Queridas y queridos, supongo que a estas alturas de la vida todos habéis visto como mínimo una vez el último vídeo de esa otra diva peliteñida y vigoréxica llamada Lady Gaga (cualquier parecido con mi ilustre nombre es simple coincidencia) y os habéis sorprendido al contemplar las imágenes de algo parecido al parto de un montón de huevos de Pascua con que nos deleita. Si bien es cierto que no lleva un Pretty Pusher, error que Victoria Beckham jamás cometería (ella de seguro parirá con un tocado semejante al de macho cabrío monocorne que lució en el british sarao de ayer, que le permitirá amenazar al médico de turno si se pone tontito; muy práctica, la pija), la Gaga al menos se toma la molestia de parir con medias de rejilla y maquillada hasta detrás de las orejas. Otra cosa son las posturitas que hace, pero viniendo de ella no vamos a extrañarnos ya, ¿verdad?
Pues bien, este videoclip me ha hecho recordar que tenía guardado en el ordenador un plan de parto que escribí con corrosivas intenciones (aunque respaldado por la evidencia científica, algo que ciertos profesionales parecen utilizar como papel higiénico) para otro blog más serio, cuyas editoras, con buen criterio, decidieron no publicar. Notaréis que el estilo de la redacción es significativamente más comedido que el que sin pudor alguno empleo aquí, puesto que, como os digo, lo escribí pensando en un medio serio. Sin embargo, como sé que sois todas unas protoporteras y que os encanta el despelleje, he decidido que aquí encaja muy bien y, por tanto, pongo al alcance de vuestras glotonas neuronas mi...
Plan de Parto Subversivo
Visto el trato tan malo que nos han dado a algunas en nuestros partos, lo conservadores (por no decir otra palabra) que se ponen con el protocolo en ciertos hospitales y lo variopinto de las respuestas que recibimos cuando presentamos un plan de parto, he decidido liarme la manta a la cabeza y presentar un plan bien explícito, que no deje lugar a dudas acerca de mis convicciones y deseos.
Podemos comenzar con un saludo tradicional y, a continuación, pasar a exponer nuestras ideas (aquí van sin orden ni concierto), por ejemplo:
- No deseo parir tumbada patas arriba: esta posición, además de humillante, es incómoda y dificulta el parto. Si usted, señor doctor, quiere estar cómodo durante mi parto, con gusto le prestaré mi almohadita cervical o le daré el teléfono de un buen fisioterapeuta. Pero a la hora de parir, me colocaré como me dé la gana, que para eso soy la que está en ello. ¿O usted haría el pino yendo de público a un circo para ver a los acróbatas del revés directamente, sin esfuerzo por parte de ellos? Pues eso.
- Quiero deambular durante la dilatación: no se preocupen, no pienso hacer el camino de Santiago, simplemente denme libertad de movimiento y no me molesten. Estaré por el pasillo.
- Déjenme ingerir líquidos durante la dilatación. Y no me digan que no puedo por si acaso hay que intubarme, porque por esa regla cualquiera de ustedes debería vivir en ayunas, no vaya a ser que tengan un accidente en plena calle y requieran anestesia... ¿Se imaginan tener que ayunar durante horas antes de salir de vacaciones, por si tienen un golpe con el coche?
- No me induzca el parto para terminar en la fecha y hora que a usted le convengan: puede usar sus poderes mentales para intentar convencer a mi hijo por telepatía de que salga, pero nada de meterme oxitocina a chorro sólo porque a usted le venga bien. Si tiene prisa por irse de fin de semana o a cazar, con gusto esperaré a que comience el turno otro profesional más serio.
- No me rasuren: si ustedes quieren ver señoritas depiladas, en Internet hay muchas páginas dedicadas al particular. Si a mí me incomoda el vello, lo llevaré arregladito de casa. Ah, ¿que es por el riesgo de infección? Pues no sé yo, doctor, si esos pelarros largos que tiene usted en los brazos son de PVC... Mmmh, ¿que dice que es para ver la zona donde tendrá que coserme? Pase entonces, por favor, al punto siguiente.
- No se le ocurra cortarme: vine con mis genitales intactos y es mi intención llevármelos en el mismo buen estado de revista. Si usted quiere usar la tijera, puede cortar unas guirnaldas o farolillos con los que decorar el paritorio para dar la bienvenida a mi hijo.
- No me pongan enema: si encuentro desagradable la posibilidad de "hacérmelo" delante de ustedes, yo misma me pondré un microenema en casa. Pero absténgase de molestarme con esas fruslerías durante mi trabajo de parto. Si les incomodan los residuos biológicos, harán bien en cambiar de empleo.
- No quiero tactos: sólo los mínimos imprescindibles. Adjunta encontrará la foto de mi amigo John, jugador profesional de baloncesto, que se ha ofrecido gentilmente a hacer un tacto rectal a cada persona que intente hacerme un tacto innecesario. Por supuesto, les mandará la factura por sus servicios al término de los mismos. No le den las gracias, John es así de bien dispuesto, además de medir dos metros diez.
- No me hablen como si tuviese tres años: entiendo perfectamente lo que me dicen y me gusta decidir por mí misma; sé que es un vicio feo y molesto, pero es lo que tiene haber sido criada en democracia.
- No hablen de chorradas mientras nace mi hijo: para ustedes será el trabajo de cada día, pero para mi familia es un momento sagrado. Me importa tres narices si su equipo de fútbol ganó o perdió, si la vecina del quinto pone la música alta o si su madre ha comprado una freidora buenísima. Si quisiera escuchar tonterías, pondría la tele. Cállense.
- No interfieran en mi lactancia: mi bebé no necesita leche de vaca nada más nacer, sino estar con su madre (que soy yo, por si no les había quedado claro), así que nada de biberones. Si algún miembro de su equipo tiene complejo de Ganímedes y quiere servir un refrigerio, agradeceré nos traigan la carta de vinos para escoger el más adecuado.
