|
Imagen cortesía de Prepapá. Él es así de molón. |
7 de julio de 2011: Edito para deciros que Sandra me ha dado permiso para deciros de qué hospital estamos hablando, pero por privado. Así, que aquella que quiera puede escribirme un e-mail y gustosamente le informaré. Entended, por favor, que no lo digamos a voces, no es por falta de ganas, sino porque Sandra tiene todavía que parir en ese hospital y no quiere más movidas.
Queridas y queridos, foreando espero la llamada que yo quiero, pero mientras me llaman o no (que de momento es que no), he tenido ocasión de conocer la experiencia ginesáurica (y real) de una mujer maravillosa que está luchando por conseguir que atiendan su parto como todas merecemos: con paciencia, humanidad y empatía y sin miedos tontos ni amenazas (suena muy lógico, pero os garantizo que es más difícil de lo que parece, al menos en esta zona de Europa).
Mi querida amiga, a la que llamaremos Sandra para mantenerla en el anonimato, se ha entrevistado hace unos días con el jefe de servicio de cierto hospital público de nuestras Spains y olé, previa llamada del hospital a su casa (¿os suena? Yo flipo) para citarla con semejante personaje. Os diré que este señor es famoso por intentar amedrentar a las embarazadas que osan resistirse a sus arengas, ya sea porque consideran que una cesárea programada en la semana 37 por cesárea previa es una aberración (¡pero cómo se atreven a cuestionar a un señor con bata blanca!) o porque son tan inconscientes como para presentar un plan de parto (documento neohippie que expresa paranoias alucinatorias por parte de quien lo envía). Así que esta entrada es un montón de comentarios míos a lo que ella misma ha tenido a bien contarnos; por lo tanto, todo el mérito del texto es suyo y la culpa de todo lo chungo que encontréis, mía. O algo así ponía Shakespeare de colofón en sus obras.
Bueno. Pues Sandra es una de esas bombas de relojería andantes cuyo primer hijo nació por cesárea y ha decidido cuestionarse, aprender, investigar y plantearse que no todo lo que venga de un señor con bata blanca es palabra de Dior o milhojas de las buenas. Y, claro, eso la convierte en un bichito muy molesto que hay que intentar espachurrar a las primeras de cambio, porque es que la tía, provocadora ella, va buscando que el buen jefe de servicio se infarte: no le ha bastado con enviar un plan de parto, sino que encima va y pregunta por los protocolos de PVDC, la tasa de cesáreas y partos instrumentales del hospital en cuestión y el porcentaje de episiotomías. Claro, al pobre hombre no le ha quedado otra que llamarla a consultas, a ver qué chorradas son esas que tiene Sandra metidas en la cabeza y si con una cesárea de una oreja a la otra se le podrían extirpar.
Nos ha contado Sandra que el jefe de servicio, a quien en adelante llamaremos Swiper, por lo escurridizo (las que tenéis hijos entenderéis mi cultísima referencia audiovisual), se dio el lujo de llegar media hora más tarde de su primera cita y tranquilamente,
paseando despacito con aire chulesco (en adelante, las cursivas serán palabras textuales de Sandra, salvo expresiones en lenguas vernáculas, que tanto me gustan y tan molonas quedan) y
gafas fosforescentes, pese a que tenía varias mujeres esperando para charlar amigablemente con él.
La
charla didáctica de este individuo, ginesaurio declarado y enemigo de todo lo que sea parir a gusto, consiste por lo visto en un discurso estilo Chávez en el cual la mujer (la "señora", como él nos llama) no está autorizada a participar ni intervenir, no vaya a ser que diga algo inteligente y le deje con el bunda al aire. De hecho, a mi amiga casi le da un aire cuando ha intentado preguntar algo y el tío le ha soltado "usted no me está escuchando y si no me escucha acabamos la conversación aquí". Esta Sandra es que todavía tiene capacidad de sorpresa, a mí eso ya
me lo dijo el doctor Tirrio en marzo... Voy ya tan crónicamente ojiplática por la vida que cualquiera diría que me regalan las blefaroplastias con cada cien euros de compra en Sánchez Romero, nenas.
Swiper le ha explicado a Sandra que las mujeres de África solían parir agarradas a un árbol, pero que, en cuanto han visto en lontananza un dispensario, han ido allí a mansalva, en miríadas, a parir tumbadas, como Dior y la postura del misionero mandan. Que a ver qué es eso de fornicar y parir a cuatro patas, ¡hombre ya! Swiper afirma que
nosotras, las "naturales", queremos volver a los árboles y que eso él no lo entiende, porque, claro, lo suyo es parir tumbada no ya para que él vea el paisaje, que también, sino porque pariendo de pie nos podemos desgarrar, desangrarnos y morirnos y él no se enteraría a tiempo para cosernos. Qué inconscientes somos, copón. Mira que querer parir ayudadas por la fuerza de la gravedad... ¡Gravedad la de nuestra situación si nos atrevemos a ponernos en otra postura que no sea el decúbito supino, insensatas de nosotras! Menos mal que hay señores como este, preocupados por la integridad de nuestros incautos chichis.
