viernes, 24 de junio de 2011

Querido Lord Muchomacho

Queridas y queridos, permitidme que hoy, 24 de junio, dedique esta entrada al hombre que me hace feliz desde hace exactamente diez años: Lord Muchomacho. Pienso ponerme insoportablemente cursi, así que tenéis dos opciones: agarrar los pañuelos de papel y el glucómetro para controlar la subida de azúcar o (y esto sería lo más inteligente y sensato) no leer nada de lo que a continuación escribiré.

Hoy hace diez años que nos conocimos y, desde ese día, no volvimos a separarnos. Bueno, algunas horas por la noche para dormir, puesto que aún éramos jovenzuelos y sus padres no estaban por la labor de perderle de vista más tiempo de lo que la decencia marca (o marcaba en nuestra época, no sé cómo están ahora las cosas). Hago mi balance mental y recuerdo que solía decirle que, si con veintipocos era guapo, a los treinta y algo sería arrebatador; no me equivoqué, mi amor sigue siendo un pibonazo y no me digáis que no, que estoy harta de pillar a las clientas mirándole el trasero y haciéndole ojitos a la mínima de cambio.

Podría enumeraros tantas cosas que me gustan de él, que convertiría este blog en monotemático y eso no está bien, puesto que mi monotema confeso es el acoso y derribo de los ginesaurios trasnochados, así que resumiré diciendo que Lord Muchomacho me gusta porque es él.
  • Me gusta su seguridad en sí mismo, esa actitud de "oye, que yo me como el mundo y en un eructo suelto los Pirineos, a ver qué te has creído".
  • Me gusta su carácter protector, ese instinto leonino de cuidar de los suyos que le sale cuando siente que atacan a su gente.
  • Me gusta que sea tan risueño y bienhumorado desde primera hora de la mañana. Supongo que eso le ayuda a soportar que su adorada Lady Vaga se despierte cabreada y menos que humanoide.
  • Me gusta ese cerebro fríamente científico y que, a pesar de ser un lector compulsivo de manuales de física, saque un ratito para enterarse de las últimas conspiranoias y contármelas con una sonrisa de medio lado.
  • Me encanta cuando se pone sus camisetas frikis de robots que le hacen parecer aún más joven. Y si está recién afeitado, ya es que me lo como.
  • Me encanta cuando se pone una camisa Arrow entalladita con barba de tres días (él, no la camisa) y parece casi casi un padre formal.
  • Me chifla cuando lleva gafas en el trabajo. ¡Ay, Omá, qué rico mi hombre con gafas!
  • Me encanta cuando lleva a O. G. en el Tonga y cuando le menea por los aires como si en vez de un bebé fuese un saco de patatas. Me encanta cuando se duerme con él encima como dos koalas sinvergonzones.
  • Me gusta cuando me dice que me quiere y que sigo estando buenísima a pesar de los años y del embarazo (miente bien el tío cuando quiere...).
  • Me gusta que sea capaz de ser siempre lo que necesito, desde novio apasionado (sí, aún estamos solteritos) hasta guardaespaldas y terapeuta, según se tercie y sin preguntar.
  • Me gusta cuando se levanta antes que yo por la mañana y me prepara el desayuno (morid de envidia, perras). Creo que este es su rato de liberación matinal hasta que aparezco yo por allí en modo protopersona; vamos, que lo hace por su salud.
  • Me encanta cuando me sorprende por mi cumpleaños con un regalo espléndido y desmesurado que no merezco de ninguna de las maneras, por ser tan respondona e impaciente (estoy trabajando en ello, dadme tiempo).
Te quiero, Lord Muchomacho. Me tatuaría tu nombre y tu dirección por si me pierdo, donde más rabia te diese.

Hoy, los besos son solo para mi hombre, porque llevan lengua y apretón traseril incluido,
Lady Vaga.

miércoles, 22 de junio de 2011

Habiba y Alma, juntas al fin

La pequeña Alma, de quince meses, ya está de nuevo junto a su madre. Supongo que, a estas alturas, queridas y queridos, todos lo sabíais ya (yo es que estoy medio desconectada entre el trabajo, la colaboración con la asociación y mi pequeño O. G., que está descubriendo el arte culinario, ya os contaré), pero no me resistía a comentarlo por si hay algún despistado.

