miércoles, 29 de junio de 2011

¡Pero qué malquedas son en Hotel Espe!

Queridas y queridos, no os lo vais a creer: ¡no me han llamado! ¡Qué malquedas son en Hotel Espe! Menos mal que no tenía reserva ni nada, porque de verdad que esto me pasa en cualquier spa de la costa y es para no volver, os lo juro por los hoyuelos de mi trasero.

Así que me han dejado con tres palmos de narices, ¡yo que me había puesto en modo Lady para epatar en la conversación telefónica con la oscura esperanza de que me llamase el jefe de servicio! No os extrañéis, no sería tan raro, puesto que ya lo hizo con Lady Rabbit. Claro que esa loca tuvo la osadía de presentarle un Plan de Parto Vaginal Después de Cesárea, es que va provocando, la tía... Pero eso es otra historia que ya os contará ella personalmente un día, o yo si me da su permiso y un guion (qué raro se me hace escribirlo sin tilde, a veces la RAE me trae por la calle de la amargura, de verdad os digo).

Espero que seáis capaces de superar este disgusto y la tremenda frustración de no ver colmadas vuestras expectativas con una nueva y divertida entrega de este preñiculebrón con el que os deleito periódicamente; yo soy la primera decepcionada. Sin embargo, creo que es buena idea aprovechar este paréntesis para reflexionar y poner en claro algunos puntos, con vuestra inestimable ayuda.

Muchas de vosotras estáis de acuerdo con Lord Muchomacho en que esta llamada intempestiva viene a raíz de la solicitud de historia clínica que había cursado recientemente. Creo que vais muy bien encaminadas: mi Lord, que tiene alma de espía, ha estado mirando en Correos y, mira tú por dónde, la cartita les llegó ayer martes, suponemos que por la mañana; a las seis de la tarde ya estaban llamando, los tíos espabilados... ¡Qué cosas! ¿Casualidad o causalidad? Juzguen por ustedes mismos, señoras y señores.

Bueno. Anyway. La genial autora de La Teta y Más (nena, no te he incluido aún en el blogroll, pero ese despiste lo subsano yo en menos que se persigna un cura loco, que yo seré Vaga pero los dedos aún los manejo con soltura) me ha propuesto poner una encuesta en la que todos podáis votar por la opción que más correcta os parezca respecto a este nuevo contratiempo. Así que yo, obediente como soy, os doy seis ideas (podéis votar por más de una si queréis) y a ver qué me contáis. A continuación os las comento un poco para que entendáis el porqué de cada una; pero antes de decidiros, pensad que yo me debato entre dos posibilidades: tocarles las bowlings todo lo posible, porque yo soy así y porque se lo han ganado a pulso (y a tacto), en plan "por mí, por todas mis compañeras y por mí primera", que ya estoy harta de que consideren que una mujer embarazada es un ser sumiso y medio imbécil sin capacidad no ya de decidir, sino de preguntar siquiera; o pasar olímpicamente de ellos, no vaya a ser que dediquen la consulta a intentar asustarme con terribles consecuencias si no sigo viéndoles en la frecuencia y horario que a ellos mejor les venga.

