Lo siento, saurias mías, no puedo convertiros en una señorita así de explosiva... |
1. Entra y sal como Pedro por su casa: sin presentarte, sin llamar a la puerta, sin despedirte. La habitación y el paritorio son tu terreno de trabajo y esa barrigona de la cama, una extraña. Si alguien sobra, es ella; que se dé por aludida. Aprovecha para subir las luces cuando entres en la habitación si las tenía tenues y habla en voz bien alta, que estas locas son de esas que dicen que se van "al planeta parto" como la que se va a las rebajas del Zara, y de eso nada, hombre, que para parir hay que sufrir. Ah: despersonaliza; llámala "mamá", "barriguita", "gordita" o "niña". Nada de aprenderte su nombre, a ver si se va a creer que pinta algo ahí.
...Sobre todo, teniendo en cuenta que la matrosauria estándar se parece más bien a la grimosa comadrona Joy, de Psychoville. |
3. Déjala más seca que un bocadillo de mojama: ella se cree que su cuerpo funciona divinamente y aquí estás tú para demostrarle lo contrario, so pena de acabar en el rudo paro, así que manos a la obra. Una vía bien cogida para que sepa quién manda en tu turno y, ¡hala!, suerito para adentro... Cuando te pida beber (que te lo pedirá, y si no, al tiempo) respóndele con mucha retranca: "el suero te mantiene hidratada". Verás qué cara de ajo se le pone, pero lo mejor es que encima ¡se quedará con las ganas de escupirte, porque tiene la boca seca! ¡Bwa-ha-ha-ha!
4. Inmovilízala: según llegue, cáscale un un monitor continuo además del suero, que eso molesta mucho a estas hippies naturistas que se las dan de pachamámicas. Nada de estetoscopio ni monitores en ventana... Cinturón non-stop y con el cable corto, como si estuviesen atadas a la pata de la cama. Llegadas a este punto, alguna iluminada te preguntará por el monitor inalámbrico, pero tú no te dejes impresionar; mírala como si hubiese dejado el platillo volante en doble fila y respóndele desafiante "sí, hombre, ¿y yo te llevo la cola del camisón por el pasillo?" o cualquier otra lindeza que se te ocurra.
Otra de Psychoville, la enfermera Kenchington, que da pinta de matrosauria pero total, de las de clavarte la trompetilla hasta la glotis para escuchar el latido del bebé. |
6. Joróbale el atrezzo: la pelota esa de dilatación no tiene lugar en un hospital serio, ¡hombre ya!, eso es como las bolas-locas que regalaban en los ochenta en las tómbolas de pueblo para que los niños saltasen encima... Así que, a la que puedas, se la pinchas con la aguja de hacer punto. Tonterías en tu paritorio, las justas. Con la música, lo mismo: ¿qué es eso de parir escuchando a la tal Rosa Zaragoza? Sácate del bolsillo un transistor y les pones Radiolé (si eres mayor de cincuenta años) o Sonia y Selena (si eres menor de cincuenta o directamente cani). Y que haga círculos con la cadera al compás si es tan chulita.
7. El dolor es tu amigo: si la ves encajar las contracciones más o menos bien, recuérdale que un parto duele horrorosamente, tanto como la amputación de un miembro sin anestesia, y que todas piden la epidural a gritos demasiado tarde para ponérsela. Eso sí, cuando se queje, deja caer que ahora son todas unas quejicas que no aguantan nada y que cuando se la metieron, bien que lo gozaba.
8. Preséntales a tu amiga Kris Teller: la kristeller es miel sobre hojuelas, mano de santo y la purga de Benito, así todo junto, si quieres poner a una de estas prepotentillas en su sitio. Mete el codo ahí bien entre las costillas y verás qué rápido se olvidan de la OMS, de la SEGO y hasta de quién es el padre. Ah: no olvides tus tijeritas. Paséate con ellas en la mano por el paritorio como si fueses un cowboy luciendo pistola en el Far West. Si consigues que las luces del techo se reflejen en el filo mientras les das vueltecitas con los dedos, quedarás como una reina y la pobre preñadita se hará popó encima.
Y podría seguir, queridas matrosaurias, pero creo que por hoy ya está bien de información; no quiero saturar vuestros pequeños cerebros primitivos con un exceso de datos que os perjudicaría en vez de ayudaros. Seguramente, para continuar con esta saga gloriosa, en días sucesivos tendré a bien facilitaros una guía de mitos y trolas gordas que soltar durante la preparación al parto para convertirla más bien en "preparación al corte". Os avisaré, llegado el caso, para que no os lo perdáis.
No puedo despedirme sin encomiar y elogiar la labor de tantas comadronas serias, responsables y comprometidas con su trabajo que, día a día, ayudan a las mujeres a parir en un clima de tranquilidad y seguridad. Por suerte, vosotras sois legión y solo es cuestión de tiempo que las otras, las prepotentes, se extingan a pesar de que mi escrito les dé fuerzas para asaltos postreros.
Y, ahora sí, me despido, satisfecha de mi divulgativa labor.
Lady Vaga,
la diva que divaga.