sábado, 17 de diciembre de 2011

Los buenos ginecólogos existen

Queridas y queridos, os extrañará que estas palabras surjan de los dedos de vuestra diva combativa, pero en honor a la verdad y cumpliendo una promesa enunciada meses ha, debo abrir vuestros ojos a una verdad que os costará creer y más aún comprobar. Os pido, por tanto, un acto de fe a la hora de leer la siguiente afirmación, que resalto en negrita para fijar vuestros ojos en ella con mayor eficacia:

Los buenos ginecólogos existen.

Como os figuraréis, son un grupo menos numeroso que el de los prepotentes y chapuceros, pero me atrevo a aventurar que eso sucede en casi todas las profesiones. Por tanto, y para que podáis distinguir estas perlas cuando las encontréis, voy a daros una serie de pautas y características que os ayudarán a daros cuenta de que estáis ante uno de los buenos. Si tal aconteciere, queridas y queridos, no olvidéis tomar nota de su nombre y pasármelo a hurtadillas, nunca se sabe cuándo va una a necesitarlo.
  • Un buen ginecólogo no atiende partos por sistema. Está a sus cosas, en su guardia, y no interviene a menos que la comadrona (responsable, recordemos, de la atención al parto normal, y perfectamente capacitada por su formación y experiencia para asistirnos en tan importante trance y para identificar las posibles desviaciones de la normalidad que justificarían la presencia e intervención de un ginecólogo en el mismo) le avise. Sabe que él es un especialista en patologías, en devolver la salud a quien la ha perdido, y que un parto normal no es lugar para él.
  • Un buen ginecólogo no tiene afán de protagonismo. No se dedica a pasar por las habitaciones a dar el coñazo a las parturientas y a agobiarlas, buscando, con la excusa de ver cómo van, un pretexto para sentirse el jefe del cotarro. No mete prisa en plan "si no sale, te lo saco".
  • Un buen ginecólogo es lo es por vocación. Y, por tanto, respeta y admira profundamente el cuerpo de la mujer y su capacidad de gestar, parir y amamantar. Conoce y comprende el proceso. Sabe que él es el último actor, el último garante de la seguridad de la mujer y el bebé, y actuará solo en caso imprescindible. Jamás fabricará una coyuntura para hacerse necesario.
  • Un buen ginecólogo sabe que está tratando con personas y, como te considera una persona, no hará eso tan feo de "disparar primero y preguntar después". No te hará nada sin explicarte antes qué está pasando, por qué considera necesaria una cierta intervención, qué alternativas tienes y qué contraindicaciones o problemas podrían presentarse. Ah: y te pedirá tu consentimiento, pues, al fin y al cabo, tu cuerpo sigue siendo tuyo aunque estés en un hospital. Eso de sacar la tijera y liarse a cortar perinés ajenos o decir "venga, que te vamos a hacer cesárea" está muy feo y no es de buenos profesionales. La gente educada pregunta y se explica.
  • Un buen ginecólogo maneja los datos más actualizados, conoce la evidencia científica y no necesita amedrentar a una embarazada para afianzar su autoridad. Sabe que esa autoridad procede, precisamente, de su capacidad para demostrar y aplicar su conocimiento y no de la monísima bata blanca que se pone cada día al llegar al curro. Le gusta que le pidan explicaciones y le hagan preguntas porque valora a sus usuarias/pacientes como personas y le halaga tratar con mujeres informadas y preocupadas por su salud reproductiva. No es de los que cuelga el título en la consulta y no vuelve a leer nada que no sean las viñetas de la SEGO.
  • Un buen ginecólogo se presenta al encontraros, sea en su consulta o en la habitación del hospital. No tiene miedo de dar su nombre y no es tan prepotente como para considerar que no es de tu incumbencia. Y se toma su tiempo para la visita. Nada de "señoras, bájense las bragas, que va a venir el doctor a mirarles los puntos" (esto pasa de verdad, queridas y queridos, no me lo estoy inventando).
  • Un buen ginecólogo respeta tu autonomía. Si decides no dar tu consentimiento para alguna prueba de seguimiento del embarazo o alguna actuación durante el parto, no te calificará ni te tratará peor por ello. Dialogará contigo, te explicará por qué cree que es necesario hacer tal o cual, pero no entrará en calificaciones personales, no te llamará "mala madre" ni "irresponsable" y no dirá que él es quien más se preocupa por tu bebé, o que tu bebé es lo más importante. No jugará nunca la "carta del niño muerto".
  • Un buen ginecólogo no te infantilizará ni ridiculizará. No se ríe de tu plan de parto ni intenta contestártelo con referencias a mujeres que paren debajo de higueras ni con amenazas de "explosiones vaginales" (esto es verídico también, dicho por sendos jefes de servicio... ¿se pensarán que somos imbéciles? ¿O demasiado incultas para entender qué es una rotura uterina?). No se dirigirá a tu acompañante para intentar ponerle de su lado como si tú fueras una niña caprichosa a la que hay que reconvenir.
  • Un buen ginecólogo mantendrá un clima de respeto si tu parto ha de ser instrumental. No se dedica a hablar del resultado de un partido de fútbol, ni de la ropa que va a llevarse a NY (otra perlita verídica), ni de lo rápido que hace una cesárea (esto me pasó a mí). No olvida que, aunque no sea como tú lo habías soñado, no deja de ser el nacimiento de tu hijo y tanto tu bebé como tú merecéis que el clima sea lo más propicio posible.
  • Un buen ginecólogo no se mete en lo que no le importa. No te hablará de cosas como si puedes/debes o no dar el pecho (salvo en casos de patologías muy concretas, pero ya entramos en eso, en patologías, que son su especialidad, no lo olvidemos), ni se le ocurrirá darte "un puntito de más para que tu marido esté contento".
En resumen, queridas y queridos: que existir, existen, como las meigas, pero son difíciles de encontrar. Yo ya sé de unos cuántos que son auténticos chapuzas y no se me ocurriría bajarme las bragas ante ellos ni aunque dependiese de mí la continuidad de la raza humana (apañados estaríamos), pero no pierdo la esperanza de encontrarme con alguien así alguna vez. Si conocéis alguno, compartidlo, que no está la cosa para ser roñosas.

