viernes, 15 de julio de 2011

Que sepáis que soy introspectiva (o algo así)

Anuda, de 9 meses; Yo y mis mini yos, del blog homónimo (que me encanta esta palabra, ¡suena genial! ¡Homónimo, homónimo!) y la simpática Drew, de Viviendo en ni Nube Azul, han llegado, cada una por su lado, a la conclusión de que me merezco el premio Introspección y me lo dicen así, sin anestesia ni nada, acompañándolo por un chorizo de preguntas que ríete tú de la hoja de estadística que rellenas cuando vas al registro y les dices que has tenido un churumbel.


A mí, la verdad, me extraña que, siendo menos profunda que un charco, alguien pueda considerarme introspectiva, pero como es de bien nacidos ser agradecidos (me lo dice siempre mi madre, que es muy del refranero español, ya lo sabéis), yo me inclino ante vuestra deferencia, blogueras queridas, y me sonrojo pudorosamente como a mi inocencia y candor conviene.

Encima, como me siento generosa, voy a tomarme la molestia de responder a toda la entrevistaza que acompaña al premio. Estoy que lo tiro, oigan. Aprovechad para pedir si necesitáis algo.

1. ¿Cuál es tu reto?

El más inmediato, llegar a la semana 37. Después, parir a Minimacho en mi casita, tranquila y agusto. Y luego, intentar no volverme loca con dos churumbeles. O algo así...
2. ¿Qué le dirías a tu jefe si te tocase la lotería?
Creo que, de repente, me volvería muy parca en palabras. Porque supongo que hablamos de un premio de esos que te tiemblan las piernas cuando ves el importe, ¿no? Que si es tipo la pedrea de la lotería de Navidad, pues hija, como que no me resuelve mucho... Igual me despediría a la francesa, es decir, sin decir nada, no en plan "arrevoire que dijo Voltaire", como en El Príncipe de Bel Air.
3. ¿Qué harías si descubrieses que alguien te está mintiendo?

Pues depende de quién sea el mentiroso en cuestión; los clientes mienten a diario, como los pacientes de House ("yo la dejé anoche en la mesilla y mira, se ha roto sola"), pero me la trae bastante al pairo.  En general, me lo tomo a cachondeo y si es alguien un poco más cercano me divierto poniéndole en un brete o contándole otra más gorda. Eso sí, si fuese mi Lord Muchomacho el trolero, me cabrearía bastante.
4. Si se quema tu casa y sólo pudieras salvar una cosa, ¿qué salvarías?

Pues, como bien decís todas, las fotos, es decir, el iPad y el portátil. Y si ya me dejan salvar dos, los pendientes buenos, que ya dice mi madre que siempre tienen un empeño si vienen mal dadas.
5. Entras en un sitio con mucha gente, ¿qué haces?

Si tengo que quedarme por narices, me pongo a la fila. Si puedo evitar tal ataque a mi clase y glamour, me doy media vuelta sobre los tacones y me marcho a la brevedad. Me agobian las multitudes, ya sabéis cómo son esas cosas: "Lady Vaga, fírmame un autógrafo", "Lady Vaga, a mí en la teta", "¡yo la he visto primero!", "¿me das entradas para tu próximo concierto?", "¡me encanta cuando cantas Yudaaaaas-yu-daa-aaas!", "¡Lady Vaga, hazme unos macarrones!", "¿son ciertos los rumores de crisis con Muchomacho?"; en fin, nenas, un estrés.

6. ¿Ves el vaso medio lleno o medio vacío?
El que tengo en la mano ahora mismo está vacío del todo, así que me voy al frigorífico a rellenarlo. ¿Gustáis?

7. Te encuentras una lámpara mágica, ¿qué tres deseos pides? 

Ser mona y con tipín toda la vida; que los ceros de mi cuenta corriente se reproduzcan siempre hacia la derecha, como la hija de Aznar; y que los ginesaurios del mundo se extingan todos ante mi puerta entre horribles estertores de dolor justo media hora antes de que pase el servicio de recogida de basuras del ayuntamiento.
Aunque, bien pensado, también podría escoger como primer deseo "poder pedir infinitos deseos", ¡bwa-ha-ha-ha! ¡Pero cuán diabólicamente inteligente soy! A veces os juro que me doy miedo yo sola, queridas.

8. ¿Cuál es tu mayor miedo?

Que me crezcan los pies y ya no me sirva mi magnífica colección de zapatos de taconazo. Eso y perderme las rebajas por estar con colitis, gastroenteritis u otra "itis". 
9. ¿Qué te hace feliz?

Que O. G. me pida "mamá, besos" o me trepe por encima para darme un abrazo. Y que se duerma prontito para darme un rato a solas con Lord Muchomacho, pero esto entra en el terreno de la ciencia ficción por el momento.
10. ¿Consigues sacar un minuto para ti cada día?
Hombre, sesenta segundillos sí saco; ahora, si me dices un rato largo para relajarme, depilarme las cejas con calma, pasarme la GHD por el pelo y embetunar las sandalias, ahí ya te digo que never, jamais, ni de broma, baby. En cuanto a la lectura, tengo un atraso que seguro que se consolida el libro digital antes de que yo pasee las pupilas por tanto papel pendiente como tengo en casa.

11. Si pudieras reencarnarte en un animal, ¿cuál serías?
A mí me gustaría ser alguno volador y con buena vista, no sé, ¿un cóndor, como los calcetines? Pero creo que me pega más reencarnarme en zorra, por lo cabrona.
12. ¿Cuál es tu recuerdo más feliz?
El día en que conocí en persona a Lord Muchomacho. Me enamoré hasta las trancas y más allá, cual perra mónicanaranjesca, y hasta hoy.
13. ¿En qué ciudad vivirías y por qué?
En Lisboa, me encanta su luz y encima está llena de cosas que ver... Y al ladito de Sintra, que es una auténtica maravilla.

14. ¿En qué crees?

