Queridas y queridos, sé que no debía, pero mi deber democrático me llamaba, así que me he saltado el reposo como una campeona para irme a la #acampadasol y ha sido una maravilla. Me habría arrepentido mucho de perdérmelo.
Sin querer, al ir pasando entre la gente, me interpuse entre la cámara de fotos de una chica y su modelo, así que salgo en toda la foto como una especie de presencia ectoplásmica que ni Iker Jiménez podría explicar. Me he disculpado amablemente por chafarle la foto (o por mejorarla, depende de con qué prisma lo miremos), nos hemos reído y le he dicho que soy la famosa Lady Vaga, por si quiere venderla al ¡Hola!... ¡Ingenua de mí, que no sabía entonces que había ya Planes de Parto Subversivos colgados por Sol y me lamentaba por no haber traído mi propia remesa para pegarlos por las paredes...!
Querida fotógrafa, si me lees, aprovecha y vende la exclusiva, una imagen de Lady Vaga embarazada de casi seis meses acompañada por Lord Muchomacho y O. G. fijo que vale un pastizal; y si aún no te da para retirarte con lo que le saques, guárdala y espera unos cuantos años. Te garantizo que, en el futuro, esa fotografía valdrá mi peso en oro.
Por lo demás, queridas y queridos, qué subidón, que ambiente tan bueno de alegría, ilusión, respeto (ni un empujón y eso que estaba lleno)... Gente de todas las edades y opiniones unidos por un elemento común: que estamos todos hartos de que nos mangoneen. Ha sido increíble.
Lord Muchomacho y O. G. debían de llamar la atención de las fotógrafas también, profesionales o amateur, puesto que una de ellas les ha hecho a bocajarro una foto con un pedazo de objetivo que me temo que se les podrán incluso contar los poros. Y es que un hombre tan alto y guapo como mi Muchomacho llevando en brazos a un chiquitín tan picaruelo como O. G. no es algo que se vea todos los días... Ahora añadidle a la despampanante Lady Vaga con barriga redondita de preñez y luciendo canalillo y ya sabéis por qué otro señor se ha dedicado a hacernos fotos mientras nosotros nos sacábamos algunas de recuerdo con el móvil en plan familiar.
Pues eso, que vengo muy contenta de haber estado allí y sólo me fastidia no poder quedarme más por el dichoso reposo. Reflexionad estos cinco minutos hasta medianoche y a la camita, que mañana toca cambiar el país.
sábado, 21 de mayo de 2011
viernes, 20 de mayo de 2011
Lady Vaga vs. el terrible Jefe de Servicio
Temía yo aquel momento como a una vara verde. Queridos y queridas, por fin había sucedido: no llevaba ni una semana ingresada y la dra. Fistra, harta de mi histeria, mi impertinencia, mis interrogatorios a las enfermeras (porque ella no se dejaba, la jodía) y mi belleza espectacular incluso a cara lavada, vena rota y antibiótico a go-gó, reaccionó.
En una noche de luna creciente, la Fistra se cambió la bata blanca por otra negra, se pintó los ojos con alheña e invocó a su dios, su superior, el omnipotente Jefe de Servicio. Entre vapores de azufre y truenos de tormenta, el Jefe de Servicio se le apareció, se sintió complacido por su danza (reggaeton-fox, ecléctica que es ella) y por sus ofrendas (unas cuantas embarazadas atadas a sus camas a las que había inyectado hierro en vena para que su malestar ayudase a atraer al Supremo) y escuchó su petición. La Fistra, como groupie de segunda regional, necesitaba a su Jefazo para achantar a una preñada inoportuna que se negaba a palmar de una infección y se revolvía cuando le decían que su bebé iba por el mal camino. El Maligno se avino a reducir a la subversiva elementa, cambió sus patas de cabra por unos pantalones de pinzas y se calzó las gafas de reñir.
Os diré que la Fistra es una maestra del suspense digna de epatar a Hitchcock si ambos coincidiesen por ahí: me adelantó en una de sus visitas que al día siguiente vendría a verme el jefe de servicio, que quería hablar conmigo. Mi pobre esfínter anal se contrajo para retener un pedete de miedo (por suerte, lo consiguió) y ella disfrutó el momento, cual madrastra de Blancanieves (blanca estaba yo ya por esos días a base de antibióticos y pinchazos en la vena, sí).
