... El pequeño U-6 se preparaba para alojarse en el acogedor chalé intrauterino que le reservaba su mamá.
Queridas y queridos, hace un año, por estas fechas, había tenido la que ha sido y es mi última regla hasta la fecha y Lord Muchomacho y yo nos afanábamos en encargar un hermanito para O.G.
Hace un año, por estas fechas, fue concebido U-6. No me preguntéis la fecha exacta porque fue una época de gran actividad y una no estaba para llevar la cuenta de los actos cometidos. Además, que esas indiscreciones no os las cuento yo, que soy una dama.
Hace un año, por estas fechas, redacté mi Plan de Parto Subversivo. Me sentía llena de energía, había recibido un chute de ganas de hacer cosas en la asamblea de El Parto es Nuestro y tenía la necesidad de expresar mi rechazo hacia un sistema que no me satisfacía como usuaria y que se obstinaba en dejarme al margen de mis propios procesos sexuales y reproductivos.
Hace un año, por estas fechas, yo aún no era Lady Vaga oficialmente, pero ya apuntaba maneras. Quién iba a decirme a mí que mi segundo embarazo dejaría salir lo mejor y lo peor de mi persona, a chorros y organizando un espectáculo de insospechadas proporciones...
La vida te da sorpresas, decía la canción.
Besos retrospectivos,
Lady Vaga,
la diva que divaga.
martes, 20 de diciembre de 2011
lunes, 19 de diciembre de 2011
Y otra vez a vueltas con el jefe de servicio...
Queridas, queridos, esta entrada la escribí el diez de septiembre, antes de nacer U-6, pero no quise publicarla por si ello perjudicaba a la protagonista de la historia. Hace unos días, revisando los borradores, la encontré y escribí a mi amiga para pedirle su permiso para publicarla. Contando con su aprobación, procedo, por tanto, a daros a conocer un despropósito más de nuestro querido Jefe de Servicio (ya lo pongo en mayúsculas porque es que el hombre se está ganando un lugar en mi páncreas a fuerza de cariño). En primer lugar, está el texto que escribí en septiembre. A continuación, las aclaraciones que mi amiga ha considerado oportuno hacer para corregir detalles que yo no tenía claros en su día.
Estoy empezando a cabrearme en serio. Lo de este hombre, queridas y queridos, no es normal; por ahora, no puedo daros más detalles, pero os diré que una buena amiga ha tenido hace un par de días su segundo parto en casa y ha sido una experiencia maravillosa para ella y su familia.
Por un problema en el posparto inmediato, mi amiga ha tenido que trasladarse al Hotel Espe, donde la han legrado. Ahora descansa en su habitación y espera el momento del alta.
Hasta aquí, bien, ¿no? Quiero decir, que el problema lo habría tenido independientemente de quién y dónde la atendiese (otra cosa es si esa persona hizo bien su trabajo o podría haberse dado cuenta antes de la cuestión; en casa, fue revisada por dos personas diferentes, comadronas profesionales y experimentadas, que no observaron nada fuera de lo normal), fuese en casa, en un hospital o en una estación espacial.
Lo que yo no entiendo, queridas y queridos, es con qué autoridad, moral, médica o religiosa, el señor jefe de servicio traspasa el quicio de la puerta de la sala de reanimación para decir a esta mujer, que ha tomado sus decisiones con plena conciencia y plena consciencia, que si niños tontitos, chamizos en África, doble de muertes infantiles en Holanda que en España y la madre que parió a quinientos de una sentada. Es que ni esperó el muy golfo a que mi amiga tuviese habitación...
No, doctor, no. Eso no es educación, no es empatía, no es ser profesional. Esa mujer no necesita que usted la asuste "a toro pasao" ni que le cuente historias de terror de muertes horribles. Necesita reponerse física y mentalmente, descansar y estar con los suyos. Y usted no entra en ese epígrafe, así que hará bien en mantener su batiblanqueada presencia lejos de ella.
En fin, una muestra más del carácter de este señor y otra prueba de que yo no me lo invento. Que tengo ya un pequeño listado de sus actuaciones estelares y no me gustaría tener que engrosarlo nunca más:
Se despide cabreada de narices,
Lady Vaga,
la diva que divaga.
Y este es el comentario de mi amiga a esta entrada:
"Aclaro algo que me preguntaste en su día y no se si te contesté: Lo raro de mi caso es que, después de sacarme la placenta, el útero volvió a su sitio perfectamnete y dejé de sangrar... lo normal, vaya... a las cuatro horas, empecé de nuevo. Vino la matrona, me sacó otro coágulo y de nuevo todo volvió a su sitio y dejé de sangrar... al rato igual. Como no se lo explicaban, bajamos al hospital. En el hospital tampoco se lo explicaban, porque el útero estaba bien y en ecografía se veía todo perfecto.
Fue a raíz de que me metieron la mano hasta la campanilla que encontraron un resto de placenta muy cerquita del cuello... (eso se había visto en mi primer sangrado y la doctora me dijo que debían revisarme eso siempre que fuese a ecografías... cuando yo lo comentaba, no me hacían ni caso y me decían que la placenta estaba bien arriba... que no había problema...
