Queridas y queridos, la de hoy ha sido una mañana muy, muy completita, lo que viene siendo un "no parar", para entendernos. Os detallaré las apretadísimas citas de mi agenda del día para que entendáis por qué hoy me viene tan divinamente el reposo (O. G. debe de estar también baldado, porque se ha tirado al suelo cual soldado en la trinchera y se mueve al ralentí).
En primer lugar, teníamos cita con nuestra comadrona de parto en casa, una mujer cuya energía y sabiduría me dan tan buen rollo que creo que con ella sería capaz de parir hasta en mitad del desierto del Gobi (un día le dedicaré una entrada, os lo prometo, y me tendréis envidia, aseguro). La cita era a las diez y nosotros, para no variar, hemos salido de casa a menos cuarto, como solemos hacer los VIP. Lo primero era dejar a O. G. con mi cuñada, para que descansase y jugase a gusto, así que, viendo que llegábamos tarde-tardísimo, llamo a mi comadrona para avisarla del retraso.
Ella me coge el teléfono, extrañada, y me asegura que nuestra cita era a las once, que la pillo desayunando tranquilamente... Bueno, pues no pasa nada: dejamos a O. G. y hacemos escala en el trabajo, aprovecho para hacer unos cuantos pedidos del día anterior (sí, ya sé que estoy de baja, pero alguien tiene que levantar la economía de este país y Naiara sola no puede, darlings) y volvemos a salir en dirección al centro con, esta vez sí, británica puntualidad.
Un detalle: si necesitáis usar muletas, vigilad bien en qué aparcamiento dejáis el coche. Nosotros hemos salido por el acceso para minusválidos y nos hemos quedado a cuadros cuando hemos visto que la salida era una escalera, más planita, pero escalera al fin y al cabo, junto con una plataforma de esas salva-niveles... Que digo yo, si vas en silla de ruedas tú solo y la plataforma está en el otro extremo de la escalera, ¿qué haces, das voces al cajero a ver si sale a mandarte la plataforma? Total, que al final he subido con mis monísimas muletas rojas y apoyando el piececillo pocho como buenamente he podido hasta la superficie, en plan criatura del inframundo que lleva eones sin ver el sol, pero en versión chica monísima con vestido blanco (cómo no) y chanclas rojas a juego con las muletas y el vendaje (sí, queridos admiradores, Lady Vaga ha salido de casa en chanclas... ¡Horreur! Pero, antes de que os queméis a lo bonzo o intentéis ahogaros en el bidé, os diré que eran unas chanclas súper-cuquis con unos lacitos rojos la mar de coquetos. Vamos, que hasta al fisioterapeuta le han gustado, creo yo).
A continuación había que rodear la plaza Mayor, llena como siempre de turistas que no miran hacia el frente, sino hacia los escaparates de los bares. Las muletas imprimen una mala hostia muy housiana y yo la he vivido con ardor, pues, harta de no conseguir pasar entre los rojizos individuos que me rodeaban moviéndose a la velocidad de un Homo Cutrensis congelado, he tenido que increparles para que abriesen paso. Lord Muchomacho se ha carcajeado bien a gusto y ha elogiado la prudencia de los turistas, pues ya estaba temiendo que el siguiente peldaño en la escalada de violencia ladyvaguense sería clavarles el extremo de la muleta en las costillas para lograr algo de espacio.
Subir a casa de mi comadrona ya no ha resultado, por tanto, ningún reto, a pesar de estar la escalera en obras y revuelta como el vestidor de una pija la tarde de un sábado antes de la sesión light. Con ella, como siempre, todo correcto: U-6 ha decidido colocar la espalda al otro lado, lo cual me parece igual de bien que cuando la tenía a la izquierda, he aprendido a palpar su cabecita (¡alucinante!) y hemos quedado para la visita domiciliaria, que en un futuro os relataré con mis habituales gracejo y desparpajo.
De ahí, directos al fisioterapeuta (¡gracias, Ruth!), que me ha sobado el tobillo a manos llenas haciéndome poner caras raras y gritar cosas más raras aún, pero no por la mala leche que imprime el llevar muletas, sino porque me ha dolido un güevo, lo juro. Yo creo que te dan tal paliza que cuando sales ya ni sientes ni padeces y piensas "jo, pues me ha dejado nueva, oye, no me duele nada el tobillo". Claro, porque tu cerebro ha desconectado esa zona so pena de hacer que te retuerzas en plena calle cual pescadilla fuera del agua.
Diagnóstico: esguince leve, un par de semanitas de no hacer el cabra. Órdenes: apoyar el pie con toda la normalidad posible y usar una muleta si me siento más segura (dado que mi centro de gravedad debe de estar actualmente por delante de la mismísima punta de mis pies); no mojar el vendaje y volver el miércoles. Flipes: que la médica de cabecera me haya prescrito ibuprofeno para la inflamación estando embarazada; el fisioterapeuta se ha puesto de varios colores antes de comentar, muy diplomáticamente, que qué fuerte.
Así que he salido de allí bailando el charleston con una sola muleta mientras Lord Muchomacho esgrimía la otra en marcial actitud para defenderme de cualquier malhechor que osase acechar a una embarazada cojitranca por la city y hemos decidido celebrar que aún nos sobraba un ratito para acercarnos al Faborit a tomarnos un algo juntitos y solos just the two of us, como dice la canción, por primera vez desde que O. G. asomó la cabeza a este mundo. Granizado de naranja para la dama, que se lo merece, y té japonés helado para el caballero, que para eso nació samurai en el sitio equivocado. Momentos de amor, amor, amor, como el Junco y Lola Flores, y de vuelta al aparcamiento para recoger el coche, a O. G. y el burofax de Hotel Stanley.