En Dior sobre todas las cosas, en el poder del make-up y en la depilación egg-style
No, en serio, creo que estamos aquí para ayudarnos unos a otros y para ser tan felices como podamos sin dañar a los demás. Me defino como budista no practicante.
15. ¿Qué sientes cuando creas?

Gustito, ¿qué voy a sentir? ¡Me siento como Dios el séptimo día! Pues no, chata, eso es una exageración y yo soy cualquier cosa menos exagerada, qué va a ser esto ya.
16. ¿Te gustaría conocer el futuro?

Si la que me lo predice es Aramís Fuster, casi que no. Eso sí, en el 2000 me encontré a Rappel en el Día, comprando yogures (creo), y me dijo que iba a tener mucha suerte para el 2001. Y oye, acertó el tío... 
17. ¿Qué otros nombres de blog te planteaste antes de poner este?
Ninguno, aún estaba ingresada cuando anuncié a Ángela y a Nuria que iba a escribir "La vida de Lady Vaga" en cuanto saliese del Hotel Espe y hasta hoy. El nombre del blog es su esencia, destila chispa, vida, alegría y buen humor como poco, ¿o no?
18. ¿Crees que se pueden hacer buenos amigos a través del mundo blogger que frecuentas?

Claro que sí, yo ya tengo cariño a todo mi blogroll y a otras cuantas que no he incluido porque tengo la neurona desquiciada últimamente. Y a algunas las siento más cercanas que a amigas "del mundo real".
19. ¿Qué libro quedará para siempre grabado en tu memoria?

Muchísimos, no me pidáis solo uno. O bueno, así en plan rápido me vienen a la cabeza "La insoportable levedad del ser", de Milan Kundera; "Los versos satánicos", de Salman Rushdie; "Bel Ami", de Guy de Maupassant, "Os maias", de Eça de Queiroz, y muchos de Saramago, en especial "O Evangelho segundo Jesus Cristo" (el pasaje de la conversación en la barca debería ser de lectura obligada en los colegios). Ah, y Luis Fernando Veríssimo para reírte un rato, sin olvidar a mi favorito total, Charles Bukowski: si no has leído "Factotum", corre ya a comprarlo, ¡perra!

Y hasta aquí puedo leer. No me pidáis que haga rular el premio cual canuto yerbitero, porque de momento se lo voy a pasar a dos personas cuyos blogs me chiflan: Ebony, de Diario de la Negra Flor; Albertina, de "De chupetes y babas", y Claudia, de Papá Conejo-Mamá Pioja. Porque cada una de ella me hace pensar y reír con un estilo diferente. Qué bonito me ha quedado.

Me despido y me echo un ratito, que tengo el reposo muy abandonado y mi sofá se queja. 
Besos apoltronados,
Lady Vaga.

miércoles, 13 de julio de 2011

¿De qué te quejas, Lady Vaga?

Para empezar, me quejo de lo que me da la gana, que para eso el blog es mío. Y si no te gusta, como dirían en Portugal, "rua!", es decir a la very calle. Es el botón rojo de arriba a la izquierda si usas Mac. En Windows creo que va a la derecha, no me acuerdo bien ahora mismo.

Me quejo porque fui una ingenua, me creí las promesas de un hospital chupiguay de la muerte con un protocolo de "parto científico humanizado" (sic) que-te-mueres-de-la-envidia y hasta me cambié el seguro médico para dar a luz con ellos. Si lo llego a saber, me cambio pero de ciudad para no verles ni de lejos. Tonta yo.

Me quejo porque pensé que, si todos los médicos que allí me seguían el embarazo me decían que la plantilla al completo seguía el protocolo, sería verdad y ya no busqué más. Tonta al cuadrado, o al cubo si se puede.

Me quejo porque el día en que ingresé había una soplapollas de guardia que mejor podría dedicarse al corte y la confección, porque lo que le gusta es echar rajas y suturas a tutiplén, y dejar la obstetricia, que trata con personas vivas, para alguien con vocación real. Esa noche atendió tres partos antes que el mío; curiosamente, todos acabaron en cesárea. ¿Y el mío? ¡Sorpresa! ¡Otra cesárea! Alguien debió de contarle que si hacía el pleno en la guardia le regalaban un perrito piloto y un jamón de Teruel, porque la tía iba a por todas... A por todas las parturientas que tuvimos la mala suerte de cruzarnos con ella. Yo te maldigo, carnicera. Ojalá te dé codo de tenista y te salgan orzuelos en los dos ojos (y hemorroides en el del culo) para que no puedas rajar más.

Me quejo porque la muy jadepí se permitía el lujo de hacer comentarios sobre si mi orina olía a antibiótico mientras me tactaba. Pedazo de espingarda cabrona, ¿y a qué olerías tú después de doce horas de medicación por la vena? Para otra vez, pínchame Chanel Nº5, o mejor, cáete antes de entrar en el box y te partes una pierna, reina, a ver a qué te huele cuando te quiten la escayola.

Me quejo porque la comadreja, que no comadrona, que me (des)atendió me respondió con un "yo a ti no tengo por qué darte clases de Medicina" cuando le pregunté si la oxitocina era realmente imprescindible. Pues claro, bonita, no puedes dármelas porque no eres médico y porque no es lo que te estoy pidiendo. Desde aquí exijo al Ministerio de Educación que revise el plan de estudios para mejorar la comprensión lectora y del mensaje en general por parte de estos estudiantes díscolos. Que nadie pueda terminar el bachillerato sin ser capaz de entender una simple pregunta, por favor, y mucho menos acceder a la universidad.

Me quejo porque me inmovilizaron con monitor continuo y vía intravenosa (antibótico online full time) con amenaza de "como te muevas y se pierda el latido tralarí y tralará" y a las dos horas apareció la comadreja (first time ever) a abroncarme por no estar paseando. Que me explique cómo se hace con todo el cableado fijado al cabecero de la cama. Cegata cabrona.

