Esta mañana me han pasado, via Angela,
el enlace a este magnífico texto perpetrado redactado por el nuevo presidente de la SEGO y no me resisto a dejároslo aquí para vuestro deleite, pasmo y tal vez horror. Os recomiendo, queridas y queridos, que si tenéis un café o bebedizo ante vosotros, lo apuréis antes de dar comienzo a la lectura de semejante despropósito
obstétrico. La puntuación es la original, así que declino toda responsabilidad derivada de la lectura de esta prosa magnífica, sea dolor de ojos o infarto subrepticio. Como siempre, mis modestas aportaciones en rosa chicle, pero, por favor, no os privéis de dejar las vuestras también, que la ocasión lo merece.
ASISTENCIA OBSTÉTRICA AL PARTO
En los últimos años, se ha abierto un intenso debate, iniciado en la mayoría de ocasiones,
por colectivos no ligados estrictamente a nuestra especialidad, cuestionando alguno de los principios objetivos de la asistencia obstétrica
(¡pero cómo osan! ¡Episiotomía indiscriminada para todos ellos!) y que han tenido una implicación social importante que incluso han promovido
(¿ein? Revise usted la sintaxis, no hay quien le lea) que ciertas Consejerías de Sanidad o Salud, se posicionaran en la elaboración de protocolos asistenciales para defender y dar instrucciones de cómo atender los denominados: partos naturales, partos no medicalizados, partos humanizados, o partos mínimamente tecnificados.
Qué poca vergüenza tienen estas Consejerías, ¡mira que meterse en la atención al parto...! Con lo a gustito que estaban los ginesaurios rajachichis a su bola en paritorio...
- Ya ni acojonar parturientas puede uno tranquilamente, oye, ¿qué será lo próximo? ¿Prohibir fumar en quirófano?
- Eeerh, doctor, yo creo que eso ya estaba prohibido... Además, que se le está cayendo la ceniza sobre el ombligo de la parturienta.
- Ah, ¿eso no es el cenicero? ¿Viene sin él de serie? ¡Pobre mujer defectuosa! Bueno, ahora le esculpo uno, no se queje usted, señora mía.
Es cierto que en los últimos 20–30 años, la asistencia al parto en general, se ha tecnificado quizás en exceso
(pues quizá sí, pero ya sabíamos que era por nuestro bien, tontorrón), pero gracias a ello
(y a todas las mamás y bebés que hemos puteado innecesariamente), hoy en día disponemos de datos que nos permiten conocer los procesos de protección, adaptación y defensa del feto ante las diferentes noxas
(noxa significa "daño" o "perjuicio"; es que este señor es así de finolis) que representan ciertas enfermedades inducidas
(¿inducidas por quién? ¡Esto se pone interesante! Ah, dice usted inducidas por el parto, ¿verdad? Ese peligrosísimo estado del que ustedes nos salvan capa al cuello y bisturí en mano) o asociadas al embarazo y parto, e incluso la respuesta fetal, ante hechos tan fisiológicos como son las contracciones uterinas.
Por eso nos ponen oxitocina a saco-paco independientemente de nuestra dinámica uterina, porque ya saben la respuesta fetal: "sí, por favor, póngame un poco de eso, con hielo y una aceituna... Mezclado, no agitado".