¿Cómo? ¿Que qué burofax? ¡Ay, queridas y queridos, es que ayer no os lo conté, con tantas cosas como me bullían en el cerebrito! Pues ayer llamaron a la puerta y yo, lógicamente, pasé de levantarme a abrir, así que me dejaron el aviso para recoger un burofax procedente de tan elegante institución y a eso hemos ido después de terminar nuestras gestiones en el centro. Yo me temía que fuesen a escribirme para alguna memez que me restase zen, pero no, qué va: me han mandado la documentación que aún le faltaba a mi historia clínica (gracias a que Lord Muchomacho se puso cabezón, le dijo a la de Atención al Paciente que menos guasa, tía Blasa, y me convenció para cascarles una reclamación como es debido -la enésima, creo), ordenada y explicadita. Eso sí, para el tachón aún no me han dado explicación alguna, pero bueno, tiempo al tiempo, tampoco hay que sobrecargarles.
De ahí, al centro de salud, para explicarle a la enfermera lo del fisioterapeuta y anular la cita con la médica de cabecera. Y, por fin, a comer a casa tranquilamente, que son muchas emociones para una sola Lady en tan poquitas horas.
Ahora, queridas y queridos, procedo a languidecer en mi sofá cual diva de los años cuarenta, que para eso me han dado la baja.
Besos sedentes,
Lady Vaga.
viernes, 12 de agosto de 2011
jueves, 11 de agosto de 2011
Lady Vaga 2.0: más Vaga todavía...
Tal que así voy yo, cangureando a U-6 y quejándome a la menor, pero en plan divina, of course. |
- Nene, haz el favor, tráete el portátil y un libro, que me aburro...
Lord Muchomacho aparece con los artículos solicitados y la sonrisa guasona en la cara:
- Qué, ¿preparando la segunda temporada de Lady Vaga?
Y yo me acuerdo de Daft Punk y eso tan bonito de "Harder, better, faster, stronger", que en mi caso podríamos sustituir por "weaker, monguer"...
miércoles, 10 de agosto de 2011
Lady Vaga gana el premio Preñi-Pupas 2011
Queridas y queridos, por unanimidad, aclamación popular, votos por SMS y consenso universal del jurado, vuestra adorada Lady Vaga ha sido galardonada con el prestigioso award Preñi-Pupas 2011, en la categoría "Embarazada con mayor cenizo del año". Ahí es nada. Estoy encantada de la vida revisando mentalmente mi vestidor para escoger modelito y deseando asistir a la ceremonia de entrega, donde seré agasajada con un trofeo conmemorativo enorme y de muy mal gusto con muchos "doraos", dotación en metálico (escueta, es cierto, estamos en crisis), ramo de flores y banda tipo Miss talla especial para rodear mi prominente barriga de súper preñada.
¿Preguntáis por mis méritos? Bueno, creo que no habréis olvidado el principal, aquel gracias al cual decidí abrir este espacio de ocio y despotrique ginesáurico y divino al que sois adictos: presunta fisura de la bolsa de líquido amniótico en la semana 14 de embarazo, para sorpresa, regocijo y estudio incesante del personal de Hotel Espe, que no se cansaba de recordarme que mi caso era muy raro al no mediar amniocentesis en el incidente. Quince días de ingreso, alta voluntaria y otros dos meses y medio de baja con indicación de reposo modelo "no-te-levantes-más-que-para-mear-bonita".
Pero, por si esto fuera poco, y alguna otra preñada con peor fario me anduviese a la zaga, mi excelsa persona, ansiosa de admiración y reconocimiento por parte del respetable (esos sois vosotros, queridos), decidió pisar con el taconazo a modo de destornillador eléctrico los juanetes de la competencia subiendo un par de puntos más el nivel de la competición.
Aquí va: hoy me he caído en plena calle de camino a la ecografía del tercer trimestre. Como lo leéis. Una alcantarilla desnivelada respecto a la acera y supongo que un exceso de relaxina en sangre me han llevado (después de dos amagos en el trabajo a cual más aparatoso, pues el segundo ha cursado con carrera trastabillante de cinco pasos gabinete a través hasta el cristal del taller, en el cual han quedado estampadas mis cinco huellitas dactilares y la marca de mi macropanza para pánico de Lord Muchomacho, que a punto ha estado de echar cuerpo a tierra pensando que se le venía encima un obús de la Segunda Guerra Mundial sin previo aviso) a tocar tierra al más puro estilo "Twister" pero sin ruleta de colores.
He parado la caída con la muñeca y pie derechos y la rodilla izquierda, así que he conseguido que U-6 no aterrizase de morros en el suelo, lo cual era mi primera preocupación. La segunda era intentar no enseñar el underwear a todos los transeúntes, pues mi gusto por los vestidos ibicencos blancos -en mis dos embarazos me ha dado por vestir de blanco, será para dar idea de pureza, ya que de virginidad, nones- ha alcanzado grado de obsesión y hoy lucía yo uno bastante corto, hecho que me obliga a usar ropa interior de color carne, cortada a láser y de tiro muy bajo para que no moleste en la tripa.
Del golpe me he quedado con mal cuerpo, ganas de vomitar y susto. O. G. se ha asustado también y solo sabía decir "mamá cayó, mamá cayó", cual Íñigo en Directísimo pero con la melena en la cabeza, en vez de en el bigote.
La ecografista, después de alucinar al verme entrar en consulta cojeando, con una rodilla sangrante y sujeta por mi cuñada (pobre, se pasa de buena, ha aseverado que en ningún momento se me vio la ropa interior, cuando yo estoy segura de que mañana mi underwear será trend topic en Twitter y vídeo del día en Youtube desde varios ángulos), se ha asegurado de que U-6 está perfectamente, le ha estimado un peso de 2.500g y le ha mirado las pelotillas por si había cambiado de sexo en estos dos meses (cosa que no entiendo, de verdad os digo, porque yo ni pregunto por los genitales de mis vástagos hasta que se los veo).