  1. No vayas, nena, pasa y que les den. Esto es lo primero que me pasó por la cabeza cuando recibí la llamada, pero en el fondo me pica la curiosidad. Y sé que a vosotros también, ¡que os encanta el despelleje!
  2. Di que estás de parto y, a la que se asomen a mirar, ¡patada voladora! Ya molaría, ¿eh? Me espatarro y, según acerquen el melón, ¡zas! En toda la jeta...
  3. Graba toda la conversación sin decirles nada y luego nos la transcribes para descojonarnos un rato. Sugerencia de Lord Muchomacho, que insiste en que mi pasado periodístico me legitima para este tipo de acciones.
  4. Ponles la grabadora encima de la mesa, a ver si siguen teniendo esas gordas pelotas sabiendo que les están grabando. Y luego nos la transcribes para descojonarnos un rato. Variante propuesta por mí misma que iría acompañada de cuadernito para no dejarnos ni un detalle, claro está.
  5. No vayas a menos que te den un informe por escrito antes. Fue lo que le dije a la chica del teléfono y creo que es uno de los motivos por los que no me han llamado, seguramente estarán pensando "joder, qué pesada es esta tía, ¿es que no dejará de pedir nunca?"
  6. Vete en plan sumisa, que a las respondonas les tactan con las uñas largas y sin guantes. Esta es la opción "asústate, bájate las bragas y pon el culito, que te está bien empleado todo lo que te pase por chulita". Es verdad que un poco chulita sí que soy, pero eso no justifica el coñazo que me están dando, nenas, ¿o es que no tienen más pacientes y con más paciencia que yo para darles la barrila?
Queridas y queridos, espero vuestras sugerencias y respuestas; por supuesto, si se os ocurre otra opción que no figure en la encuesta, pronunciaos. Que esto es muy surrealista como para no tomárselo ya a coña, digo yo.

Besos incrédulos,
Lady Vaga.

martes, 28 de junio de 2011

¡Vienen por mí! ¡Escondedme!

Queridas y queridos, ojiplática me hallo tras la conversación que he tenido esta tarde, que bien podría calificar de "encuentro en la tercera fase" si no fuese porque no ha habido avistamiento ni contacto cercano (por suerte ha sido meramente telefónico). Qué curioso giro del destino cuando mi blog estaba tan tranquilo como el encefalograma de Aída Nízar, ¿verdad?, una carambola digna de culebrón venezolano, de esos en los que, cuando la heroína está a punto de desposarse con el protagonista, se encuentra con que él es su medio hermano secreto y perdido en la infancia o algo así.

Podría deciros que estoy patiabierta y boquidifusa, pero yo de piernas no me pienso abrir más que lo justo hasta septiembre, no vaya a ser que Minimacho vea libre el camino y decida lanzarse en plan "jerónimo". No, hijos míos, no. Me encuentro perpleja, asombrada y sorprendida, no sé si a partes iguales, pero mucho, en cualquier caso.

Porque esta tarde, 28 de junio, Día de Tau (la constante más discreta y simpática para mi gusto), los planetas se han alineado en mi contra en una combinación nefasta, maligna y turbadora.

Imaginad la siguiente escena: de blanco ibicenco de pies a cabeza, bien peinada de horquillas y mejor calzada, Lady Vaga, uniformada con la habitual bata blanca (por si no lo sabíais, mi uniforme es una bata blanca, sí, queridas y queridos. No flipéis, más lo flipo yo con estas paradojas de la vida) se afanaba en terminar unos pedidos antes de que la avalancha de clientes de media tarde arrasase con los productos primorosamente expuestos en el local.

De repente, Lord Muchomacho descuelga el teléfono móvil (que no suena porque siempre le tenemos puesto el vibrador, somos así de viciosos, chatos) y le oigo preguntar "¿de parte de quién? ¿Del hospital?" Ahí ya me temí yo lo peor, pero aún me quedaba corta, corta como el rabito de una boina, my darlings.

[Inciso contextualizador]
Quizá vuestras neuronas tengan la suficiente capacidad de sinapsis para recordar que, durante mi estancia en el Hotel Espe Bed & Breakfast, tuve ocasión de enfrentarme charlar con el simpático jefe de servicio de Obstetricia y Ginecología, que venía azuzado (o, como dicen en algunos pueblos, "achuchao") por la malvada y pérfida doctora Fistra. Aquella escaramuza se saldó con una estilosa victoria por mi parte, hito que marcó una nueva arruga en el rictus labial de esa espingarda llamada Fistra.