Debemos recordar que los primeros estudios sobre la fisiología fetal aparecen en la segunda mitad del siglo XX con los trabajos de autores tan señalados como Caldeyro Barcia, Hon, Quilligan, Hammacher, Sureau, Saling y otros muchos que iniciaron distintas líneas de investigación con aportaciones de mucho interés y que fueron el embrión de la actual Medicina Perinatal
("el embrión", dice, ¡qué juego de palabras tan bueno! Es un festival del humor este tío...). Es cierto y así hay que aceptarlo que ello ha obligado a aplicar, a un proceso en la mayoría de los casos fisiológico, como es el parto, procedimientos tecnológicos quizás en algún momento excesivos
(quizá, quizá, quizá, como dice la canción. Ahí lo dejo) y también es cierto que en alguna ocasión las expectativas que todos hemos puesto en ciertas aportaciones, no se han manifestado con el impacto previsto en la realidad
(pues entonces podrían haber experimentado con sus propios culos y haber dejado en paz a las madres y a los bebés, nomejodausté), pero ello no debe de ninguna de las maneras desmerecer el trabajo realizado, ni mucho menos considerar un fracaso la propuesta investigadora. ¿Qué especialidad de la medicina tiene una historia científica de algo más de cincuenta años y ya es cuestionada?
Pues ni idea, pero si ahora las investigaciones científicas no se pueden cuestionar, acaba usted de cargarse el mecanismo de avance de la ciencia y volvemos todos a la Edad Media, a hilar con huso y rueca y a mirar al cielo por si viene un eclipse.
Son precisamente estos estudios los que nos permiten en la actualidad con criterio correcto y profesional, adaptar a nuestras gestantes protocolos asistenciales adecuados a sus factores de riesgo con la intención de disminuir al máximo posible la morbi-mortalidad fetal y también materna.
Adaptadísimos, hombre, ya lo sabe cualquier embarazada que vaya a su médico y se encuentre con que ni levanta la cabeza del papel, le da una dieta ante una curva que supera el máximo en dos puntos y la regaña por coger dos kilos en un mes... ¡Súper personalizados, vaya!
Siempre se defiende que el tipo de parto en el que se puede evitar al máximo el intervencionismo o incluso la participación del obstetra, es el parto sin factores de riesgo y que la presencia de la comadrona para su atención, es suficiente. Podemos considerar lógico e implícitamente aceptar esta decisión
(por Dior bendito, su sintaxis es horrible, señor. Hágaselo mirar), haciendo oídos sordos a la aportación de la propia FIGO, cuando dice que no hay embarazos y parto sin riesgo, ya que en sí mismo, el parto es un riesgo
(si eso es lo que dice la FIGO, me la paso por el higo. Para que vea usted que tengo alma poética), pero hemos de aceptar que existen numerosos estudios, correctamente realizados, como los de: Nesbbitt T, Aktar J y Knox AJ, que encuentran entre 10–20% de complicaciones en partos considerados de bajo riesgo.
En efecto, en los partos de bajo riesgo también se complican las cosas, sobre todo cuando el personal que los atiende tiene prisa por algo o propensión a inyectar cosas innecesarias o ganas de practicar esgrima con los genitales de la mujer de parto. Pero la culpa es nuestra, que estamos mal diseñadas y necesitamos que rescaten a nuestros hijos de esas trampas mortales que son nuestros úteros y vaginas.
No podemos tampoco olvidar que muchos de los factores de riesgo considerados en algún momento importantes, han perdido su fuerza, gracias a las medidas preventivas y correctoras que aplicadas en el momento oportuno han minimizado su impacto, pero para ello deben diagnosticarse estos factores, analizarlos y corregirlos a tiempo. Existen “protocolos” para la asistencia al embarazo y parto natural que aconsejan no realizar estudios clínicos, analíticos e incluso ecográficos a las gestantes
(nah, no se preocupe usted, eso del efecto nocebo es una gilipollez y el Odent ese -que también es obstetra, por cierto- se lo sacó de la manga fijo... Si a las mujeres nos chifla que nos saquen sangre, nos metan sondas y nos regañen en cada consulta...). Afortunadamente en la mayoría se considera que debe ser un obstetra quien estudie a la gestante y le proporcione la posibilidad de una asistencia al parto lo menos tecnificada posible y más participativa por parte de la propia mujer y su pareja, es decir adaptada a lo que consideraríamos pronóstico del parto.