Pero lo había: como mi placenta era aberrante y tenía muchas "partes" una de ellas siguió bien abajito, a pesar de que la mayor parte estaba bien arriba... ¿me explico?
Otra aclaración: nuestro querido doctor no entró a la habitación, no señor, no tuvo ni la compostura de esperar... entró a las 6:30 a reanimación a echarme la peta, cuando yo había entrado ahí a las dos o tres de la mañana... recién parida y sin dormir... qué minimo que haber esperado a tener habitación, ¿no? Ah, que es que a lo mejor, como soy tan loca y tan jipi, pedía directamente el alta voluntaria y entonces estaría lejos de sus tentáculos..."
Queridas y queridos, como diría mi madre, que es muy del refranero español: a buen entendedor, pocas palabras bastan.
Estoy empezando a cabrearme en serio. Lo de este hombre, queridas y queridos, no es normal; por ahora, no puedo daros más detalles, pero os diré que una buena amiga ha tenido hace un par de días su segundo parto en casa y ha sido una experiencia maravillosa para ella y su familia.
Por un problema en el posparto inmediato, mi amiga ha tenido que trasladarse al Hotel Espe, donde la han legrado. Ahora descansa en su habitación y espera el momento del alta.
Hasta aquí, bien, ¿no? Quiero decir, que el problema lo habría tenido independientemente de quién y dónde la atendiese (otra cosa es si esa persona hizo bien su trabajo o podría haberse dado cuenta antes de la cuestión; en casa, fue revisada por dos personas diferentes, comadronas profesionales y experimentadas, que no observaron nada fuera de lo normal), fuese en casa, en un hospital o en una estación espacial.
Lo que yo no entiendo, queridas y queridos, es con qué autoridad, moral, médica o religiosa, el señor jefe de servicio traspasa el quicio de la puerta de la sala de reanimación para decir a esta mujer, que ha tomado sus decisiones con plena conciencia y plena consciencia, que si niños tontitos, chamizos en África, doble de muertes infantiles en Holanda que en España y la madre que parió a quinientos de una sentada. Es que ni esperó el muy golfo a que mi amiga tuviese habitación...
No, doctor, no. Eso no es educación, no es empatía, no es ser profesional. Esa mujer no necesita que usted la asuste "a toro pasao" ni que le cuente historias de terror de muertes horribles. Necesita reponerse física y mentalmente, descansar y estar con los suyos. Y usted no entra en ese epígrafe, así que hará bien en mantener su batiblanqueada presencia lejos de ella.
En fin, una muestra más del carácter de este señor y otra prueba de que yo no me lo invento. Que tengo ya un pequeño listado de sus actuaciones estelares y no me gustaría tener que engrosarlo nunca más:
- Durante la cesárea de Lady Rabbit, se dedicó a bromear con el cirujano: "estáte por la faena, que cortas al niño, jejejeje".
- Cuando Lady Rabbit envió su plan de parto PVDC, la llamó para amenazarla con invitar a un juez al parto si insistía en su irresponsable intento de parir por el orificio que natura destina a tal efecto.
- Estando yo ingresada en marzo, intentó achantarme a instancias de la doctora Fistra. Menudo Dúo Dinámico que forman estos dos, en mallas me gustaría verles...
- Cuando pedí mi historia clínica, me llama para citarme en Alto Riesgo, a lo cual me niego.
- Le mando mi plan de parto, intenta citarme y al negarme me manda una carta recordándome que parir por abajo es de alto riesgo porque tengo una cicatriz en el útero y que la vía es obligatoria (creo que hasta al que va a leer el contador del agua se la ponen, sí).
- Ahora se dedica a masacrar mentalmente a una mujer que acaba de pasar por un legrado. Estará orgulloso, doctorcito, así ya se puede, ya.
Se despide cabreada de narices,
Lady Vaga,
la diva que divaga.
Y este es el comentario de mi amiga a esta entrada:
"Aclaro algo que me preguntaste en su día y no se si te contesté: Lo raro de mi caso es que, después de sacarme la placenta, el útero volvió a su sitio perfectamnete y dejé de sangrar... lo normal, vaya... a las cuatro horas, empecé de nuevo. Vino la matrona, me sacó otro coágulo y de nuevo todo volvió a su sitio y dejé de sangrar... al rato igual. Como no se lo explicaban, bajamos al hospital. En el hospital tampoco se lo explicaban, porque el útero estaba bien y en ecografía se veía todo perfecto.
Fue a raíz de que me metieron la mano hasta la campanilla que encontraron un resto de placenta muy cerquita del cuello... (eso se había visto en mi primer sangrado y la doctora me dijo que debían revisarme eso siempre que fuese a ecografías... cuando yo lo comentaba, no me hacían ni caso y me decían que la placenta estaba bien arriba... que no había problema...
Pero lo había: como mi placenta era aberrante y tenía muchas "partes" una de ellas siguió bien abajito, a pesar de que la mayor parte estaba bien arriba... ¿me explico?