- No se metan en mi forma de criar: los enfermeros y enfermeras que nos visiten durante nuestra estancia en el hospital harán bien en abstenerse de proferir comentarios del tipo de "¿pero otra vez con él al pecho? Eso es vicio", "Pero, mamá, si de ahí no sale nada, toma, dale un biberón" o "No te lo metas en la cama, que luego no salen hasta que se van a la mili". En mi entorno hay un viejo aforismo: "La que quiera criar, que se preñe". Con gusto explicaré a esos profesionales las opciones a su alcance para embarazarse con un lenguaje ampliamente comprensible (es más, hay una versión "exprés" de esa charla que se resume en sólo tres palabras; las dos primeras son "que" y "te", pero me ahorro la tercera porque mis padres criaron una hija muy fina).
Et voilà, ahora cerramos con una despedida divinamente educada, sacamos todas las copias que estimemos oportunas y ¡hala!, ya tenemos nuestro propio plan de parto políticamente incorrecto. Por supuesto, podemos personalizarlo en función de nuestras necesidades, añadiendo o quitando lo que consideremos oportuno. Y que nadie diga que no hemos sido bastante claras.
sábado, 30 de abril de 2011
jueves, 28 de abril de 2011
Lady Vaga, en el Ecuador
Queridas y queridos, admiradores todos:
Hoy he estado en la ecografía morfológica, que se realiza en la semana veinte de gestación. Esto, que suena tan frío y aséptico dicho así, significa que Minimacho y yo hemos llegado a la mitad del embarazo en perfecto estado de revista.
Sí, amigos, el líquido es correcto, Minimacho tiene todas las piececitas que debe tener, donde tiene que tenerlas y del tamaño que les corresponde y el simpático doctor que nos ha examinado no ha encontrado rastro alguno del hematoma. Chúpate esa, doctora Fistra. Espero que, dondequiera que estés, los oídos te piten tanto que tengas que tomarte una Biodramina tamaño tortilla de patatas familiar.
Salimos de la consulta tranquilos y contentos. Mientras me ajusto la cintura del pantalón (esta vez no he ido en vaqueros, pero hacía demasiado fresco aún para ir con vestido, lo cual ha suscitado la desdicha de los mirones y fans que nos circundaban, pues han perdido, después de muchos días esperando este momento, la oportunidad de contemplar mis piernas torneadas y magníficas, ya despojadas de su nívea blancura fosforescente en la oscuridad, gracias al DHA), pienso malévolamente que, si Minimacho sale cuando y por donde Natura manda, tengo pendientes algunas visitas:
Sea como sea, queridas y queridos, prometí traeros las buenas noticias y aquí están, calentitas y recientes. Que la tarde os sea propicia y vuestros dioses os escuchen.
Besos ultrasónicos,
Lady Vaga.
Hoy he estado en la ecografía morfológica, que se realiza en la semana veinte de gestación. Esto, que suena tan frío y aséptico dicho así, significa que Minimacho y yo hemos llegado a la mitad del embarazo en perfecto estado de revista.
Sí, amigos, el líquido es correcto, Minimacho tiene todas las piececitas que debe tener, donde tiene que tenerlas y del tamaño que les corresponde y el simpático doctor que nos ha examinado no ha encontrado rastro alguno del hematoma. Chúpate esa, doctora Fistra. Espero que, dondequiera que estés, los oídos te piten tanto que tengas que tomarte una Biodramina tamaño tortilla de patatas familiar.
Salimos de la consulta tranquilos y contentos. Mientras me ajusto la cintura del pantalón (esta vez no he ido en vaqueros, pero hacía demasiado fresco aún para ir con vestido, lo cual ha suscitado la desdicha de los mirones y fans que nos circundaban, pues han perdido, después de muchos días esperando este momento, la oportunidad de contemplar mis piernas torneadas y magníficas, ya despojadas de su nívea blancura fosforescente en la oscuridad, gracias al DHA), pienso malévolamente que, si Minimacho sale cuando y por donde Natura manda, tengo pendientes algunas visitas:
- A la carnicera que me rajó cuando yo intentaba parir a O. G. ¡Toma desproporción fetopélvica, amargada asquerosa cuya cara y culo parecen siameses separados al nacer! Sólo espero, querida carnicerita, que el día que tú paras te traten con la misma delicada empatía de la que hiciste gala aquella noche en que nos conocimos y que, si necesitas una cesárea, tu cirujano también se dedique a alardear de su gran rapidez mientras tú te cagas viva pensando si se olvidarán una gasa o un trozo de placenta con las prisas.
- A la doctora Fistra, of course, cuya "mala follá" y falta total de clase me resultó más traumática que enterarme de que los Reyes Magos no eran otros que mi padre y mi madre (porque, claro, ¿quién era entonces el tercer rey? ¿Nunca os lo habéis preguntado? Pues ahí queda para vuestra reflexión y enriquecimiento mental...). Me deleito pensando en llevarle a mi pequeño Minimacho y decirle "estimada doctorzuela de pelo frito y mal nutrido, aquí le presento a mi bebé muy pretérmino y sin posibilidades de sobrevivir a una misteriosa infección, nacido a las 39 semanas de gestación y que, para escarnio de su protociencia, no sólo se obstina en estar vivo, sino que se dedica con tenaz empeño a mamar de las despampanantes pechugas de su madre y a crecer como si no hubiese mañana".
- Al doctor Tirrio, simplemente para decirle "¿por qué no te callas?".
Sea como sea, queridas y queridos, prometí traeros las buenas noticias y aquí están, calentitas y recientes. Que la tarde os sea propicia y vuestros dioses os escuchen.
Besos ultrasónicos,
Lady Vaga.
miércoles, 27 de abril de 2011
El doctor Tirrio vs. Lady Vaga (blancas mueven y ganan)
Creo que fue el primer viernes de mi estancia cuando vino el doctor al que llamaremos Tirrio, acompañado de dos acólitos.
