viernes, 10 de junio de 2011

Pensando en Habiba y su niña

Queridas y queridos, permitidme que por una entrada abandone el tono jocoso que caracteriza mis escritos para hacerme eco de un hecho que, sin duda, ya todos conocéis: el caso Habiba.

No he tocado antes el tema en el blog porque, si os he de ser sincera, todas las reflexiones que me salen del coco son demasiado viscerales, demasiado humanas. No consigo dejar de lado la parte emocional y desprenderme de esta cólera que me acompaña desde el sábado para escribir algo razonado y medianamente frío que ayude a convencer a alguien dubitativo de la necesidad de reunir a madre e hija.

No me sale y no me saldrá, llevo ya una casi semana dándole vueltas y no hay manera. Y no me sale ni me saldrá porque, queridas y queridos, yo también soy madre y este atropello me toca la fibra y me revuelve las tripas. Me planteo qué habría hecho yo en su lugar y no me surge nada mínimamente civilizado, mis pensamientos son más bien del tipo "me quitan a mi hijo y alguien se lleva cuatro guantazos"; "me planto en la puerta del IMMF y les rompo todas las ventanas", "les denuncio por secuestro"... Vamos, que no se me ocurre nada que ayude. Pero es por eso, porque no puedo desligar mi faceta de madre en todo este asunto y sólo pienso "ay, si me llegan a mí a quitar a O. G. la que lío..." Y así no soy constructiva.

Así que os invito a pensar un poco en este asunto y a plantearos:
  • Si esta separación estuviese realmente justificada, ¿habría denunciado el caso una psiquiatra de prestigio como la doctora Olza?
  • Si Habiba y quienes la apoyamos no tuviésemos nada de razón, ¿se habría molestado el IMMF en sacar un informe acusándola de inestable y violenta?
  • Si es tan mala madre, ¿por qué no le retiraron la tutela hace ya tiempo? ¿A qué viene hacerlo ahora, cuando llevan un año trabajando con ella?
  • Si el problema no es que Habiba dé el pecho a la niña, ¿por qué no le dejaron amamantar a la pequeña en la visita que le permitieron esta semana?
No sé a vosotros, pero a mí esto me chirría y mucho. Por supuesto, me encantaría estar equivocada y que esa separación fuese imprescindible, necesaria y beneficiosa para la niña, pero no es el caso, y si no me creéis podéis leer las declaraciones de Habiba a la salida de la visita. Por si os da pereza, os lo resumo yo: la niña no quiso ni mirarla a la cara (normal, estará todavía desconcertada y sin entender por qué lleva más de una semana sin ver a su mamá), ha perdido medio kilo y estaba ojerosa y huidiza. Si esto no es maltrato, que lo venga Dior a ver. Ah, dos responsables de seguridad estuvieron presentes en el encuentro, no fuese a ser que a la madre se le ocurriese sacarse una teta o algo y disparar chorros de leche radiactiva a diestro y siniestro...

El que lo entienda, que me lo explique. Con mi media neurona sedente no doy para más y no consigo dejar de pensar que, aunque las reúnan hoy mismo (cosa que no va a suceder), nadie podrá devolverles estos días perdidos, días sufridos, estas horas de angustia que han infligido a una madre y, sobre todo, a una menor por la cual están supuestamente velando.

Indignada me despido,
Lady Vaga.

jueves, 9 de junio de 2011

La doctora Maja mola mazo

Queridas y queridos, voy por una vez (y sin que sirva como precedente) a intentar ser breve para contaros que el lunes, a la salida de mi consulta en el hospital, coincidí con la doctora Maja, la cual, como su propio pseudónimo indica, es una mujer dulce, agradable y maja a más no poder.

Es una persona que se molesta en tomarse unos minutos para charlar con el paciente, interesándose de verdad en resolver las dudas que le plantea; las dos veces que me visitó, se sentó junto a mí en la cama, me pidió permiso antes de palparme y de hacer el ultrasonido y hasta nos contó que ella también tenía un bebé al que daba el pecho (creo que era algo mayor que O. G., no lo recuerdo bien; el bebé, digo), alabó que practicásemos el colecho y que siguiésemos con la lactancia y nos recordó que Minimacho podía perfectamente llegar a término. Sus palabras y su actitud fueron para mí un bálsamo y sólo lamenté que la jefa de la planta fuese la Fistra y no ella; otro gallo nos cantaría a las mujeres allí ingresadas.