Otra aclaración: nuestro querido doctor no entró a la habitación, no señor, no tuvo ni la compostura de esperar... entró a las 6:30 a reanimación a echarme la peta, cuando yo había entrado ahí a las dos o tres de la mañana... recién parida y sin dormir... qué minimo que haber esperado a tener habitación, ¿no? Ah, que es que a lo mejor, como soy tan loca y tan jipi, pedía directamente el alta voluntaria y entonces estaría lejos de sus tentáculos..."
Queridas y queridos, como diría mi madre, que es muy del refranero español: a buen entendedor, pocas palabras bastan.
sábado, 17 de diciembre de 2011
Los buenos ginecólogos existen
Queridas y queridos, os extrañará que estas palabras surjan de los dedos de vuestra diva combativa, pero en honor a la verdad y cumpliendo una promesa enunciada meses ha, debo abrir vuestros ojos a una verdad que os costará creer y más aún comprobar. Os pido, por tanto, un acto de fe a la hora de leer la siguiente afirmación, que resalto en negrita para fijar vuestros ojos en ella con mayor eficacia:
Como os figuraréis, son un grupo menos numeroso que el de los prepotentes y chapuceros, pero me atrevo a aventurar que eso sucede en casi todas las profesiones. Por tanto, y para que podáis distinguir estas perlas cuando las encontréis, voy a daros una serie de pautas y características que os ayudarán a daros cuenta de que estáis ante uno de los buenos. Si tal aconteciere, queridas y queridos, no olvidéis tomar nota de su nombre y pasármelo a hurtadillas, nunca se sabe cuándo va una a necesitarlo.
Se despide para armar torres de construcciones con sus churumbeles,
Lady Vaga,
la diva que divaga.
Los buenos ginecólogos existen.
Como os figuraréis, son un grupo menos numeroso que el de los prepotentes y chapuceros, pero me atrevo a aventurar que eso sucede en casi todas las profesiones. Por tanto, y para que podáis distinguir estas perlas cuando las encontréis, voy a daros una serie de pautas y características que os ayudarán a daros cuenta de que estáis ante uno de los buenos. Si tal aconteciere, queridas y queridos, no olvidéis tomar nota de su nombre y pasármelo a hurtadillas, nunca se sabe cuándo va una a necesitarlo.
- Un buen ginecólogo no atiende partos por sistema. Está a sus cosas, en su guardia, y no interviene a menos que la comadrona (responsable, recordemos, de la atención al parto normal, y perfectamente capacitada por su formación y experiencia para asistirnos en tan importante trance y para identificar las posibles desviaciones de la normalidad que justificarían la presencia e intervención de un ginecólogo en el mismo) le avise. Sabe que él es un especialista en patologías, en devolver la salud a quien la ha perdido, y que un parto normal no es lugar para él.
- Un buen ginecólogo no tiene afán de protagonismo. No se dedica a pasar por las habitaciones a dar el coñazo a las parturientas y a agobiarlas, buscando, con la excusa de ver cómo van, un pretexto para sentirse el jefe del cotarro. No mete prisa en plan "si no sale, te lo saco".
- Un buen ginecólogo es lo es por vocación. Y, por tanto, respeta y admira profundamente el cuerpo de la mujer y su capacidad de gestar, parir y amamantar. Conoce y comprende el proceso. Sabe que él es el último actor, el último garante de la seguridad de la mujer y el bebé, y actuará solo en caso imprescindible. Jamás fabricará una coyuntura para hacerse necesario.
- Un buen ginecólogo sabe que está tratando con personas y, como te considera una persona, no hará eso tan feo de "disparar primero y preguntar después". No te hará nada sin explicarte antes qué está pasando, por qué considera necesaria una cierta intervención, qué alternativas tienes y qué contraindicaciones o problemas podrían presentarse. Ah: y te pedirá tu consentimiento, pues, al fin y al cabo, tu cuerpo sigue siendo tuyo aunque estés en un hospital. Eso de sacar la tijera y liarse a cortar perinés ajenos o decir "venga, que te vamos a hacer cesárea" está muy feo y no es de buenos profesionales. La gente educada pregunta y se explica.
- Un buen ginecólogo maneja los datos más actualizados, conoce la evidencia científica y no necesita amedrentar a una embarazada para afianzar su autoridad. Sabe que esa autoridad procede, precisamente, de su capacidad para demostrar y aplicar su conocimiento y no de la monísima bata blanca que se pone cada día al llegar al curro. Le gusta que le pidan explicaciones y le hagan preguntas porque valora a sus usuarias/pacientes como personas y le halaga tratar con mujeres informadas y preocupadas por su salud reproductiva. No es de los que cuelga el título en la consulta y no vuelve a leer nada que no sean las viñetas de la SEGO.
- Un buen ginecólogo se presenta al encontraros, sea en su consulta o en la habitación del hospital. No tiene miedo de dar su nombre y no es tan prepotente como para considerar que no es de tu incumbencia. Y se toma su tiempo para la visita. Nada de "señoras, bájense las bragas, que va a venir el doctor a mirarles los puntos" (esto pasa de verdad, queridas y queridos, no me lo estoy inventando).