En ese momento, Lord Muchomacho y O. G. habían bajado a comer algo y, oh, Murphy (ojalá te revuevas tanto en tu tumba que se te enrolle la mortaja muy fuerte alrededor de la cintura y te seccione por la mitad, para que en el Juicio Final tengas que ir andando con los brazos como un zombi cualquiera, toma gipsy-maldición), estábamos solas en la habitación Verónica y yo, así que al menos tengo un garante de que lo que cuento no es fruto de mi imaginación enfermiza, sino de mi enfermiza memoria. Verónica es, encima, un testigo fiable, porque además de mona e inteligente, es una mujer perspicaz, de las que ven más allá de lo que se dice aunque sea por teléfono. Jódete, Aramís Fuster.
Total, que ese señor traspasa el umbral de mi celda monástica acompañado por su séquito, un chico y una chica bastante jóvenes (sobre todo, comparados con él) y a mí lo primero que me sale es incorporarme haciendo gala de la fantástica forma de mis abdominales (que son del estilo de la barriga de Fergie la de los Black Eyed Peas, una maravillosa escultura de carne que da gusto ver y más tocar, quien me conoce lo sabe) para taparme las piernas, que tenía al aire. Porque una será una diva un poco exhibicionista, pero una cosa es lucirme ante mis fans y otra enseñar los pelos de las piernas a tres desconocidos por mucha bata blanca que lleven. Que las bolsas de líquido amniótico no notifican cuándo van a romperse y a mí ya me ha pillado sin depilar dos veces, cuando nació O. G. y ahora (bueno, cuando nació O. G. es que yo tenía cita para la esteticista justo ese día y, claro, la llamé en plan: "bonita, que no puedo ir porque estoy pariendo, ya me pasarás la cita para otro día").
- Pero ¿qué hace? ¡Que usted no se puede incorporar así! ¡No se puede incorporar así! ¡Estése quieta, échese!- El médico será muy médico, pero desde luego la música no ha perdido ningún barítono con él, ¡qué voz tan desagradable! Por un momento, me lo imagino arrimándose a un micrófono: "Personal de limpieza, acuda a pasillo cinco... Señorita Puri, acuda a lencería"...
La protobronca me dejó perpleja y no recuerdo si llegué a responder o me limité a flipar. Supongo que lo segundo porque, pese a lo decidida que os pueda parecer ahora, en mi distancia física y espiritual del ruido y los vicios mundanos, soy una mujer muy tímida y cauta escondida detrás de un modelito divino y subida a unos preciosos taconazos. Qué queréis, así soy yo.
Sin embargo, no sé de dónde saco el rostro necesario para preguntarle quiénes son las personas que le acompañan. La respuesta tampoco es la esperada:
- Eso a usted le da igual- Ande, buen hombre, no se chine usted, si es por curiosidad, ¿no ve que si el chico está de buen ver y soltero igual se lo presentamos a mi amiga Verónica, que es un partidazo por tener casa y coche? Pero como soy una dama educada, vuelvo a quedarme perpleja una vez más.
El médico comienza a largar su rollo, que se resume en que yo me quejo de que no me informan (lo cual es verdad, me quejo a todo el que pasa por la habitación, sea enfermera, celador o personal de limpieza, porque los médicos salen todos corriendo como alma que lleva Fernando Alonso en cuanto terminan su perorata y no me dejan preguntar nada), que nadie sabe lo que va a pasar pero que los pronósticos no son halagüeños y que lo que tengo que hacer es dejarme y confiar, que se hará todo lo que haga falta, todos los exámenes vaginales que hagan falta (cuando la doctora Fistra ha dicho que de vaginal nada para no aumentar las probabilidades de infección) y tal. Me informa de que un marcador de inflamación (la PCR, que ya es famosa en mi casa) ha pasado el límite establecido y que me duplicarán el antibiótico (no me explica ni cuál ni a qué cantidad, menos mal que las enfermeras tienen que venir con tiempo a poner la medicación y yo las abordo sin pudor).
Yo interpreto que las pausas que hace entre frase y frase son para que le plantee mis dudas o diga "ahá" en caso de no tenerlas, pero él me hace saber cortésmente lo erróneo de mi suposición diciendo "cállese, que tengo que hablar yo" (o algo así, Verónica quizá lo recuerde mejor); yo insisto, diciéndole que me gusta saber qué me van a hacer y por qué y que lo lógico es que se lo pregunte a él y no a mi hermana (llamé "hermana" a Verónica para que no la sacaran de la habitación al llegar ellos) y él se gira hacia ella diciendo "qué carácter tiene, ¿eh?", como si yo fuera gilipollas. La temperatura de mi sangre se eleva varios grados repentinamente y comienza a incrementarse mi presión arterial. Mi mente hace un rápido análisis de las opciones disponibles ante tamaña desfachatez:
a) Callar y aguantar estoicamente, que yo soy una señora.
b) Insultar al médico, que ahora me niego a calificar de "doctor".
c) ¡Patada voladora!
Mientras me decido y no, él ya se ha dado la vuelta y se dispone a salir, con lo cual sólo acierto a preguntarle si esa mañana me van a hacer una ecografía. Sin dignarse parar (el verbo "dignarse" no lleva "a" detrás, como "pretender", y si la ponéis estáis haciendo mal. Nota de la redactora), le oigo decir "no, hoy no".
El Trío Fiesta sale por la puerta, dejándonos ojipláticas (o más bien ojiensaladéricas, porque estábamos alucinando) y Verónica, cuya capacidad de observación le permitiría detectar un hilo suelto en un jersey de cachemir (me niego a decir "cashmir", lo siento) a doscientos metros de distancia, me hace notar que la chavala que acompañaba al médico puso cara de marciana cuando pregunté quiénes eran... Hago memoria y caigo en la cuenta de que el día anterior fue ella quien me hizo la ecografía para evaluar el nivel de líquido amniótico. Yo es que ni me acordaba de ella, ¡pasaba tanta gente por mi habitación! Culpa suya, que cuando llegó el jueves le pregunté su identidad y me proporcionó otro diálogo de besugos (o de besuga y diva, para hablar con propiedad, ya sabéis quién es quién):
- Soy la ginecóloga.