Se despide para armar torres de construcciones con sus churumbeles,
Lady Vaga,
la diva que divaga.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Un premio más. ¡Gracias!

Andrea, de Bebebibobu, haciendo gala de su simpatía habitual, me manda flores. Y yo me alegro de que sean virtuales, porque entre el nacimiento de U-6 y mi cumpleaños, llevamos una temporada en casa que no dejamos de esquivar amarilis, lilliums y anthuriums varios. Eso sí, huele divinamente, todo hay que decirlo.

Pero, bueno, al grano, que me lío a divagar y esto es un descoco ya. Que se supone que este premio floral es para agradecer a los blogs de los que siempre se aprende algo y me vais a perdonar que de momento no lo reparta, porque no podría seleccionar solo diez blogs. Quien quiera aprender cosas nuevas, que me haga el favor de pasarse por la lista de blogs sita a vuestra derecha para encontrar ni uno ni diez, sino una "jartá" de blogs repletos de contenidos entretenidos y enriquecedores. ¿O esperábais menos del blogroll de toda una diva como mi menda?

Ahora, perdonad que os deje, pero no puedo entretenerme más en este momento. Estoy muy liada creando la página de vuestra diva preferida en Facebook.

Se despide y sigue picando piedra virtual,
Lady Vaga,
la diva que divaga.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Es que el cuento no os lo han contado bien...

Queridas, queridos, tengo un puñadito de historias que contaros, pero parece ser que la cantidad de entradas pendientes es inversamente proporcional al tiempo de que dispongo para plasmarlas en este rinconcito nuestro, así que así funcionamos, con cuentagotas y corriendo el riesgo de que os olvidéis de vuestra antaño adorada diva, hoy relegada al karinesco baúl de los recuerdos en compañía de los vaqueros que ya no os pasan de las rodillas y las hombreras que, aunque las cantantillas cutrongas de pedo-pop-rock digan lo contrario, jamás deben salir de allí salvo para ser quemadas en una pira de fuego purificador.

No obstante, os advierto de que mi cólera divina podría alcanzaros si tal osáseis, en forma de rayo horterizador (maldición maligna donde las haya, que os haría, en caso de merecerla, vestir con las susodichas hombreras, chándal con elásticos en los tobillos, zapatos con pompones y chaquetón de escái de la peor calidad, todo junto y combinado con un cardado setentero y calcetines de raquetitas) o, peor aún, de íncubo lujurioso con la cara de un jefe de servicio y el cuerpo de Falete. Yo voy avisando.

