Queridas, queridos, de ginesaurios están los hospitales llenos (y más aún las jefaturas de servicio, no me preguntéis por qué... Y si no os lo creéis, leed
aquí y
aquí) y Hotel Espe es solo una muestra de cómo está el panorama en esta mal llamada piel de toro, que a mí, dado lo poco que nos quejamos, me parece más bien de borreguito. Hay tantas historias por contar que, a fuerza de teclear, podría quedarme con las huellas dactilares más lisas que el encefalograma de Leticia Sabater, así que comenzaremos el año sacando a la luz el encuentro en la tercera fase de V., mujer informada y valiente donde las haya, con un ginesaurio -jefe de servicio- maligno poseído por el espíritu de Esteso, tal era su nivel de caspa en sangre. Permitidme que me reserve el nombre del hospital donde aconteció este desaguisado en potencia, pues soy todo lo discreta que a mi condición de dama corresponde.
Mi querida V. cometió hace varios meses el pecado mortal de quedarse embarazada del que sería (y es) su tercer hijo. Hasta aquí, todo normal. Pero es que V. tenía dos cesáreas previas, lo cual convertía su útero en una especie de bomba de relojería preparada para aterrorizar a todos los ginecólogos en veinte kilómetros a la redonda, pues es bien sabido, queridas y queridos, que lo indicado en estos casos es inmovilizar a la bomba, digo a la mujer, exponer su maquinaria a quien pase por delante (lo que, traducido al cristiano contemporáneo, significa hacer que le dé el fresquito donde nunca le da el sol), celador incluido, y dedicar una sesuda reflexión al dilema de si cortar el cable rojo o el azul mientras rezan una oración por sus vidas.
Pero, oh osadía, V. no tenía ninguna intención de dejarse programar una cesárea; bien al contrario, ella, brava y magnífica, decidió parir vaginalmente después de dos cesáreas y, por si esto fuese poco, tocar un ratito los testículos del jefe de servicio de turno por el camino, ya que estaba por allí. A continuación, os transcribiré, tal cual tuve el honor de leerla redactada por ella misma, la entrevista que mantuvo con un cachocarne jefe de servicio de cierto gran hospital de nuestras Espeins y olé. No dejéis de admirar su ingenio, su poderío y su arrojo heroico a la hora de poner en su sitio a semejante engendro batiblanqueado... Como siempre, mis comentarios en rosa chicle y, en este caso, manchados de babas por la admiración.
Os escribo en esta oportunidad para comentaros mi último encuentro cercano con un ente del personal sanitario del Hospital XXXX. Aunque, finalmente, sé que no me llevaré en este hospital el embarazo/parto, tuve que ir a visitarlo por mera necesidad. Sin intención, debo aclarar, salió el tema del PVD2C, así que este relato va más bien a modo informativo en cuanto hasta qué punto pueden llegar algunos funcionarios sanitarios a los que nos vemos obligados a encontrarnos. Trataré de ser breve.
Antecedentes:
Decidí cambiar de ginesaurio para la consulta de las 20 semanas debido a los comentarios inapropiados de mi anterior ginesauria respecto al PVD2C, pensando quizás en que comenzar de cero con otro me traería menos dolores de cabeza y para ello me propuse no sacar el dichoso tema del PVD2C.
Hechos:
Asistí a mi consulta, como ya os dije antes, por mera necesidad, ya que se trataba de la consulta post eco de 20 semanas y aún no tengo decidido un gine/matrona/hospital con el que hacer mi parto. Pues luego de revisar que todo estaba correcto, el ginesaurio me preguntó acerca de la situación de mis dos cicatrices anteriores, a lo que yo sorprendida le respondí muy inocentemente (lo siento, no fui capaz de contenerme): "¿por qué, vamos a intentar un PVD2C?" La sonrisita irónica del susodicho me bajó de la nube rápidamente y segundos después me contestó muy tajante: "¡bajo mi responsabilidad jamás!"