-Hombre, ya me lo figuro puesto que viene con un ecógrafo, le pregunto cuál es su nombre.
- Doctora Carapeta- esto sin mirarme, of course, que yo no merezco atención más que entre sonrisas: la que tengo debajo del ombligo, obra de la carnicera que me (des)atendió en el nacimiento de O. G., y la que tengo entre las piernas, que venía de serie y es perpendicular a la anterior.
En resumen, queridas y queridos, podría contaros muchas más anécdotas ocurridas durante mi estancia en el Hotel Espe, pero esta en la que un médico me mandó callar (¡a mi edad! Que soy mocita pero no doncella, señor, y también tengo alguna cana aunque el tinte la oculte) fue de categoría extra cual huevo de avestruz.
Mañana tengo la ecografía de las 20 semanas, la que llaman "morfológica" y espero traeros buenas nuevas de las que a todos nos gusta leer... Sean cuales sean las novedades, os las transmitiré puntualmente, lo juro.
Se despide y se reclina en su diván,
la ínclita Lady Vaga.
En ese momento, Lord Muchomacho y O. G. habían bajado a comer algo y, oh, Murphy (ojalá te revuevas tanto en tu tumba que se te enrolle la mortaja muy fuerte alrededor de la cintura y te seccione por la mitad, para que en el Juicio Final tengas que ir andando con los brazos como un zombi cualquiera, toma gipsy-maldición), estábamos solas en la habitación Verónica y yo, así que al menos tengo un garante de que lo que cuento no es fruto de mi imaginación enfermiza, sino de mi enfermiza memoria. Verónica es, encima, un testigo fiable, porque además de mona e inteligente, es una mujer perspicaz, de las que ven más allá de lo que se dice aunque sea por teléfono. Jódete, Aramís Fuster.
Total, que ese señor traspasa el umbral de mi celda monástica acompañado por su séquito, un chico y una chica bastante jóvenes (sobre todo, comparados con él) y a mí lo primero que me sale es incorporarme haciendo gala de la fantástica forma de mis abdominales (que son del estilo de la barriga de Fergie la de los Black Eyed Peas, una maravillosa escultura de carne que da gusto ver y más tocar, quien me conoce lo sabe) para taparme las piernas, que tenía al aire. Porque una será una diva un poco exhibicionista, pero una cosa es lucirme ante mis fans y otra enseñar los pelos de las piernas a tres desconocidos por mucha bata blanca que lleven. Que las bolsas de líquido amniótico no notifican cuándo van a romperse y a mí ya me ha pillado sin depilar dos veces, cuando nació O. G. y ahora (bueno, cuando nació O. G. es que yo tenía cita para la esteticista justo ese día y, claro, la llamé en plan: "bonita, que no puedo ir porque estoy pariendo, ya me pasarás la cita para otro día").
- Pero ¿qué hace? ¡Que usted no se puede incorporar así! ¡No se puede incorporar así! ¡Estése quieta, échese!- El médico será muy médico, pero desde luego la música no ha perdido ningún barítono con él, ¡qué voz tan desagradable! Por un momento, me lo imagino arrimándose a un micrófono: "Personal de limpieza, acuda a pasillo cinco... Señorita Puri, acuda a lencería"...
La protobronca me dejó perpleja y no recuerdo si llegué a responder o me limité a flipar. Supongo que lo segundo porque, pese a lo decidida que os pueda parecer ahora, en mi distancia física y espiritual del ruido y los vicios mundanos, soy una mujer muy tímida y cauta escondida detrás de un modelito divino y subida a unos preciosos taconazos. Qué queréis, así soy yo.
Sin embargo, no sé de dónde saco el rostro necesario para preguntarle quiénes son las personas que le acompañan. La respuesta tampoco es la esperada:
- Eso a usted le da igual- Ande, buen hombre, no se chine usted, si es por curiosidad, ¿no ve que si el chico está de buen ver y soltero igual se lo presentamos a mi amiga Verónica, que es un partidazo por tener casa y coche? Pero como soy una dama educada, vuelvo a quedarme perpleja una vez más.
El médico comienza a largar su rollo, que se resume en que yo me quejo de que no me informan (lo cual es verdad, me quejo a todo el que pasa por la habitación, sea enfermera, celador o personal de limpieza, porque los médicos salen todos corriendo como alma que lleva Fernando Alonso en cuanto terminan su perorata y no me dejan preguntar nada), que nadie sabe lo que va a pasar pero que los pronósticos no son halagüeños y que lo que tengo que hacer es dejarme y confiar, que se hará todo lo que haga falta, todos los exámenes vaginales que hagan falta (cuando la doctora Fistra ha dicho que de vaginal nada para no aumentar las probabilidades de infección) y tal. Me informa de que un marcador de inflamación (la PCR, que ya es famosa en mi casa) ha pasado el límite establecido y que me duplicarán el antibiótico (no me explica ni cuál ni a qué cantidad, menos mal que las enfermeras tienen que venir con tiempo a poner la medicación y yo las abordo sin pudor).
Yo interpreto que las pausas que hace entre frase y frase son para que le plantee mis dudas o diga "ahá" en caso de no tenerlas, pero él me hace saber cortésmente lo erróneo de mi suposición diciendo "cállese, que tengo que hablar yo" (o algo así, Verónica quizá lo recuerde mejor); yo insisto, diciéndole que me gusta saber qué me van a hacer y por qué y que lo lógico es que se lo pregunte a él y no a mi hermana (llamé "hermana" a Verónica para que no la sacaran de la habitación al llegar ellos) y él se gira hacia ella diciendo "qué carácter tiene, ¿eh?", como si yo fuera gilipollas. La temperatura de mi sangre se eleva varios grados repentinamente y comienza a incrementarse mi presión arterial. Mi mente hace un rápido análisis de las opciones disponibles ante tamaña desfachatez:
a) Callar y aguantar estoicamente, que yo soy una señora.
b) Insultar al médico, que ahora me niego a calificar de "doctor".
c) ¡Patada voladora!