Vuelvo hoy, para vuestro placer, a contaros una breve fabulilla inspirada en uno de nuestros cuentos clásicos; sin embargo, no es esta una versión apta para niños y sí para adultos en cuyos cerebros resida el germen del sentido común. Descubriréis en ella el contexto y la ocasión en que Lady Vaga gustaría de apearse de los tacones y cubrir sus vertiginosas curvas con una cuadriculada camisa de leñador, complementada, claro está, con botarracas de goma, vaquero informe (sin-forma) y hacha tamaño familiar de las que pesan como un cargo de conciencia. Pues, aunque os pasme y temáis que a la ínclita Lady Vaga le haya dado por el travestismo, no es tal; es apenas un desahogo mental aún no realizado pero ya anotado en mi lista de tareas pendientes (junto a tropecientas entradas, nosécuántos agradecimientos de premios y varias otras cosas).

Supongo, queridas y queridos, que todos recordáis a la dulce Caperucita Roja, ingenua chavalita utilizada por nuestros padres y abuelos para enseñarnos que no hay que fiarse de desconocidos y, mucho menos, recibir en la cama si eres una respetable septuagenaria...

¿Veis? Esta se pone la caperuza porque en su bosque
hace un frío que te pelas viva. Las demás no tenéis excusa.
Miradla, queridas y queridos: es nuestra Capreñudita Roja, ataviada con su hermoso Pretty Pusher bermellón (lo de la capucha lo dejo para las chonis y para las que vivan en clima lluvioso o practiquen el jogging; en caso contrario, absténganse, damas que lo son) y recién fecundada por su marido/compañero/póngase aquí lo que corresponda. Radiante, acude a su mamá, aquí interpretada por su médico de cabecera, para notificarle la buena nueva, lo cual, no vaya ella a ser una loca de la vida que ha regado el test de embarazo con Moët & Chandon en vez de con pipises, el simpático galeno vestido de mamá de nuestra prota querrá confirmar con un análisis de sangre. Además, la remitirá al especialista oportuno, para que le haga un seguimiento del embarazo a lo largo del bosque, y la mandará a parir al hospital o casa de la abuelita, donde, le asegura, la esperan a ella y a su bebé un recibimiento lleno de amor y toda la serenidad que tan magno evento merece.

Así pues, alegremente va Capreñudita dando botes por el bosque, pero flojitos, que no conviene pasarse de atlética en su estado, portando su hermosa cestita de mimbre a modo de canastilla, rellena ya, por supuesto, de todo lo que necesitará para su estancia en la casa de la abuelita, léase: braguitas desechables de esas que nunca son de la talla adecuada, una docena de bodies y otros tantos peleles, camisitas de batista, pañales de dos tallas diferentes por si el bebé sale terciadito y por si no, cuatro arrullos, una toquilla, discos de lactancia a tutiplén, un CD de música relajante, un bolígrafo para firmar todos los CI que le presenten por delante, una cremita para los puntos y el cepillo iónico para estar mona cuando vengan las visitas, entre otras cosas.

No desconfía nuestra dulce heroína cuando el Ginelobo se le aparece, en mitad del camino, para decirle, con aviesa intención:

- Capreñudita, Capreñudita, ¿vas a casa de la abuelita?
-Sí, llevo mi canastilla llena de cosas divinas y mira qué mona voy con mi Pretty Pusher a juego con las uñas.
- Bueno, pues vente para tal día que tengo un hueco en la agenda y cuídate de no engordar más de nueve kilillos a lo largo del camino por el bosque, que luego os ponéis ceporras y no hay quien saque a los niños ni con agua caliente.
- Sí, señor Ginelobo, lo que usted diga.

Y Capreñudita continúa su camino, sin atreverse a pararse para comer una baya, no vaya a ser que se pase de peso, ni para hablar con otras Preñuditas que también van a ver a sus abuelitas, por si acaso le dicen algo que no le cuadre. A lo largo de su travesía, el Ginelobo la controla periódicamente, que no es cosa de que la señorita se equivoque de ruta y ose llegar tarde a la casa de la abuela.