- Un buen ginecólogo respeta tu autonomía. Si decides no dar tu consentimiento para alguna prueba de seguimiento del embarazo o alguna actuación durante el parto, no te calificará ni te tratará peor por ello. Dialogará contigo, te explicará por qué cree que es necesario hacer tal o cual, pero no entrará en calificaciones personales, no te llamará "mala madre" ni "irresponsable" y no dirá que él es quien más se preocupa por tu bebé, o que tu bebé es lo más importante. No jugará nunca la "carta del niño muerto".
- Un buen ginecólogo no te infantilizará ni ridiculizará. No se ríe de tu plan de parto ni intenta contestártelo con referencias a mujeres que paren debajo de higueras ni con amenazas de "explosiones vaginales" (esto es verídico también, dicho por sendos jefes de servicio... ¿se pensarán que somos imbéciles? ¿O demasiado incultas para entender qué es una rotura uterina?). No se dirigirá a tu acompañante para intentar ponerle de su lado como si tú fueras una niña caprichosa a la que hay que reconvenir.
- Un buen ginecólogo mantendrá un clima de respeto si tu parto ha de ser instrumental. No se dedica a hablar del resultado de un partido de fútbol, ni de la ropa que va a llevarse a NY (otra perlita verídica), ni de lo rápido que hace una cesárea (esto me pasó a mí). No olvida que, aunque no sea como tú lo habías soñado, no deja de ser el nacimiento de tu hijo y tanto tu bebé como tú merecéis que el clima sea lo más propicio posible.
- Un buen ginecólogo no se mete en lo que no le importa. No te hablará de cosas como si puedes/debes o no dar el pecho (salvo en casos de patologías muy concretas, pero ya entramos en eso, en patologías, que son su especialidad, no lo olvidemos), ni se le ocurrirá darte "un puntito de más para que tu marido esté contento".
Se despide para armar torres de construcciones con sus churumbeles,
Lady Vaga,
la diva que divaga.
viernes, 16 de diciembre de 2011
Un premio más. ¡Gracias!
Andrea, de Bebebibobu, haciendo gala de su simpatía habitual, me manda flores. Y yo me alegro de que sean virtuales, porque entre el nacimiento de U-6 y mi cumpleaños, llevamos una temporada en casa que no dejamos de esquivar amarilis, lilliums y anthuriums varios. Eso sí, huele divinamente, todo hay que decirlo.
Pero, bueno, al grano, que me lío a divagar y esto es un descoco ya. Que se supone que este premio floral es para agradecer a los blogs de los que siempre se aprende algo y me vais a perdonar que de momento no lo reparta, porque no podría seleccionar solo diez blogs. Quien quiera aprender cosas nuevas, que me haga el favor de pasarse por la lista de blogs sita a vuestra derecha para encontrar ni uno ni diez, sino una "jartá" de blogs repletos de contenidos entretenidos y enriquecedores. ¿O esperábais menos del blogroll de toda una diva como mi menda?
Ahora, perdonad que os deje, pero no puedo entretenerme más en este momento. Estoy muy liada creando la página de vuestra diva preferida en Facebook.
Se despide y sigue picando piedra virtual,
Lady Vaga,
la diva que divaga.
Pero, bueno, al grano, que me lío a divagar y esto es un descoco ya. Que se supone que este premio floral es para agradecer a los blogs de los que siempre se aprende algo y me vais a perdonar que de momento no lo reparta, porque no podría seleccionar solo diez blogs. Quien quiera aprender cosas nuevas, que me haga el favor de pasarse por la lista de blogs sita a vuestra derecha para encontrar ni uno ni diez, sino una "jartá" de blogs repletos de contenidos entretenidos y enriquecedores. ¿O esperábais menos del blogroll de toda una diva como mi menda?
Ahora, perdonad que os deje, pero no puedo entretenerme más en este momento. Estoy muy liada creando la página de vuestra diva preferida en Facebook.
Se despide y sigue picando piedra virtual,
Lady Vaga,
la diva que divaga.
jueves, 15 de diciembre de 2011
Es que el cuento no os lo han contado bien...
Queridas, queridos, tengo un puñadito de historias que contaros, pero parece ser que la cantidad de entradas pendientes es inversamente proporcional al tiempo de que dispongo para plasmarlas en este rinconcito nuestro, así que así funcionamos, con cuentagotas y corriendo el riesgo de que os olvidéis de vuestra antaño adorada diva, hoy relegada al karinesco baúl de los recuerdos en compañía de los vaqueros que ya no os pasan de las rodillas y las hombreras que, aunque las cantantillas cutrongas de pedo-pop-rock digan lo contrario, jamás deben salir de allí salvo para ser quemadas en una pira de fuego purificador.