De vuelta a casa, hemos parado a comprar hielo para mi tobillo, que estaba adquiriendo el tamaño y la consistencia de un melocotón pocho, y hemos pasado por el centro de salud a ver a mi médica de cabecera, que se ha alegrado porque hacía tiempo que no nos veíamos y ha procedido a palparme y torcerme el pie en varios ángulos para ver si era un esguince. Lo es, por lo visto. Así que aquí estoy, okupando de nuevo mi Chester blanco como la diva que soy, languideciendo in style con un vendaje monísimo hasta la rodilla que pretende mantenerme relativamente inmovilizada (algo a lo que ya estoy acostumbrada, no hace falta ni vendarme con la práctica que he cogido desde marzo) y de baja, imagino ya que hasta el final del embarazo. Al menos, el vendaje calcetinesco que llevo es de color blanco, así que no desentona con mi vestidito. Que una estará lesionada, pero no hay que perder el sentido de la estética ni en tan adversas circunstancias.
¿Problema principal? Las muletas. No me apaño nada, queridas y queridos. Quizá os cueste creerlo, pero mi coordinación es nula, así que no solo soy una pésima bailarina (que también; no se puede tener todo en esta vida, principalmente porque no hay donde guardarlo), sino que soy absolutamente incapaz de andar a la pata coja bamboleando mi gran barriga sin que el centro de gravedad se me traslade a la oreja izquierda, más o menos. Así que me toca apoyarme en Lord Muchomacho o en el contorno del sofá o simplemente arrastrarme cual zombie agonizante si quiero satisfacer mis necesidades fisiológicas o las del pequeño O. G., que no deja de decir "pupa, mamá" señalando mi rodilla o "tito letín" para que me quite el vendaje...
El viernes tengo que volver al centro de salud para que me cambien el vendaje, pero antes de eso, a las diez, tengo cita con mi comadrona de parto en casa y me pregunto si me mandará a hacer gargarismos cuando vea que Murphy y yo somos íntimos y compañeros de promoción del instituto. Si, después de todo lo pasado, tengo que volver a parir en un hospital por culpa de un esguince, yo creo que me amputo la pierna a la altura de la ingle y encima me lo ahorro en depilación y zapatos (podría comprar el doble, ya que solo me tendría que llevar el izquierdo, y sin aumentar el volumen de armarios zapateros de la casa; mejor dejo de pensarlo, porque me está empezando a seducir la idea).
En fin, queridas y queridos, os dejo por ahora, que voy a ver si encuentro la postura en el sofá (again) y preparo mi discurso para cuando me entreguen el trofeo.
Besos casi casi oscarizados,
Lady Vaga.
¿Preguntáis por mis méritos? Bueno, creo que no habréis olvidado el principal, aquel gracias al cual decidí abrir este espacio de ocio y despotrique ginesáurico y divino al que sois adictos: presunta fisura de la bolsa de líquido amniótico en la semana 14 de embarazo, para sorpresa, regocijo y estudio incesante del personal de Hotel Espe, que no se cansaba de recordarme que mi caso era muy raro al no mediar amniocentesis en el incidente. Quince días de ingreso, alta voluntaria y otros dos meses y medio de baja con indicación de reposo modelo "no-te-levantes-más-que-para-mear-bonita".
Pero, por si esto fuera poco, y alguna otra preñada con peor fario me anduviese a la zaga, mi excelsa persona, ansiosa de admiración y reconocimiento por parte del respetable (esos sois vosotros, queridos), decidió pisar con el taconazo a modo de destornillador eléctrico los juanetes de la competencia subiendo un par de puntos más el nivel de la competición.
Algo así ha sido lo mío, pero con peor luminotecnia y sin tanto maquillaje. Bueno, eso y que B. no está preñada, a menos que lleve al niño en el trasero... |
Aquí va: hoy me he caído en plena calle de camino a la ecografía del tercer trimestre. Como lo leéis. Una alcantarilla desnivelada respecto a la acera y supongo que un exceso de relaxina en sangre me han llevado (después de dos amagos en el trabajo a cual más aparatoso, pues el segundo ha cursado con carrera trastabillante de cinco pasos gabinete a través hasta el cristal del taller, en el cual han quedado estampadas mis cinco huellitas dactilares y la marca de mi macropanza para pánico de Lord Muchomacho, que a punto ha estado de echar cuerpo a tierra pensando que se le venía encima un obús de la Segunda Guerra Mundial sin previo aviso) a tocar tierra al más puro estilo "Twister" pero sin ruleta de colores.
He parado la caída con la muñeca y pie derechos y la rodilla izquierda, así que he conseguido que U-6 no aterrizase de morros en el suelo, lo cual era mi primera preocupación. La segunda era intentar no enseñar el underwear a todos los transeúntes, pues mi gusto por los vestidos ibicencos blancos -en mis dos embarazos me ha dado por vestir de blanco, será para dar idea de pureza, ya que de virginidad, nones- ha alcanzado grado de obsesión y hoy lucía yo uno bastante corto, hecho que me obliga a usar ropa interior de color carne, cortada a láser y de tiro muy bajo para que no moleste en la tripa.
A ésta le pasó por bajar bailando, lo mío ha sido culpa de Gallardón, que pone las alcantarillas fatal y casi me manda de nuevo al Hotel Espe, el jodío. |
La ecografista, después de alucinar al verme entrar en consulta cojeando, con una rodilla sangrante y sujeta por mi cuñada (pobre, se pasa de buena, ha aseverado que en ningún momento se me vio la ropa interior, cuando yo estoy segura de que mañana mi underwear será trend topic en Twitter y vídeo del día en Youtube desde varios ángulos), se ha asegurado de que U-6 está perfectamente, le ha estimado un peso de 2.500g y le ha mirado las pelotillas por si había cambiado de sexo en estos dos meses (cosa que no entiendo, de verdad os digo, porque yo ni pregunto por los genitales de mis vástagos hasta que se los veo).
De vuelta a casa, hemos parado a comprar hielo para mi tobillo, que estaba adquiriendo el tamaño y la consistencia de un melocotón pocho, y hemos pasado por el centro de salud a ver a mi médica de cabecera, que se ha alegrado porque hacía tiempo que no nos veíamos y ha procedido a palparme y torcerme el pie en varios ángulos para ver si era un esguince. Lo es, por lo visto. Así que aquí estoy, okupando de nuevo mi Chester blanco como la diva que soy, languideciendo in style con un vendaje monísimo hasta la rodilla que pretende mantenerme relativamente inmovilizada (algo a lo que ya estoy acostumbrada, no hace falta ni vendarme con la práctica que he cogido desde marzo) y de baja, imagino ya que hasta el final del embarazo. Al menos, el vendaje calcetinesco que llevo es de color blanco, así que no desentona con mi vestidito. Que una estará lesionada, pero no hay que perder el sentido de la estética ni en tan adversas circunstancias.