Bueno. También sabéis que hoy hace tres meses que me marché de allí con el alta voluntaria, pero no sé si os he comentado que lo siguiente que hice fue solicitar mi historia clínica, como hace la gente normal cuando sale de un hospital. ¿Sabéis qué me entregaron al cabo de una semana? ¡Las analíticas! Un conjunto de, casi casi, una docena de hermosas analíticas ordenadas cronológicamente sin explicación alguna, es decir, una mierda como un castillo, mirusté

A mí eso me gustó poco tirando a nada, así que hace unos días me decidí y les envié por correo certificado una solicitud mucho más formal en la que detallaba todos los documentos que debían constar en mi historia y les recordaba el derecho legal que me amparaba. Hecho este inciso, volvamos a la actualidad.
[Fin del inciso contextualizador]

La amable señorita que me telefonea (va sin sarcasmos, ha sido amable y paciente de verdad) me informa de que (sí, con el "de", se dice así) es para darme cita en el hospital para el mes de julio en el departamento de Alto Riesgo. Yo parpadeo, sorprendida, y le explico que a mí la doctora que me llevaba en Alto Riesgo me ha dicho que ya no hay riesgo ninguno, es más, ya estoy trabajando y todo. Que hemos quedado en que, a partir de ahora, me controlaré en mi centro de salud (bueno, esto es teórico, porque la que yo realmente quiero que me vea es mi comadrona de parto en casa, paso de duplicar visitas) y le pregunto qué ha sucedido para que me quieran ver otra vez en el hospital.

La chica no entiende que yo no quiera esa cita, pero accede a cambiármela y programármela en mi centro de salud. Nos saludamos cortésmente. Colgamos.

Vuelvo a mi puesto de trabajo, pero el teléfono vibra de nuevo en mi mano. ¿Qué ocurre ahora? Es la misma señorita, que, con un deje de perplejidad en su voz, me cuenta que no puede darme la cita en mi centro de salud, puesto que la tiene bloqueada y con una nota del jefe de servicio en la que explica que yo tengo que ir por Alto Riesgo sí o sí.

Imaginadme, queridas y queridos, vestida de blanco pero con las mejillas y las orejas cada vez más rojas intentando respirar hondo. ¿Qué narices es esto? ¿El jefe de servicio? ¿Ese señor que admitía que no sabía qué me pasaba pero que me podría ir en cuanto mi PCR se normalizase? ¡Pardiez!

Cuando el aire me llega a los pulmones, consigo organizar las palabras en mi cerebro para explicarle a la señorita algo del estilo:

- Mira, no entiendo qué les pasa ahora ni qué riesgo corro ni por qué estoy de alta laboral si tengo tanto riesgo de no sé qué. El caso es que, para la doctora Fistra, yo debería estar ingresada todavía; para la otra, no he corrido riesgo jamás, y para el jefe de servicio ni lo uno ni lo otro, así que yo no sé qué pensar. Que hablen entre ellos y se aclaren; cuando me pongan por escrito lo que está pasando, vuelvo al hospital. Mientras, nada.

- Bueno, no te preocupes, yo lo hablo con el jefe de servicio y te llamo mañana sobre estas horas.

Y en estas hemos quedado. Así que mañana debería tener un nuevo episodio que contaros. Anda, anda, y vosotros que os pensábais que el culebrón de Lady Vaga se había terminado... Ah, se me olvidaba: el inciso viene a cuento de que Lord Muchomacho está convencido de que me llaman del hospital justo ahora porque han recibido mi petición de historia clínica y eso les ha recordado que molaba experimentar conmigo, que era, según todos ellos decían, "un caso raro". Quien lo entienda, que me lo explique.

viernes, 24 de junio de 2011

Querido Lord Muchomacho

Queridas y queridos, permitidme que hoy, 24 de junio, dedique esta entrada al hombre que me hace feliz desde hace exactamente diez años: Lord Muchomacho. Pienso ponerme insoportablemente cursi, así que tenéis dos opciones: agarrar los pañuelos de papel y el glucómetro para controlar la subida de azúcar o (y esto sería lo más inteligente y sensato) no leer nada de lo que a continuación escribiré.