Mientras me decido y no, él ya se ha dado la vuelta y se dispone a salir, con lo cual sólo acierto a preguntarle si esa mañana me van a hacer una ecografía. Sin dignarse parar (el verbo "dignarse" no lleva "a" detrás, como "pretender", y si la ponéis estáis haciendo mal. Nota de la redactora), le oigo decir "no, hoy no".
El Trío Fiesta sale por la puerta, dejándonos ojipláticas (o más bien ojiensaladéricas, porque estábamos alucinando) y Verónica, cuya capacidad de observación le permitiría detectar un hilo suelto en un jersey de cachemir (me niego a decir "cashmir", lo siento) a doscientos metros de distancia, me hace notar que la chavala que acompañaba al médico puso cara de marciana cuando pregunté quiénes eran... Hago memoria y caigo en la cuenta de que el día anterior fue ella quien me hizo la ecografía para evaluar el nivel de líquido amniótico. Yo es que ni me acordaba de ella, ¡pasaba tanta gente por mi habitación! Culpa suya, que cuando llegó el jueves le pregunté su identidad y me proporcionó otro diálogo de besugos (o de besuga y diva, para hablar con propiedad, ya sabéis quién es quién):
- Soy la ginecóloga.
-Hombre, ya me lo figuro puesto que viene con un ecógrafo, le pregunto cuál es su nombre.
- Doctora Carapeta- esto sin mirarme, of course, que yo no merezco atención más que entre sonrisas: la que tengo debajo del ombligo, obra de la carnicera que me (des)atendió en el nacimiento de O. G., y la que tengo entre las piernas, que venía de serie y es perpendicular a la anterior.
En resumen, queridas y queridos, podría contaros muchas más anécdotas ocurridas durante mi estancia en el Hotel Espe, pero esta en la que un médico me mandó callar (¡a mi edad! Que soy mocita pero no doncella, señor, y también tengo alguna cana aunque el tinte la oculte) fue de categoría extra cual huevo de avestruz.
Mañana tengo la ecografía de las 20 semanas, la que llaman "morfológica" y espero traeros buenas nuevas de las que a todos nos gusta leer... Sean cuales sean las novedades, os las transmitiré puntualmente, lo juro.
Se despide y se reclina en su diván,
la ínclita Lady Vaga.
miércoles, 20 de abril de 2011
Lady Vaga se come el tarro
Queridos y queridas, sé que os he tenido más abandonados que Yola Berrocal a su vergüenza, pero tengo que reconocer que estos días son, a veces, difíciles para mí.
Por un lado, estoy contenta: no he vuelto a manchar, lo cual supongo que indica que el hematoma se ha reabsorbido con éxito; pero, por otro lado, es muy difícil pasar el día entero con O. G. y guardar el reposo.
Bueno, es directamente imposible: aunque pongamos dibujos animados, le entretienen un tiempo limitado (por suerte, que tampoco quiero un vástago teleadicto, y menos con la calidad de los contenidos de nuestra sacrosanta pantallita...); las construcciones y los juegos hay que irlos rotando cada quince minutos, más o menos (a ver, tiene veintiún meses, ¿qué capacidad de concentración le corresponde?); encima, ha descubierto que en el ordenador puedo ponerle dibujos y, claro, cuando en la tele no dan nada interesante, ahí va mamá, a poner los Lunnis, Pocoyó, Dora Exploradora o la madre que trajo a Nick y a Odeon a este mundo...
Además, O. G. tiene un saque legendario y cuando no quiere tomar porras quiere que le prepares un zumo (natural, "del robot", los de brik no están igual), o empanadillas de bonito y tomate (y si no las tienes hechas, prepara dos o tres en el momento, mételas al microondas y reza por que salgan bien), o galletas, o chocolate (sibarita él, de Lindt 70% de cacao), o regañás, o pan... ¡Uf, cuántos viajes a la cocina!
Y, por si fuera poco, hemos entrado en la edad de las rabietas, los que tenéis hijos me entendéis, y todo es una pelea, sobre todo el dormir... Que realmente nunca me ha preocupado, yo soy de las que piensan que si no te duermes antes ya lo harás después, pero es que aquí mi vampirín cada vez es más noctámbulo y su papá y yo necesitamos un descanso...
Pero, en realidad, O. G. no es el causante de (todos) mis desvelos, sino la idea recurrente que me ronda la cabeza: "vale, ahora ya me encuentro bien y supongo que en unas semanas me levantarán la indicación de reposo... Pero yo ya me sentía perfectamente hasta que me ocurrió aquello el 16 de marzo, así que ¿qué indica que no me volverá a ocurrir?"
Porque lo más estresante de este tipo de problemas es que nadie te dice por qué suceden ni qué hacer para evitarlos (salvo "no cojas peso", "descansa", "estáte tumbadita"), y por eso siempre te queda la duda de si se repetirá... Y, claro, yo aún no he llegado a las 24 semanas y el inquilino de mi barriga, Minimacho, aún no es viable, es decir, no es capaz de vivir fuera de mi cuerpo si llegase el caso (si se declarase la famosa infección fantasma y me pusiera de parto prematuro).
En fin, queridos y queridas, son días de mucha actividad en el cerebro de Lady Vaga y por eso no os he comunicado nuevas; pues es mucho más agradable dar buenas noticias que largar rollos como el que acabo de soltar.
Pero, claro, no podía dejar que os fuéseis de vacaciones con este come-come en vuestras cabecitas, así que, hala, por pedir.