¿Problema principal? Las muletas. No me apaño nada, queridas y queridos. Quizá os cueste creerlo, pero mi coordinación es nula, así que no solo soy una pésima bailarina (que también; no se puede tener todo en esta vida, principalmente porque no hay donde guardarlo), sino que soy absolutamente incapaz de andar a la pata coja bamboleando mi gran barriga sin que el centro de gravedad se me traslade a la oreja izquierda, más o menos. Así que me toca apoyarme en Lord Muchomacho o en el contorno del sofá o simplemente arrastrarme cual zombie agonizante si quiero satisfacer mis necesidades fisiológicas o las del pequeño O. G., que no deja de decir "pupa, mamá" señalando mi rodilla o "tito letín" para que me quite el vendaje...
El viernes tengo que volver al centro de salud para que me cambien el vendaje, pero antes de eso, a las diez, tengo cita con mi comadrona de parto en casa y me pregunto si me mandará a hacer gargarismos cuando vea que Murphy y yo somos íntimos y compañeros de promoción del instituto. Si, después de todo lo pasado, tengo que volver a parir en un hospital por culpa de un esguince, yo creo que me amputo la pierna a la altura de la ingle y encima me lo ahorro en depilación y zapatos (podría comprar el doble, ya que solo me tendría que llevar el izquierdo, y sin aumentar el volumen de armarios zapateros de la casa; mejor dejo de pensarlo, porque me está empezando a seducir la idea).
En fin, queridas y queridos, os dejo por ahora, que voy a ver si encuentro la postura en el sofá (again) y preparo mi discurso para cuando me entreguen el trofeo.
Besos casi casi oscarizados,
Lady Vaga.
martes, 9 de agosto de 2011
Lady Vaga, el Jefe de Servicio es tu padre
(Léase el título de esta entrada con profunda voz constantinorromeresca y aire friki, please.)
-Lady Vaga, yo soy tu padre- o eso me quiere hacer creer, porque ahora resulta que me llama a su despacho para verme, como cuando era pequeña y mi padre me regañaba por alguna trastada. Pues claras las lleva, queridas y queridos, porque mi padre y yo tenemos como tres décadas de experiencia en darnos réplicas pimpinelescas sin rubor alguno. Bueno, eso y que por nuestra diferencia de edad, este señor sería más bien mi abuelo, en todo caso; no en vano yo soy aún jovenzuela y él un señor provecto que peina canas y solo canas, por mucho que intente ponerse gafas modernillas para restarse algún mes (que este no se quita años ni con Grecian 2000 por vía intravenosa, queridos míos).
Así, de repente, se me ocurre que el buen señor me llama -secretaria mediante, a las ocho y cuarto de la mañana, hora alevosa y malévolamente planeada, pues es aquella en que una diva está terminando su octava hora de sueño para tener el cutis radiante durante su extenuante jornada laboral- a raíz del envío conjunto de Consentimiento Informado (o plan de parto, como prefiráis) que le hicimos Lady Rabbit y yo.
Me imagino que, como estamos en agosto, este señor se aburre horrores y, al ver mi simpática carta (ironizo, claro, el tono era más seco que un bocadillo de mojama con el pan duro), ha pensado: "¡Hombre! ¡Mi caso raro de la temporada primavera-verano 2011! ¡Pero si la tía sigue embarazada! Será pedorra, que no quiso venir a verme cuando la llamé en julio... Voy a decirle a Puri que la llame ahora mismo y que venga ipso facto a poner el culo en pompa ante mis libidinosos ojos miopes."
Total, que esta mañana me despierta Lord Muchomacho (lo cual agradecí, porque en ese mismo instante estaba soñando que me hacían otra cesárea y que para ello tenían que decapitarme, cágate lorito lo que hace la falta de sueño) para decirme que me llaman del Hotel Espe. Él, guardián espléndido, ya tenía calentita a la secretaria, a base de repetirle cual disco rayado que ya les valía llamar para el plan de parto y no llamar para darme mi historia clínica, que de qué iban y que qué falta de seriedad era esa. La pobre Puri se defendía argumentando que ella de eso no sabía nada y que llevaba toda la semana intentando localizarnos. Pues claro, bonita, porque nosotros trabajamos mañana y tarde, pero tú no nos lo agradezcas, alguien tiene que levantar la economía de este país mientras tu jefe se dedica a levantar capas de piel y tejido en busca del premio gordo, llámese bebé.
Por hablar en corto, os diré que, of course, me he negado a ir a ninguna cita con ese señor. Ahora es cuando, ojipláticos perdidos, me preguntáis "¿por qué, oh, Lady? Esperábamos que le dieses con el tacón en la cabeza o que le metieses las uñas en un ojo al más puro estilo kung fu, no mereces nuestra admiración anymore". Pues yo os lo cuento, queridas y queridos, antes de que me lancéis un anatema:
No sé, queridas y queridos, qué opináis vosotros, pero yo estoy ahora en fase trascendental y no creo que vuelva a guerrear hasta pasado el parto. Necesito mantenerme relajada y mi tranquilidad, ahora mismo, vale más que el desahogo de este señor, que bien puede irse de rave a Alcorcón a ponerse fino de pastis y dejar a las embarazadas tranquilas.
Me despido, que tengo que practicar el escaqueo (en cuanto acabe el cerro de pedidos pendientes) y reclinarme en la ortopédica silla que me toca,
Lady Vaga, sin agobio en lontananza.