Hoy hace diez años que nos conocimos y, desde ese día, no volvimos a separarnos. Bueno, algunas horas por la noche para dormir, puesto que aún éramos jovenzuelos y sus padres no estaban por la labor de perderle de vista más tiempo de lo que la decencia marca (o marcaba en nuestra época, no sé cómo están ahora las cosas). Hago mi balance mental y recuerdo que solía decirle que, si con veintipocos era guapo, a los treinta y algo sería arrebatador; no me equivoqué, mi amor sigue siendo un pibonazo y no me digáis que no, que estoy harta de pillar a las clientas mirándole el trasero y haciéndole ojitos a la mínima de cambio.

Podría enumeraros tantas cosas que me gustan de él, que convertiría este blog en monotemático y eso no está bien, puesto que mi monotema confeso es el acoso y derribo de los ginesaurios trasnochados, así que resumiré diciendo que Lord Muchomacho me gusta porque es él.
  • Me gusta su seguridad en sí mismo, esa actitud de "oye, que yo me como el mundo y en un eructo suelto los Pirineos, a ver qué te has creído".
  • Me gusta su carácter protector, ese instinto leonino de cuidar de los suyos que le sale cuando siente que atacan a su gente.
  • Me gusta que sea tan risueño y bienhumorado desde primera hora de la mañana. Supongo que eso le ayuda a soportar que su adorada Lady Vaga se despierte cabreada y menos que humanoide.
  • Me gusta ese cerebro fríamente científico y que, a pesar de ser un lector compulsivo de manuales de física, saque un ratito para enterarse de las últimas conspiranoias y contármelas con una sonrisa de medio lado.
  • Me encanta cuando se pone sus camisetas frikis de robots que le hacen parecer aún más joven. Y si está recién afeitado, ya es que me lo como.
  • Me encanta cuando se pone una camisa Arrow entalladita con barba de tres días (él, no la camisa) y parece casi casi un padre formal.
  • Me chifla cuando lleva gafas en el trabajo. ¡Ay, Omá, qué rico mi hombre con gafas!
  • Me encanta cuando lleva a O. G. en el Tonga y cuando le menea por los aires como si en vez de un bebé fuese un saco de patatas. Me encanta cuando se duerme con él encima como dos koalas sinvergonzones.
  • Me gusta cuando me dice que me quiere y que sigo estando buenísima a pesar de los años y del embarazo (miente bien el tío cuando quiere...).
  • Me gusta que sea capaz de ser siempre lo que necesito, desde novio apasionado (sí, aún estamos solteritos) hasta guardaespaldas y terapeuta, según se tercie y sin preguntar.
  • Me gusta cuando se levanta antes que yo por la mañana y me prepara el desayuno (morid de envidia, perras). Creo que este es su rato de liberación matinal hasta que aparezco yo por allí en modo protopersona; vamos, que lo hace por su salud.
  • Me encanta cuando me sorprende por mi cumpleaños con un regalo espléndido y desmesurado que no merezco de ninguna de las maneras, por ser tan respondona e impaciente (estoy trabajando en ello, dadme tiempo).
Te quiero, Lord Muchomacho. Me tatuaría tu nombre y tu dirección por si me pierdo, donde más rabia te diese.

Hoy, los besos son solo para mi hombre, porque llevan lengua y apretón traseril incluido,
Lady Vaga.

miércoles, 22 de junio de 2011

Habiba y Alma, juntas al fin

La pequeña Alma, de quince meses, ya está de nuevo junto a su madre. Supongo que, a estas alturas, queridas y queridos, todos lo sabíais ya (yo es que estoy medio desconectada entre el trabajo, la colaboración con la asociación y mi pequeño O. G., que está descubriendo el arte culinario, ya os contaré), pero no me resistía a comentarlo por si hay algún despistado.

Gracias a todos los que habéis puesto vuestro granito de arena para que mamá y bebé pudiesen reunirse de nuevo. En momentos así, me siento parte de algo mayor, estoy orgullosa de esta magnífica red invisible que nos une. Espero que podamos seguir ayudando entre todos a otras familias que se vean en esta misma situación, pues, desgraciadamente, no será ni la primera ni la última vez que se produzca una separación injusta.