La mañana que le correspondía apareció el jefe de servicio. Yo le temía, pues Lady Rabbit me había contado que durante su cesárea él estaba en quirófano y bromeaba diciendo al cirujano "ten cuidado, que cortas al bebé", lo cual a mí me parecía poco menos que sádico. Debo decir que físicamente me sorprendió, pues yo esperaba un prodigio de maldad tipo macho cabrío y él, en cambio, escogió manifestarse en la forma de un señor de mediana edad y estatura corriente, con pelo canoso y nada amenazante en general.
Decidió ser directo, lo cual yo agradecí, pues sabéis que estaba aquellos días muy atareada y no podía dedicar demasiado tiempo a menesteres prescindibles. Le invité a sentarse, pero él declinó mi gentil oferta, supongo que por aquello del lenguaje no verbal.
- Me han dicho que no está usted conforme con cómo se está llevando su caso, que dice que no la informan.
- Efectivamente, doctor, no me informan. Tengo que preguntar a las enfermeras, las cuales no tienen ninguna obligación de contarme nada- sonrisa, tono dulce, ojos grandes de muñeca. Hay que ganarse al enemigo.
- Bueno, lo que se le cuenta es lo que se sabe. ¿Qué quiere usted saber más?- pregunta peligrosa. Sopeso mis opciones durante una décima de segundo, intentando escoger la menos mala- No tenemos ni idea de cómo va a evolucionar su caso, así que nadie puede darle esa respuesta.
- Doctor, ¿sabe cuál creo yo que es el problema? Soy yo- los ojos del médico se abren un poquito más, demostrando su incredulidad ante lo que acaba de oír-, que los sobrevaloro. Tiendo a pensar que saben tanto, tanto, que tienen todas las respuestas, y claro, supongo que algunos de sus compañeros se sienten abrumados- toma, Fistra, pedazo de zorra, esquívala si puedes-. Me pongo en sus manos y me gusta que me expliquen bien las cosas; supongo que valoro demasiado su profesión...
Visiblemente halagado, el jefe de servicio baja la guardia:
- Bueno, no somos dioses- ya le gustaría a él-, sino personas, y no podemos saberlo todo. ¿Tiene alguna otra pregunta?- aprovecha para resumirme brevemente lo que yo ya sé: hay un indicador de infección que me sube en cada nueva analítica, pero todos los demás continúan perfectos, lo cual les tiene algo despistados y por eso están a la espera de ver qué sucede, la infección no puede confirmarse ni descartarse con los datos de que disponen. Muy bien, esto podría hacerlo mi doctora, pero no le sale del parrús, prefiere hacerme jugar al tangram con la información que me suministra troceada cual menestra verdulera.
- Bueno, doctor, entonces- sonrisa, parpadeo de pestañas abanicantes cual pai-pai tropical, voz calculada (que para eso me tiré años en la radio)-, ¿en cuánto se me tendría que quedar la PCR para que ustedes pudiesen descartar del todo la infección? Para que me manden a mi casa...
- Pues con que se quedase en torno a veinticinco o treinta ya nos serviría...
- De acuerdo, pues para mañana la pienso tener en treinta, doctor- él ríe y yo también.
Objetivo conseguido: hemos toreado al miura y hasta le hemos acariciado un poquito la testuz. El jefe de servicio se despide con amabilidad y se marcha y yo me quedo en la habitación tan satisfecha como si me hubiese acabado de hacer un circuito spa completo con peluquería, manicura, pedicura y orgasmo incluidos.
Lord Muchomacho, que tuvo que dejar la habitación al comienzo de la cumbre porque O. G. se estaba manifestando en contra de la clase médica a pleno pulmón, vuelve y me informa de que el doctor ha salido sonriendo y con aspecto sereno. Yo le explico que le he lijado los callos, es decir, que le he peloteado como una campeona.
Y es que la Fistra podrá ser más vieja y con más experiencia, pero a mí a zorra con estilo no me gana nadie. Que se enteren los ginesaurios del mundo. Lady Vaga es una cabrona con clase, ya sea postrada en la cama o subida a unos tacones que darían envidia a Leti.
En una noche de luna creciente, la Fistra se cambió la bata blanca por otra negra, se pintó los ojos con alheña e invocó a su dios, su superior, el omnipotente Jefe de Servicio. Entre vapores de azufre y truenos de tormenta, el Jefe de Servicio se le apareció, se sintió complacido por su danza (reggaeton-fox, ecléctica que es ella) y por sus ofrendas (unas cuantas embarazadas atadas a sus camas a las que había inyectado hierro en vena para que su malestar ayudase a atraer al Supremo) y escuchó su petición. La Fistra, como groupie de segunda regional, necesitaba a su Jefazo para achantar a una preñada inoportuna que se negaba a palmar de una infección y se revolvía cuando le decían que su bebé iba por el mal camino. El Maligno se avino a reducir a la subversiva elementa, cambió sus patas de cabra por unos pantalones de pinzas y se calzó las gafas de reñir.