El malvado Ginelobo, que no está dispuesto a que se le escape ni una sola Preñudita, se monta en su Lexus y tira por un atajo para llegar antes a casa de la abuelita. Allí, se encuentra a la abuelita-comadrona, que junto a la cama, espera tranquilamente a Capreñudita Roja, sin prisa ni temor alguno. Sin miramientos ni pudor, el Ginelobo agarra por las solapas de la batita guateada a la abuelita y la encierra en el armario de la colada, carcajeándose con recochineo:

- ¡Ja, ja, ja, ja! ¡El parto de Capreñudita lo atenderé yo, aunque sea un parto normal!
- Pero, doctor Ginelobo, somos las comadronas las responsables del parto normal...
- ¡No en mi servicio, ja, ja, ja...!

Cuando Capreñudita llega, en su inocencia, es incapaz de distinguir entre el Ginelobo y la abuelita, pues él ya se ha disfrazado oportunamente y sonríe con fingida dulzura, reclinado en la cama. Pero tampoco es tonta la chavala y, entornando los ojillos (pues ya se ha quitado las gafas, que le han dicho que no puede llevarlas en el hospital), comenta:

- Abuelita, abuelita, ¡qué varita más larga tienes!- absteneos aquí del chiste fácil, por Diox, que es un cuento sin maldad ni cosas verdes.
- Es para romperte la bolsa mejor...

- Abuelita, abuelita, ¡qué de tubos y cables raros tienes!
- Es para anestesiarte mejor...

No del todo satisfecha, Capreñudita aventura una última exclamación:
- Abuelita, abuelita, ¡qué tijeras más raras tienes!
- ¡Es para rajarte el periné mejor!

¡Y de un salto, el lobo se abalanza sobre Capreñudita Roja, que, demasiado prima para reaccionar, deja que la tumben en el potro y la espatarren a lo gallina de corral! ¡Ay, Capreñudita, es tarde para huir! ¡Te la ha colado el Ginelobo con el cuento del parto de baja intervención atendido por comadronas...! ¡Te va a poner fino el Pretty Pusher!

Pero... ¡No temas! ¡Aquí viene Lady Vaga, vestida de leñador, que, si bien no es el look que más la favorece, sí es el más adecuado para la ocasión! ¡Y no está sola! ¡La acompaña un ejército de comadronas silvestres -de esas que atienden en mitad del bosque a las locas hippies como ella misma- que, en un pis-pas, reducen al Ginelobo maloso, rescatan a la comadrona encerrada en el armario -los chistes fáciles los dejo a vuestro criterio- y bajan a nuestra Capreñudita del potro obstétrico para que pueda parir a su bola, como los cánones mandan!

Y Capreñudita parió, en la postura que quiso, a su rollo y en el tiempo que necesitó, con las analgesias que ella estimó oportunas, un precioso bebé sin episiotomías, puntos ni suturas varias.

Moraleja: Podemos parir. No te fíes de los Ginelobos y take it easy, baby.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Lady Vaga, modernista

Queridas y queridos, con motivo del nacimiento de U-6 y coincidiendo en su fecha de entrega casi con mi cumpleaños, la encantadora Ana, siempre simpática y atenta, me ha hecho llegar un regalo que me ha emocionado e inflado el ego a partes iguales. No me resisto a mostraros la preciosa ilustración estilo Art Noveau que me ha dedicado, a petición de su señora esposa, el genial Delliafonte, un artista con tanto talento en las yemas de los dedos que se le sale a chorros como a Spiderman las telarañas, oigan.

Diría que parezco casi virginal si no fuese porque no me creería ni mi madre, ¡ejem!

Bueno. Ya podéis dejar de babear, respirar hondo y postraros ante la gracia ilustradora del autor. ¿A que estoy monísima y el pobre Alphonse Mucha debe de estar dándose de tortas en su tumba al verse así superado en su terreno por un hombre del siglo XXI? Claro, es que a él le faltaban dos cosas: el genio creador de Delliafonte y una musa inspiradora de mi calibre... ¡Habría sido un combate desigual!

Ahora, os pongo los deberes: visitad todos en este mismo instante el blog de Delliafonte y deleitaos con sus creaciones, hacedle saber lo magnífico que es y, si os apetece disfrutar de su talento a diario, no dejéis de hacerle llegar vuestros encargos con motivo de estas fechas navideñas que se aproximan. Se me ocurre que a todas las madres recientes, por ejemplo, les gustará una tarjeta con una ilustración del estilo de la que aquí podéis contemplar, por ejemplo... Pero eso no es todo, ¡además se le da fenomenal dibujar súper héroes! ¡Ahí es nada!