Besos optimistas,
Lady Vaga.

lunes, 20 de junio de 2011

Lady Vaga y la doctora Mayer

Creo, queridas y queridos, que lo mío con los ginecólogos es, sencillamente, mala suerte. O eso, o estoy pagando el mal karma de una vida anterior... Seguramente debí de ser una carnicera, pero carnicera mala, de esas que dan los filetes con más nervios a las parroquianas que les caen gordas y encima le ponen bien de papel al producto para que dé más peso en la báscula (esto me lo contó mi abuela, que a ella se lo hacía el charcutero, ¡tío malo!, fíjate tú qué mala persona y qué rata, porque ¿qué iba a ganar, dos céntimos por incauta viejecilla? El caso es que mi abuela también está pagando mal karma de otra vida, fijo, porque recuerdo que se quejaba, asimismo, de que el portero nunca limpiaba los apliques del portal... De hecho, durante un tiempo me ha venido rondando esa frase como glorioso inicio de una novela: "El portero de mi abuela no limpiaba los apliques". ¿A que es digna de Truman Capote? Algún día encontraréis mi gran obra en librerías y, cuando la abráis, leeréis esas magníficas e intrigantes palabras inaugurando el relato. Pero basta ya de divagar. Volvamos a lo puramente ginecológico).

Os decía, queridas y queridos, que en esta vida presente he sido agraciada con un físico espectacular, como sabéis quienes me conocéis; un cerebro maravilloso con memoria eidética de serie, como sabéis sólo algunos de vosotros, dado que me chifla hacerme la tonta; una familia estupenda y una colección de zapatos que cualquier día organizarán un referendum para independizarse de mis armarios. Sin embargo, tengo que reconocer que me cuesta encontrar un ginecólogo en condiciones; jamás he tenido problemas con alergólogos, neumólogos, endocrinos ni médicos de cabecera, pero en lo que toca a mis partes privadas, amigos, la mala suerte me persigue.

Recuerdo a mi primera ginecóloga, la que tuvo el honor de revisar mis bajos por vez primera y de prescribirme la píldora para que Lord Muchomacho y yo, jovenzuelos entonces y entusiastas del sexo non stop, pudiésemos liberarnos de la tiranía condónica que entonces nos atenazaba. Ya no recuerdo su nombre (aunque la llamaré doctora Mayer por el motivo que a continuación paso a exponer), pero sí su curiosa falta de empatía cuando le comenté, a los seis meses de estar tomando la pastillita, que me había subido el colesterol una burrada:

- Pues, hija, no comas tantas salchichas...

- ¿Cómo dice, señora? No he comido una salchicha en mi vida, para su información.

Y, queridos y queridas, era verdad. Y lo sigue siendo a día de hoy. No me gustan las salchichas y no las como, me dan mucho asco, qué queréis, soy así de ñoña... Si lo que pretendía esa señora era hacer un chiste de mal gusto, lo consiguió, dejándome perpleja y molesta a partes iguales... Ah, y reprimida, porque me aguanté las ganas de decirle que para comerle a gusto la salchicha a mi señor esposo no me hacía falta alguna tomar pastillas, fuesen anticonceptivas o antiácido, pero ya sabéis (podéis corearlo al unísono si os place) que yo soy una dama. Por eso me callo más de una y más de dos y así me va.

Ahora, decidme si no tengo yo un radar de ginesaurios entre las orejas... Que es mucha casualidad tanto cenutrio en la misma especialidad médica, digo yo. Eso sí, el viejecito que me hizo mi primera ecografía fue absolutamente encantador, como un Papá Noel vestido de blanco, patrocinado por Pfizer en vez de Coca-Cola, otro día os cuento.

Besos retrospectivos,
Lady Vaga.

viernes, 17 de junio de 2011

Lady Vaga no hace nada de provecho

Queridas y queridos, ahora que nadie nos oye, os diré que el dolce far niente de mis tardes desde la reincorporación sabe mucho mejor que el dolce far niente jodiente impuesto desde el hospital.