También ha tenido a bien aclarar a la irresponsable de Sandra que en ese hospital
no se pondrán bañeras mientras él sea jefe de servicio, porque él no piensa ponerse un traje de buzo para atender un parto y que eso además no calma el dolor. Pues mira, muy bien por él, porque creo que tiene una panza interesante y eso es jodido de meter en un traje de neopreno a según qué velocidades... Pero me queda la duda: ¿de verdad pensaba este hombre que necesitamos parir en piscinas olímpicas? Porque, si es así, tendré que hablar con la rácana de mi comadrona de parto en casa, que dice que me conforme con mi bañera para aliviar el dolor de las contracciones, y sugerirle que se traiga el bikini, que nos bajamos a la piscina de la urbanización a parir a Minimacho. Ah: él sabe que el agua no calma el dolor porque tiene en su casa un inodoro japonés de los que eyectan chorrillos de agua al terminar y no nota que le alivien la hemorroide palpitante cuando echa un tronco al aserradero. Eso, por si dudábais.
Lo que mejor quita el dolor es la epidural y, si no, preguntémosle
a cualquier anestesista.
Swiper dice que están investigando como bajar su alta tasa de cesáreas pero sin que se les mueran los niños, claro, que las "naturales" nos creemos que se puede conseguir sin que los partos sean más intervenidos, pero no. O sea, que o te raja por abajo, o te raja por arriba (N., ¿no fue a ti a quien este señor le dijo que para qué querías una raja en el periné si ya tenías una en la barriga? Por favor, manifiéstate), pero el bisturí lo tiene el tío a la mano para hacerte la marca del zorro a la menor... Y ha mandado a mi amiga a que pregunte ella cómo lo hacen en otros hospitales, no vaya a ser que él se ausente y mientras vaya una a parir sin que le tatúen la marca de la casa.
Los tontitos de los pueblos, ha aprendido Sandra,
son por culpa de parir de cualquier manera. Por eso jamás habréis oído hablar de ningún niño que haya sufrido complicaciones en el hospital, mientras que los que nacen en casa, por el camino, en la gasolinera, en el taxi o en sitios raros de esos que nos gustan a algunas hippies mueren como chinches, por la inconsciencia de sus señoras madres.
Y lo del corte tardío del cordón es una soberana memez,
no existen estudios al respecto ni nada, y si los hay son mentira. Toma ya parrafada
ex catedra con infalibilidad papal incluida, que tiemble Ratzinger, que viene Swiper... Un Swiper cansado y desesperado, porque todos los meses le toca lidiar con un par de "naturales" y, claro, el hombre
se siente derrotado porque no consigue convencernos de nada, venimos muy bien adoctrinadas y no hay forma de hacernos pensar de otra manera. Que a partir de ahora, seguramente dará las charlas por carta para no perder el tiempo, visto que no logra convencernos aunque él es súper didáctico. Jódete, Swiper, pienso yo, con una sonrisa tan grande que se me juntan las comisuras de los labios con las patas de gallo que aún no tengo.
Sandra, además,
no tiene ni idea de roturas uterinas, eso es gravísimo y se puede morir. No solo ella, el bebé también. A Swiper
le importa un cuerno que la incidencia sea mínima, ha dicho. Nos va quedando claro que, en general, las pruebas científicas le importan un cuerno pero de elefante.
Si el bebé sufre, no es por alterar el ritmo natural a base de contracciones artificiales, que os quede claro. Solo pasa cuando hay vueltas de cordón. Este señor es el mismo que afirma que
en su hospital están prohibidos los partos de baja intervención... Pero, aun así, ha sido un perfecto caballero en su despedida, pues le ha asegurado a Sandra:
"y ahora a ser feliz, no se preocupe, que le atenderemos de maravilla".
¿Cómo se os ha quedado el cuerpo, chicas? Y a los (escasos) hombres que me leéis, ¿os quedan ganas de llevar ahí a vuestras parejas? Digo más, ¿pariríais ahí si fueseis mujer? Porque a mí, solo de oír las batallitas de este ginesaurio, os juro que se me cierra el cuello del útero él solito con un nudo montañés.
Esta charla me ha dejado llena de dudas, por ejemplo, ¿qué convierte a mujeres de bien en "naturales"? ¿Será por comer mucha soja? ¿Por rezar a la Pachamama? Si algunas somos "naturales", ¿qué son las demás, artificiales?
¿Se puede ser jefe de servicio de un hospital público ignorando la evidencia científica y distorsionándola a su favor sistemáticamente? ¿Se puede llamar gilipollas en su cara a todas las usuarias de su departamento?
Os pido a las que sabéis de quién hablo que dejéis aquí más perlitas de este señor y a las que no le conocéis, que nos contéis vuestras peripecias, si es que habéis oído chorradas también de boca de alguien supuestamente actualizado en materia obstétrica y con responsabilidades reales.
Se despide alucinando más que después de tomarse una tortilla de monguis,
Lady Vaga