Besos cuasi vacacionales.
Por un lado, estoy contenta: no he vuelto a manchar, lo cual supongo que indica que el hematoma se ha reabsorbido con éxito; pero, por otro lado, es muy difícil pasar el día entero con O. G. y guardar el reposo.
Bueno, es directamente imposible: aunque pongamos dibujos animados, le entretienen un tiempo limitado (por suerte, que tampoco quiero un vástago teleadicto, y menos con la calidad de los contenidos de nuestra sacrosanta pantallita...); las construcciones y los juegos hay que irlos rotando cada quince minutos, más o menos (a ver, tiene veintiún meses, ¿qué capacidad de concentración le corresponde?); encima, ha descubierto que en el ordenador puedo ponerle dibujos y, claro, cuando en la tele no dan nada interesante, ahí va mamá, a poner los Lunnis, Pocoyó, Dora Exploradora o la madre que trajo a Nick y a Odeon a este mundo...
Además, O. G. tiene un saque legendario y cuando no quiere tomar porras quiere que le prepares un zumo (natural, "del robot", los de brik no están igual), o empanadillas de bonito y tomate (y si no las tienes hechas, prepara dos o tres en el momento, mételas al microondas y reza por que salgan bien), o galletas, o chocolate (sibarita él, de Lindt 70% de cacao), o regañás, o pan... ¡Uf, cuántos viajes a la cocina!
Y, por si fuera poco, hemos entrado en la edad de las rabietas, los que tenéis hijos me entendéis, y todo es una pelea, sobre todo el dormir... Que realmente nunca me ha preocupado, yo soy de las que piensan que si no te duermes antes ya lo harás después, pero es que aquí mi vampirín cada vez es más noctámbulo y su papá y yo necesitamos un descanso...
Pero, en realidad, O. G. no es el causante de (todos) mis desvelos, sino la idea recurrente que me ronda la cabeza: "vale, ahora ya me encuentro bien y supongo que en unas semanas me levantarán la indicación de reposo... Pero yo ya me sentía perfectamente hasta que me ocurrió aquello el 16 de marzo, así que ¿qué indica que no me volverá a ocurrir?"
Porque lo más estresante de este tipo de problemas es que nadie te dice por qué suceden ni qué hacer para evitarlos (salvo "no cojas peso", "descansa", "estáte tumbadita"), y por eso siempre te queda la duda de si se repetirá... Y, claro, yo aún no he llegado a las 24 semanas y el inquilino de mi barriga, Minimacho, aún no es viable, es decir, no es capaz de vivir fuera de mi cuerpo si llegase el caso (si se declarase la famosa infección fantasma y me pusiera de parto prematuro).
En fin, queridos y queridas, son días de mucha actividad en el cerebro de Lady Vaga y por eso no os he comunicado nuevas; pues es mucho más agradable dar buenas noticias que largar rollos como el que acabo de soltar.
Pero, claro, no podía dejar que os fuéseis de vacaciones con este come-come en vuestras cabecitas, así que, hala, por pedir.
Besos cuasi vacacionales.
miércoles, 13 de abril de 2011
La entrepierna de Baby Garbancito
Queridos y queridas, sé que ayer os dejé con la miel en los labios y que os fuisteis a la cama presas de profunda decepción e inconmensurable angustia, pero diré en mi descargo que ayer se cumplían cuatro semanas de la fisura en la bolsa y no tenía yo el útero para fiestas, kermesses ni reveillones varios. Necesitaba distraerme, así que me dediqué a forear, que no a zorrear (eso lo dejo para algunas de mis lectoras, expertas en el arte mencionado), para relajar mis ya de por sí estresadas neuronas y olvidar la historia que me daba vueltas en la mente.
Pero hoy, queridos y queridas, hoy es un día de exclusivas y me adelanto a la salida de las principales revistas del sector para reventarles la noticia del sexo de Baby Garbancito, pero antes...
¿De verdad queréis saberlo?
¿Estáis preparados para afrontar este hecho?
¿Sois conscientes de que, una vez lo sepáis, no habrá vuelta atrás?
¿Podréis dormir por la noche, sabiendo lo que sabréis en breves líneas?
Si habéis respondido "sí" a las cuatro preguntas, continuad leyendo.
Ya os adelanté hace una semana que, durante la ecografía en Alto Riesgo, la doctora había cometido la torpeza de señalarnos dos veces el sexo de nuestro hermoso retoño. Fue algo así (y si no queréis un spoiler, no sigáis leyendo hasta septiembre, amores):
- Este niño está perfectamente- Lady Vaga, con el vaquero indignamente remetido por sitios que no nombraré, se hace la loca y piensa "bueno, se refiere a niño genéricamente, como hablan del Hombre para referirse al grupo en general en filosofía".
Pero ella no se cansa, y al minuto escaso, nos dice con aire de suficiencia:
- Es un varón.
Doctora, ¡por favor! Sea usted un poco seria... Que yo vengo a una ecografía para conocer datos importantes, a saber:
Me quedé con las ganas de emular al ingenioso José Mota y decirle: "¡Austeeeeeee alamierrrrrdaaaaaaaaa!"
Pero ser una Lady no es una etiqueta que puedas ponerte y quitarte a conveniencia, así que hice gala de mi exquisita educación y me limité a lanzarle rayos fulminantes con la mirada. Si lo he hecho bien, desde mi visita habrá sufrido dolor de estómago y empobrecimiento de la flora intestinal.
Por tanto, queridas y queridos, aquellos de vosotros que votasteis por la opción b) sois los orgullosos ganadores de la encuesta y estáis invitadísimos a conocer la humilde mansión de Lady Vaga el día que mejor os convenga (de martes a viernes, if possible) a la hora de vuestra elección, previa comunicación al personal de servicio para que nos tenga preparado un refrigerio en forma de brunch ligero.