Y no, ni voy a comisión ni me pagan nada por la "promoción", no hay oscuros intereses por mi parte. Simplemente, es hermoso ser agradecidos y reconocer el talento y el buen hacer ajenos, así que genuflexa me rindo ante el arte de Delliafonte y agradezco una vez más a Ana el detallazo, que, como se desprende de estas mis palabras, me ha encantado.

He dicho.
Lady Vaga,
la diva que divaga.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Lady Rabbit ha parido, ¡viva Lady Rabbit!

Queridas y queridos, hace hoy justo un mes que no escribía nada en el blog, pero he tenido (y tengo) asuntos familiares que resolver y que me mantienen alejada de mi musa inspiradora. No obstante, hoy quiero daros un notición que muchos de vosotros ya conoceréis, pero que me resisto a dejar de hacer constar en este rinconcito del glamour:

Lady Rabbit ha parido esta madrugada, a eso de las dos, a una preciosa nena en su casita, sin mayor incidente que la sorpresa de descubrir el sexo de la bebé, que era una incógnita mejor guardada que el diseño del traje de la novia en una boda de postín. Al final, la Rabbit no ha podido resistirse y le ha mirado la entrepierna a la garbancita, en vez de esperarse a que la naturaleza se lo desvelase dentro de X años, cuando le llegase la pubertad al fruto de las entrañas de tan ínclita activista. La curiosidad ha sido más fuerte que nuestra querida Rabbit.

Y con esta entrada sucinta, escueta y feliz, llegamos a las cien parrafadas mentales en el blog.

Por cierto, o suelto esto o no me quedo a gusto, perdonadme la ordinariez: ¡Jódete, jefe de servicio agorero! ¡Vete a pastar al monte con tus vaticinios de chichis explosivos, niños "desgraciaos" por la irresponsabilidad de sus madres y úteros troceados para chop-suey! ¡Que te den, viejo loco!

Y ahora sí, queridos, continúo con mis historietas familiares, pero prometo volver antes del final del año para daros alguna noticia interesante.

Besos llenos de oxitocina,
Lady Vaga.

sábado, 5 de noviembre de 2011

De bien nacida es ser agradecida: conociendo un poco más a la Vaga

Queridas y queridos, más vale tarde que nunca y yo podré ser una diva atareada donde las haya, pero lo que no soy es una grosera de esas que no agradecen los premios, así que voy a empezar a tachar cositas en mi lista de tareas pendientes poco a poco (y no os cuento las que se me han ido añadiendo porque ya es que me daría un síncope).

Hoy comienzo agradeciendo a la espectacular y siempre bien peinada NegraFlor, cuyos turbantes bonitos y bien puestos son la envidia de todas las Espeins, un premio que reconoce mi talento alegrando a los demás... Aish, si es que soy así de mona, ¿qué voy a hacerle?

Este premio lleva adjunto un cuestionario y, como hoy no estoy especialmente inspirada para la creación, dedicaré la entrada a responderlo. Pero no os acostumbréis, que las divas tenemos también que mantener el misterio y si nos liamos a contarlo todo, nos quedamos muy "desustanciás".


¿Por qué empezaste a escribir un blog?
Mi primer blog fue allá por MSN Spaces, hace seis años y medio, pero no contéis con localizarlo porque ya lo han eliminado por falta de actividad... Comencé con ello porque me apetecía compartir reflexiones y chorradas con mis amigos en un momento de mi vida en el que los grandes cambios llegaban todos juntos para ponerme patas arriba (que no patiabierta, ¿eh?). Después me animé con otro blog para practicar mi portugués al que llamé Vizinha Voyeur y que todavía podéis leer, si os apetece, aunque os digo desde ya que no tiene nada que ver con los temas que aquí tratamos. Y, finalmente, me convertí en Lady Vaga, como todos sabéis, para entretenerme durante el reposo que debí guardar durante tres meses mientras estaba embarazada del precioso U-6.

¿Qué sería lo que más alegría y emoción te causaría en la vida?
Tener el mayor vestidor de las Iurops y las Américas, así todo junto, y tenerlo además bien relleno de zapatos divinos, vestidos monísimos y sombreros espectaculares. Ah, y que todos fuesen de la talla 38 SIEMPRE.