No obstante, os advierto de que mi cólera divina podría alcanzaros si tal osáseis, en forma de rayo horterizador (maldición maligna donde las haya, que os haría, en caso de merecerla, vestir con las susodichas hombreras, chándal con elásticos en los tobillos, zapatos con pompones y chaquetón de escái de la peor calidad, todo junto y combinado con un cardado setentero y calcetines de raquetitas) o, peor aún, de íncubo lujurioso con la cara de un jefe de servicio y el cuerpo de Falete. Yo voy avisando.
Vuelvo hoy, para vuestro placer, a contaros una breve fabulilla inspirada en uno de nuestros cuentos clásicos; sin embargo, no es esta una versión apta para niños y sí para adultos en cuyos cerebros resida el germen del sentido común. Descubriréis en ella el contexto y la ocasión en que Lady Vaga gustaría de apearse de los tacones y cubrir sus vertiginosas curvas con una cuadriculada camisa de leñador, complementada, claro está, con botarracas de goma, vaquero informe (sin-forma) y hacha tamaño familiar de las que pesan como un cargo de conciencia. Pues, aunque os pasme y temáis que a la ínclita Lady Vaga le haya dado por el travestismo, no es tal; es apenas un desahogo mental aún no realizado pero ya anotado en mi lista de tareas pendientes (junto a tropecientas entradas, nosécuántos agradecimientos de premios y varias otras cosas).
Supongo, queridas y queridos, que todos recordáis a la dulce Caperucita Roja, ingenua chavalita utilizada por nuestros padres y abuelos para enseñarnos que no hay que fiarse de desconocidos y, mucho menos, recibir en la cama si eres una respetable septuagenaria...
Miradla, queridas y queridos: es nuestra Capreñudita Roja, ataviada con su hermoso Pretty Pusher bermellón (lo de la capucha lo dejo para las chonis y para las que vivan en clima lluvioso o practiquen el jogging; en caso contrario, absténganse, damas que lo son) y recién fecundada por su marido/compañero/póngase aquí lo que corresponda. Radiante, acude a su mamá, aquí interpretada por su médico de cabecera, para notificarle la buena nueva, lo cual, no vaya ella a ser una loca de la vida que ha regado el test de embarazo con Moët & Chandon en vez de con pipises, el simpático galeno vestido de mamá de nuestra prota querrá confirmar con un análisis de sangre. Además, la remitirá al especialista oportuno, para que le haga un seguimiento del embarazo a lo largo del bosque, y la mandará a parir al hospital o casa de la abuelita, donde, le asegura, la esperan a ella y a su bebé un recibimiento lleno de amor y toda la serenidad que tan magno evento merece.
Así pues, alegremente va Capreñudita dando botes por el bosque, pero flojitos, que no conviene pasarse de atlética en su estado, portando su hermosa cestita de mimbre a modo de canastilla, rellena ya, por supuesto, de todo lo que necesitará para su estancia en la casa de la abuelita, léase: braguitas desechables de esas que nunca son de la talla adecuada, una docena de bodies y otros tantos peleles, camisitas de batista, pañales de dos tallas diferentes por si el bebé sale terciadito y por si no, cuatro arrullos, una toquilla, discos de lactancia a tutiplén, un CD de música relajante, un bolígrafo para firmar todos los CI que le presenten por delante, una cremita para los puntos y el cepillo iónico para estar mona cuando vengan las visitas, entre otras cosas.
No desconfía nuestra dulce heroína cuando el Ginelobo se le aparece, en mitad del camino, para decirle, con aviesa intención:
- Capreñudita, Capreñudita, ¿vas a casa de la abuelita?
-Sí, llevo mi canastilla llena de cosas divinas y mira qué mona voy con mi Pretty Pusher a juego con las uñas.
- Bueno, pues vente para tal día que tengo un hueco en la agenda y cuídate de no engordar más de nueve kilillos a lo largo del camino por el bosque, que luego os ponéis ceporras y no hay quien saque a los niños ni con agua caliente.
- Sí, señor Ginelobo, lo que usted diga.
Y Capreñudita continúa su camino, sin atreverse a pararse para comer una baya, no vaya a ser que se pase de peso, ni para hablar con otras Preñuditas que también van a ver a sus abuelitas, por si acaso le dicen algo que no le cuadre. A lo largo de su travesía, el Ginelobo la controla periódicamente, que no es cosa de que la señorita se equivoque de ruta y ose llegar tarde a la casa de la abuela.
El malvado Ginelobo, que no está dispuesto a que se le escape ni una sola Preñudita, se monta en su Lexus y tira por un atajo para llegar antes a casa de la abuelita. Allí, se encuentra a la abuelita-comadrona, que junto a la cama, espera tranquilamente a Capreñudita Roja, sin prisa ni temor alguno. Sin miramientos ni pudor, el Ginelobo agarra por las solapas de la batita guateada a la abuelita y la encierra en el armario de la colada, carcajeándose con recochineo:
- ¡Ja, ja, ja, ja! ¡El parto de Capreñudita lo atenderé yo, aunque sea un parto normal!
- Pero, doctor Ginelobo, somos las comadronas las responsables del parto normal...
- ¡No en mi servicio, ja, ja, ja...!