Es verdad la vuelta a mi cotidiana (a)normalidad hace que adolezca de anécdotas batiblanqueadas con las que deleitar vuestro fino sentido del humor, pero tendréis que conformaros con la bata blanca que yo misma luzco en mi diario quehacer laboral, si es que eso os vale. De hecho, me quedan, de aquí al final del embarazo, la ecografía de tercer trimestre y... No, nada, solo eso y una visita o dos con mi estupenda comadrona. Y la ecografía ni siquiera pienso hacérmela en el hospital, pediré cita en un centro privado y que me hagan un poco la pelota, que ya está bien para variar.

Estoy esperando que el sol afloje un poquito para volver a bajar con el intrépido O. G. a la piscina y hacer alucinar a la socorrista con mi estilo portando un hijo al saco y otro al sobaco, como dice Marina, la madre de mi amiga Sonia, ambas grandes mujeres cuyo ingenio dejaría mudo incluso a un tertuliano de TeleCirco. Por cierto, Sonia, si osas pasar por el blog, te recordaré que me debes una visita, querida. Y hasta aquí puedo leer...

A O. G. le hemos comprado, como el año pasado, un bañador de dos piezas con protección antirradiación, porque la criatura ha salido de un blanco deslumbrante parecido al mío -creo que, en determinadas circunstancias (quizá de generoso consumo de alcohol por parte de nuestros acompañantes), hemos llegado a brillar en la oscuridad durante un breve espacio de tiempo; ¿será cosa de añadirlo a nuestra lista de súper-poderes?- y además no le gusta untarse en crema cual lechoncillo embadurnado de aceite listo para el horno... Menos mal que dimos con uno sin rellenos para flotar ni mandangas, porque este año en su talla solo encontrábamos un dos piezas con una estrella en el pecho y un relleno anti-niño-que-te-ahogas en la zona de la barriga que, teóricamente, podía ponerse y quitarse, pero en la práctica semejaba un six-pack o tableta de chocolate bastante cutre (o lo siguiente), capaz de hacer que mi hijo luciese como un súper-héroe de segunda regional y, claro, yo no pensaba bañarle con antifaz solo para mantener la imagen, que una podrá ser fashion victim pero los carnavales los dejo para febrero y no quiero que mi hijo, guiado por el traumático recuerdo de tamaña humillación, me ingrese el día de mañana en la residencia más barata para pasar mis vejeces.

En cuanto a mí, no os preocupéis: Lady Vaga, preñada de siete meses, continúa entrando en los bikinis del año pasado. Es la ventaja de usar bragas bikineras de lacitos, que no te enteras de si has ensanchado o no a menos que el incremento sea tan notable (y aterrador) que los cordeles no puedan juntarse ni haciendo fuerza. Eso sí, en el trabajo voy notando que, cuando cierta persona de considerable volumen quiere pasar por detrás de mí, no hay manera. A ver si le digo que se ponga a dieta, ayer ya le comenté que yo no puedo meter tripa, pero este ser no pillaría una indirecta ni aunque se la explicase en tres idiomas.

Y ahora os dejo, que voy a ver quién me está hablando en el chat de Gmail.

Besos findesemanáticos,
Lady Vaga.

miércoles, 15 de junio de 2011

Y despistada que es una...

Como es de bien nacidos ser agradecido, queridas y queridos (¿qué esperábais? Mi madre es que es muy del refranero español y en algo teníamos que parecernos, digo yo...), aprovecho que Carol, autora de Nuestra pequeña cría, ha tenido a bien otorgarme el premio "Qué tendrá tu bló c'aveces me parto", para darles las gracias tanto a ella como a Drew, de Viviendo en mi nube azul, a la cual se le ocurrió decir que mi presencia hacía del mundo un lugar más bonito hace ya una semana entera y yo, despistada y olvidadiza como siempre, metí el premio en la estantería virtual, aka galería, y no le dije más nada... ¡Perdóname, Drew!

Entono un "sorry, darlings" y un "thank you, thank you, thank you" y me voy al armario corriendo a buscar el vestidito de lamé y los taconazos para estar mona en la entrega de premios.

Besos chispeantes,
Lady Vaga.
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