Hombre, si me van a estudiar esperen a que me muera y done mi cuerpo a la ciencia... Ahora, si llama usted "estudiar" a apuntar mi peso y mi tensión arterial sin mirarme a la cara, pues vale, aceptamos "barco". Gracias por aclarar que es un obstetra el que nos estudia y no el vendedor de Círculo de Lectores, el carnicero o el amable cartero que deposita la correspondencia en nuestros buzones, nos quedamos más tranquilas. Lo de participar la mujer y su pareja ¿se refiere a empujar o podemos hacer algo más por el parto?
Podríamos sin duda incidir y comentar muchos de los factores y circunstancias que han causado esta corriente de opinión que como dice el “Protocol per a l’assistència natural al part normal” (Protocolo para la asistencia natural al parto normal), de la Generalitat de Catalunya (2007) pretende:, “la asistencia natural al parto normal como retorno a la naturalidad del parto, dando mayor protagonismo a los deseos de la mujer y su pareja, sin que se realicen intervencionismos innecesarios, haciéndola participar activamente en la toma de decisiones lo que aportará seguridad y bienestar a la madre y al recién nacido.
Por favor, al menos moléstese en cerrar las comillas. Me duelen ya los ojos de leerle y el cerebro de intentar entenderle.
Considero que en cuanto al objetivo global podríamos ponernos todos fácilmente de acuerdo, pero es fácil discrepar en cuanto a la finalidad, al entender por nuestra parte que la seguridad y bienestar de la madre y del recién nacido, debe ser siempre patrimonio del control y seguimiento de los acontecimientos que rodean al hecho del parto, y no del modo deseado por la parturienta.
¿Patrimonio? ¿Control? Pero ¿usted habla de una relación sana con la paciente o de un matrimonio de conveniencia con dote de dos mulas y un carromato de por medio? ¿Cree realmente que alguna mujer en su sano juicio desea cosas que vayan contra su seguridad y la de su hijo? Mire, me lo intento tomar con humor, pero es que o es usted giliflautas o se cree que las gilis somos nosotras...
El problema de estos mensajes y opiniones difundidas por ciertos medios de comunicación escritos, orales y visuales, conlleva una simiente de desconfianza hacia el bienhacer del médico y la matrona. Muchas mujeres que no se habían planteado este problema y confiaban en la profesionalidad del personal sanitario del centro donde debían ser atendidos, en la actualidad se lo cuestionan sin un criterio bien definido para realizar una elección adecuada.
Sí, seguro, oímos una chorrada en la tele y salimos corriendo a desconfiar de nuestro ginecólogo. Pero es por eso, por la caja tonta, no por haber leído documentación seria en los protocolos elaborados por organismos oficiales o por no entender por qué nos sigue doliendo una episiotomía pasados x meses... Por joder, vamos.
En los últimos meses he leído informaciones basadas en opiniones de mujeres que deberíamos considerar con un nivel cultural e intelectual elevado y por consiguiente con influencia mediática. La escritora Lucia Etxebarría escribía un artículo sobre la satisfacción que como mujer le había reportado vivir el parto de su hijo que fijaba de una duración de casi 36 h, desde el inicio de las primeras contracciones, rodeada de sus amigos escogidos para ello, en su propia casa y sin asistencia médica
(menos mal que Carmen me ha recordado que esta mujer parió en un hospital, con un doctor bastante intervencionista, justo el que "trajo al mundo" a mis primos por cierto; o sea, que no sea usted trolero, doctor, que se cuela...). Otra artista, ésta de los medios audiovisuales, Ana Álvarez-Errecalde, afirma que desde el inicio del embarazo, soñaba en hacerse una fotografía unida aún a su bebe por el cordón umbilical. Esta idea – dice la autora- surge como un intento de contrarrestar tantas maternidades “de película”, estas maternidades refuerzan la imagen de la mujer no como protagonista y héroe, sino como alguien enfermo, fuera de control, alguien que requiere asistencia. La Sra. Ana Álvarez-Errecalde afirma que desea mostrar una maternidad menos virginal, una maternidad vista desde el punto de vista desde el arquetipo de la mujer primal, la mujer-bestia que no tiene nada prohibido. Una maternidad no desde los ojos de Eva (el castigo divino de parirás con el dolor de tu cuerpo), sino vista a través de los ojos de Lucy (la primera humanoide)
(¡No! Lucy es una homínida; humanoide lo será usted. A ver si somos rigurosos). Con su reportaje fotográfico titulado “Intimidad intimidada”, esta autora concluye: “para parir me abro, me transformo, sangro, grito y sonrío. Sonrío porque el dolor me acerca a mi hija, sonrío porqué el dolor me demuestra lo fuerte que soy, sonrío porque soy protagonista, sonrío porque soy héroe”.