Os diré que la Fistra es una maestra del suspense digna de epatar a Hitchcock si ambos coincidiesen por ahí: me adelantó en una de sus visitas que al día siguiente vendría a verme el jefe de servicio, que quería hablar conmigo. Mi pobre esfínter anal se contrajo para retener un pedete de miedo (por suerte, lo consiguió) y ella disfrutó el momento, cual madrastra de Blancanieves (blanca estaba yo ya por esos días a base de antibióticos y pinchazos en la vena, sí).
La mañana que le correspondía apareció el jefe de servicio. Yo le temía, pues Lady Rabbit me había contado que durante su cesárea él estaba en quirófano y bromeaba diciendo al cirujano "ten cuidado, que cortas al bebé", lo cual a mí me parecía poco menos que sádico. Debo decir que físicamente me sorprendió, pues yo esperaba un prodigio de maldad tipo macho cabrío y él, en cambio, escogió manifestarse en la forma de un señor de mediana edad y estatura corriente, con pelo canoso y nada amenazante en general.
Decidió ser directo, lo cual yo agradecí, pues sabéis que estaba aquellos días muy atareada y no podía dedicar demasiado tiempo a menesteres prescindibles. Le invité a sentarse, pero él declinó mi gentil oferta, supongo que por aquello del lenguaje no verbal.
- Me han dicho que no está usted conforme con cómo se está llevando su caso, que dice que no la informan.
- Efectivamente, doctor, no me informan. Tengo que preguntar a las enfermeras, las cuales no tienen ninguna obligación de contarme nada- sonrisa, tono dulce, ojos grandes de muñeca. Hay que ganarse al enemigo.
- Bueno, lo que se le cuenta es lo que se sabe. ¿Qué quiere usted saber más?- pregunta peligrosa. Sopeso mis opciones durante una décima de segundo, intentando escoger la menos mala- No tenemos ni idea de cómo va a evolucionar su caso, así que nadie puede darle esa respuesta.
- Doctor, ¿sabe cuál creo yo que es el problema? Soy yo- los ojos del médico se abren un poquito más, demostrando su incredulidad ante lo que acaba de oír-, que los sobrevaloro. Tiendo a pensar que saben tanto, tanto, que tienen todas las respuestas, y claro, supongo que algunos de sus compañeros se sienten abrumados- toma, Fistra, pedazo de zorra, esquívala si puedes-. Me pongo en sus manos y me gusta que me expliquen bien las cosas; supongo que valoro demasiado su profesión...
Visiblemente halagado, el jefe de servicio baja la guardia:
- Bueno, no somos dioses- ya le gustaría a él-, sino personas, y no podemos saberlo todo. ¿Tiene alguna otra pregunta?- aprovecha para resumirme brevemente lo que yo ya sé: hay un indicador de infección que me sube en cada nueva analítica, pero todos los demás continúan perfectos, lo cual les tiene algo despistados y por eso están a la espera de ver qué sucede, la infección no puede confirmarse ni descartarse con los datos de que disponen. Muy bien, esto podría hacerlo mi doctora, pero no le sale del parrús, prefiere hacerme jugar al tangram con la información que me suministra troceada cual menestra verdulera.
- Bueno, doctor, entonces- sonrisa, parpadeo de pestañas abanicantes cual pai-pai tropical, voz calculada (que para eso me tiré años en la radio)-, ¿en cuánto se me tendría que quedar la PCR para que ustedes pudiesen descartar del todo la infección? Para que me manden a mi casa...
- Pues con que se quedase en torno a veinticinco o treinta ya nos serviría...
- De acuerdo, pues para mañana la pienso tener en treinta, doctor- él ríe y yo también.
Objetivo conseguido: hemos toreado al miura y hasta le hemos acariciado un poquito la testuz. El jefe de servicio se despide con amabilidad y se marcha y yo me quedo en la habitación tan satisfecha como si me hubiese acabado de hacer un circuito spa completo con peluquería, manicura, pedicura y orgasmo incluidos.
Lord Muchomacho, que tuvo que dejar la habitación al comienzo de la cumbre porque O. G. se estaba manifestando en contra de la clase médica a pleno pulmón, vuelve y me informa de que el doctor ha salido sonriendo y con aspecto sereno. Yo le explico que le he lijado los callos, es decir, que le he peloteado como una campeona.