Gracias a todos los que habéis puesto vuestro granito de arena para que mamá y bebé pudiesen reunirse de nuevo. En momentos así, me siento parte de algo mayor, estoy orgullosa de esta magnífica red invisible que nos une. Espero que podamos seguir ayudando entre todos a otras familias que se vean en esta misma situación, pues, desgraciadamente, no será ni la primera ni la última vez que se produzca una separación injusta.

Besos optimistas,
Lady Vaga.

lunes, 20 de junio de 2011

Lady Vaga y la doctora Mayer

Creo, queridas y queridos, que lo mío con los ginecólogos es, sencillamente, mala suerte. O eso, o estoy pagando el mal karma de una vida anterior... Seguramente debí de ser una carnicera, pero carnicera mala, de esas que dan los filetes con más nervios a las parroquianas que les caen gordas y encima le ponen bien de papel al producto para que dé más peso en la báscula (esto me lo contó mi abuela, que a ella se lo hacía el charcutero, ¡tío malo!, fíjate tú qué mala persona y qué rata, porque ¿qué iba a ganar, dos céntimos por incauta viejecilla? El caso es que mi abuela también está pagando mal karma de otra vida, fijo, porque recuerdo que se quejaba, asimismo, de que el portero nunca limpiaba los apliques del portal... De hecho, durante un tiempo me ha venido rondando esa frase como glorioso inicio de una novela: "El portero de mi abuela no limpiaba los apliques". ¿A que es digna de Truman Capote? Algún día encontraréis mi gran obra en librerías y, cuando la abráis, leeréis esas magníficas e intrigantes palabras inaugurando el relato. Pero basta ya de divagar. Volvamos a lo puramente ginecológico).

Os decía, queridas y queridos, que en esta vida presente he sido agraciada con un físico espectacular, como sabéis quienes me conocéis; un cerebro maravilloso con memoria eidética de serie, como sabéis sólo algunos de vosotros, dado que me chifla hacerme la tonta; una familia estupenda y una colección de zapatos que cualquier día organizarán un referendum para independizarse de mis armarios. Sin embargo, tengo que reconocer que me cuesta encontrar un ginecólogo en condiciones; jamás he tenido problemas con alergólogos, neumólogos, endocrinos ni médicos de cabecera, pero en lo que toca a mis partes privadas, amigos, la mala suerte me persigue.

Recuerdo a mi primera ginecóloga, la que tuvo el honor de revisar mis bajos por vez primera y de prescribirme la píldora para que Lord Muchomacho y yo, jovenzuelos entonces y entusiastas del sexo non stop, pudiésemos liberarnos de la tiranía condónica que entonces nos atenazaba. Ya no recuerdo su nombre (aunque la llamaré doctora Mayer por el motivo que a continuación paso a exponer), pero sí su curiosa falta de empatía cuando le comenté, a los seis meses de estar tomando la pastillita, que me había subido el colesterol una burrada:

- Pues, hija, no comas tantas salchichas...

- ¿Cómo dice, señora? No he comido una salchicha en mi vida, para su información.

Y, queridos y queridas, era verdad. Y lo sigue siendo a día de hoy. No me gustan las salchichas y no las como, me dan mucho asco, qué queréis, soy así de ñoña... Si lo que pretendía esa señora era hacer un chiste de mal gusto, lo consiguió, dejándome perpleja y molesta a partes iguales... Ah, y reprimida, porque me aguanté las ganas de decirle que para comerle a gusto la salchicha a mi señor esposo no me hacía falta alguna tomar pastillas, fuesen anticonceptivas o antiácido, pero ya sabéis (podéis corearlo al unísono si os place) que yo soy una dama. Por eso me callo más de una y más de dos y así me va.