¿Con qué sensación quedas cuando escribes comentarios en otros blogs?
Con la de haber aportado algo de glamour, estilo y sofisticación a las vidas de quienes tienen el honor de recibir un comentario mío. Yo soy así y así me queréis, lo sé.

¿Con qué sensación quedas cuando lees los comentarios que otra mamis o papis dejan en tu blog y por qué?
Pues me quedo muy a gustito, porque suelen ser educados, gentiles y al nivel de clase y buen tono que se espera en este humilde blog. Tanto en forma como contenido, son merecedores de mis besos, como les recuerdo en cada respuesta a sus comentarios.

Relata una anécdota que te emocionó hasta las lágrimas con tus hijos.
Lloré como una magdalena (eso sí, con máscara de pestañas waterproof, que una será sensible pero no deja de ser coquetuela) estando en el hospital en marzo, cuando O.G., después de cinco días sin querer acercárseme ni mamar (tengo la teoría de que la cama le daba miedo, porque era un mostrenco articulado al que me ataban varios cables y tubitos), se subió a mi cama, me abrazó, me dio besos, pidió y tomó tetita y se quedó junto a mí mientras le cantaba. Unos días después, se destetó y no ha vuelto a mamar, aunque a veces pide teta, da un lametón o un besito y dice "muuuíiicaa".


Relata una anécdota divertida y alegre con tus hijos.
Me quedo con la que ya os conté en la entrada anterior: el instante en que O.G. conoció a U-6 e hizo el inventario de piezas del nuevo bebé... Me reí muchísimo cuando nos dijo todo perplejo que el bebé no tenía brazos... Y cuando nos contó que tenía "muchos dedos" ya es que me partía...

Ahora, queridas y queridos, me perdonaréis por no extenderme más en las respuestas y por no entregar el premio a otras blogueras, pero no sé a quién seleccionar en este instante y, además, mi mayordomo acaba de anunciarme que la mesa está servida y me apetece ponerme ciega de gambas.

Se despide, dispuesta a subirse el ácido úrico,
Lady Vaga,
la diva que divaga.

jueves, 3 de noviembre de 2011

El nacimiento de U-6 (y III): Un último empujón

Qué gozada, queridas y queridos. Empujaba con cada contracción y al hacerlo notaba un inmenso alivio... ¡Estaba pariendo! ¡Estaba pariendo yo solita! Todavía me costaba creerlo, pero habíamos llegado hasta aquí y ya nos faltaba muy poco para vernos las caras...

Anabel y María estaban allí, en silencio, cuidándome sin hacer nada, sin invadirnos, sin molestarnos, preparadas para ayudar cuando fuese necesario. Lady Rabbit me daba masajes en los riñones, Lord Muchomacho iba y venía y O.G. hacía de comadroncita improvisada, pues al oírme gritar venía para preguntarme:

- Mamá, ¿tás ben?

- Síiii, hiijoooo, mamá está llamando al bebéeeeee- Lady Rabbit me había dado ese truquillo para que O.G. no se asustase con mis berridos de ultratumba y parecía estar funcionando, porque, lejos de alarmarse, me golpeaba la espalda con sus pequeños puñitos, como para ayudar a Rabbit con el masaje.

No sé en qué momento sonó el portero automático... Solo sé que exclamé "¡la policía!", segura de que algún vecino chafardero habría llamado a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, convencido, por mis horripilantes expresiones vocales, de que mi siempre ponderado Lord Muchomacho estaba probando en mi trasero todas las sartenes de la casa...

- Que no, que es Paca...

Paca llegó y creo que la olí entrar (sí, habéis leído bien, noté su presencia por la vía olfativa y para bien, que nadie se me alarme), pero no la vi... Me pasé casi todo el tiempo con los ojos cerrados, pero me parece que fue ella quien mojó una toalla para limpiarme el sudor de la frente (aunque entiendo vuestro natural pasmo, os tengo que sacar de vuestra ingenuidad: las divas también sudamos, si bien es cierto que en nuestro caso no segregamos agüilla con olor a cebolla recalentada como el común de los mortales, sino eau de parfum con aroma a jazmín... Como las Supernenas, estamos hechas solo de cosas bonitas, qué queréis), lo cual en aquel momento no le habría agradecido más si lo hubiese hecho con billetes de quinientos euros.