-Lady Vaga, yo soy tu padre- o eso me quiere hacer creer, porque ahora resulta que me llama a su despacho para verme, como cuando era pequeña y mi padre me regañaba por alguna trastada. Pues claras las lleva, queridas y queridos, porque mi padre y yo tenemos como tres décadas de experiencia en darnos réplicas pimpinelescas sin rubor alguno. Bueno, eso y que por nuestra diferencia de edad, este señor sería más bien mi abuelo, en todo caso; no en vano yo soy aún jovenzuela y él un señor provecto que peina canas y solo canas, por mucho que intente ponerse gafas modernillas para restarse algún mes (que este no se quita años ni con Grecian 2000 por vía intravenosa, queridos míos).
Así, de repente, se me ocurre que el buen señor me llama -secretaria mediante, a las ocho y cuarto de la mañana, hora alevosa y malévolamente planeada, pues es aquella en que una diva está terminando su octava hora de sueño para tener el cutis radiante durante su extenuante jornada laboral- a raíz del envío conjunto de Consentimiento Informado (o plan de parto, como prefiráis) que le hicimos Lady Rabbit y yo.
Me imagino que, como estamos en agosto, este señor se aburre horrores y, al ver mi simpática carta (ironizo, claro, el tono era más seco que un bocadillo de mojama con el pan duro), ha pensado: "¡Hombre! ¡Mi caso raro de la temporada primavera-verano 2011! ¡Pero si la tía sigue embarazada! Será pedorra, que no quiso venir a verme cuando la llamé en julio... Voy a decirle a Puri que la llame ahora mismo y que venga ipso facto a poner el culo en pompa ante mis libidinosos ojos miopes."
Total, que esta mañana me despierta Lord Muchomacho (lo cual agradecí, porque en ese mismo instante estaba soñando que me hacían otra cesárea y que para ello tenían que decapitarme, cágate lorito lo que hace la falta de sueño) para decirme que me llaman del Hotel Espe. Él, guardián espléndido, ya tenía calentita a la secretaria, a base de repetirle cual disco rayado que ya les valía llamar para el plan de parto y no llamar para darme mi historia clínica, que de qué iban y que qué falta de seriedad era esa. La pobre Puri se defendía argumentando que ella de eso no sabía nada y que llevaba toda la semana intentando localizarnos. Pues claro, bonita, porque nosotros trabajamos mañana y tarde, pero tú no nos lo agradezcas, alguien tiene que levantar la economía de este país mientras tu jefe se dedica a levantar capas de piel y tejido en busca del premio gordo, llámese bebé.
Por hablar en corto, os diré que, of course, me he negado a ir a ninguna cita con ese señor. Ahora es cuando, ojipláticos perdidos, me preguntáis "¿por qué, oh, Lady? Esperábamos que le dieses con el tacón en la cabeza o que le metieses las uñas en un ojo al más puro estilo kung fu, no mereces nuestra admiración anymore". Pues yo os lo cuento, queridas y queridos, antes de que me lancéis un anatema:
- No voy porque mi consentimiento informado no es tema de discusión y punto. He explicado a la señorita Puri que es un documento que expresa mis voluntades, conforme a ley y a las recomendaciones de OMS y SEGO y que yo no tengo nada que discutir a ese respecto. Es que no entiendo qué tiene que hablar de mi consentimiento, si yo no estoy pidiendo permiso para nada, al revés: se lo estoy dando a ellos (o no) para lo que considero oportuno.
- No voy porque me parece que, si yo me tomo la molestia de mandar un documento certificado, lo menos que puede hacer el jefe de servicio o quien esté por allí en agosto es utilizar el mismo vehículo de comunicación. Pero, claro, para ellos es más fácil amedrentarnos en el despacho, sin incómodos testigos (ya lo intentó una vez durante mi ingreso y Lord Muchomacho salió de la habitación simplemente porque O. G. se puso histérico al ver su bata blanca franquear la puerta, no por otra cosa).
- No voy porque ahora mismo estoy zen y no quiero que nadie me saque de mi estado. Paso de discutir y que me suba la tensión, el cuerpo no me pide bronca ahora mismo. Señor jefe de servicio, time up. Haber llamado antes. A una embarazada de 35 semanas no hay que estresarla y mucho menos con cosas en las que usted no lleva razón y ella sí, por la sencilla razón de que mi cuerpo, hasta el momento en que diñe y sea donado a la ciencia, me pertenece a mí con todos sus anexos y si yo no quiero no me putean.
- No voy porque de lo que yo quiero hablar es de por qué no me dan mi historia clínica y de eso no dicen ni "mu".
- No voy porque me encanta que esté preguntándose si su "caso raro" sigue preñada o solo le ha mandado el documento para forzar de alguna manera la entrega de la historia clínica.
- No voy porque la hora a la que quiere recibirme es para mí una hora de trabajo y precisamente en agosto, con toda la plantilla turnándose para irse de vacaciones, no puedo ausentarme ni para desayunar.
- No voy porque mi madre, que es muy del refranero español, siempre me recuerda que "el mejor desprecio es no hacer aprecio". Hablando en plata, que lo que más le va a joder a este señor es no poder echar bronca alguna y quedarse con las ganas.
- No voy porque me conozco y sé que montaré un pollo que va a parecer todo el Pazo de Vilane y luego me tiraré dos semanas comiéndome el coco y pensando "jo, Lady, cómo te pasas, es un señor mayor".
- No voy porque solo pienso aparecer por el hospital en caso de necesitar una cesárea, con lo cual no tiene sentido tirarme media hora debatiendo en un despacho si me niego a poner la vía por tocarles las pelotas o porque mi religión me impide meterme cánulas por el cuerpo.
- No voy porque tengo una cesárea previa y ya sé cómo se las gasta con las pobres rajaditas de este mundo: que si soy una irresponsable por buscar un parto vaginal, que me harán lo que me tengan que hacer "por mi bien y el de mi hijo", que me va a explotar el útero y eso se quita luego fatal de las paredes de la habitación... Vamos, que paso de que me intenten meter miedo a estas alturas del partido.
No sé, queridas y queridos, qué opináis vosotros, pero yo estoy ahora en fase trascendental y no creo que vuelva a guerrear hasta pasado el parto. Necesito mantenerme relajada y mi tranquilidad, ahora mismo, vale más que el desahogo de este señor, que bien puede irse de rave a Alcorcón a ponerse fino de pastis y dejar a las embarazadas tranquilas.