Ahora, decidme si no tengo yo un radar de ginesaurios entre las orejas... Que es mucha casualidad tanto cenutrio en la misma especialidad médica, digo yo. Eso sí, el viejecito que me hizo mi primera ecografía fue absolutamente encantador, como un Papá Noel vestido de blanco, patrocinado por Pfizer en vez de Coca-Cola, otro día os cuento.

Besos retrospectivos,
Lady Vaga.

viernes, 17 de junio de 2011

Lady Vaga no hace nada de provecho

Queridas y queridos, ahora que nadie nos oye, os diré que el dolce far niente de mis tardes desde la reincorporación sabe mucho mejor que el dolce far niente jodiente impuesto desde el hospital.

Es verdad la vuelta a mi cotidiana (a)normalidad hace que adolezca de anécdotas batiblanqueadas con las que deleitar vuestro fino sentido del humor, pero tendréis que conformaros con la bata blanca que yo misma luzco en mi diario quehacer laboral, si es que eso os vale. De hecho, me quedan, de aquí al final del embarazo, la ecografía de tercer trimestre y... No, nada, solo eso y una visita o dos con mi estupenda comadrona. Y la ecografía ni siquiera pienso hacérmela en el hospital, pediré cita en un centro privado y que me hagan un poco la pelota, que ya está bien para variar.

Estoy esperando que el sol afloje un poquito para volver a bajar con el intrépido O. G. a la piscina y hacer alucinar a la socorrista con mi estilo portando un hijo al saco y otro al sobaco, como dice Marina, la madre de mi amiga Sonia, ambas grandes mujeres cuyo ingenio dejaría mudo incluso a un tertuliano de TeleCirco. Por cierto, Sonia, si osas pasar por el blog, te recordaré que me debes una visita, querida. Y hasta aquí puedo leer...

A O. G. le hemos comprado, como el año pasado, un bañador de dos piezas con protección antirradiación, porque la criatura ha salido de un blanco deslumbrante parecido al mío -creo que, en determinadas circunstancias (quizá de generoso consumo de alcohol por parte de nuestros acompañantes), hemos llegado a brillar en la oscuridad durante un breve espacio de tiempo; ¿será cosa de añadirlo a nuestra lista de súper-poderes?- y además no le gusta untarse en crema cual lechoncillo embadurnado de aceite listo para el horno... Menos mal que dimos con uno sin rellenos para flotar ni mandangas, porque este año en su talla solo encontrábamos un dos piezas con una estrella en el pecho y un relleno anti-niño-que-te-ahogas en la zona de la barriga que, teóricamente, podía ponerse y quitarse, pero en la práctica semejaba un six-pack o tableta de chocolate bastante cutre (o lo siguiente), capaz de hacer que mi hijo luciese como un súper-héroe de segunda regional y, claro, yo no pensaba bañarle con antifaz solo para mantener la imagen, que una podrá ser fashion victim pero los carnavales los dejo para febrero y no quiero que mi hijo, guiado por el traumático recuerdo de tamaña humillación, me ingrese el día de mañana en la residencia más barata para pasar mis vejeces.

En cuanto a mí, no os preocupéis: Lady Vaga, preñada de siete meses, continúa entrando en los bikinis del año pasado. Es la ventaja de usar bragas bikineras de lacitos, que no te enteras de si has ensanchado o no a menos que el incremento sea tan notable (y aterrador) que los cordeles no puedan juntarse ni haciendo fuerza. Eso sí, en el trabajo voy notando que, cuando cierta persona de considerable volumen quiere pasar por detrás de mí, no hay manera. A ver si le digo que se ponga a dieta, ayer ya le comenté que yo no puedo meter tripa, pero este ser no pillaría una indirecta ni aunque se la explicase en tres idiomas.

Y ahora os dejo, que voy a ver quién me está hablando en el chat de Gmail.

Besos findesemanáticos,
Lady Vaga.

miércoles, 15 de junio de 2011

Y despistada que es una...