Y es que la Fistra podrá ser más vieja y con más experiencia, pero a mí a zorra con estilo no me gana nadie. Que se enteren los ginesaurios del mundo. Lady Vaga es una cabrona con clase, ya sea postrada en la cama o subida a unos tacones que darían envidia a Leti.
jueves, 19 de mayo de 2011
La Dra. Fistra habla off the record
Estaba yo anoche desvelada (me pasa a menudo últimamente), pensando en las patillas de Hugh Jackman cuando interpreta a Lobezno, ínclito repartidor de hostias (¿de qué os extrañáis? ¿Es que no se puede ser diva y que además te gusten los X-Men?) cuyos brazos como mazas siempre me inspiran hermosos sueños, y de repente, no sé qué extraña asociación de ideas que no quiero desentrañar porque fijo que me autoenvío al psicoanalista pero para no volver jamás de los nuncas, me hizo recordar que aún no os he contado el glorioso día en que la dra. Fistra decidió que yo tenía dos problemas. Bueno, tres si contamos con su batiblanqueada presencia matinal en mi celda.
Creo (permitid que mi memoria selectiva no sea exacta ya, puesto que la uso para seleccionar modelitos y libros y menos para retener fechas; eso ya lo hice en la universidad) que fue al día siguiente de negarme a que me hicieran dos analíticas diarias (ya os lo cuento otra mañana). Yo estaba en mi monástica estancia, lánguidamente estirada en mi lecho, reunida con la psiquiatra (que sí es encantadora y sí lo digo en serio), a quien nunca podré agradecer lo bastante su calidad humana y su dedicación, cuando llegó ella. Ese mismo día había terminado el tratamiento antibiótico y, según los médicos, se abría el tenso compás de espera antes de que la infección que en teoría me aquejaba y que mantenía altos los valores de la PCR se manifestase, atacando a mi bebé y quizá a mí (recordad que la dra. Fistra ya había amenazado a Lord Muchomacho con que se quedaría viudo si yo me iba a mi casa y me daba una sepsis fulminante), por lo cual yo me sentía especialmente vulnerable.
Precedida de una súbita bajada de varios grados en la temperatura de la habitación, la puerta se abrió sin más preámbulo y la dra. Fistra hizo su aparición estelar. Venía guerrera, porque yo me había rebelado abiertamente contra una orden suya (la segunda analítica del día). Venía walkyria, la melena al viento, los ojos brillantes, los labios contraídos en un rictus de cólera. Me habría cagado por la pata si no fuese porque las chicas finas lo hacemos en el wc, a puerta cerrada y echando bien de papel en la taza para que no se oiga caer el desecho (y además, después de nueve días de antibióticos, poco me quedaba por soltar) pero, por si acaso, adopté la táctica del bicho bola: me encogí sobre mí misma y guardé un silencio tan sepulcral que no os lo habríais creído.
- Bueno, ayer se negó usted a que le hicieran otra analítica y puede hacerlo por la Ley del Paciente- yo pienso "mami, no me riñas". Su tono es mitad reproche, mitad incredulidad-. La PCR hoy está en 86, es decir, igual que ayer.
- Doctora, pero es una buena noticia, ¿no? Porque algo ha bajado desde el día anterior- yo ya lo sabía, me lo había contado una enfermera, majísima como todas las que traté durante mi estancia.
- No, no lo es porque sigue muy alta. No lo considero una bajada; además, hemos quitado los antibióticos y lo que tenga dará la cara. Me han dicho que le duele la garganta. ¿Por qué no me lo ha dicho hasta ahora?- aquí estaba rebotada, rebotada. Si llega a tener tubo de escape, habría hecho "vrooooom, vrooooom".
- Doctora, me duele hace una semana, he estado varios días con paracetamol. Se lo he ido comentando a las enfermeras, ya no me...
- No es a ellas a quienes tiene que contárselo, sino a mí.
- A ver, si me han estado dando paracetamol es porque les he hablado del dolor a todos los médicos que han ido viniendo, si hasta me han palpado el ganglio inflamado varias veces. Además, que yo supongo que se comunican entre ustedes...
- Nuestra vía de comunicación funciona perfectamente, pero usted a quien tiene que hablar es a mí- como si me dejase hacerlo, la tía bruja, que solo interrumpe y no le interesa lo que le cuento-. A mí me tiene que contar hasta lo más nimio, que estamos buscando el origen de la infección.
- Bueno, pues ya que lo dice, no lo tome a mal, pero tengo el ojo izquierdo como si me fuese a salir un orzuelo...