Me quejo porque me dejaron once horas a solas con Lord Muchomacho en un box a 29º (no me lo invento, tenía un termómetro justo enfrente, lo cual creo que está catalogado como tortura y recochineo por varias asociaciones pro derechos humanos, como poco) sin entrar más que para regañarme por no estar dilatando a velocidad suficiente y subirme la oxitocina. Ojo, lo que me molesta es eso y no el hecho de estar a solas con mi hombre, no nos entendamos mal. Que luego lo lee y me forra.

Me quejo porque no me dejaron deambular ni beber líquidos y no entendían que ni boca arriba ni de lado aliviaba mi dolor. Me quejo porque la única alternativa que me daban era "pues ponte la epidural, hija" y la respuesta a mi sed y mis labios cortados, "el suero te mantiene hidratada". Me imagino que estas iluminadas de la vida se ahorran el pastón en cremitas para la cara a base de sisar el suero del hospital para enchufárselo por todos los orificios faciales, así se mantienen hidratadas.

Me quejo porque, cuando me dolía a rabiar a pesar de la puta divina epidural, Lord Muchomacho se lo comunicaba a las tres tipejas que estaban allí fuera viendo la tele y ellas respondían "es que le tiene que doler, ¿qué se cree tu mujer que es un parto?". Para la próxima, la epidural os la pongo yo a vosotras, cachondas, pero en todo el clítoris y con una aguja de hacer punto.

Me quejo porque durante mi cesárea la carnicerita se dedicó a alardear de lo poco que tardaba en hacerlas. Señora, por Dior, que me acojona, ¿es usted Fernando Alonso con bata blanca o una profesional un poco seria? Que está naciendo mi hijo, no se olvide...

Me quejo porque las tres zorras que pasaron de venir a verme cuando me quejaba de dolor bien que corrieron a entrar al paritorio para ver mi "prueba de parto". Pero esa vez estuve rápida y les dije que se fuesen, que era un parto y no la final de la Champions League.

Me quejo porque Lord Muchomacho no pudo entrar conmigo a la cesárea. Le dejaron esperando fuera sin más explicación que "vamos a hacerle una cesárea a tu mujer". Empatía cero también para los acompañantes. Ni os cuento lo que le dijeron a mi madre, total, no me creeríais...

Me quejo porque se llevaron a mi hijo en cuanto me lo sacaron y una imbécil, que a día de hoy aún no sé quién, es me golpeó en la mano cuando la extendí para acariciarle, diciendo "no puedes tocarlo". ¿No puedo yo, que soy su madre? No deberías poder tú, descerebrada falta de educación y de respeto. Deseo que te atropellen los cuatro jinetes del Apocalipsis, uno detrás de otro. Y cuando ellos pasen, que te atropellen la cabalgata de los Reyes Magos y la del Orgullo Gay.

Me quejo porque me dejaron sola durante toda una hora en Reanimación, por más que yo pedía que me llevaran ya con mi hijo y sonreía dócilmente para demostrar que me encontraba bien.

Me quejo porque coaccionaron a mi marido, amenazándole con que el niño se iba a "deshidratar  y morirse" si no le daba un biberón enseguida. Cuando me llevaron a la habitación, mi hijo había probado un biberón antes que mi pecho. Hoy día, es alérgico a la leche de vaca... A buen entendedor, pocas palabras bastan y a los estudios me remito.

Me quejo porque, cuando pedí ayuda para la lactancia, la respuesta fue "tú tienes pezones planos, ponte pezoneras y a ver si acaso. Cada tres horas, diez minutos de cada pecho". Menos mal que me pasé por el forro el segundo consejito. El primero me costó unas hermosas grietas sangrantes que me hacían parecer una de esas efigies de la virgen que sangran por los ojos, pero con tetas al aire. Habría quedado guay en alguna iglesia de esas rollo "new age".

Me quejo porque fui una semana después a la cura y a quitarme las grapas y, cuando mi madre le dijo al enfermero que su hija (yo) había tenido un parto muy duro, él respondió "chica, si fue una cesárea, no fue un parto". No, claro, mis chorrocientas horas sudando y empujando eran para ahorrarme el gimnasio de ese mes, que no está la economía para tonterías, oiga.

Me quejo de la reacción alérgica a-no-sabemos-qué que me llenó de ronchas de cintura para abajo y que nadie me explicó jamás. De hecho, tenía la alergóloga en el mismo hospital y, cuando la mujer fue a mirar mi historial para ver qué me habían puesto, exclamó "¡qué raro, no sale nada, está en blanco!". Toma ya X-File castizo.

Y podría seguir quejándome, pero mira, ya no me apetece. Me he quedado muy a gustito con este despotrique, así que ahora voy a tomarme un vasito de leche merengada sentada en la terraza.

Gracias a las chicas de El Parto es Nuestro vi por primera vez esta imagen que tan bien refleja cómo nos sentimos algunas mujeres cuyos partos fueron actos violentos en vez de actos de amor. Rotas, violadas, agredidas, remendadas y, por si fuera poco, ninguneadas: "¿de qué te quejas, si tu hijo está bien?"

viernes, 8 de julio de 2011

Lady Vaga es una zorra rencorosa, ¿y qué?

Mañana es el cumpleaños de O. G., lo cual es un motivo de celebración y alegría con guirnaldas incluidas, pero hoy, queridas y queridos, hoy es el aniversario del peor día de mi vida: el día en que, ilusa de mí, ingresé en el hospital, feliz, deseando parir a mi hijo y esperando ser acompañada con respeto y conocimiento; en cambio, recibí humillaciones, amenazas y mucha guasa que en aquellos momentos no estaba yo para compartir. Ya si eso os lo cuento luego en otra entrada.