A lo que iba: que el lunes nos la encontramos, se acordaba de mí (de mi nombre, no sólo del caso, lo cual me hizo alucinar) y charlamos durante unos minutos sobre lactancia y otros asuntillos. Se despidió diciendo que a ver si coincidíamos en mi parto, lo cual, si todo va como yo espero, no sucederá, pero tened por seguro que cuando visite a la Fistra sacaré unos minutos para saludar a esta dama de la medicina como merece.

Os cuento esto para que veáis que no estoy tan obcecada, que valoro que un médico sea capaz de empatizar y que agradezco a esos buenos profesionales que sigan demostrándonos cada día que el Ginesaurus es una especie en extinción, aunque algunas parecemos tener un radar especial para encontrárnoslos a nuestro paso.

Besos y arrumacos,
Lady Vaga,
diva sedente.

miércoles, 8 de junio de 2011

Lady Vaga Vs. Dra. Fistra: Final round

Me quedan todavía, queridas y queridos, anécdotas e historietas sobre mi estancia en Hotel Espe, pero me gusta dosificarlas para no parecer un abuelo contando sus cosas de la guerra o nuestros padres con lo de la mili. Así de repente se me ocurre que tengo que contaros quién es la doctora Maja (maja y simpática como ella sola, un amor de señora), cómo fue mi última conversación con la Fistra o qué ocurrió cuando me negué a  hacerme dos analíticas en un día y vino la doctora de guardia a "negociar".
Sin embargo, sé que a lo que a vosotros os interesa es el puro y duro despelleje, el rechinar de dientes hasta llegar al hueso y, si me apuráis, al tuétano de la cuestión, y por ello, voy a dedicar esta entrada a relatar el final (por ahora) de mi lucha con la doctora Fistra.

Sucedió el lunes, 28 de marzo. Pasé la noche anterior presa de la incertidumbre, di vueltas nerviosamente en la cama, dormité sin descansar y hasta estuve en un tris de morderme las uñas, lo cual conseguí evitar a fuerza de decirme a mí misma que lo que la Fistra tuviese planeado para mí no podía ser tan malo como para justificar que yo echase a perder una estupenda manicura. Es más, conversaba Lady Vaga con Lady Cagada (que era yo con mis miedos y mis historias), es que no tenía ni por qué aceptar ni acatar lo que ella dijese. Faltaría plus. Que era la médico, no mi Ama sadomaso (bien le habría gustado a ella).

Por la mañana, mi prima tenía previsto venir a visitarme y Lord Muchomacho y yo estuvimos bromeando con que a ver si se presentaba y ya no me encontraba en la habitación porque me habían dado el alta... ¡Incautos de nosotros! Pecábamos de inocentes y desmemoriados, pues la doctora Fistra tiene por costumbre hacer la ronda por las habitaciones a última hora, supongo que para jodernos la comida a las pacientes (perdón por la palabrota, pero en realidad es un eufemismo de todos los otros verbos que podría haber colocado en su lugar...) con sus gracietas desprovistas de todo chiste (salvo que vaticinar muertes pueda considerarse divertido en algún sitio, para mí ignoto).

En fin. Entre visita y visita de las agradables enfermeras (siempre os lo recuerdo, pero por si no os queda suficientemente claro, esto va sin sarcasmo), que aprovechaban para recordarme que igual ese mismo día me perdían de vista (wishful thinking, me decía yo a mí misma), ecografía en el departamento de Alto Riesgo y la visita de mi prima, yo dediqué lo que sobró de la mañana a buscar mi traje de súper heroína, mi máscara y mis botas de taconazo con el loable objetivo de que mi previsible enfrentamiento con la doctora Fistra transmutada en declarada arpía terminase con un K.O. fulminante a mi favor. Aproveché para poner a prueba mis súper poderes (pestañas-crea-huracanes, patada voladora chucknorresca free style y lengua VIPerina afilada al máximo, entre otros) y para retocarme el pelo cuando me dejaron levantarme para ir al baño. Mi corazón se aceleraba conforme se acercaba el gran momento, pues sabía que, como en Los Inmortales, sólo podía quedar una... Y tenía que ser yo, por mis ovarios que son pares.

Y llegó la doctora Fistra, creo recordar que acompañada, pero ese dato nimio ya me baila en la cabeza, por su joven acólita y esbirra en horas de trabajo, la simpar doctora Carapeta. Entró con soberbia (la Fistra, digo), marcando el paso y con mirada altanera, pero yo activé mi escudo protector a tiempo para repeler sus burdos ataques.