Cuando Capreñudita llega, en su inocencia, es incapaz de distinguir entre el Ginelobo y la abuelita, pues él ya se ha disfrazado oportunamente y sonríe con fingida dulzura, reclinado en la cama. Pero tampoco es tonta la chavala y, entornando los ojillos (pues ya se ha quitado las gafas, que le han dicho que no puede llevarlas en el hospital), comenta:
- Abuelita, abuelita, ¡qué varita más larga tienes!- absteneos aquí del chiste fácil, por Diox, que es un cuento sin maldad ni cosas verdes.
- Es para romperte la bolsa mejor...
- Abuelita, abuelita, ¡qué de tubos y cables raros tienes!
- Es para anestesiarte mejor...
No del todo satisfecha, Capreñudita aventura una última exclamación:
- Abuelita, abuelita, ¡qué tijeras más raras tienes!
- ¡Es para rajarte el periné mejor!
¡Y de un salto, el lobo se abalanza sobre Capreñudita Roja, que, demasiado prima para reaccionar, deja que la tumben en el potro y la espatarren a lo gallina de corral! ¡Ay, Capreñudita, es tarde para huir! ¡Te la ha colado el Ginelobo con el cuento del parto de baja intervención atendido por comadronas...! ¡Te va a poner fino el Pretty Pusher!
Pero... ¡No temas! ¡Aquí viene Lady Vaga, vestida de leñador, que, si bien no es el look que más la favorece, sí es el más adecuado para la ocasión! ¡Y no está sola! ¡La acompaña un ejército de comadronas silvestres -de esas que atienden en mitad del bosque a las locas hippies como ella misma- que, en un pis-pas, reducen al Ginelobo maloso, rescatan a la comadrona encerrada en el armario -los chistes fáciles los dejo a vuestro criterio- y bajan a nuestra Capreñudita del potro obstétrico para que pueda parir a su bola, como los cánones mandan!
Y Capreñudita parió, en la postura que quiso, a su rollo y en el tiempo que necesitó, con las analgesias que ella estimó oportunas, un precioso bebé sin episiotomías, puntos ni suturas varias.
Moraleja: Podemos parir. No te fíes de los Ginelobos y take it easy, baby.
No obstante, os advierto de que mi cólera divina podría alcanzaros si tal osáseis, en forma de rayo horterizador (maldición maligna donde las haya, que os haría, en caso de merecerla, vestir con las susodichas hombreras, chándal con elásticos en los tobillos, zapatos con pompones y chaquetón de escái de la peor calidad, todo junto y combinado con un cardado setentero y calcetines de raquetitas) o, peor aún, de íncubo lujurioso con la cara de un jefe de servicio y el cuerpo de Falete. Yo voy avisando.
Vuelvo hoy, para vuestro placer, a contaros una breve fabulilla inspirada en uno de nuestros cuentos clásicos; sin embargo, no es esta una versión apta para niños y sí para adultos en cuyos cerebros resida el germen del sentido común. Descubriréis en ella el contexto y la ocasión en que Lady Vaga gustaría de apearse de los tacones y cubrir sus vertiginosas curvas con una cuadriculada camisa de leñador, complementada, claro está, con botarracas de goma, vaquero informe (sin-forma) y hacha tamaño familiar de las que pesan como un cargo de conciencia. Pues, aunque os pasme y temáis que a la ínclita Lady Vaga le haya dado por el travestismo, no es tal; es apenas un desahogo mental aún no realizado pero ya anotado en mi lista de tareas pendientes (junto a tropecientas entradas, nosécuántos agradecimientos de premios y varias otras cosas).
Supongo, queridas y queridos, que todos recordáis a la dulce Caperucita Roja, ingenua chavalita utilizada por nuestros padres y abuelos para enseñarnos que no hay que fiarse de desconocidos y, mucho menos, recibir en la cama si eres una respetable septuagenaria...
¿Veis? Esta se pone la caperuza porque en su bosque hace un frío que te pelas viva. Las demás no tenéis excusa. |
Así pues, alegremente va Capreñudita dando botes por el bosque, pero flojitos, que no conviene pasarse de atlética en su estado, portando su hermosa cestita de mimbre a modo de canastilla, rellena ya, por supuesto, de todo lo que necesitará para su estancia en la casa de la abuelita, léase: braguitas desechables de esas que nunca son de la talla adecuada, una docena de bodies y otros tantos peleles, camisitas de batista, pañales de dos tallas diferentes por si el bebé sale terciadito y por si no, cuatro arrullos, una toquilla, discos de lactancia a tutiplén, un CD de música relajante, un bolígrafo para firmar todos los CI que le presenten por delante, una cremita para los puntos y el cepillo iónico para estar mona cuando vengan las visitas, entre otras cosas.
No desconfía nuestra dulce heroína cuando el Ginelobo se le aparece, en mitad del camino, para decirle, con aviesa intención:
- Capreñudita, Capreñudita, ¿vas a casa de la abuelita?
-Sí, llevo mi canastilla llena de cosas divinas y mira qué mona voy con mi Pretty Pusher a juego con las uñas.
