si fue una cesárea, no fue un parto". No, claro, mis chorrocientas horas sudando y empujando eran para ahorrarme el gimnasio de ese mes, que no está la economía para tonterías, oiga.

Me quejo de la reacción alérgica a-no-sabemos-qué que me llenó de ronchas de cintura para abajo y que nadie me explicó jamás. De hecho, tenía la alergóloga en el mismo hospital y, cuando la mujer fue a mirar mi historial para ver qué me habían puesto, exclamó "¡qué raro, no sale nada, está en blanco!". Toma ya X-File castizo.

Y podría seguir quejándome, pero mira, ya no me apetece. Me he quedado muy a gustito con este despotrique, así que ahora voy a tomarme un vasito de leche merengada sentada en la terraza.

Gracias a las chicas de El Parto es Nuestro vi por primera vez esta imagen que tan bien refleja cómo nos sentimos algunas mujeres cuyos partos fueron actos violentos en vez de actos de amor. Rotas, violadas, agredidas, remendadas y, por si fuera poco, ninguneadas: "¿de qué te quejas, si tu hijo está bien?"
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