- A ver. Bueno, el párpado está algo inflamado. Luego le traerán un colirio. Ahora mismo la llevarán a Urgencias para hacer otra ecografía y ver el líquido amniótico. Va a venir el celador a llevarla y bla, bla, bla...- la exposición continúa en tono de bronca, pero yo mantengo mi táctica de bicho bola (tampoco me habría salido hacer otra cosa en tal situación). No recuerdo qué más sandeces dijo, si es que dijo algo más; ya os digo que mi memoria es muy selectiva y ahora mismo está pendiente de un vestido que me he comprado y que me entregan mañana porque tenían que arreglarme el bajo.
La psiquiatra, que había guardado silencio pacientemente hasta entonces, pide a la Fistra que espere unos minutos antes de la ecografía, porque aún no hemos terminado y "estamos trabajando". Yo pienso "qué grande es esta mujer" y me pregunto qué haría la dra. Fistra si la psiquiatra entra en una habitación, la pilla "con las manos en la masa" y encima la interrumpe sin piedad.
La dra. Fistra se gira hacia la psiquiatra y le dice:
- No te preocupes, tendrás tiempo de verla más veces, esta señora va a estar aquí mucho tiempo- así, sin dirigirse a mí, como si yo fuese parte del mobiliario. Ojalá pudiese metamorfosearme de bicho bola en avispa y picarle en esa pepitilla pocha de amargada undersexed que debe de tener... O no, mejor no; antes de tocarle ahí, me corto el aguijón y hasta el brazo, si procede.
Y después de soltar tamaña bomba, la dra. Fistra sale de la habitación, magnánima y benevolente como la Espe después de inaugurar algo bonito. La psiquiatra y yo nos miramos y flipamos; ella se marcha, prometiéndome que volverá (lo hizo, lo hizo, no lo dudéis).
Unos minutos más tarde, llega la celadora y me lleva a Urgencias en cama y todo. Vamos solas las dos, porque Lord Muchomacho y O. G. han bajado a desayunar y la Fistra parece que les ha instalado un chip localizador, que siempre llega cuando ellos no están. Me los cruzo al salir de la habitación, justo vuelven en ese momento, pero no dejan que O. G. vaya a Urgencias, así que me marcho sin ellos. La celadora está de acuerdo conmigo en que la doctora es un cacho de carne con ojos y que merece que le salgan hemorroides hasta en el cielo de la boca. Qué alivio.
En Urgencias lo paso fatal, porque todas las mujeres me miran y porque hay una señora mayor que, según creo leer en el letrero a los pies de su cama, viene de nefrología. Lo paso mal no por ser la señora paciente de riñón, sino porque la meten en el box a hacer una eco (creo recordar, disculpadme si no era eso, no lo vi) y oigo a los enfermeros dirigirse a ella: "a ver, Ramona, levanta el culo...", "abre las piernas", "ponte así", "Ramona, ¡colabora!" y yo pienso que pobre mujer, bastante tiene con estar enferma y sola en Urgencias para que encima le falten al respeto así...
Me hacen la eco. Todo correcto. Volvemos a la habitación y allí está Lord Muchomacho con nuestro hijo, con la misma cara que si se le hubiesen aparecido juntos Carlos Jesús y Paco Porras para vaticinarle que el fin del mundo coincidirá con las Olimpiadas. Le explico que todo ha ido bien en la eco y él me cuenta que se ha encontrado con la Fistra a la que yo me iba y le ha preguntado qué tal estoy.
- No te lo pierdas. Tú estabas contenta porque te ha bajado la PCR, ¿verdad? Pues la doctora me ha dicho que no me haga ilusiones, textualmente: "tu mujer tiene dos infecciones, una corioamnionitis y otra que aún estamos buscando". Manda cojones, o sea, que ahora que te baja, sabe ella que no tienes una sino dos...
No me queda otra que echarme a reír. La doctora Fistra, capaz de dar dos diagnósticos por los pasillos cuando sus compañeros, jefe de servicio incluido, admiten que no saben qué tengo y si lo tengo. Pero lo del jefe de servicio os lo contaré otro día, que la Fistra lo envió a que me echase la bronca y yo creo que hasta le seduje con mi papel de ignorante dulce de pestañas largas.
Ay, Fistra, como Minimacho llegue a término te juro que me presento a verte y te lo restriego por la cara para que te enteres... Pero esperaré a que el niño esté bien cagado, para saturarte el bulbo olfativo a ver si te desmayas.