Y a todos los que no acertasteis, mi magnanimidad digna de una emperatriz de los anchos mundos (relegada por el momento a señora de mi cama y dueña de mi WC) os redime de vuestro craso error (comprensible, por otra parte, porque dada mi tendencia a acumular bolsos y zapatos, era plausible pensar que los espermatozoides X de Lord Muchomacho se hubiesen dopado para ganar la carrera y ser los siguientes herederos de mi colección) y os invita igualmente a compartir una infusión con galletitas, una empanada o la vianda que más deleite vuestras papilas gustativas.
Para terminar, os informo en petit comité de que el sábado me escapé a hacer algo de compra (iba a volverme loca en casa y ya ando bastante justa de lucidez como para permitirme ese lujo) y aproveché, al pasar por la sección de bebé, para hacer la primera adquisición para el fondo de armario de Minimacho (el nombre sí que no os lo pienso desvelar, rabiad): un abriguito celeste de punto que, además de ser monísimo y estar súper-rebajado, era el único que quedaba y ¡era de talla 1-3 meses! Vamos, una señal cósmica clarísima.
Besos matinales,
Lady Vaga (orgullosa concubina de Lord Muchomacho, el hombre cuyos espermatozoides son todos "Y").
Pero hoy, queridos y queridas, hoy es un día de exclusivas y me adelanto a la salida de las principales revistas del sector para reventarles la noticia del sexo de Baby Garbancito, pero antes...
¿De verdad queréis saberlo?
¿Estáis preparados para afrontar este hecho?
¿Sois conscientes de que, una vez lo sepáis, no habrá vuelta atrás?
¿Podréis dormir por la noche, sabiendo lo que sabréis en breves líneas?
Si habéis respondido "sí" a las cuatro preguntas, continuad leyendo.
Ya os adelanté hace una semana que, durante la ecografía en Alto Riesgo, la doctora había cometido la torpeza de señalarnos dos veces el sexo de nuestro hermoso retoño. Fue algo así (y si no queréis un spoiler, no sigáis leyendo hasta septiembre, amores):
- Este niño está perfectamente- Lady Vaga, con el vaquero indignamente remetido por sitios que no nombraré, se hace la loca y piensa "bueno, se refiere a niño genéricamente, como hablan del Hombre para referirse al grupo en general en filosofía".
Pero ella no se cansa, y al minuto escaso, nos dice con aire de suficiencia:
- Es un varón.
Doctora, ¡por favor! Sea usted un poco seria... Que yo vengo a una ecografía para conocer datos importantes, a saber:
- Si Baby Garbancito está vivo.
- Si las piezas que se ven hasta el momento están todas en su sitio.
- Si el nivel de líquido es correcto.
- Si el despegamiento, hematoma o como quieran llamarlo evoluciona favorablemente.
Me quedé con las ganas de emular al ingenioso José Mota y decirle: "¡Austeeeeeee alamierrrrrdaaaaaaaaa!"
Pero ser una Lady no es una etiqueta que puedas ponerte y quitarte a conveniencia, así que hice gala de mi exquisita educación y me limité a lanzarle rayos fulminantes con la mirada. Si lo he hecho bien, desde mi visita habrá sufrido dolor de estómago y empobrecimiento de la flora intestinal.
Por tanto, queridas y queridos, aquellos de vosotros que votasteis por la opción b) sois los orgullosos ganadores de la encuesta y estáis invitadísimos a conocer la humilde mansión de Lady Vaga el día que mejor os convenga (de martes a viernes, if possible) a la hora de vuestra elección, previa comunicación al personal de servicio para que nos tenga preparado un refrigerio en forma de brunch ligero.
Y a todos los que no acertasteis, mi magnanimidad digna de una emperatriz de los anchos mundos (relegada por el momento a señora de mi cama y dueña de mi WC) os redime de vuestro craso error (comprensible, por otra parte, porque dada mi tendencia a acumular bolsos y zapatos, era plausible pensar que los espermatozoides X de Lord Muchomacho se hubiesen dopado para ganar la carrera y ser los siguientes herederos de mi colección) y os invita igualmente a compartir una infusión con galletitas, una empanada o la vianda que más deleite vuestras papilas gustativas.
Para terminar, os informo en petit comité de que el sábado me escapé a hacer algo de compra (iba a volverme loca en casa y ya ando bastante justa de lucidez como para permitirme ese lujo) y aproveché, al pasar por la sección de bebé, para hacer la primera adquisición para el fondo de armario de Minimacho (el nombre sí que no os lo pienso desvelar, rabiad): un abriguito celeste de punto que, además de ser monísimo y estar súper-rebajado, era el único que quedaba y ¡era de talla 1-3 meses! Vamos, una señal cósmica clarísima.
Besos matinales,
Lady Vaga (orgullosa concubina de Lord Muchomacho, el hombre cuyos espermatozoides son todos "Y").
lunes, 11 de abril de 2011
Arresto domiciliario Vs. vacaciones pagadas en Hotel Espe
Queridos y queridas, os pediría perdón por no haber escrito nada durante el fin de semana, si no fuese porque sé positivamente que los que no guardáis reposo dedicáis esos días de asueto a estar con vuestros retoños, a descansar, al sexo salvaje o a hacer la compra en Carrefour (sí, sé que vais a Carrefour; hay muy pocas cosas que yo no sepa, queridos míos...).
Así que, como en mi divina sensatez soy consciente de que no me leéis ni el sábado ni el domingo, me dediqué a reflexionar, a examinar los resultados de la encuesta (mañana es el gran día de la revelación Baby Garbancera) y a pensar qué escribiría hoy.
Dentro de un par de horas, hará dos semanas que huí del Hotel Espe como si de un campo de refugiados se tratase y, como fueron también casi dos semanas lo que allí aguanté, creo que es un buen momento para hacer balance de una y otra situación y comparar inconvenientes y ventajas.
¿Y vosotros, queridos, os apuntaríais a dos semanas de vacaciones pagadas a pensión completa en Hotel Espe? Si no habéis hecho planes para Semana Santa, no descartéis la opción, las habitaciones tienen aire acondicionado...