- Ya tenemos los resultados de la analítica de ayer, la PCR está mejor, ha bajado- en este punto nuestras miradas se cruzaron, el ambiente de la habitación se cuajó de electricidad estática, a la Carapeta se le pusieron tiesas las puntas del flequillo y la doctora, previendo mi optimismo, lanzó la andanada-. El jueves hacemos otra analítica y una ecografía a ver qué tal sigue todo y ya las iremos espaciando si todo va bien. Cada lunes le harán el seguimiento en Alto Riesgo.

- ¿Y el jueves me la hacen ya ambulatoria? ¿Me dan ya el alta?

- No, de alta nada todavía. Tiene usted que quedarse aquí más tiempo- implacable, la tía, oye.

- Pues el doctor que me vio ayer dijo que iba a proponer mi alta en la reunión de hoy...

- El doctor de ayer era un optimista- "¿era?" ¿Lo habrá liquidado? Imagino al pobre hombre atrapado en una dimensión extraña por darme buenas noticias y pienso que mi siguiente misión, tras salvaguardar la integridad física de Minimacho y la mía propia, es salvarle y devolverle a su hogar-. Tiene usted que quedarse más tiempo, porque aún no sabemos lo que tiene.

- Pero, doctora- intento agotar la vía diplomática-, si ya tengo la PCR bien y todos los demás indicativos de infección también están correctos, ya no estoy tomando antibiótico y el líquido amniótico sale perfecto en todas las ecografías, ¿qué le hace pensar que tengo algo?- la muy guarra no me lo dice abiertamente, pero sigue empeñada en que tengo una corioamnionitis. O eso o SIDA, porque me lo ha preguntado como tres veces y me lo ha mirado en dos analíticas. La verdad es que ninguna de las dos opciones me seduce ni un poco, prefiero estar sanita como siempre, pero gracias por preocuparse, doctora.

- Que la PCR salga bien no significa que no haya infección- toma ya, pero si sale mal sí la hay... Jódete y baila-. Dénos más tiempo para ver qué es lo que tiene, sea paciente- parece que ella también vuelve a la diplomacia-. No debe usted hacer planes para las próximas semanas.

- Doctora, tengo entendido que X, que llevaba aquí ingresada varias semanas, se ha marchado ya con el alta voluntaria, y su caso era más grave que el mío- la chica había perdido dos bebés, por lo visto, por el mismo problema, y en esta ocasión se tiró ingresada casi diez semanas sin poder levantarse siquiera para ir al baño o para que le cambiasen la cama. Finalmente, optó por alquilar una cama articulada y marcharse a su casa, pues tenía otros dos hijos a los que atender.

- De ninguna manera, su caso es más grave, puesto que ella rompió la bolsa de veintitrés semanas y usted lo ha hecho con catorce- bueno, vale, no lo hice adrede, no me pegue en el culito, doctora.

- Pero yo no he vuelto a perder líquido, no me encuentro mal ni...

- Mire, usted se tiene que quedar más tiempo y ya está. Lo que vamos a hacer es ir espaciando las pruebas y veremos qué tal sigue hasta que consideremos que se puede marchar. Ya le he dicho que no haga planes para las próximas semanas.

- ¿Semanas? Doctora, que yo tengo una vida fuera, tengo un hijo, un marido que atender, un trabajo y cosas de las que ocuparme... Al menos dígame cuánto tiempo más tengo que quedarme, según usted- hizo falta que insistiera tres o cuatro veces, la tía se escabullía como un zaroniano cabreado. ¿Mmmh? ¿No entendéis mi chiste friki? En ese caso, os exijo que leáis Pulp, de Charles Bukowski (mi escritor favorito, por cierto), o al menos la página 71 en esta versión digital.

- Pues como poco, dos o tres semanas más. Sea usted paciente, la infección puede manifestarse en cualquier momento y es mejor que esté usted aquí cuando eso suceda- tanto optimismo me desarma y decido callarme, porque por mi mente pasan varias opciones, ninguna de las cuales es aceptable desde el punto de vista de la educación y el evitamiento de la confrontación física a muerte:

  • a) Decir con voz terrible "Aquí se va a quedar su p*** madre, doctora Fistra, yo me piro".
  • b) Hacer una cuerda atando las sábanas y huir por la ventana. Descartado, porque la ventana sólo se abre un poquito y no quiero espachurrar a Minimacho.
  • c) ¡Patada voladora! Pero no, en un hospital tan grande y moderno seguro que hay maxilofaciales que le arreglan la quijada en un momento y así no tiene gracia.
Opto, pues, por el silencio, apoyada por un diálogo mudo y fugaz que mantengo con Lord Muchomacho en unas décimas de segundo, y la doctora Fistra se marcha con aire ganador. No bien sale por la puerta, Lord Muchomacho y yo nos miramos; él, con la ceja arqueada, yo con la mirada de mala leche que me sale en estas circunstancias.