Creo (permitid que mi memoria selectiva no sea exacta ya, puesto que la uso para seleccionar modelitos y libros y menos para retener fechas; eso ya lo hice en la universidad) que fue al día siguiente de negarme a que me hicieran dos analíticas diarias (ya os lo cuento otra mañana). Yo estaba en mi monástica estancia, lánguidamente estirada en mi lecho, reunida con la psiquiatra (que sí es encantadora y sí lo digo en serio), a quien nunca podré agradecer lo bastante su calidad humana y su dedicación, cuando llegó ella. Ese mismo día había terminado el tratamiento antibiótico y, según los médicos, se abría el tenso compás de espera antes de que la infección que en teoría me aquejaba y que mantenía altos los valores de la PCR se manifestase, atacando a mi bebé y quizá a mí (recordad que la dra. Fistra ya había amenazado a Lord Muchomacho con que se quedaría viudo si yo me iba a mi casa y me daba una sepsis fulminante), por lo cual yo me sentía especialmente vulnerable.
Precedida de una súbita bajada de varios grados en la temperatura de la habitación, la puerta se abrió sin más preámbulo y la dra. Fistra hizo su aparición estelar. Venía guerrera, porque yo me había rebelado abiertamente contra una orden suya (la segunda analítica del día). Venía walkyria, la melena al viento, los ojos brillantes, los labios contraídos en un rictus de cólera. Me habría cagado por la pata si no fuese porque las chicas finas lo hacemos en el wc, a puerta cerrada y echando bien de papel en la taza para que no se oiga caer el desecho (y además, después de nueve días de antibióticos, poco me quedaba por soltar) pero, por si acaso, adopté la táctica del bicho bola: me encogí sobre mí misma y guardé un silencio tan sepulcral que no os lo habríais creído.
- Bueno, ayer se negó usted a que le hicieran otra analítica y puede hacerlo por la Ley del Paciente- yo pienso "mami, no me riñas". Su tono es mitad reproche, mitad incredulidad-. La PCR hoy está en 86, es decir, igual que ayer.
- Doctora, pero es una buena noticia, ¿no? Porque algo ha bajado desde el día anterior- yo ya lo sabía, me lo había contado una enfermera, majísima como todas las que traté durante mi estancia.
- No, no lo es porque sigue muy alta. No lo considero una bajada; además, hemos quitado los antibióticos y lo que tenga dará la cara. Me han dicho que le duele la garganta. ¿Por qué no me lo ha dicho hasta ahora?- aquí estaba rebotada, rebotada. Si llega a tener tubo de escape, habría hecho "vrooooom, vrooooom".
- Doctora, me duele hace una semana, he estado varios días con paracetamol. Se lo he ido comentando a las enfermeras, ya no me...
- No es a ellas a quienes tiene que contárselo, sino a mí.
- A ver, si me han estado dando paracetamol es porque les he hablado del dolor a todos los médicos que han ido viniendo, si hasta me han palpado el ganglio inflamado varias veces. Además, que yo supongo que se comunican entre ustedes...
- Nuestra vía de comunicación funciona perfectamente, pero usted a quien tiene que hablar es a mí- como si me dejase hacerlo, la tía bruja, que solo interrumpe y no le interesa lo que le cuento-. A mí me tiene que contar hasta lo más nimio, que estamos buscando el origen de la infección.
- Bueno, pues ya que lo dice, no lo tome a mal, pero tengo el ojo izquierdo como si me fuese a salir un orzuelo...
- A ver. Bueno, el párpado está algo inflamado. Luego le traerán un colirio. Ahora mismo la llevarán a Urgencias para hacer otra ecografía y ver el líquido amniótico. Va a venir el celador a llevarla y bla, bla, bla...- la exposición continúa en tono de bronca, pero yo mantengo mi táctica de bicho bola (tampoco me habría salido hacer otra cosa en tal situación). No recuerdo qué más sandeces dijo, si es que dijo algo más; ya os digo que mi memoria es muy selectiva y ahora mismo está pendiente de un vestido que me he comprado y que me entregan mañana porque tenían que arreglarme el bajo.
La psiquiatra, que había guardado silencio pacientemente hasta entonces, pide a la Fistra que espere unos minutos antes de la ecografía, porque aún no hemos terminado y "estamos trabajando". Yo pienso "qué grande es esta mujer" y me pregunto qué haría la dra. Fistra si la psiquiatra entra en una habitación, la pilla "con las manos en la masa" y encima la interrumpe sin piedad.
La dra. Fistra se gira hacia la psiquiatra y le dice:
- No te preocupes, tendrás tiempo de verla más veces, esta señora va a estar aquí mucho tiempo- así, sin dirigirse a mí, como si yo fuese parte del mobiliario. Ojalá pudiese metamorfosearme de bicho bola en avispa y picarle en esa pepitilla pocha de amargada undersexed que debe de tener... O no, mejor no; antes de tocarle ahí, me corto el aguijón y hasta el brazo, si procede.