- Bueno, pues vente para tal día que tengo un hueco en la agenda y cuídate de no engordar más de nueve kilillos a lo largo del camino por el bosque, que luego os ponéis ceporras y no hay quien saque a los niños ni con agua caliente.
- Sí, señor Ginelobo, lo que usted diga.
Y Capreñudita continúa su camino, sin atreverse a pararse para comer una baya, no vaya a ser que se pase de peso, ni para hablar con otras Preñuditas que también van a ver a sus abuelitas, por si acaso le dicen algo que no le cuadre. A lo largo de su travesía, el Ginelobo la controla periódicamente, que no es cosa de que la señorita se equivoque de ruta y ose llegar tarde a la casa de la abuela.
El malvado Ginelobo, que no está dispuesto a que se le escape ni una sola Preñudita, se monta en su Lexus y tira por un atajo para llegar antes a casa de la abuelita. Allí, se encuentra a la abuelita-comadrona, que junto a la cama, espera tranquilamente a Capreñudita Roja, sin prisa ni temor alguno. Sin miramientos ni pudor, el Ginelobo agarra por las solapas de la batita guateada a la abuelita y la encierra en el armario de la colada, carcajeándose con recochineo:
- ¡Ja, ja, ja, ja! ¡El parto de Capreñudita lo atenderé yo, aunque sea un parto normal!
- Pero, doctor Ginelobo, somos las comadronas las responsables del parto normal...
- ¡No en mi servicio, ja, ja, ja...!
Cuando Capreñudita llega, en su inocencia, es incapaz de distinguir entre el Ginelobo y la abuelita, pues él ya se ha disfrazado oportunamente y sonríe con fingida dulzura, reclinado en la cama. Pero tampoco es tonta la chavala y, entornando los ojillos (pues ya se ha quitado las gafas, que le han dicho que no puede llevarlas en el hospital), comenta:
- Abuelita, abuelita, ¡qué varita más larga tienes!- absteneos aquí del chiste fácil, por Diox, que es un cuento sin maldad ni cosas verdes.
- Es para romperte la bolsa mejor...
- Abuelita, abuelita, ¡qué de tubos y cables raros tienes!
- Es para anestesiarte mejor...
No del todo satisfecha, Capreñudita aventura una última exclamación:
- Abuelita, abuelita, ¡qué tijeras más raras tienes!
- ¡Es para rajarte el periné mejor!
¡Y de un salto, el lobo se abalanza sobre Capreñudita Roja, que, demasiado prima para reaccionar, deja que la tumben en el potro y la espatarren a lo gallina de corral! ¡Ay, Capreñudita, es tarde para huir! ¡Te la ha colado el Ginelobo con el cuento del parto de baja intervención atendido por comadronas...! ¡Te va a poner fino el Pretty Pusher!
Pero... ¡No temas! ¡Aquí viene Lady Vaga, vestida de leñador, que, si bien no es el look que más la favorece, sí es el más adecuado para la ocasión! ¡Y no está sola! ¡La acompaña un ejército de comadronas silvestres -de esas que atienden en mitad del bosque a las locas hippies como ella misma- que, en un pis-pas, reducen al Ginelobo maloso, rescatan a la comadrona encerrada en el armario -los chistes fáciles los dejo a vuestro criterio- y bajan a nuestra Capreñudita del potro obstétrico para que pueda parir a su bola, como los cánones mandan!
Y Capreñudita parió, en la postura que quiso, a su rollo y en el tiempo que necesitó, con las analgesias que ella estimó oportunas, un precioso bebé sin episiotomías, puntos ni suturas varias.
Moraleja: Podemos parir. No te fíes de los Ginelobos y take it easy, baby.
viernes, 9 de diciembre de 2011
Lady Vaga, modernista
Queridas y queridos, con motivo del nacimiento de U-6 y coincidiendo en su fecha de entrega casi con mi cumpleaños, la encantadora Ana, siempre simpática y atenta, me ha hecho llegar un regalo que me ha emocionado e inflado el ego a partes iguales. No me resisto a mostraros la preciosa ilustración estilo Art Noveau que me ha dedicado, a petición de su señora esposa, el genial Delliafonte, un artista con tanto talento en las yemas de los dedos que se le sale a chorros como a Spiderman las telarañas, oigan.
Bueno. Ya podéis dejar de babear, respirar hondo y postraros ante la gracia ilustradora del autor. ¿A que estoy monísima y el pobre Alphonse Mucha debe de estar dándose de tortas en su tumba al verse así superado en su terreno por un hombre del siglo XXI? Claro, es que a él le faltaban dos cosas: el genio creador de Delliafonte y una musa inspiradora de mi calibre... ¡Habría sido un combate desigual!
Ahora, os pongo los deberes: visitad todos en este mismo instante el blog de Delliafonte y deleitaos con sus creaciones, hacedle saber lo magnífico que es y, si os apetece disfrutar de su talento a diario, no dejéis de hacerle llegar vuestros encargos con motivo de estas fechas navideñas que se aproximan. Se me ocurre que a todas las madres recientes, por ejemplo, les gustará una tarjeta con una ilustración del estilo de la que aquí podéis contemplar, por ejemplo... Pero eso no es todo, ¡además se le da fenomenal dibujar súper héroes! ¡Ahí es nada!