- Alta voluntaria, nena, alta voluntaria.

- Amor, acabas de leerme el pensamiento.

Total, para estar allí pasando el rato sin moverme, sin hacerme pruebas ni tomar medicación, también puedo darme al Dolce Far Niente en casa... Y mi Lord se ahorra viajes, dormimos todos en nuestra cama y comemos comida casera, que ya está bien de tanto catering bienintencionado en el que todas las carnes saben a lo mismo.

Avisamos a la enfermera de que queremos pedir el alta voluntaria para que se lo comunique a la simpática doctora Fistra, con la esperanza de que se lo cuente mientras bebe un café, se le vaya por otro lado y le dé mucha tos... Y ya puestos, le deseo que se manche los zapatos al echarlo, que a mala no me gana nadie. Pero ella no está por la labor de jugar un segundo asalto y pasa de volver a mi habitación, así que deja transcurrir la media hora que falta hasta finalizar su turno (y no me digáis que tenía más pacientes por ver, porque ya me habían comentado las enfermeras que a mí me solía dejar para el final) y se marcha tranquilamente, con el convencimiento de haberme noqueado.

Por la tarde, después de recordarle a la enfermera que queríamos marcharnos y que no pensábamos esperar hasta que la Fistra volviese al día siguiente, vino el médico de guardia a firmarme el informe de alta y toda la parafernalia conveniente, acompañado de la doctora Carapeta, que flipaba bastante e intentaba mantener la cara de póker ante mi osadía (osadía que me hubiese gustado tener en la jeta de la doctora Fistra, pero qué queréis, queridas y queridos, soy lenta de reflejos y tengo que aprender a vivir con ello). El doctor dijo que, vista mi evolución, él no veía ninguna inconsciencia en que me marchase a casa y que, además, la pérdida de líquido amniótico seguramente habría sido un falso positivo del Amnisure (que haberlos, haylos, por lo visto). Charlamos unos minutos, me dio algunas recomendaciones de vida (descanso, tomarme la temperatura tres veces al día, no hacer esfuerzos físicos y volver al hospital si notaba dolor abdominal o volvía a perder líquido), me recordó que mi bebé aún podía llegar a la viabilidad y nacer prematuro (a lo cual yo le contesté que prefería pasarme de viabilidad y llegar a la semana 38) y se marchó deseándome suerte. La joven Carapeta tuvo que rehacer mi informe porque había datos incorrectos y cuando nos lo trajo corregido me recordó que no se me ocurriese coger en brazos a O. G. ni hacer posturas raras, que mejor me estuviese tumbada en la cama.

La contención de que hicimos gala mereció la pena cuando vi la cara de felicidad de Lord Muchomacho, que me dio un abrazo estrujahuesos extra grande (y, seguramente, por completo contraindicado en mis circunstancias) y se puso a recoger nuestras cosas haciendo gala de su súper diligencia (de hecho, el domingo tras la visita del médico ya había estado organizando cosas en casa y había llevado a la señora que nos ayuda para que limpiase a fondo nuestra habitación y cambiase las sábanas, ¿no es encantador?); parecía un huracán ordenando todo a su paso, clasificando ropa, apilando libros y revistas y embolsando fruta y comida. Yo me puse el pantalón vaquero y una camiseta y me quedé sentada en el sofá mientras él iba cargando el coche y O. G. jugaba por la habitación, cada vez más vacía.

Creo que me despedí de alguna enfermera que pasó por allí, pero no lo recuerdo con nitidez; sí sé que me dijo algo de que no pasaba nada por que el bebé fuese prematuro y que nos veríamos para el parto, a lo cual yo sonreí y le dije que, en ese caso, esperaba no verla hasta septiembre.

Lord Muchomacho volvió, cogió a Jorge en su brazo izquierdo, me pasó el derecho por la cintura y me sacó de aquella habitación donde habíamos pasado dos semanas que me parecían dos años; la espalda comenzó a dolerme a los pocos pasos, supongo que por tantos días de inactividad, y sentía una extraña mezcla de alegría e incredulidad al pensar que pronto estaría de nuevo en casa. Recorría los pasillos como un zombi, porque ni siquiera los conocía (yo había ingresado por Urgencias), me dejaba llevar sin terminar de asumir que me estaba marchando, que iba a dormir en mi cama.

No hace falta que os diga, sentimental como soy, que en cuanto entré en el coche me eché a llorar de felicidad, pero también de tristeza por todo lo sucedido, destete involuntario de O. G. incluido...