En ratitos así, no puedo evitar acordarme de Íñigo Montoya y soñar con que viene a vengarme, infligiendo atroces sufrimientos a la carnicerita y a la comadreja que me atendieron en el nacimiento de O. G. (veréis que estas perras no tienen ni siquiera nombre propio, es que no se lo merecen):

- Hola, mi nombre es Íñigo Montoya. Tú maltrataste a Lady Vaga. Prepárate a morir.

Molaría, ¿eh? Aunque, ya puestos, teniendo en cuenta que Lord Muchomacho lleva dos días ordenando el almacén y, a base de carretar cajas, le están saliendo músculos hasta el en cielo de la boca y se siente primitivamente hormonado, no me hace falta soñar con personajes de ficción. Perfectamente podría ser él quien pillase por banda a alguna de las dos y le dijese:

- Hola, mi nombre es Lord Muchomacho. Tú rajaste a mi parienta. Prepárate a sufrir.

¡Dior bendito! Pero qué gustirrinín... Y ya el colmo sería si la vida me las pone delante a mí, así a huevo, facilito facilito para no ensuciarme mucho el karma con aquello de la premeditación, y soltarles:

- Hola, mi nombre es Lady Vaga. Tú jodiste mi parto y el nacimiento de mi hijo. Prepárate a estamparte las bragas en ocre, bonita.

Y no me vale que me digáis que no hay que ser vengativos y tal y cual, porque entonces os quedáis sin películas de acción, sin villanos de cine y sin héroes salvadores que valgan. Además, qué a gusto me he quedado, gensanta.

Besos venenosos,
Lady Vaga.

martes, 5 de julio de 2011

Las "naturales" contra el jefe de servicio feroz

Imagen cortesía de Prepapá. Él es así de molón.
7 de julio de 2011: Edito para deciros que Sandra me ha dado permiso para deciros de qué hospital estamos hablando, pero por privado. Así, que aquella que quiera puede escribirme un e-mail y gustosamente le informaré. Entended, por favor, que no lo digamos a voces, no es por falta de ganas, sino porque Sandra tiene todavía que parir en ese hospital y no quiere más movidas.

Queridas y queridos, foreando espero la llamada que yo quiero, pero mientras me llaman o no (que de momento es que no), he tenido ocasión de conocer la experiencia ginesáurica (y real) de una mujer maravillosa que está luchando por conseguir que atiendan su parto como todas merecemos: con paciencia, humanidad y empatía y sin miedos tontos ni amenazas (suena muy lógico, pero os garantizo que es más difícil de lo que parece, al menos en esta zona de Europa).

Mi querida amiga, a la que llamaremos Sandra para mantenerla en el anonimato, se ha entrevistado hace unos días con el jefe de servicio de cierto hospital público de nuestras Spains y olé, previa llamada del hospital a su casa (¿os suena? Yo flipo) para citarla con semejante personaje. Os diré que este señor es famoso por intentar amedrentar a las embarazadas que osan resistirse a sus arengas, ya sea porque consideran que una cesárea programada en la semana 37 por cesárea previa es una aberración (¡pero cómo se atreven a cuestionar a un señor con bata blanca!) o porque son tan inconscientes como para presentar un plan de parto (documento neohippie que expresa paranoias alucinatorias por parte de quien lo envía). Así que esta entrada es un montón de comentarios míos a lo que ella misma ha tenido a bien contarnos; por lo tanto, todo el mérito del texto es suyo y la culpa de todo lo chungo que encontréis, mía. O algo así ponía Shakespeare de colofón en sus obras.

Bueno. Pues Sandra es una de esas bombas de relojería andantes cuyo primer hijo nació por cesárea y ha decidido cuestionarse, aprender, investigar y plantearse que no todo lo que venga de un señor con bata blanca es palabra de Dior o milhojas de las buenas. Y, claro, eso la convierte en un bichito muy molesto que hay que intentar espachurrar a las primeras de cambio, porque es que la tía, provocadora ella, va buscando que el buen jefe de servicio se infarte: no le ha bastado con enviar un plan de parto, sino que encima va y pregunta por los protocolos de PVDC, la tasa de cesáreas y partos instrumentales del hospital en cuestión y el porcentaje de episiotomías. Claro, al pobre hombre no le ha quedado otra que llamarla a consultas, a ver qué chorradas son esas que tiene Sandra metidas en la cabeza y si con una cesárea de una oreja a la otra se le podrían extirpar.

Nos ha contado Sandra que el jefe de servicio, a quien en adelante llamaremos Swiper, por lo escurridizo (las que tenéis hijos entenderéis mi cultísima referencia audiovisual), se dio el lujo de llegar media hora más tarde de su primera cita y tranquilamente, paseando despacito con aire chulesco (en adelante, las cursivas serán palabras textuales de Sandra, salvo expresiones en lenguas vernáculas, que tanto me gustan y tan molonas quedan) y gafas fosforescentes, pese a que tenía varias mujeres esperando para charlar amigablemente con él.

La charla didáctica de este individuo, ginesaurio declarado y enemigo de todo lo que sea parir a gusto, consiste por lo visto en un discurso estilo Chávez en el cual la mujer (la "señora", como él nos llama) no está autorizada a participar ni intervenir, no vaya a ser que diga algo inteligente y le deje con el bunda al aire. De hecho, a mi amiga casi le da un aire cuando ha intentado preguntar algo y el tío le ha soltado "usted no me está escuchando y si no me escucha acabamos la conversación aquí". Esta Sandra es que todavía tiene capacidad de sorpresa, a mí eso ya me lo dijo el doctor Tirrio en marzo... Voy ya tan crónicamente ojiplática por la vida que cualquiera diría que me regalan las blefaroplastias con cada cien euros de compra en Sánchez Romero, nenas.