En un momento dado, me sugirieron que me echase de lado en la cama y, con las rodillas destrozadas como las tenía, me pareció la mejor idea del mundo...  Hasta que recordé que en esa misma postura me había tirado las dos horas de expulsivo en mi primer parto y me dio tan mal rollo como si hubiese visto a Belén Esteban leyendo... Entre empujón y empujón pregunté a Anabel si podía parar de empujar cuando me sintiese cansada, pensando en aquellas dos horas empujando en apnea y sin parar, por orden de mi estupenda carnicerita (que Dior tenga en su noria hasta que se maree y vomite la primera leche que mamó).

- Pues claro- la respuesta fue así de clara y sencilla, ¡qué fácil era todo! ¡Estaba pariendo y no necesitaba que nadie me diese órdenes, mi hijo iba a salir de mi cuerpo sin que nadie entrase a buscarlo!

Alguien me ayudaba, sujetándome la pierna para que yo estuviese cómoda, y yo no dejaba de pensar, con los ojos cerrados, que mi hijo iba a nacer en la misma cama en que fue engendrado, rodeado de su familia... ¡Y qué ganas de que saliese ya, por Dior bendito! ¡Cómo dolía! Y aun así, podía sobrellevarlo... De alguna manera, lo poco de racionalidad que me quedaba me hizo pensar que mi cuerpo no iba a generarme ningún dolor que yo no pudiese asumir y esa idea me animó a seguir empujando.

- Tócate, que está ahí la cabeza- no sé si esto me lo dijo Muchomacho o Anabel.

Extendí la mano y palpé algo suavecito, húmedo y caliente; en mi ofuscación hormonal, pensé que eran mis propios labios, hinchados y tumefactos, pero no podía ser, aquello tenía pelo y yo me había depilado diez días antes... ¿Sería verdad? ¡Ay, madre, que estaba pariendo! Por lo visto, eso se lo repetí a Paca del orden de veinte veces: "¡Paaaca, que estoy pariendoooo! ¡Paaca, que lo voy a parir yoooo!", ante lo cual me figuro que ella estaría tentada de responder "pues claro, bonita, nos ha jodido, no lo voy a parir yo". Anyway, queridas y queridos, independientemente de lo profundo y místico de la experiencia, tenía ya muchas ganas de que U-6 se presentase al mundo y pensando "este sale o no soy yo Lady Vaga", empujé con todas mis fuerzas... Y su cabecita continuó asomando, poco a poco, haciendo babear a Lady Rabbit y Lord Muchomacho, situados en primera fila para ver la eclosión.

- Cariño, ¡es alucinante!- dijo Muchomacho, extasiado ante el milagro de la vida que se abría paso por mi desnuda entrepierna en dirección a mis juanetes.

- ¡Pues coge la cámara y haz fotos, jodeeeeeeer!- grité yo, no por insultar, sino porque realmente me molestaba ser la única que se perdiese el gran momento cuando todo el trabajo lo estaba haciendo yo, ¿o había alguien más sudando por allí cerca?

Los ojos, la naricita, la boca... Anabel, rápida y discreta, pasó una gasita por los chorreantes orificios faciales del pequeño U-6, que había decidido escoger una pose a lo intelectual para conocernos y salió con la mano apoyada en la mejilla, como si fuese rehén de profundas reflexiones o estuviese hablando por el móvil. Para darle un poco más de emoción a su llegada, como si salir por la puerta (no tan) grande fuese poco, se esforzó en hacernos un quiebro de hombros a lo Shakira, sacando ambos a la vez como si estuviese intentando salir del metro de Tokio en hora punta... No contaba él, pequeño divo interesantón, con la diligente intervención de Anabel, que con una serie de toques perfectos y sutiles recolocó el hombro que no tenía que salir todavía para que, al siguiente empujón, acompañado de un grito gutural que jamás podría reconocer como mío si me lo hiciesen escuchar de nuevo y de la sensación de que me partía, el cuerpecito moreno, resbaladizo y caliente de mi bebé saliese casi disparado como un pequeño torpedo...