Y desde entonces, aquí estoy, haciéndole al sofá la forma de mi trasero redondo y turgente cual fruta madura... Hasta el martes que viene, que me incorpore a la vida "útil".

Lady Vaga,
la diva que divaga.

martes, 7 de junio de 2011

Podéis tocarme, dicen que no hay Alto Riesgo

Queridas y queridos, sé que con esto del Día Mundial de los Derechos del Nacimiento he estado un poco (más) monotemática (todavía), pero la ocasión lo merece. Espero que sepáis disculpar este arrebato reivindicativo que, sin duda, se repetirá en lo sucesivo con, esperamos, gran éxito de taquilla y público.

De momento, y para relajar nuestras estresadísimas neuronas, os contaré las novedades gineco-obstétricas de las últimas semanas, es decir, qué tal va nuestro hermoso y tenaz Minimacho. La semana pasada estuvimos con nuestra comadrona de parto en casa, una mujer cuya sabiduría y experiencia le permiten estimar el tamaño del bebé simplemente palpando la barriga de la embarazada (en este caso, yo) y dar información tranquilizadora y adecuada a los más recientes estudios científicos, lo cual no es tan habitual como cabría desear en el sector.

Ayer fuimos al hospital para ver los resultados de la última analítica, pasar una consulta y comprobar el nivel de líquido amniótico (que, curiosamente, desde el día que llegué a urgencias, allá por marzo, siempre sale perfecto) en una ecografía. No me preguntéis por qué (yo tampoco lo pregunté, iba "de tranquis", muy en modo Vaga), en vez de limitarse a estimar la cantidad de líquido, me repitieron de cabo a rabo la ecografía del segundo trimestre. Durante la realización, Lord Muchomacho y O. G. estuvieron presentes (bien por el hospital, sé de otros lugares donde no dejan entrar a los acompañantes hasta que terminan, les ponen la imagen del bebé para que vean que se mueve y tal y listos) y O. G. aprovechó para derrochar encanto... Señalaba a Minimacho en las pantallas diciendo "bebé, bebé" con gran entusiasmo y cuando la doctora daba cifras ("veinticinco más tres"), él le seguía la corriente: "tuato, inco, seis"... Un bombón en toda regla, vamos.

A continuación pasamos a consulta con la doctora que me sigue en Alto Riesgo y ahí ya tuve que ponerme en modo Lady. Nos saludamos amablemente, sonreímos y nos preguntamos una a la otra qué tal estamos, me pesan y toman la tensión y comienza la charla:

- ¿Qué ha pasado con la glucosa que no te la has hecho?

- Pues eso, que no me la he hecho- sonrisa encantadora, cara inocente, pestañas abanicantes.

- ¿Y eso por qué?

- Como en mi primer embarazo lo pasé tan mal con esa prueba, vomité varias veces y me pasé el día revuelta, mi comadrona...

- Pero el cuerpo no está igual en todos los embarazos, a lo mejor esta vez no te sentaba tan mal...- Pues tómatela tú, pedorra, pienso yo, pero continúo con la estrategia dental.

- Mi comadrona- omito la expresión "de parto en casa", ella no necesita tanta información y yo me ahorro saliva- me dijo que si me daba la glucosa basal menos de cien, no me la hacía; y si daba mayor, podríamos controlarlo con glucómetro en el centro de salud, porque no tengo factores de riesgo.

- Ya, pero no es lo mismo.

¡Efectivamente! A ver, señora, de eso se trata, de que no sea lo mismo: un control bien hecho con glucómetro se basa en medir cómo metabolizo la glucosa que ingiero con mi dieta habitual y no en darle patadas a mi pobre páncreas (que no me ha hecho nada todavía la viscerita para que quiera yo vengarme) tomando una cantidad de glucosa así a pelo que dista mucho de parecerse a lo que tomo en una comida normal. Por esa misma regla, podrían ustedes comprobar si alguien tiene riesgo de infarto haciéndole correr veinte kilómetros sin agua y cuesta arriba, no sé. El caso es que no pienso hacerme una prueba llamada "sobrecarga oral" que encima no tiene siquiera valor diagnóstico. Si quiere, hágasela usted y aproveche la ocasión para untarse el brebaje sobrante en el cutis, que seguro que se lo deja divino.

Pero claro, esto no se lo digo, que tengo que ahorrar energía para futuras disputas, así que de nuevo a sonreír con todo mi seductor encanto. Ella vuelve a la carga, que también ha estado cargando las pilas:

- ¿Y con la orina qué ha pasado?

- ¿Cómo que qué ha pasado?