Me despido, que tengo que practicar el escaqueo (en cuanto acabe el cerro de pedidos pendientes) y reclinarme en la ortopédica silla que me toca,
Lady Vaga, sin agobio en lontananza.
jueves, 4 de agosto de 2011
Disfrutando de la recta final
Queridas y queridos, como supersticiosa peculiar que soy, hay cosas que no me gusta decir porque pienso que, si lo hago, saldrán al revés de como espero, pero ya no puedo aguantarme más, necesito compartirme y creo que el blog merece una entrada un poco más amable que mis últimas parrafadas anti-ginesáuricas (aunque mi proveedora oficial de cotilleos del Hotel Stanley, infiltrada especial, no deja de nutrirme de nuevas ideas y maldades con las que tocarles las gónadas periódicamente; gracias, Lady Rabbit, ingeniosa conejita).
Os parecerá una chorrada que hoy os diga esto, pero es el día en que Minimacho y yo cumplimos 34 semanas a despecho de la doctora Fistra, el doctor Tirrio y su puta madre (con perdón, pero me quedo tan a gusto...). Hace algo menos de cinco meses que entré en el Hotel Espe, donde nadie daba un duro por nosotros, especialmente por el pequeño Minimacho (entonces un simpático judión de sexo desconocido, aunque yo sospechaba, siempre equivocada, que se trataba de una nena que heredaría mi colección de zapatos y complementos y que me llevaría de shopping cuando yo alcanzase la provecta edad de Ana Obregón y quizá su mal gusto para combinar la ropa), que está demostrando ser todo un jabato y un fighter ya desde antes de asomar la cabecita al mundo. Ya sabéis que estuvimos allí dos semanas bastante duras, que se hicieron más llevaderas gracias a las visitas de nuestros amigos (os debo a todos una merienda en cuanto nazca el bebé) y al apoyo de la psiquiatra del hospital (a quien nunca agradeceré suficientemente que me ayudase a mantener la esperanza).
Lo importante de todo esto es que no tengo ninguna prisa por parir; la gente me pregunta a diario que cuánto me falta, que si me siento pesada, que si no tengo ganas ya con este calor... Y sí, por un lado tengo ganas, claro que tengo ganas (por el lado de abajo, entiéndase); pero, por otro, estoy tan a gusto con mi pancita rellena de Minimacho, notando sus patadas, sintiéndole bien y cómodo ahí dentro, que podría firmar para seguir embarazada hasta Año Nuevo.
Estamos conectados Minimacho y yo. Llevo varios días notando su cabeza bien apretada contra mi vejiga y recuerdo esa misma sensación cuando estaba embarazada de O. G., es como si una pelota de tenis luchase por atornillarse en mi pelvis y ¿sabéis qué? Igual soy masoca, pero me gusta. Esta vez lo haremos mejor, lo haremos bien. Esta vez no habrá metales, ni batas blancas, ni miedo, ni sufrimiento. No tengo miedo al dolor, no tengo miedo al paso de las horas, no tengo miedo de mí misma. Confío plenamente en mi cuerpo, en su sabiduría ancestral, en la misma perfección que me ha llevado a menstruar cada veintisiete días exactos desde mi primera regla y a gestar dos bebés maravillosos sin más molestia que el pertinaz ardor de estómago. Eso era lo que me faltaba la primera vez: me necesitaba a mí misma y no estuve allí para ayudarme.
Minimacho nacerá cuando él quiera, como él quiera, rodeado del amor de su familia y del respeto de las profesionales que nos acompañarán. Y su hermano mayor, mi guía, estará con él para darle la bienvenida al mundo.
O. G. le llama U-6.
Os parecerá una chorrada que hoy os diga esto, pero es el día en que Minimacho y yo cumplimos 34 semanas a despecho de la doctora Fistra, el doctor Tirrio y su puta madre (con perdón, pero me quedo tan a gusto...). Hace algo menos de cinco meses que entré en el Hotel Espe, donde nadie daba un duro por nosotros, especialmente por el pequeño Minimacho (entonces un simpático judión de sexo desconocido, aunque yo sospechaba, siempre equivocada, que se trataba de una nena que heredaría mi colección de zapatos y complementos y que me llevaría de shopping cuando yo alcanzase la provecta edad de Ana Obregón y quizá su mal gusto para combinar la ropa), que está demostrando ser todo un jabato y un fighter ya desde antes de asomar la cabecita al mundo. Ya sabéis que estuvimos allí dos semanas bastante duras, que se hicieron más llevaderas gracias a las visitas de nuestros amigos (os debo a todos una merienda en cuanto nazca el bebé) y al apoyo de la psiquiatra del hospital (a quien nunca agradeceré suficientemente que me ayudase a mantener la esperanza).
Lo importante de todo esto es que no tengo ninguna prisa por parir; la gente me pregunta a diario que cuánto me falta, que si me siento pesada, que si no tengo ganas ya con este calor... Y sí, por un lado tengo ganas, claro que tengo ganas (por el lado de abajo, entiéndase); pero, por otro, estoy tan a gusto con mi pancita rellena de Minimacho, notando sus patadas, sintiéndole bien y cómodo ahí dentro, que podría firmar para seguir embarazada hasta Año Nuevo.
Estamos conectados Minimacho y yo. Llevo varios días notando su cabeza bien apretada contra mi vejiga y recuerdo esa misma sensación cuando estaba embarazada de O. G., es como si una pelota de tenis luchase por atornillarse en mi pelvis y ¿sabéis qué? Igual soy masoca, pero me gusta. Esta vez lo haremos mejor, lo haremos bien. Esta vez no habrá metales, ni batas blancas, ni miedo, ni sufrimiento. No tengo miedo al dolor, no tengo miedo al paso de las horas, no tengo miedo de mí misma. Confío plenamente en mi cuerpo, en su sabiduría ancestral, en la misma perfección que me ha llevado a menstruar cada veintisiete días exactos desde mi primera regla y a gestar dos bebés maravillosos sin más molestia que el pertinaz ardor de estómago. Eso era lo que me faltaba la primera vez: me necesitaba a mí misma y no estuve allí para ayudarme.