¡Ya estaba! ¡Y lo había parido yo! Me lo pusieron encima y, las fotos lo atestiguan, mi cara de pasmo no habría sido mayor si, en vez de un niño, de mi cuerpo hubiesen salido un pulpo, dos metros de pañuelos de seda como en los trucos de magia o todos los Globetrotters en camiseta imperio... La sensación de alivio era indescriptible, aunque las piernas me temblaban de dolor (había forzado las rodillas sin darme cuenta) y de frío... Por obra y gracia de Paca, empezaron a aparecer mantas sobre U-6 y sobre mí para mantenernos calentitos y nos quedamos esperando a que saliese la placenta. Me sentía incómoda, tenía muchas ganas de alumbrarla ya y descansar por fin; Anabel me dijo que empujase cuando sintiese ganas, después de comprobar que aún no se había desprendido, y U-6, mirándome con aquellos ojos rasgados maravillosos, comenzó a buscar mi pezón... Todo fluía, estábamos bien, tranquilos, a una sola fase de terminar...

O.G. había aparecido por allí al salir su hermano, para darle a Anabel un frasquito de aceite (no sé cómo se le ocurrió que podía hacernos falta, pero allí se presentó) y ahora miraba a su hermano con una sonrisa en la cara y dispuesto a hacer el inventario de piezas del bebé como Caperucita en casa de la abuelita:

- E bebé tene ojos... Tene pelo... Tene nanís... Tene boca... Tene oejas... ¡No tene brasos!

- ¿No?- abrimos un poquito la manta para que O.G. no se quedase con aquella duda existencial.

- E bebé tene brasos... Tene manos... ¡Muchos dedos!

Qué ganas de sacar la placenta... Empujé y salió un tremendo coágulo... Empujé de nuevo y, ¡zas!, tome usted mi placenta y échele un vistazo, que ahora sí que me he quedado más feliz que Jorge Javier hocicando en una pocilga... Estaba íntegra, una hermosa placenta bilobulada que había alimentado a U-6 durante cuarenta y una semanas, ¡casi nada! Ahora ya podía Lord Muchomacho cortar el cordón umbilical. Por cierto, maridos, no creáis que eso se corta limpiamente con un pase de cuchilla, no: es más duro y chungo de tajar que un calamar, así que no os extrañéis si no os sale a la primera... Este consejo es cortesía de mi cónyuge. Anabel ató el cordón de U-6 con un cordel y yo pensé "qué práctico, así no me clavaré la pinza como me pasaba con O.G."

En la anterior entrega de mi parto inalámbrico habréis leído que llamé a Paca "señor Lobo"; este pseudónimo le pega horrores, pues, como él, se encargó de eliminar todas las pruebas e indicios de que en esta casa había tenido lugar un parto (presumo que todos habéis visto Pulp Fiction, y si no es así, estáis tardando). Cuando quise darme cuenta, todo estaba recogido y ordenado y la eficacísima Paca me estaba ya ofreciendo un zumo de naranja y manzana con un trocito de placenta para recuperar fuerzas. Unos minutos antes, me había propuesto comer un cachito tal cual, pero aunque el sabor es completamente inocuo, no me gustó la sensación al masticarla y "se me hizo bola"...

Me quedé en la camita, descansando junto a mi bebé y sin terminar de creerme todavía lo que había sucedido, infinitamente agradecida a mi cuerpo por haber funcionado tan bien y prometiéndole mentalmente algo bien rico para la comida del día siguiente, hasta que Lord Muchomacho apareció con la caja de bombones (como buen gourmet, había tenido la precaución de sacarla del frigorífico un ratito antes, ¡qué chico tan previsor!) para tentarnos a modo de celebración... María se sentó con nosotros a ver la placenta y no le importó mancharse las manos de sangre para explicarnos sus diferentes partes... Esa chica será una gran comadrona, tiene todo lo necesario.

Anabel pesó a U-6: 3.550g, algo más que O.G. Al día siguiente le midió: 55cm, tres más que nuestro primogénito. Toma ya desproporción fetopélvica...

Y así fue como mi pequeño U-6 dio en las narices a todos los escépticos, agoreros y pajarracos que no daban un duro por él y nació en casa, en paz y armonía, sin cables ni máquinas que hacen "¡ping!", sin tijeras ni batas blancas por medio. Perdonad el poco orden de esta última parte del relato, pero es la que más me baila en la cabeza y no consigo dotarla de coherencia ni continuidad. Es lo que tienen las endorfinas...

Ahora, os dejo, que voy a disfrutar de mis retoños.

Lady Vaga,
la diva que divaga.
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