- Pues que diste una muestra insuficiente, aquí lo pone muy claro.

- No sé, doctora, yo les llené el botecito...- y esto es verdad, entregué mi vasito lleno hasta el borde.

- Nada, la próxima vez que te den un barreño- ríe Lord Muchomacho, que hasta el momento se ha limitado a sostener a O. G en su regazo mientras mi retoño primogénito come patatas y bebe zumo como un luchador de sumo chiquitín.

- No sé, se les caería o lo habrán perdido- concede la doctora, resignada ya ante nuestro imperturbable buen humor-. Que te dé la enfermera un bote y dejas ahora otra muestra en laboratorio.

El resto de la visita se resume en que ella no considera que Minimacho o yo corramos riesgo alguno y en que me cita el mes que viene, ante lo cual yo le sugiero que, si ya no soy de Alto Riesgo, me envíe de nuevo a mi centro de salud (más que nada, porque si al final pasa algo yo quiero que de alguna manera quede constancia de que en el hospital ya no pensaban que hubiese riesgo). Ella acepta, pues así me pierde de vista (lo cual yo le recalco en la despedida) y me pregunta qué hacemos con mi baja, para a continuación pasarle la bola a mi médica de cabecera, que decidirá el próximo lunes cuando me vea.

Desde luego, por lo que a mí respecta, alta ya, señoras, ¡alta ya! Que estoy aburridísima de darme al Dolce Far Niente y de no poder ni coger a mi hijo en brazos por prescripción médica. Denme el alta, que además ya abren la piscina y quiero llevarme a O. G. a nadar todas las tardes como pececillos hidrodinámicos. Y hasta echo de menos el trabajo, ver gente, reírme con las ocurrencias de los clientes y abroncar proveedores cuando se tercia. Pero esto no quiere decir que Lady Vaga deje de relatar sus fantásticas aventuras, no señores. No perdáis de vista el blog, que tenemos todavía tres meses por delante hasta septiembre y no me vale la excusa de "es que en vacaciones no tengo ADSL", leedme por el móvil, el iPad o por fax si es preciso. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Ah, por cierto: al salir vimos a la querida doctora Maja, de la cual hablaré largo y tendido en alguna entrada; la más empática y cariñosa de los médicos que me vieron durante mi relax en Hotel Espe y a la cual agradezco desde aquí su paciencia y su dulzura. Me deseó que todo me fuese bien y dijo que esperaba verme el día del parto, a lo cual yo sonreí con mi cada vez más habitual diplomacia... El día del parto no, doctora, porque tendré cosas que hacer en casa, pero unas semanitas después no dude usted de que pasaré por aquí para recordarles que no todas las fisuras de catorce semanas terminan en prematuridad por narices. Eso espero yo.

Me despido de vosotros por hoy y comienzo el tratamiento de deshabituación de mi querido sofá, compañero de estas semanas, con gran dolor de mi corazón y alegría de mis pantorrillas,
Lady Vaga,
la diva que divaga.

lunes, 6 de junio de 2011

Mañana es el gran día, ¿estáis preparados?

Queridas y queridos, os recuerdo que mañana, 7 de junio, es el Día Mundial de los Derechos del Nacimiento y nuestra primera acción conjunta para reivindicar la mejora de la atención al parto en este país.

Como sabéis, la OMS publicó hace ya una serie de años unas directivas y recomendaciones en torno a la atención al parto, pero en España, who knows why, todavía hay muchos profesionales que se las pasan por el arco del triunfo. Contra toda esa caterva de médicos anticuados, "ginesaurios" para los amigos, nació el Plan de Parto Subversivo y Lady Rabbit, amiga y compañera, tuvo la idea de compartirlo y difundirlo entre los ginecólogos que nos han hecho pasar malos ratos, por decirlo finamente. Así, pensamos que lo mejor era hacerlo coincidir con la simbólica fecha de mañana, por cuanto significa, y que podría ser divertido hacer llegar un Plan de Parto Subversivo a quien cada una quisiera. Comenzamos a organizarnos en Facebook, nos liamos el turbante a la cabeza (de manta nada, porque somos divinas y eso no favorece ni un poco, darlings) y esperamos que mañana lleguen muchas cartitas a la SEGO y a las consultas de quienes nos han atendido mal.