Y después de soltar tamaña bomba, la dra. Fistra sale de la habitación, magnánima y benevolente como la Espe después de inaugurar algo bonito. La psiquiatra y yo nos miramos y flipamos; ella se marcha, prometiéndome que volverá (lo hizo, lo hizo, no lo dudéis).
Unos minutos más tarde, llega la celadora y me lleva a Urgencias en cama y todo. Vamos solas las dos, porque Lord Muchomacho y O. G. han bajado a desayunar y la Fistra parece que les ha instalado un chip localizador, que siempre llega cuando ellos no están. Me los cruzo al salir de la habitación, justo vuelven en ese momento, pero no dejan que O. G. vaya a Urgencias, así que me marcho sin ellos. La celadora está de acuerdo conmigo en que la doctora es un cacho de carne con ojos y que merece que le salgan hemorroides hasta en el cielo de la boca. Qué alivio.
En Urgencias lo paso fatal, porque todas las mujeres me miran y porque hay una señora mayor que, según creo leer en el letrero a los pies de su cama, viene de nefrología. Lo paso mal no por ser la señora paciente de riñón, sino porque la meten en el box a hacer una eco (creo recordar, disculpadme si no era eso, no lo vi) y oigo a los enfermeros dirigirse a ella: "a ver, Ramona, levanta el culo...", "abre las piernas", "ponte así", "Ramona, ¡colabora!" y yo pienso que pobre mujer, bastante tiene con estar enferma y sola en Urgencias para que encima le falten al respeto así...
Me hacen la eco. Todo correcto. Volvemos a la habitación y allí está Lord Muchomacho con nuestro hijo, con la misma cara que si se le hubiesen aparecido juntos Carlos Jesús y Paco Porras para vaticinarle que el fin del mundo coincidirá con las Olimpiadas. Le explico que todo ha ido bien en la eco y él me cuenta que se ha encontrado con la Fistra a la que yo me iba y le ha preguntado qué tal estoy.
- No te lo pierdas. Tú estabas contenta porque te ha bajado la PCR, ¿verdad? Pues la doctora me ha dicho que no me haga ilusiones, textualmente: "tu mujer tiene dos infecciones, una corioamnionitis y otra que aún estamos buscando". Manda cojones, o sea, que ahora que te baja, sabe ella que no tienes una sino dos...
No me queda otra que echarme a reír. La doctora Fistra, capaz de dar dos diagnósticos por los pasillos cuando sus compañeros, jefe de servicio incluido, admiten que no saben qué tengo y si lo tengo. Pero lo del jefe de servicio os lo contaré otro día, que la Fistra lo envió a que me echase la bronca y yo creo que hasta le seduje con mi papel de ignorante dulce de pestañas largas.
Ay, Fistra, como Minimacho llegue a término te juro que me presento a verte y te lo restriego por la cara para que te enteres... Pero esperaré a que el niño esté bien cagado, para saturarte el bulbo olfativo a ver si te desmayas.
miércoles, 18 de mayo de 2011
Lady Vaga se organiza
Queridas y queridos, es maravilloso a veces dedicarse al dolce far niente por cuanto nos ofrece la oportunidad de dedicar nuestras horas a pensar, divagar, elucubrar, reflexionar... Esa deliciosa gimnasia mental para la cual "el ajetreado ritmo de vida actual", como dicen los anuncios de suplementos alimenticios, no nos deja espacio habitualmente.
Creo que hay pocas cosas más estéticas que una mujer arrellanada en su sofá Chesterfield de cuero blanco, meditando mientras bebe lánguidamente su rooibos, los pies descalzos y la cabeza llena de ideas. Mola, ¿eh? Pues esa soy yo, señoras y señores. Divina hasta de reposo, no puedo evitarlo.
En fin, que me voy del tema (no es en vano que me llaman "La diva que divaga"): entre otras cosas que no vienen a cuento y que ya os contaré, proyectos futuros no directamente relacionados con mi propósito actual, creo que es importante prestar atención a dos cosas en este momento:
En fin, queridas y queridos, os dejo por hoy, no sin antes recordaros que la divina Lady Vaga ya está en twitter (Lady_Vaga) para lo que vuesas mercedes precisaren.
Saludos horizontales,
Lady Vaga.