Acto seguido, el ginesaurio procedió a la respectiva explicación de madre desangrada/niño muerto (numerito que parece practican todos en la facultad) (sí, creo que es un pack formado por dos asignaturas troncales llamadas "Acojone de gestante I" y "Estadística I: interpretación libre"), a lo que no me pude callar y procedí a refutar con las conocidas (aunque no por él) recomendaciones de la OMS y las más recientes de la SEGO, entre otras varias. Su respuesta en pocas palabras: "esas recomendaciones me las paso por el forro". (No nos extraña, querida V. Es más, tampoco nos extrañaría si dijeses que se bajó la cremallera del pantalón y se hizo pis en tus papeles para marcarlos al más puro estilo león africano)
Continué refutando sus inagotables motivos de cesárea con las estadísticas de 1% de roturas uterinas y me dijo que eso no era aplicable a España, y lo comparó con la calidad/cantidad de operaciones de mamas que se hacen en mi país (Venezuela) con las que se hacen aquí, incluso se atrevió a poner de ejemplo mis pechos en varias oportunidades (!), lo que consideré muy inapropiado y pensé que a este señor su madre no le dio teta de pequeño y por eso ahora tiene esta extraña fijación. (¿Y no te dio a ti por poner su picha de ejemplo? No sé, algo del estilo de "querido ginesaurio, su cerebro debe de ser, sin duda alguna, de las mismas dimensiones que su aparatejo genital, porque hay que ver cuánta tontería le cabe en la cabeza y qué cojonazos tiene para soltarlas sin rubor ni apuro")
Para haceros más corto mi encuentro voy a resumir tres frases que durante la discusión me dejaron atónita, creo que motivadas por la desesperación de este ginesaurio al no encontrar recursos suficientes para convencerme de que me deje rajar la panza, y a las que no pude dejar de responder con sonrisa irónica y voz simpaticona: (you are a Lady, honey... Yes you are!)
Ginesaurio: - Señora, si usted fuera mi mujer, yo le anestesiaría mientras duerme y le haría la cesárea sin que se enterase.
Vero: -¡¡Gracias a Dios que no soy su mujer!! Claro, como no es a usted al que le cortan la barriga, es fácil decirlo, ya quisiera verle en mi lugar y me dirá usted si continúa pensando lo mismo.
Lady Vaga: ¡Y yo me cagaría en su p*** padre y le cortaría las pelotas mientras duerme! O no, mejor bien despierto y sin anestesia, por capullín...
Ginesaurio: - Yo en su lugar me iría calladita al hospital y dejaría que me operaran.
Vero: -Sí, claro, eso es lo que les gusta a todos los médicos, pacientes que sigan sus órdenes como borregos sin cuestionar ni preguntar.
Lady Vaga: Yo en su lugar miraría dos veces antes de cruzar la calle, no sea que tenga un accidente. Que no vale usted ni para gángster de segunda regional. Es que, además de feo, es usted tonto.
Ginesaurio: -¿Y es que tú crees que si tienes un parto vaginal no te van a tener que cortar igual? ¿No es mejor que te corten en la barriga que en la vagina? Porque ahí ya tienes una cicatriz...
Vero: -Pues que yo sepa, las episiotomías sólo son necesarias en un porcentaje muy pequeño, yo prefiero un desgarro a que usted me corte la vagina.- (bueno, aquí mejor ni os digo cómo se puso el ginesaurio, su cara se encendió de todos colores como si yo estuviese maldiciéndole)
Lady Vaga: Me reafirmo en mi parrafada anterior: es usted tonto y feo, no sabía que hace medio siglo ya había experimentos genéticos con humanos al más alto nivel... Y que de ellos salían detritus como su exquisita persona...
Este encuentro surrealista duró aproximadamente una hora, en la que sus argumentos no fueron ni remotamente convincentes. Incluso al salir y meditar sobre la conversación, si es que se le puede llamar así, le pillé mintiéndome en cuanto a las roturas uterinas vistas por él.
Lo que me indigna de todo esto es que tengamos que pasar por estas situaciones tan desagradables cuando se supone que deberían acompañarnos, comprendernos, escucharnos y aconsejarnos en esta época tan especial como es el embarazo. Me indigna que sean tan prepotentes, que no se quieran reciclar, que se crean dueños de la verdad y sean tan poco humildes...
Está de más deciros que no vuelvo a pisar la consulta de este señor en mi vida, y que próximamente recibirá una queja / plan de parto subversivo con alusiones personales incluidas.
¿A que os habéis hecho súper fans de la genial V.? Yo es que le daría un besazo de tornillo si no fuese porque eso de la barra de labios que no mancha es una vulgar mentira publicitaria... Pero, bueno, no quiero dejaros en ascuas más tiempo, así que aquí tenéis el final de la historia, contado por ella misma en breve alocución:
Solo mencionar el final, en el que no hubo úteros rotos, ni muertes, simplemente un pvd2c hospitalario que no fue perfecto, pero sí muy humano y disfrutado, con un niño bien gordito (4.200gr) como trofeo, muestra de que sí podemos parir.
Di que sí, reina. Yes we can. Y hasta aquí puedo leer. Qué gozada de historias con final feliz, ¿verdad? Ahora sería absolutamente encantador que te pasases por el hospital en cuestión a decirle al jefe de servicio que te pasas su protocolo, su prepotencia y su desfase por el arco del triunfo, por ese mismo por el que tu hijo nació sin tijeras, bisturíes ni zarandajas quirúrgicas.
Se despide, feliz como una emperatriz,
Lady Vaga,
la diva que divaga.