A continuación, para los despistados, os resumo los recursos disponibles para que participéis en esta acción que, os recuerdo, nos incumbe a todos, no sólo a las que tenemos que parir:

  • Plan de Parto Subversivo: texto original del documento con el que se nos empezó a ocurrir la idea de liarla. Es para reírse, así que absténganse los demasiado sensibles y los pejigueros.
  • Carta para el Día Mundial de los Derechos del Nacimiento: es el mismo plan, pero con un encabezamiento y una breve despedida para enviar a los gines de nuestros amores. Podéis personalizarlo a vuestro gusto, gozadlo.
  • Carta para el Día Mundial de los Derechos del Nacimiento (versión Lady Destroyer): pues eso, que nuestra amiga Destroyer se lió la manta a la cabeza y modificó el plan original para expresarse y quedarse bien a gusto. Mandad la que queráis, que para eso sois personas libres.
  • Señor Ginecólogo, si Vd. sabe parir mejor, adelante: es el grupo en Facebook mediante el que nos hemos ido coordinando. Debemos su glorioso nombre a la madre de Lady Rabbit, la cual es un dechado de ingenio y mala leche cuando se tercia, entre otras virtudes. No perdáis de vista esta página, pues desde ella iremos poniendo en marcha otras actividades según se nos vayan ocurriendo.
  • Listado de e-mails gubernamentales: Mai nos ha hecho llegar esta lista para las que prefiráis hacer un envío de e-mails a instituciones políticas.
  • Listado de ginecólogos e instituciones: principalmente, direcciones postales. Es que, en el fondo, somos unas románticas empedernidas y nos gusta esa idea del médico abriendo la carta y poniendo cara de muñeco hinchable... La lista se ha creado con las aportaciones de muchas personas, así que si echáis algo en falta, no dudéis en enviar el Plan de Parto Subversivo a quien más os apetezca.

Y, de momento, esto es todo. Esperamos que os animéis a participar y que entendáis que nuestro objetivo es, sin dejar de tomárnoslo con humor (como hace la gente inteligente), hacer entender a ciertos profesionales que están sobreactuando en nuestros partos, como si de un episodio de "Al salir de clase" se tratara. Pedimos que guarden las tijeras y el bisturí para los casos realmente imprescindibles y que, por favor, nos dejen a nosotras parir a gusto y a nuestros hijos nacer tranquilos.

Desde mi diván os lo digo,
Lady Vaga,
la diva que divaga.

sábado, 4 de junio de 2011

Último domingo en Hotel Espe

Queridas y queridos, me quedan muchas anécdotas de mi estancia en Hotel Espe para compartir con vosotros, pero poco a poco el olvido va cayendo sobre esos días (por fortuna para mí) y los detalles van viéndose sustituidos por una sensación general de neblina mental que empaña los peores momentos.

Sin embargo, todavía tengo fresco en la cabeza el domingo 27 de marzo, porque fue el día en que un simpático doctor de guardia pasó por mi habitación para la visita y me informó de que mi PCR estaba, ¡finalmente!, en valores normales. Bueno, el límite se fija en 10 (no sé si en todos los laboratorios es igual o habrá ligeras variaciones, hablo del límite que se manejaba en Hotel Espe) y la mía estaba en 10,4, lo cual era un magnífico triunfo dado que había llegado a tenerla en 99,8 apenas cinco días antes...

Este doctor, por fin, se tomó el tiempo necesario para responder a mis dudas, me dedicó esos cinco minutos que todo paciente preguntón agradece (¿ves cómo no era tan difícil, Fistrilla mía?) y me informó, ¡oh, dioses, oh, sí!, de que al día siguiente propondría mi alta en la reunión matinal. Yo no sabía qué decir, estaba boquiabierta y no alcanzaba a reaccionar... ¿Irme a mi casa? ¿Por fin? ¡No me lo creía!

Supongo que la mezcla de alegría e incredulidad que nos invadía a mí y a Lord Muchomacho era compartida por las enfermeras de planta, pero sólo al 50%, es decir, en la parte de alegría, pues veían claro después de dos semanas que se iban a librar de la preguntona de la bolsa fisurada... Todas las visitas que me hicieron el resto del día e incluso a la mañana siguiente incluían, además de la gran sonrisa con la que siempre entraban (eso no es sarcasmo, es de verdad) y el "¿qué tal estás?" (aderezado con algunos mimos extra para O. G., que ejercitaba con maestría sus dotes de seducción sobre todas y cada una de las enfermeras que pasaban por la habitación) un "bueno, que mañana te vas a casa..." que yo quería terminar de interiorizar...

Mi respuesta, invariablemente, era "bueno, mañana o el martes, no quiero hacerme ilusiones", a lo cual me respondían con contundente lógica "si ya tienes bien la PCR, has acabado los antibióticos y no has vuelto a perder líquido, ¿para qué te van a tener aquí más tiempo?".