Y no, ni voy a comisión ni me pagan nada por la "promoción", no hay oscuros intereses por mi parte. Simplemente, es hermoso ser agradecidos y reconocer el talento y el buen hacer ajenos, así que genuflexa me rindo ante el arte de Delliafonte y agradezco una vez más a Ana el detallazo, que, como se desprende de estas mis palabras, me ha encantado.
He dicho.
Lady Vaga,
la diva que divaga.
Diría que parezco casi virginal si no fuese porque no me creería ni mi madre, ¡ejem! |
Bueno. Ya podéis dejar de babear, respirar hondo y postraros ante la gracia ilustradora del autor. ¿A que estoy monísima y el pobre Alphonse Mucha debe de estar dándose de tortas en su tumba al verse así superado en su terreno por un hombre del siglo XXI? Claro, es que a él le faltaban dos cosas: el genio creador de Delliafonte y una musa inspiradora de mi calibre... ¡Habría sido un combate desigual!
Ahora, os pongo los deberes: visitad todos en este mismo instante el blog de Delliafonte y deleitaos con sus creaciones, hacedle saber lo magnífico que es y, si os apetece disfrutar de su talento a diario, no dejéis de hacerle llegar vuestros encargos con motivo de estas fechas navideñas que se aproximan. Se me ocurre que a todas las madres recientes, por ejemplo, les gustará una tarjeta con una ilustración del estilo de la que aquí podéis contemplar, por ejemplo... Pero eso no es todo, ¡además se le da fenomenal dibujar súper héroes! ¡Ahí es nada!
Y no, ni voy a comisión ni me pagan nada por la "promoción", no hay oscuros intereses por mi parte. Simplemente, es hermoso ser agradecidos y reconocer el talento y el buen hacer ajenos, así que genuflexa me rindo ante el arte de Delliafonte y agradezco una vez más a Ana el detallazo, que, como se desprende de estas mis palabras, me ha encantado.
He dicho.
Lady Vaga,
la diva que divaga.
lunes, 5 de diciembre de 2011
Lady Rabbit ha parido, ¡viva Lady Rabbit!
Queridas y queridos, hace hoy justo un mes que no escribía nada en el blog, pero he tenido (y tengo) asuntos familiares que resolver y que me mantienen alejada de mi musa inspiradora. No obstante, hoy quiero daros un notición que muchos de vosotros ya conoceréis, pero que me resisto a dejar de hacer constar en este rinconcito del glamour:
Lady Rabbit ha parido esta madrugada, a eso de las dos, a una preciosa nena en su casita, sin mayor incidente que la sorpresa de descubrir el sexo de la bebé, que era una incógnita mejor guardada que el diseño del traje de la novia en una boda de postín. Al final, la Rabbit no ha podido resistirse y le ha mirado la entrepierna a la garbancita, en vez de esperarse a que la naturaleza se lo desvelase dentro de X años, cuando le llegase la pubertad al fruto de las entrañas de tan ínclita activista. La curiosidad ha sido más fuerte que nuestra querida Rabbit.
Y con esta entrada sucinta, escueta y feliz, llegamos a las cien parrafadas mentales en el blog.
Por cierto, o suelto esto o no me quedo a gusto, perdonadme la ordinariez: ¡Jódete, jefe de servicio agorero! ¡Vete a pastar al monte con tus vaticinios de chichis explosivos, niños "desgraciaos" por la irresponsabilidad de sus madres y úteros troceados para chop-suey! ¡Que te den, viejo loco!
Y ahora sí, queridos, continúo con mis historietas familiares, pero prometo volver antes del final del año para daros alguna noticia interesante.
Besos llenos de oxitocina,
Lady Vaga.
Lady Rabbit ha parido esta madrugada, a eso de las dos, a una preciosa nena en su casita, sin mayor incidente que la sorpresa de descubrir el sexo de la bebé, que era una incógnita mejor guardada que el diseño del traje de la novia en una boda de postín. Al final, la Rabbit no ha podido resistirse y le ha mirado la entrepierna a la garbancita, en vez de esperarse a que la naturaleza se lo desvelase dentro de X años, cuando le llegase la pubertad al fruto de las entrañas de tan ínclita activista. La curiosidad ha sido más fuerte que nuestra querida Rabbit.
Y con esta entrada sucinta, escueta y feliz, llegamos a las cien parrafadas mentales en el blog.
Por cierto, o suelto esto o no me quedo a gusto, perdonadme la ordinariez: ¡Jódete, jefe de servicio agorero! ¡Vete a pastar al monte con tus vaticinios de chichis explosivos, niños "desgraciaos" por la irresponsabilidad de sus madres y úteros troceados para chop-suey! ¡Que te den, viejo loco!
Y ahora sí, queridos, continúo con mis historietas familiares, pero prometo volver antes del final del año para daros alguna noticia interesante.
Besos llenos de oxitocina,
Lady Vaga.
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