Swiper le ha explicado a Sandra que las mujeres de África solían parir agarradas a un árbol, pero que, en cuanto han visto en lontananza un dispensario, han ido allí a mansalva, en miríadas, a parir tumbadas, como Dior y la postura del misionero mandan. Que a ver qué es eso de fornicar y parir a cuatro patas, ¡hombre ya! Swiper afirma que nosotras, las "naturales", queremos volver a los árboles y que eso él no lo entiende, porque, claro, lo suyo es parir tumbada no ya para que él vea el paisaje, que también, sino porque pariendo de pie nos podemos desgarrar, desangrarnos y morirnos y él no se enteraría a tiempo para cosernos. Qué inconscientes somos, copón. Mira que querer parir ayudadas por la fuerza de la gravedad... ¡Gravedad la de nuestra situación si nos atrevemos a ponernos en otra postura que no sea el decúbito supino, insensatas de nosotras! Menos mal que hay señores como este, preocupados por la integridad de nuestros incautos chichis.

También ha tenido a bien aclarar a la irresponsable de Sandra que en ese hospital no se pondrán bañeras mientras él sea jefe de servicio, porque él no piensa ponerse un traje de buzo para atender un parto y que eso además no calma el dolor. Pues mira, muy bien por él, porque creo que tiene una panza interesante y eso es jodido de meter en un traje de neopreno a según qué velocidades... Pero me queda la duda: ¿de verdad pensaba este hombre que necesitamos parir en piscinas olímpicas? Porque, si es así, tendré que hablar con la rácana de mi comadrona de parto en casa, que dice que me conforme con mi bañera para aliviar el dolor de las contracciones, y sugerirle que se traiga el bikini, que nos bajamos a la piscina de la urbanización a parir a Minimacho. Ah: él sabe que el agua no calma el dolor porque tiene en su casa un inodoro japonés de los que eyectan chorrillos de agua al terminar y no nota que le alivien la hemorroide palpitante cuando echa un tronco al aserradero. Eso, por si dudábais. Lo que mejor quita el dolor es la epidural y, si no, preguntémosle a cualquier anestesista.

Swiper dice que están investigando como bajar su alta tasa de cesáreas pero sin que se les mueran los niños, claro, que las "naturales" nos creemos que se puede conseguir sin que los partos sean más intervenidos, pero no. O sea, que o te raja por abajo, o te raja por arriba (N., ¿no fue a ti a quien este señor le dijo que para qué querías una raja en el periné si ya tenías una en la barriga? Por favor, manifiéstate), pero el bisturí lo tiene el tío a la mano para hacerte la marca del zorro a la menor... Y ha mandado a mi amiga a que pregunte ella cómo lo hacen en otros hospitales, no vaya a ser que él se ausente y mientras vaya una a parir sin que le tatúen la marca de la casa.

Los tontitos de los pueblos, ha aprendido Sandra, son por culpa de parir de cualquier manera. Por eso jamás habréis oído hablar de ningún niño que haya sufrido complicaciones en el hospital, mientras que los que nacen en casa, por el camino, en la gasolinera, en el taxi o en sitios raros de esos que nos gustan a algunas hippies mueren como chinches, por la inconsciencia de sus señoras madres.

Y lo del corte tardío del cordón es una soberana memez, no existen estudios al respecto ni nada, y si los hay son mentira. Toma ya parrafada ex catedra con infalibilidad papal incluida, que tiemble Ratzinger, que viene Swiper... Un Swiper cansado y desesperado, porque todos los meses le toca lidiar con un par de "naturales" y, claro, el hombre se siente derrotado porque no consigue convencernos de nada, venimos muy bien adoctrinadas y no hay forma de hacernos pensar de otra manera. Que a partir de ahora, seguramente dará las charlas por carta para no perder el tiempo, visto que no logra convencernos aunque él es súper didáctico. Jódete, Swiper, pienso yo, con una sonrisa tan grande que se me juntan las comisuras de los labios con las patas de gallo que aún no tengo.

Sandra, además, no tiene ni idea de roturas uterinas, eso es gravísimo y se puede morir. No solo ella, el bebé también. A Swiper le importa un cuerno que la incidencia sea mínima, ha dicho. Nos va quedando claro que, en general, las pruebas científicas le importan un cuerno pero de elefante.

Si el bebé sufre, no es por alterar el ritmo natural a base de contracciones artificiales, que os quede claro. Solo pasa cuando hay vueltas de cordón. Este señor es el mismo que afirma que en su hospital están prohibidos los partos de baja intervención... Pero, aun así, ha sido un perfecto caballero en su despedida, pues le ha asegurado a Sandra: "y ahora a ser feliz, no se preocupe, que le atenderemos de maravilla".

¿Cómo se os ha quedado el cuerpo, chicas? Y a los (escasos) hombres que me leéis, ¿os quedan ganas de llevar ahí a vuestras parejas? Digo más, ¿pariríais ahí si fueseis mujer? Porque a mí, solo de oír las batallitas de este ginesaurio, os juro que se me cierra el cuello del útero él solito con un nudo montañés.

Esta charla me ha dejado llena de dudas, por ejemplo, ¿qué convierte a mujeres de bien en "naturales"? ¿Será por comer mucha soja? ¿Por rezar a la Pachamama? Si algunas somos "naturales", ¿qué son las demás, artificiales?

¿Se puede ser jefe de servicio de un hospital público ignorando la evidencia científica y distorsionándola a su favor sistemáticamente? ¿Se puede llamar gilipollas en su cara a todas las usuarias de su departamento?

Os pido a las que sabéis de quién hablo que dejéis aquí más perlitas de este señor y a las que no le conocéis, que nos contéis vuestras peripecias, si es que habéis oído chorradas también de boca de alguien supuestamente actualizado en materia obstétrica y con responsabilidades reales.

Se despide alucinando más que después de tomarse una tortilla de monguis,
Lady Vaga

Recibo llamadas surrealistas

Queridas y queridos, perdonad que os tenga tan injustamente abandonados. Diré, en mi descargo, que mis obligaciones laborales me han mantenido más que entretenida durante una semana y que yo, en cuanto paso dos días sin conectarme religiosamente a Internet, me desengancho y parece que le tomo hasta manía. Eso y que O. G. estaba más mimoso que nunca, todo hay que decirlo. O sea, que al final, pagáis el pato vosotros, queridos fans, y yo sé que habréis pasado unos días de inconmensurable angustia y gran zozobra vital al no recibir actualizaciones de la divina Lady Vaga. Lo sé, lo sé, soy lo peor que camina sobre taconazos en las Spains y olé.