Así que, como en mi divina sensatez soy consciente de que no me leéis ni el sábado ni el domingo, me dediqué a reflexionar, a examinar los resultados de la encuesta (mañana es el gran día de la revelación Baby Garbancera) y a pensar qué escribiría hoy.
Dentro de un par de horas, hará dos semanas que huí del Hotel Espe como si de un campo de refugiados se tratase y, como fueron también casi dos semanas lo que allí aguanté, creo que es un buen momento para hacer balance de una y otra situación y comparar inconvenientes y ventajas.
- Por ejemplo, estando en Hotel Espe el tema de mi comida estaba resuelto, la traían a horas fijas y no había que escuernarse demasiado para escoger el menú del día siguiente, puesto que todo sabía igual (fascinante cómo el pollo, el pavo, la ternera y el cerdo pueden adquirir el mismo gusto... Hasta el jamón york me sabía a estofado llegado un cierto punto). Sin embargo, en casa es Lord Muchomacho quien debe cocinar para los tres (y medio), dado que yo estoy médicamente exenta de ese tipo de esfuerzos. No obstante, él dice que prefiere esto mil veces, porque en el Hotel no se encargaban de su pitanza y tenía que salir mínimo dos veces al día a satisfacer sus apetitos estomacales, lo cual le causaba ansiedad e ira, porque era el momento en que la dichosa doctora Fistra aprovechaba para visitarme (¿casualidad o intención? ¡Jamás lo sabremos, darlings!) y acogotarme a solas. En esto, por tanto, Arresto 1 - Hotel 0.
- En casa no entra nadie a las seis de la mañana a meterme antibióticos por la vía, ni a las siete para sacarme sangre (ah, mi sangre, ¡cuántas morcillas se habrán comido a mi costa!... Ahora que lo pienso, ¿las incluirán en el menú de abril? Sería tan interesante pensar que medio Madrid lleva algo de mí en su interior... El mundo sería un lugar con más glamour y menos ordinarieces por metro cuadrado, afirmo), ni a las ocho a tomarme la temperatura, ni a las nueve a traer el desayuno (perdonadme el eufemismo, es por no llamarlo "abominación matinal", que es su denominación real), ni al rato para tomarme la temperatura, ni después a buscar el latido fetal, ni luego a decirme que el médico vendrá más tarde... Por tanta tranquilidad, Arresto 2 - Hotel 0, aunque me llaméis ermitaña.
- En casa, si bien no tengo noticias a diario sobre el fantástico estado de salud de Baby Garbancito, tampoco hay nadie dedicado a asustarme con su muerte inminente. Vuestra querida Lady Vaga gana en serenidad y salud mental (bienes ambos de los que nunca ha ido sobrada, aunque os maraville leerlo) y Baby Garbancito se beneficia también de ese clima de tranquilidad. Así que Arresto 3 - Hotel 0.
- Desde mi casa veo árboles y el sol da en la terraza. En mi habitación del Hotel Espe había que ir al sofá, torcer el cuello en plan "niña del exorcista" y pedir mentalmente a los de la habitación de al lado que no abriesen su ventana, porque entonces me quitaban la vista del único trocito de cielo que se divisaba desde allí... Además, qué narices, si no me dejaban sentarme en el sofá, así que no veía nada en todo el día salvo el pabellón de enfrente. Arresto 4 - Hotel 0.
- En mi casa no entra ningún médico borde a mandarme callar (esto me pasó de verdad), a decirme que me harán los exámenes vaginales que hagan falta (obviando que para eso hace falta que yo me deje), a tirarme de las bragas para ver si pierdo líquido (esto me pasó dos veces) o a decirle a la persona que está en la habitación en ese instante que yo voy a estar allí mucho tiempo, como si en ese momento no estuviese oyéndole... Arresto 5 - Hotel 0.
- La cama del hospital tiene un colchón plastificado y una almohada normalita; las sábanas rascan. En casa tengo un colchón enorme muy firme y mullidito a la vez, almohadas y edredón de plumas y sábanas bien suaves de raso de algodón (cuando llegué del hospital, tras dos semanas de duchas exprés, tenía la piel de los pies tan reseca que se me enganchaban en las sábanas). En defensa de lo genial que es dormir en la propia cama, Arresto 6 - Hotel 0.
- En casa O. G. está más a gusto, tiene sus juguetes y puede entrar y salir de cada habitación; aunque no sé si echará en falta a las "nenas", como él llamaba a las enfermeras, que se portaron fenomenal con él y con Lord Muchomacho. En deferencia a ellas, daremos un punto honorífico al Hotel Espe: Arresto 6 - Hotel 1.
¿Y vosotros, queridos, os apuntaríais a dos semanas de vacaciones pagadas a pensión completa en Hotel Espe? Si no habéis hecho planes para Semana Santa, no descartéis la opción, las habitaciones tienen aire acondicionado...
viernes, 8 de abril de 2011
El parto en las noticias de la 1
El parto en el informativo de la 1
Desde que comencé a desconfiar y a informarme, he escuchado en mi entorno perlitas del estilo "estás sobreinformada", "¿para qué quieres saber tanto si luego hay que dejarse hacer?", "pedirás la epidural llorando y a gritos, como todas", "un tacto con bolsa rota no aumenta el riesgo de infección", "un parto es una situación peligrosa" y muchas otras; lo más curioso es que gran parte de mis interlocutores eran personal sanitario.
Por eso me alegra ver en "prime time" y en una cadena de ámbito nacional como TVE 1 este reportaje de cuatro minutos en el que se hace un repaso al inexplicable y vergonzoso aumento de la tasa de cesáreas en nuestro país, la episiotomía sistemática, la falta de respeto durante muchos años a los ritmos de la mujer... Un gran trabajo que supone un primer acercamiento a la realidad del parto en España para muchas personas.
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