Minimacho nacerá cuando él quiera, como él quiera, rodeado del amor de su familia y del respeto de las profesionales que nos acompañarán. Y su hermano mayor, mi guía, estará con él para darle la bienvenida al mundo.
O. G. le llama U-6.
miércoles, 3 de agosto de 2011
¡Al jefe de servicio del Hotel Espe le ha dado un jamacuco!
Queridas y queridos, la magnífica Drew, de Viviendo en mi Nube Azul, se ha tomado la molestia de inspirarse en las aventuras y desventuras de esta humilde bloguera (por decir algo) y nos deleita con esta espectacular nota de prensa escrita de su mente y letra que, os aviso ya, a día de hoy es ficticia, pero cuya transformación en hecho real no descarto que ocurra más pronto que tarde. Ella nos la regaló en un comentario a la entrada anterior, pero yo no he podido resistirme y, previo permiso de su autora, me he sentido obligadísima a rescatarla para la posteridad dedicándole toda una entrada para ella solita. Es que se la merece.
Gracias, Drew, por tu buen humor, tu fina ironía y el apoyo que suponen tus visitas y tus comentarios. Cuando nazca Minimacho tienes que pasarte por casa a conocerles a él y a O. G.
EL JEFE DE SERVICIO DE GINECOLOGÍA DEL "HOTEL ESPE", INGRESADO EN PSIQUIATRÍA
El jefe de servicio del área de Ginecología y Obstetricia de "Hotel Espe", Doctor Ginesaurio Caducado, ha sido ingresado ésta mañana en el ala de Psiquiatría del mismo hospital, debido a una fuerte crisis nerviosa.
Parece ser que la crisis se ha iniciado debido a una carta dirigida al Doctor Caducado, que contenía un extraño documento llamado "Plan de Parto" y que según las autoridades policiales podía ser el manifiesto de algún grupo antisistema.
Ginesaurio pasó más de media hora gritando frases sin sentido tales como "Las naturales me persiguen" o "Las cartas se multiplican como los panes y los peces". Varios médicos del "Hotel Espe" intentaron sin éxito hacer entrar en razón al facultativo, por lo que tuvo que ser sedado, inmovilizado mediante camisa de fuerza e ingresado pese a su voluntad. Se desconoce la fecha prevista de alta.
Los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado siguen investigando la autoría de las cartas.
lunes, 1 de agosto de 2011
Doble plan de parto: ¡Toma castaña, Hotel Espe!
Queridas, queridos, estos son días extraños para mí. Además de este tiempo atmosférico, que se me antoja poco veraniego y un tanto otoñal para la habitual canícula del centro de las Espeins y Olé, supongo que os habréis dado cuenta de que no he vuelto a hablar del tema de las historias clínicas, así que os hago un breve resumen de cómo está la situación:
Pero, tranquilos, no es el Plan de Parto Subversivo... De ese ya le llegaron al jefe de servicio de Hotel Espe mínimo dos ejemplares (más otro a la jefa de planta, ¡misterios de la vida!) y la pena es que no pude grabar su cara mientras lo leía (aunque con solo ver el remitente, "Cesárea Segura Alejo", ya debería el buen señor haber bizqueado sin parar). Hablo de un plan de parto serio y centrado, documentado con las pertinentes referencias a las leyes vigentes, redactado al alimón con la brillante Lady Rabbit, en el cual ambas dejamos constancia (cada una por nuestro lado, eso sí, que no pienso esperar a parir dos meses más solo por hacerlo juntitas ni creo que su garbancito quiera echarse una carrera con Minimacho a ver quién sale antes, como Hamilton y Alonso) de nuestras preferencias, deseos y, sobre todo, derechos. Por si se les olvida que las parturientas también tenemos de eso.
Lady Rabbit, que tiene un puntito sadomaso cuyo marido sin duda sabrá disfrutar mientras sus retoños duermen, ya pasó por esto en su segundo parto. Sí, sí, la tía no tuvo bastante con comerse una cesárea en Hotel Espe (si un día me da permiso os cuento cómo fue, porque tuvo una paciencia de Santa Joba increíble... Tanta, que se le han agotado las reservas para toda la vida esta y para las dos siguientes reencarnaciones, que sin duda hará en zorra y perra, no sé si por ese orden o a la inversa) y decidió enviar un plan de parto PVDC (Parto Vaginal Después de Cesárea) al mismo hospital.
El resultado fue que el jefe de servicio la llamó por teléfono para recordarle que era una inconsciente y que se iba a morir con el útero hecho mistos y que él mismo buscaría un juez que atestiguase el nacimiento y se llevase al fruto de su vientre, atchús. Menos mal que su marido estaba por allí, escuchando la conversación, y enarbolando el auricular cual cachiporra con pinchos le puso las pilas al buen señor, de cuyas magnánimas aunque mal enfocadas intenciones jamás dudaríamos ninguno de los aquí presentes.
Más tarde, el mismo jefe de servicio tuvo a bien recapitular toda la morralla que había largado por esa boca en una preciosa carta, perla incunable del género epistolar, que Lady Rabbit conserva guardada como oro en paño con las joyas de la familia, los retratos antiguos y unos cuantos billetes de diez mil pesetas por si eso del euro no cuaja.
Os cuento todo esto para significar que, si bien me extraña que no me hayan vuelto a llamar para citarme por Alto Riesgo (después de tanta brasa como dieron y de que os molestáis en votar, ya es tener poca vergüenza... A ver si se piensan estos que me voy a esperar sin parir hasta que me llamen, ¡hombre ya!), no me extrañaría que, al recibir la carta en el Hotel Espe, mi teléfono móvil se ponga a vibrar cual juguetito erótico sobrado de pilas... Aunque por eso, zorruscas nosotras, hemos esperado a agosto, mes del descanso, la siesta y las vacaciones, para enviar nuestros planes de parto: si el jefe de servicio recibe idénticas dos misivas a la vez, podría darle un chungo y ya no está en edad de hacerse by-passes así a lo loco... Mejor le va que le pillemos de vacaciones y, en lo que va y viene (y por el camino se entretiene), se le hace tarde para denegárnoslo selectivamente y nos manda una negativa en bloque. Y una denegación en bloque es súper guay por motivos que otro día (no me quiero enrollar más) os contaré.