Pero, ahora, dejemos de fustigarnos (el masoquismo no es lo mío, darlings) y abramos bien los ojos para recibir la última dosis de surrealismo de esta aventura; porque yo pensaba que en verano me quedaría forzosamente sin temas, aparte de la piscina con O. G., el cumpleaños de O. G., las rebajas estivales y alguna chorrada así, pero no. Qué va, qué va, qué va. Ayer volvieron a llamarme de Hotel Espe. Esta vez, de Atención al (im)Paciente.

¿Qué querían?, os preguntaréis, intrigados e incrédulos a la vez ante tan alarmante hecho. Y hacéis bien en preguntároslo, porque sé que algunos de vosotros habéis llegado a pensar que mi falta de noticias durante seis días obedecía a que había sido abducida por hombres de blanco procedentes de Hotel Espe, que me habían atado a la cama  y no me dejaban estirar el brazo para agarrar mi portátil y enchufarle mi conector (sabed, oh ingenuos míos, que en Hotel Espe no hay wi-fi gratis, si quieres conectarte lo tienes que pagar, y si quieres ver la tele, pues también, es lo que hay. A mí lo del wi-fi me da igual, pero me parece muy fuerte, muy heavy y muy strong que se lucren de las ancianitas que quieren ver el Sálvame toda la tarde y de los viejines que se entretienen con las tertulias de Interelobotomía). Bueno, tanto es así que el otro día me llamó una querida amiga para preguntarme si seguía viva y en libertad... Yo también me lo pregunto a mí misma a veces, pero me palpo el tetamen y la respuesta es un rotundo "oh yeah".

El caso es que me llamaban para informarme de que mi historia clínica ya estaba lista y preparada para recoger, lo cual me hizo arquear una ceja (y la otra también, el arqueo monocéjico no se cuenta entre mis capacidades gestuales) hasta casi juntarla con la raya del pelo. ¿Por qué? Por desconfiada que es una, honeys. Sabed, si no lo sabíais ya, que la solicité al salir del magnífico spa de Espe y, cuando fui a recogerla, me habían preparado el informe de alta (que yo ya tenía de cuando me marché), las doce analíticas que me habían hecho y una solicitud de prueba de orina (es poco glamouroso, pero hay que decir las cosas por su nombre: al pan, pan, y a la orina, orina). Vamos, que faltaba toda la chicha, para que me entendáis.

Así que yo, muy dignamente, saco el guante de duelista y digo así:

- Ah, qué bien, pero ¿está completa?

- Sí, claro que lo está.

- Verás, es que hace tres meses ya os la pedí y me disteis unas analíticas y poco más. Y, claro, no es lo que yo quiero. No me gustaría desplazarme y encontrarme con que me la volvéis a dar incompleta, así que ¿serías tan amable de decirme qué documentos te han puesto ahí?

- A ver... Sí, claro, pues hay una analítica, un informe de alta de urgencias (sic) y una solicitud de prueba.

- Ah, no, pero yo os mandé una carta certificada pidiéndoos toda la lista de cosas que necesito, como por ejemplo la hoja de estadística y el plan de cuidados de enfermería- le hablo de memoria, mientras busco una copia de la carta que tengo junto a la impresora, previsora que es Lady. La encuentro. Pobrecilla- y digo yo que os habrá llegado, porque si no no me llamaríais.

- Es que hay documentos que no tenemos por qué darle, los comentarios de enfermería son privados- intento desesperado de protegerse de mi zarpazo; menos mal que ya me advirtió Lady Rabbit de que son así, ella la ha solicitado cinco veces y se la van dando por entregas, supongo que para que no pierda el interés, como en las series buenas de la tele.

- Eso no es así. Todo lo que yo te pido está recogido en la Ley 41/2002, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica. Lo sé porque esta carta me la ha redactado una abogada especializada en protección de datos- esto es una verdad a medias, porque sí es cierto que la ha redactado una abogada, pero no exclusivamente para mí... Zorrona que es una- y me ha hecho una lista exhaustiva de los documentos que corresponden, te leo, lo que he pedido es: la documentación relativa a la hoja clínico-estadística, la autorización e informes de ingreso, los informes de actuaciones de urgencia, la anamnesis y la exploración física, la evolución, las órdenes médicas, la hoja de interconsulta, los informes de exploraciones complementarias, el plan de cuidados de enfermería, la aplicación terapéutica de enfermería, el gráfico de constantes y el informe clínico de alta... Sigo: el informe del departamento de informática con los accesos que se hayan producido y si se ha eliminado algo y los datos informáticos incluidos prescripción de medicamentos.

Durante esta lectura ultra-rápida con perfecta vocalización (para eso se tiró una años de radio, queridos y queridas), mi interlocutora ha intentado intervenir infructuosamente varias veces. Hago mi pausa para respirar y escuchar su contraargumentación:

- Ah... Bien... De acuerdo; lo consulto con la persona responsable del archivo y ya le vuelvo a llamar con lo que sea- vaya por Dior, "s'ha rajao", cuando más nos estábamos divirtiendo...

- Con lo que sea no, con mi historia íntegra, que si no lo próximo que os va a llegar va a ser un burofax y después una denuncia a la Agencia de Protección de Datos por no darme los documentos que os he pedido. Que me he tirado diez días con antibióticos por la vía intravenosa y tiene narices que no seáis capaces de decirme cuáles son. Es que no es ni medio normal este ocultismo.

- Bueno, pues la llamaremos.

- Vale, muy amable, gracias.