Como es de bien nacidos ser agradecido, queridas y queridos (¿qué esperábais? Mi madre es que es muy del refranero español y en algo teníamos que parecernos, digo yo...), aprovecho que Carol, autora de Nuestra pequeña cría, ha tenido a bien otorgarme el premio "Qué tendrá tu bló c'aveces me parto", para darles las gracias tanto a ella como a Drew, de Viviendo en mi nube azul, a la cual se le ocurrió decir que mi presencia hacía del mundo un lugar más bonito hace ya una semana entera y yo, despistada y olvidadiza como siempre, metí el premio en la estantería virtual, aka galería, y no le dije más nada... ¡Perdóname, Drew!

Entono un "sorry, darlings" y un "thank you, thank you, thank you" y me voy al armario corriendo a buscar el vestidito de lamé y los taconazos para estar mona en la entrega de premios.

Besos chispeantes,
Lady Vaga.

Lady Vaga is a working woman (again)

Así es, queridas y queridos, ayer fue mi primer día de vuelta a mi cotidiana (a)normalidad laboral. O. G. decidió enfadarse cuando supo que le dejábamos en casa de su abuela cuatro horitas, lo cual nos resultó extraño porque se adoran mutuamente; supongo que se ha acostumbrado estos meses a estar todo el día en casita con mamá living la vida loca y, claro, el cambio de aires le molestó... Fue muy gracioso ir a cogerle en brazos todo dormido y decirle "venga, peque, vamos a casa de la abuela"; él respondió"no", rotundamente, y se dio media vuelta en la cama con total placidez. Claro, al llegar allí nos la lió bien liada. Yo también lo haría...

La mañana de trabajo se me pasó relativamente rápido. Lord Muchomacho se quedó un ratito más con O. G. esperando a que se calmase (que lo hizo, menos mal) y yo me dediqué a sacar adelante los pedidos, que llevaban desde el viernes esperándome. Esto me pasa por avisar, desde luego. Mea culpa, queridos míos.

Por la tarde, conseguí convencer a O. G. de lo bien que nos sentaría un chapuzón en la piscina y allá que nos fuimos a remojarnos los traseros; suerte del encanto de socorrista que tenemos y que me ayudó, sujetando a mi inquieto retoño, mientras yo entraba y salía de la piscina, porque él se empeñaba en ponerme los óvulos a la altura de los lóbulos (es decir, los ovarios de pendientes) asomándose al agua y amagando la caída... Lo mejor de todo es que Lord Muchomacho pudo salir a tiempo del trabajo para darse un chapuzón y un paseíto con nosotros, así que mi balance del primer día es más que positivo.

Ahora tengo que dejaros, queridas y queridos, pues hoy me toca ir de tarde y tengo que empezar a preparar la comida, la ropa y los aperos del pequeño. Siento no tener anécdotas divertidas que contaros acerca del día de ayer, pero el rato de trabajo lo pasé sepultada entre hojas de pedido, impresos y encargos, así que no tuve tiempo de prestar mucha atención a lo que sucedía alrededor.

Besos desde mi diván,
Lady Vaga.

lunes, 13 de junio de 2011

Lady Vaga abandona la vagancia

Queridas y queridos, mañana vuelvo al trabajo. Es cierto que, por suerte para mí, no trabajo descargando melones en Mercamadrid, pero aun así me han recomendado mantener el esfuerzo físico al mínimo, o sea, que supongo que me tomaré mis tareas con calma.

Por supuesto, que Lady Vaga abandone el Dolce Far Niente al que todos estábamos acostumbrados y vuelva a su vida laboral con gusto y alegría no implica que este blog deje de ser el diario de sus cuitas, penurias y parrafadas mentales varias, por lo cual os emplazo a que volváis con la periodicidad que os apetezca a disfrutar de mi glamourosa vida, envidiada por Nati Abascal y Kate la del Guiller. Que, a lo mejor, al estar ya incorporada, hasta puedo contaros alguna anécdota del trabajo y dejo un poco de lado el monotema habitual. Huy, patada de Minimacho... No, cariño, de ti no va a dejar de hablar mamá, tú aquí en el marsupio hasta septiembre

Besos uniformados,
Lady Vaga
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