Hasta aquí, queridas y queridos, la brasa del día. Como Correos permite hacer un seguimiento de las cartas certificadas, ya os diré cuándo llega mi simpática epistolita al Hotel Espe y entonces apostaremos a ver si me llaman por teléfono, si me llaman de todo o si me dejan por imposible.
Se despide, desembalando su nuevo látigo de siete colas anti-ginesaurios y las botas de dominatrix,
Lady Vaga.
- Hotel Espe me telefoneó para decirme que ya estaba lista mi documentación, pero pretendían, por tercera vez, que me conformase con las analíticas y el informe de alta, a lo cual Lady Vaga dijo, como ya sabéis, que never de never y jamais, jamais. A día de hoy, excedido el plazo legal de que disponían para entregármela, todavía no sé nada del tema. Supongo que me va a tocar llamar a la Agencia de Protección de Datos y chivarme de que hay un hospital rebeldillo que se niega a darme los papeles que en derecho me corresponden (mal que os jorobe a algunos que no tenéis ni idea y decís que no tienen por qué dármelos; documentaos un poco).
- Hotel Stanley (el hospital donde me nacieron a O. G., ínclito establecimiento bautizado así por la simpar Lady Rabbit en un derroche de ingenio que me hizo carcajearme durante un cuarto de hora hasta invocar a Santa Tena Lady de las Celulosas Secas) me entregó mis documentos y los de mi hijo, incluyendo hermoso tachón de rotulador sobre una anotación de mi carnicerita que, a día de hoy, los más prestigiosos especialistas en criptografía consultados por Lord Muchomacho aún no han podido descifrar con total certeza, aunque nuestras sospechas tenemos. Ganas me dan de escaneároslo para que os echéis unas risas, tunantes.
Pero, tranquilos, no es el Plan de Parto Subversivo... De ese ya le llegaron al jefe de servicio de Hotel Espe mínimo dos ejemplares (más otro a la jefa de planta, ¡misterios de la vida!) y la pena es que no pude grabar su cara mientras lo leía (aunque con solo ver el remitente, "Cesárea Segura Alejo", ya debería el buen señor haber bizqueado sin parar). Hablo de un plan de parto serio y centrado, documentado con las pertinentes referencias a las leyes vigentes, redactado al alimón con la brillante Lady Rabbit, en el cual ambas dejamos constancia (cada una por nuestro lado, eso sí, que no pienso esperar a parir dos meses más solo por hacerlo juntitas ni creo que su garbancito quiera echarse una carrera con Minimacho a ver quién sale antes, como Hamilton y Alonso) de nuestras preferencias, deseos y, sobre todo, derechos. Por si se les olvida que las parturientas también tenemos de eso.
Lady Rabbit, que tiene un puntito sadomaso cuyo marido sin duda sabrá disfrutar mientras sus retoños duermen, ya pasó por esto en su segundo parto. Sí, sí, la tía no tuvo bastante con comerse una cesárea en Hotel Espe (si un día me da permiso os cuento cómo fue, porque tuvo una paciencia de Santa Joba increíble... Tanta, que se le han agotado las reservas para toda la vida esta y para las dos siguientes reencarnaciones, que sin duda hará en zorra y perra, no sé si por ese orden o a la inversa) y decidió enviar un plan de parto PVDC (Parto Vaginal Después de Cesárea) al mismo hospital.
El resultado fue que el jefe de servicio la llamó por teléfono para recordarle que era una inconsciente y que se iba a morir con el útero hecho mistos y que él mismo buscaría un juez que atestiguase el nacimiento y se llevase al fruto de su vientre, atchús. Menos mal que su marido estaba por allí, escuchando la conversación, y enarbolando el auricular cual cachiporra con pinchos le puso las pilas al buen señor, de cuyas magnánimas aunque mal enfocadas intenciones jamás dudaríamos ninguno de los aquí presentes.
Más tarde, el mismo jefe de servicio tuvo a bien recapitular toda la morralla que había largado por esa boca en una preciosa carta, perla incunable del género epistolar, que Lady Rabbit conserva guardada como oro en paño con las joyas de la familia, los retratos antiguos y unos cuantos billetes de diez mil pesetas por si eso del euro no cuaja.
Os cuento todo esto para significar que, si bien me extraña que no me hayan vuelto a llamar para citarme por Alto Riesgo (después de tanta brasa como dieron y de que os molestáis en votar, ya es tener poca vergüenza... A ver si se piensan estos que me voy a esperar sin parir hasta que me llamen, ¡hombre ya!), no me extrañaría que, al recibir la carta en el Hotel Espe, mi teléfono móvil se ponga a vibrar cual juguetito erótico sobrado de pilas... Aunque por eso, zorruscas nosotras, hemos esperado a agosto, mes del descanso, la siesta y las vacaciones, para enviar nuestros planes de parto: si el jefe de servicio recibe idénticas dos misivas a la vez, podría darle un chungo y ya no está en edad de hacerse by-passes así a lo loco... Mejor le va que le pillemos de vacaciones y, en lo que va y viene (y por el camino se entretiene), se le hace tarde para denegárnoslo selectivamente y nos manda una negativa en bloque. Y una denegación en bloque es súper guay por motivos que otro día (no me quiero enrollar más) os contaré.
Hasta aquí, queridas y queridos, la brasa del día. Como Correos permite hacer un seguimiento de las cartas certificadas, ya os diré cuándo llega mi simpática epistolita al Hotel Espe y entonces apostaremos a ver si me llaman por teléfono, si me llaman de todo o si me dejan por imposible.
Se despide, desembalando su nuevo látigo de siete colas anti-ginesaurios y las botas de dominatrix,
Lady Vaga.
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