Omito recordarle que tienen por ley quince días para enviarme mi historial y han malgastado tontamente una semana, pero bueno, ellos sabrán. Por supuesto, no han vuelto a llamar para citarme en Alto Riesgo ni falta que hace, porque de momento Minimacho y yo nos encontramos divinamente, como a tan excelsos tipazos corresponde, pero empiezo a estar muy harta de todo este proceso kafkiano en el que me veo envuelta.

Así que, queridas y queridos, menudo rollo que me están dando. Estoy por liquidar el blog, porque para contar estas chorradas, mejor hablamos de ropita, de novedades literarias o de eczemas varios...

Besos hastiados desde mi semiabandonado sofá,
Lady Vaga.

miércoles, 29 de junio de 2011

¡Pero qué malquedas son en Hotel Espe!

Queridas y queridos, no os lo vais a creer: ¡no me han llamado! ¡Qué malquedas son en Hotel Espe! Menos mal que no tenía reserva ni nada, porque de verdad que esto me pasa en cualquier spa de la costa y es para no volver, os lo juro por los hoyuelos de mi trasero.

Así que me han dejado con tres palmos de narices, ¡yo que me había puesto en modo Lady para epatar en la conversación telefónica con la oscura esperanza de que me llamase el jefe de servicio! No os extrañéis, no sería tan raro, puesto que ya lo hizo con Lady Rabbit. Claro que esa loca tuvo la osadía de presentarle un Plan de Parto Vaginal Después de Cesárea, es que va provocando, la tía... Pero eso es otra historia que ya os contará ella personalmente un día, o yo si me da su permiso y un guion (qué raro se me hace escribirlo sin tilde, a veces la RAE me trae por la calle de la amargura, de verdad os digo).

Espero que seáis capaces de superar este disgusto y la tremenda frustración de no ver colmadas vuestras expectativas con una nueva y divertida entrega de este preñiculebrón con el que os deleito periódicamente; yo soy la primera decepcionada. Sin embargo, creo que es buena idea aprovechar este paréntesis para reflexionar y poner en claro algunos puntos, con vuestra inestimable ayuda.

Muchas de vosotras estáis de acuerdo con Lord Muchomacho en que esta llamada intempestiva viene a raíz de la solicitud de historia clínica que había cursado recientemente. Creo que vais muy bien encaminadas: mi Lord, que tiene alma de espía, ha estado mirando en Correos y, mira tú por dónde, la cartita les llegó ayer martes, suponemos que por la mañana; a las seis de la tarde ya estaban llamando, los tíos espabilados... ¡Qué cosas! ¿Casualidad o causalidad? Juzguen por ustedes mismos, señoras y señores.

Bueno. Anyway. La genial autora de La Teta y Más (nena, no te he incluido aún en el blogroll, pero ese despiste lo subsano yo en menos que se persigna un cura loco, que yo seré Vaga pero los dedos aún los manejo con soltura) me ha propuesto poner una encuesta en la que todos podáis votar por la opción que más correcta os parezca respecto a este nuevo contratiempo. Así que yo, obediente como soy, os doy seis ideas (podéis votar por más de una si queréis) y a ver qué me contáis. A continuación os las comento un poco para que entendáis el porqué de cada una; pero antes de decidiros, pensad que yo me debato entre dos posibilidades: tocarles las bowlings todo lo posible, porque yo soy así y porque se lo han ganado a pulso (y a tacto), en plan "por mí, por todas mis compañeras y por mí primera", que ya estoy harta de que consideren que una mujer embarazada es un ser sumiso y medio imbécil sin capacidad no ya de decidir, sino de preguntar siquiera; o pasar olímpicamente de ellos, no vaya a ser que dediquen la consulta a intentar asustarme con terribles consecuencias si no sigo viéndoles en la frecuencia y horario que a ellos mejor les venga.

  1. No vayas, nena, pasa y que les den. Esto es lo primero que me pasó por la cabeza cuando recibí la llamada, pero en el fondo me pica la curiosidad. Y sé que a vosotros también, ¡que os encanta el despelleje!
  2. Di que estás de parto y, a la que se asomen a mirar, ¡patada voladora! Ya molaría, ¿eh? Me espatarro y, según acerquen el melón, ¡zas! En toda la jeta...
  3. Graba toda la conversación sin decirles nada y luego nos la transcribes para descojonarnos un rato. Sugerencia de Lord Muchomacho, que insiste en que mi pasado periodístico me legitima para este tipo de acciones.
  4. Ponles la grabadora encima de la mesa, a ver si siguen teniendo esas gordas pelotas sabiendo que les están grabando. Y luego nos la transcribes para descojonarnos un rato. Variante propuesta por mí misma que iría acompañada de cuadernito para no dejarnos ni un detalle, claro está.
  5. No vayas a menos que te den un informe por escrito antes. Fue lo que le dije a la chica del teléfono y creo que es uno de los motivos por los que no me han llamado, seguramente estarán pensando "joder, qué pesada es esta tía, ¿es que no dejará de pedir nunca?"
  6. Vete en plan sumisa, que a las respondonas les tactan con las uñas largas y sin guantes. Esta es la opción "asústate, bájate las bragas y pon el culito, que te está bien empleado todo lo que te pase por chulita". Es verdad que un poco chulita sí que soy, pero eso no justifica el coñazo que me están dando, nenas, ¿o es que no tienen más pacientes y con más paciencia que yo para darles la barrila?
Queridas y queridos, espero vuestras sugerencias y respuestas; por supuesto, si se os ocurre otra opción que no figure en la encuesta, pronunciaos. Que esto es muy surrealista como para no tomárselo ya a coña, digo yo.

Besos incrédulos,
Lady Vaga.

martes, 28 de junio de 2011

¡Vienen por mí! ¡Escondedme!