Pero yo no me fiaba, sabía que aún me quedaba, como mínimo, un último asalto con mi archienemiga, la implacable Dra. Fistra y, como si de un combate entre Charles Xavier y Magneto se tratase, yo era, al fin y al cabo, la de la movilidad restringida y sólo podía contar con el poder de mi mente (la cual estaba cada vez más floja de energía desde hacía dos semanas), mientras que ella gozaba de todo un arsenal de objetos metálicos a su disposición.

miércoles, 1 de junio de 2011

Pensar es malo para la salud, dijo el Dr. Anónimo...

Queridas y queridos, si bien todos por aquí sois absolutamente encantadores (charming, charming, vamos), debéis saber que allá fuera el mundo es un lugar a veces hostil, siempre ecléctico, en que, como diría mi abuela, "hay gente pa' to'".

Digo esto porque, tanto en este blog como en otros lugares por los que se ha ido difundiendo el Plan de Parto Subversivo me he encontrado algunos comentarios que me resultan, digamos, curiosos (ellos pretenden ser a la vez esclarecedores e insultantes, pero no les sale demasiado bien). Lo comentaba con unas amigas y, qué queréis que os diga, no me sorprende la ignorancia de la evidencia científica, ni el que invariablemente esos comentarios los dejen bajo el nombre "Anónimo" (que vete tú a saber cómo les llamarán en casa, ¿Ano?), sino el que se pueda desear a un ser humano, que no conocen de nada, que tenga que ir a un hospital y no le atiendan, por querer saber más que los médicos (¿?). Vuestra amiga Lady Vaga, como muchos de vosotros, además de adicta a la lectura, es muy fan de eso que llaman la medicina basada en pruebas (no en "evidencias", eso es una mala traducción, pero si os gusta más, me vale también) y no en la costumbre. Y admitámoslo, en obstetricia, por desgracia, muchas cosas se hacen "porque sí" y punto. Vosotros sois libres de dejaros rajar si queréis, pero qué queréis que os diga, yo creo que leer y usar el cerebro no puede ser tan tan tan malo... Así que, en mi divina perplejidad y maravillada ante la existencia de estos seres unicelulares de despotrique fácil e ironía grumosa, me pregunto, lápiz en mano:

  • ¿Conocer las recomendaciones de la OMS para un parto normal (y reitero "normal", no hablamos de emergencias, por supuesto) es querer saber más que los médicos?
  • ¿No querer someterte a prácticas innecesarias o directamente perjudiciales -que se siguen haciendo, señoras, no nos engañemos ni engañemos a los demás- es tan ofensivo para alguien?
  • ¿Estar informada de cómo es un parto normal (reitero "normal" por enésima vez, qué hartura) es tan malo? ¿Es mejor no saber nada?
  • ¿Qué más les da a estas mentes descansadas si yo me informo o no? ¿En qué les perjudica a ellos?
  • ¿Por qué en cuanto alguien se molesta en informarse, estudiar y manejar datos científicos se le insulta y se pregunta jocosamente si es que es médico?
  • ¿Es que vosotros, paletos del mundo, no os informáis cuando os quieren operar de algo? ¿Ofrecéis vuestro cuerpo sin más?
  • ¿Preguntar a un médico por qué me va a hacer tal o cual cosa, o no querer que me metan los dedos por la vagina cinco personas diferentes es motivo para dejarme arrinconada sin atender en un hospital? No, espabilados, eso es un delito, así que no animéis a los médicos a hacer eso o algún día os tendrá que operar de apendicitis el chamán de la tribu.
En fin, podría seguir así toda la mañana, pero tengo cita con mi comadrona de parto en casa, porque, sí, soy una de esas locas que pretenden parir en su casa, acompañada por una comadrona experta, enfermera titulada con veinticinco años de experiencia y cuatrocientos partos atendidos, que vendrá a mi domicilio con los medios técnicos y humanos (ella y su ayudante son el medio humano) para resolver posibles emergencias y con el discernimiento suficiente para saber cuándo, si llega el caso, es necesario ir a un hospital.

Y, sí, es triste que haya que presentar un plan de parto en los hospitales, sobre todo para pedir "no me hagan", pero así están las cosas. No es de snobs, ni de pijas, ni de hippies ni de fans de la pachamama, sino propio de personas racionales que se responsabilizan de su salud, de su cuerpo y del hijo que llevan dentro. Pero la que prefiera ir pensando "el médico es el que sabe, que me haga lo que sea", también es libre y no veréis que aquí se la critique.

Hala, id con Dior, que yo me voy a que me atienda un profesional sanitario cualificado. Por si no os habíais enterado.
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