-Lady Vaga, yo soy tu padre- o eso me quiere hacer creer, porque ahora resulta que me llama a su despacho para verme, como cuando era pequeña y mi padre me regañaba por alguna trastada. Pues claras las lleva, queridas y queridos, porque mi padre y yo tenemos como tres décadas de experiencia en darnos réplicas pimpinelescas sin rubor alguno. Bueno, eso y que por nuestra diferencia de edad, este señor sería más bien mi abuelo, en todo caso; no en vano yo soy aún jovenzuela y él un señor provecto que peina canas y solo canas, por mucho que intente ponerse gafas modernillas para restarse algún mes (que este no se quita años ni con Grecian 2000 por vía intravenosa, queridos míos).
Así, de repente, se me ocurre que el buen señor me llama -secretaria mediante, a las ocho y cuarto de la mañana, hora alevosa y malévolamente planeada, pues es aquella en que una diva está terminando su octava hora de sueño para tener el cutis radiante durante su extenuante jornada laboral- a raíz del envío conjunto de Consentimiento Informado (o plan de parto, como prefiráis) que le hicimos Lady Rabbit y yo.
Me imagino que, como estamos en agosto, este señor se aburre horrores y, al ver mi simpática carta (ironizo, claro, el tono era más seco que un bocadillo de mojama con el pan duro), ha pensado: "¡Hombre! ¡Mi caso raro de la temporada primavera-verano 2011! ¡Pero si la tía sigue embarazada! Será pedorra, que no quiso venir a verme cuando la llamé en julio... Voy a decirle a Puri que la llame ahora mismo y que venga ipso facto a poner el culo en pompa ante mis libidinosos ojos miopes."
Total, que esta mañana me despierta Lord Muchomacho (lo cual agradecí, porque en ese mismo instante estaba soñando que me hacían otra cesárea y que para ello tenían que decapitarme, cágate lorito lo que hace la falta de sueño) para decirme que me llaman del Hotel Espe. Él, guardián espléndido, ya tenía calentita a la secretaria, a base de repetirle cual disco rayado que ya les valía llamar para el plan de parto y no llamar para darme mi historia clínica, que de qué iban y que qué falta de seriedad era esa. La pobre Puri se defendía argumentando que ella de eso no sabía nada y que llevaba toda la semana intentando localizarnos. Pues claro, bonita, porque nosotros trabajamos mañana y tarde, pero tú no nos lo agradezcas, alguien tiene que levantar la economía de este país mientras tu jefe se dedica a levantar capas de piel y tejido en busca del premio gordo, llámese bebé.
Por hablar en corto, os diré que, of course, me he negado a ir a ninguna cita con ese señor. Ahora es cuando, ojipláticos perdidos, me preguntáis "¿por qué, oh, Lady? Esperábamos que le dieses con el tacón en la cabeza o que le metieses las uñas en un ojo al más puro estilo kung fu, no mereces nuestra admiración anymore". Pues yo os lo cuento, queridas y queridos, antes de que me lancéis un anatema:
- No voy porque mi consentimiento informado no es tema de discusión y punto. He explicado a la señorita Puri que es un documento que expresa mis voluntades, conforme a ley y a las recomendaciones de OMS y SEGO y que yo no tengo nada que discutir a ese respecto. Es que no entiendo qué tiene que hablar de mi consentimiento, si yo no estoy pidiendo permiso para nada, al revés: se lo estoy dando a ellos (o no) para lo que considero oportuno.
- No voy porque me parece que, si yo me tomo la molestia de mandar un documento certificado, lo menos que puede hacer el jefe de servicio o quien esté por allí en agosto es utilizar el mismo vehículo de comunicación. Pero, claro, para ellos es más fácil amedrentarnos en el despacho, sin incómodos testigos (ya lo intentó una vez durante mi ingreso y Lord Muchomacho salió de la habitación simplemente porque O. G. se puso histérico al ver su bata blanca franquear la puerta, no por otra cosa).
- No voy porque ahora mismo estoy zen y no quiero que nadie me saque de mi estado. Paso de discutir y que me suba la tensión, el cuerpo no me pide bronca ahora mismo. Señor jefe de servicio, time up. Haber llamado antes. A una embarazada de 35 semanas no hay que estresarla y mucho menos con cosas en las que usted no lleva razón y ella sí, por la sencilla razón de que mi cuerpo, hasta el momento en que diñe y sea donado a la ciencia, me pertenece a mí con todos sus anexos y si yo no quiero no me putean.
- No voy porque de lo que yo quiero hablar es de por qué no me dan mi historia clínica y de eso no dicen ni "mu".
- No voy porque me encanta que esté preguntándose si su "caso raro" sigue preñada o solo le ha mandado el documento para forzar de alguna manera la entrega de la historia clínica.
- No voy porque la hora a la que quiere recibirme es para mí una hora de trabajo y precisamente en agosto, con toda la plantilla turnándose para irse de vacaciones, no puedo ausentarme ni para desayunar.
- No voy porque mi madre, que es muy del refranero español, siempre me recuerda que "el mejor desprecio es no hacer aprecio". Hablando en plata, que lo que más le va a joder a este señor es no poder echar bronca alguna y quedarse con las ganas.
- No voy porque me conozco y sé que montaré un pollo que va a parecer todo el Pazo de Vilane y luego me tiraré dos semanas comiéndome el coco y pensando "jo, Lady, cómo te pasas, es un señor mayor".
- No voy porque solo pienso aparecer por el hospital en caso de necesitar una cesárea, con lo cual no tiene sentido tirarme media hora debatiendo en un despacho si me niego a poner la vía por tocarles las pelotas o porque mi religión me impide meterme cánulas por el cuerpo.
- No voy porque tengo una cesárea previa y ya sé cómo se las gasta con las pobres rajaditas de este mundo: que si soy una irresponsable por buscar un parto vaginal, que me harán lo que me tengan que hacer "por mi bien y el de mi hijo", que me va a explotar el útero y eso se quita luego fatal de las paredes de la habitación... Vamos, que paso de que me intenten meter miedo a estas alturas del partido.
No sé, queridas y queridos, qué opináis vosotros, pero yo estoy ahora en fase trascendental y no creo que vuelva a guerrear hasta pasado el parto. Necesito mantenerme relajada y mi tranquilidad, ahora mismo, vale más que el desahogo de este señor, que bien puede irse de rave a Alcorcón a ponerse fino de pastis y dejar a las embarazadas tranquilas.
Me despido, que tengo que practicar el escaqueo (en cuanto acabe el cerro de pedidos pendientes) y reclinarme en la ortopédica silla que me toca,
Lady Vaga, sin agobio en lontananza.