Queridas y queridos, ojiplática me hallo tras la conversación que he tenido esta tarde, que bien podría calificar de "encuentro en la tercera fase" si no fuese porque no ha habido avistamiento ni contacto cercano (por suerte ha sido meramente telefónico). Qué curioso giro del destino cuando mi blog estaba tan tranquilo como el encefalograma de Aída Nízar, ¿verdad?, una carambola digna de culebrón venezolano, de esos en los que, cuando la heroína está a punto de desposarse con el protagonista, se encuentra con que él es su medio hermano secreto y perdido en la infancia o algo así.

Podría deciros que estoy patiabierta y boquidifusa, pero yo de piernas no me pienso abrir más que lo justo hasta septiembre, no vaya a ser que Minimacho vea libre el camino y decida lanzarse en plan "jerónimo". No, hijos míos, no. Me encuentro perpleja, asombrada y sorprendida, no sé si a partes iguales, pero mucho, en cualquier caso.

Porque esta tarde, 28 de junio, Día de Tau (la constante más discreta y simpática para mi gusto), los planetas se han alineado en mi contra en una combinación nefasta, maligna y turbadora.

Imaginad la siguiente escena: de blanco ibicenco de pies a cabeza, bien peinada de horquillas y mejor calzada, Lady Vaga, uniformada con la habitual bata blanca (por si no lo sabíais, mi uniforme es una bata blanca, sí, queridas y queridos. No flipéis, más lo flipo yo con estas paradojas de la vida) se afanaba en terminar unos pedidos antes de que la avalancha de clientes de media tarde arrasase con los productos primorosamente expuestos en el local.

De repente, Lord Muchomacho descuelga el teléfono móvil (que no suena porque siempre le tenemos puesto el vibrador, somos así de viciosos, chatos) y le oigo preguntar "¿de parte de quién? ¿Del hospital?" Ahí ya me temí yo lo peor, pero aún me quedaba corta, corta como el rabito de una boina, my darlings.

[Inciso contextualizador]
Quizá vuestras neuronas tengan la suficiente capacidad de sinapsis para recordar que, durante mi estancia en el Hotel Espe Bed & Breakfast, tuve ocasión de enfrentarme charlar con el simpático jefe de servicio de Obstetricia y Ginecología, que venía azuzado (o, como dicen en algunos pueblos, "achuchao") por la malvada y pérfida doctora Fistra. Aquella escaramuza se saldó con una estilosa victoria por mi parte, hito que marcó una nueva arruga en el rictus labial de esa espingarda llamada Fistra.

Bueno. También sabéis que hoy hace tres meses que me marché de allí con el alta voluntaria, pero no sé si os he comentado que lo siguiente que hice fue solicitar mi historia clínica, como hace la gente normal cuando sale de un hospital. ¿Sabéis qué me entregaron al cabo de una semana? ¡Las analíticas! Un conjunto de, casi casi, una docena de hermosas analíticas ordenadas cronológicamente sin explicación alguna, es decir, una mierda como un castillo, mirusté

A mí eso me gustó poco tirando a nada, así que hace unos días me decidí y les envié por correo certificado una solicitud mucho más formal en la que detallaba todos los documentos que debían constar en mi historia y les recordaba el derecho legal que me amparaba. Hecho este inciso, volvamos a la actualidad.
[Fin del inciso contextualizador]

La amable señorita que me telefonea (va sin sarcasmos, ha sido amable y paciente de verdad) me informa de que (sí, con el "de", se dice así) es para darme cita en el hospital para el mes de julio en el departamento de Alto Riesgo. Yo parpadeo, sorprendida, y le explico que a mí la doctora que me llevaba en Alto Riesgo me ha dicho que ya no hay riesgo ninguno, es más, ya estoy trabajando y todo. Que hemos quedado en que, a partir de ahora, me controlaré en mi centro de salud (bueno, esto es teórico, porque la que yo realmente quiero que me vea es mi comadrona de parto en casa, paso de duplicar visitas) y le pregunto qué ha sucedido para que me quieran ver otra vez en el hospital.

La chica no entiende que yo no quiera esa cita, pero accede a cambiármela y programármela en mi centro de salud. Nos saludamos cortésmente. Colgamos.

Vuelvo a mi puesto de trabajo, pero el teléfono vibra de nuevo en mi mano. ¿Qué ocurre ahora? Es la misma señorita, que, con un deje de perplejidad en su voz, me cuenta que no puede darme la cita en mi centro de salud, puesto que la tiene bloqueada y con una nota del jefe de servicio en la que explica que yo tengo que ir por Alto Riesgo sí o sí.

Imaginadme, queridas y queridos, vestida de blanco pero con las mejillas y las orejas cada vez más rojas intentando respirar hondo. ¿Qué narices es esto? ¿El jefe de servicio? ¿Ese señor que admitía que no sabía qué me pasaba pero que me podría ir en cuanto mi PCR se normalizase? ¡Pardiez!

Cuando el aire me llega a los pulmones, consigo organizar las palabras en mi cerebro para explicarle a la señorita algo del estilo:

- Mira, no entiendo qué les pasa ahora ni qué riesgo corro ni por qué estoy de alta laboral si tengo tanto riesgo de no sé qué. El caso es que, para la doctora Fistra, yo debería estar ingresada todavía; para la otra, no he corrido riesgo jamás, y para el jefe de servicio ni lo uno ni lo otro, así que yo no sé qué pensar. Que hablen entre ellos y se aclaren; cuando me pongan por escrito lo que está pasando, vuelvo al hospital. Mientras, nada.

- Bueno, no te preocupes, yo lo hablo con el jefe de servicio y te llamo mañana sobre estas horas.

Y en estas hemos quedado. Así que mañana debería tener un nuevo episodio que contaros. Anda, anda, y vosotros que os pensábais que el culebrón de Lady Vaga se había terminado... Ah, se me olvidaba: el inciso viene a cuento de que Lord Muchomacho está convencido de que me llaman del hospital justo ahora porque han recibido mi petición de historia clínica y eso les ha recordado que molaba experimentar conmigo, que era, según todos ellos decían, "un caso raro". Quien lo entienda, que me lo explique.
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