Digaustéquesí, mola mucho más decir "para parir me rajan, me espachurran, sangro, grito y lloro y luego me cosen y yo agradezco al médico su fantástica atención con un jamón ibérico y un vinito bueno". Supongo que el buen doctor se refiere a estas osadas imágenes de Ana recién parida, sin lavar a la nena ni ponerle un arrullo ni nada, ¡hombre!, pero ¡qué marranada! Es que esto no se puede consentir, ni siquiera la ha peinado con colonia...
Por mi parte no deseo hacer ningún comentario
(pues cállese, se lo agradeceremos), pero sí me queda una pregunta que mi modesta inteligencia, no acierta a responder: ¿Alguien se preocupa por el bienestar fetal? ¿Realmente ésto
(la ortografía, hombre, por favor) es lo mejor que desea una madre para su hijo?
Yo se la respondo: Sí, se preocupan ustedes. Y menos mal, porque nosotras somos un hatajo de irresponsables naturistas a las que gusta parir colgadas de los árboles, haciendo el pino o buceando y siempre, siempre, sin tener en cuenta a nuestro bebé, aunque sabemos que lo mejor para él es que le pinchen el monitor en la cabecita, le atiborren a hormonas sintéticas y le hagan una exploración exhaustiva incluyendo dedo-en-el-ojete según nace... Pero nos da igual, porque lo único que nos importa es parir a gusto, sufriendo un montón y desgarrándonos hasta los lóbulos de las orejas, porque somos masoquistas...
Como Presidente de la SEGO, agradezco y felicito a la SEMEPE (Sociedad Española de Medicina Perinatal), por la publicación del documento titulado “Guía de Práctica Clínica sobre la Atención al Parto Normal”, resultado de un estudio minucioso, en que han participado numerosas personas, ligadas a todos los colectivos que tienen algo que decir sobre el parto que entiendo recoge a la perfección el sentir unánime de nuestros profesionales, ante esta corriente de opinión y que considero debemos aplicar, sin entrar en discusiones estériles con aquellas personas que piensen de otra forma.
¡Pues claro que sí! ¡No discutamos con los que piensan de otra forma si no les vamos a convencer! ¡Abajo el debate, a la mierda la democracia y el derecho a expresarse! Que ya sabemos que somos una peligrosa horda de histéricas a las que no se puede convencer de nada y que algunas llegamos a tener la osadía de poner por escrito nuestros descabellados y temerarios deseos, ¡tómennos por el pito del sereno, por favor! Ignórennos, total, solo somos el contenedor del bebé...
Y ya no sigo porque alucino con este señor. Pena me da que él no pueda quedarse embarazado y vivir en sus propias carnes todo lo que predica. Porque deseárselo a su mujer o a sus hijas es una cabronada, qué culpa tendrán ellas.
Así que ya sabéis, tenemos ginesaurio nuevo en la oficina, se llama rajachichis y es divino, como decía el anuncio.
Ahora voy a hacerme una infusión para restaurar mi tensión a límites saludables,
Lady Vaga,
la diva que divaga.