Creo que hay pocas cosas más estéticas que una mujer arrellanada en su sofá Chesterfield de cuero blanco, meditando mientras bebe lánguidamente su rooibos, los pies descalzos y la cabeza llena de ideas. Mola, ¿eh? Pues esa soy yo, señoras y señores. Divina hasta de reposo, no puedo evitarlo.
En fin, que me voy del tema (no es en vano que me llaman "La diva que divaga"): entre otras cosas que no vienen a cuento y que ya os contaré, proyectos futuros no directamente relacionados con mi propósito actual, creo que es importante prestar atención a dos cosas en este momento:
- Estamos en plena Semana Mundial por el Parto Respetado (SMAR, según las siglas en francés, puesto que de allí viene la idea) y varias asociaciones están organizando actividades conmemorativas. Si tenéis tiempo, ganas y permiso para salir (a mí me falta el último y eso que soy mayor de edad, snif) haréis bien en no perdéroslo. Echad un vistazo a El Parto Es Nuestro y SINA para enteraros de todo.
- Como algunos ya sabéis, el 7 de junio se celebra el Día Mundial de los Derechos del Nacimiento y más de cuatrocientos locos hemos decidido unir nuestras fuerzas para convertirnos en una especie de Mazinger Z virtual que, en vez de soltar los "¡puños fuera!", mandará un aluvión de cartas a la SEGO (cuyo presidente nos ha hecho pasar tan buenos ratos con sus jocosas declaraciones sobre la atención al parto en nuestro país) y a los ginesaurios con los que más de una ha tenido la desdicha de encontrarse yendo sin bragas.
En fin, queridas y queridos, os dejo por hoy, no sin antes recordaros que la divina Lady Vaga ya está en twitter (Lady_Vaga) para lo que vuesas mercedes precisaren.
Saludos horizontales,
Lady Vaga.
martes, 17 de mayo de 2011
Maniobras de Domesticación: breve enumeración
Queridas y queridos, os debía desde hace varios días una entrada detallando las variadas Maniobras de Domesticación que emplean algunos batasblancas en su diario quehacer para mantener a los pacientes en un estado de atontamiento y sumisión cómodo para los profesionales que les atienden.
Definiremos, por tanto, Maniobra de Domesticación (MD), como "aquella técnica, procedimiento o acción encaminada a socavar la autonomía del paciente con el fin de tornarlo en un sujeto sumiso, maleable y no incómodo que no haga preguntas ni cuestione la oportunidad ni el fin de las intervenciones que se lleven a cabo sobre su cuerpo".
De momento, lo dejo así, pero ya os comenté en su día que esta definición es susceptible de ser ampliada, modificada o enmendada por vosotras, ilustres visitantes (permitidme que, por ser mayoría de chicas, emplee el femenino como colectivo).
En este texto, me limitaré a enumerar las principales maniobras (las que yo he conocido, sin perjuicio de que existan otras a las cuales no me he visto expuesta, pues el mundo es vasto y algunos médicos muy bastos) para, en una entrada futura, poner ejemplos concretos vividos por mi excelsa persona durante mi estancia en el Hotel Espe y en otras ocasiones (aclaro que siempre en relación con los temas de embarazo y crianza, pues en otros ámbitos he dado con profesionales serios que me han permitido preguntar, indagar y salir tranquila de la consulta sin sentirme como si mi cuerpo fuese una bomba de relojería).
Así que, señoras y señores, remanguémonos las camisas de seda natural y manos a la obra (sólo los dedos, en realidad, y las neuronas, que estoy en reposo). Maniobras de Domesticación:
Consecuencias sobre el paciente (no necesariamente en orden cronológico):
Ahora, queridas y queridos, permitiréis que me despida, pues es la hora de comer y mis tripitas empiezan a rugir cual león de la Metro, no sin antes enviar un cariñoso saludo a todos los buenos profesionales sanitarios que nos permiten preguntar, dudar, reaccionar humanamente ante ciertos anuncios poco halagüeños y sentirnos tratados como personas y no como números durante nuestra enfermedad. A todos ellos, gracias.
Lady Vaga.
Definiremos, por tanto, Maniobra de Domesticación (MD), como "aquella técnica, procedimiento o acción encaminada a socavar la autonomía del paciente con el fin de tornarlo en un sujeto sumiso, maleable y no incómodo que no haga preguntas ni cuestione la oportunidad ni el fin de las intervenciones que se lleven a cabo sobre su cuerpo".
De momento, lo dejo así, pero ya os comenté en su día que esta definición es susceptible de ser ampliada, modificada o enmendada por vosotras, ilustres visitantes (permitidme que, por ser mayoría de chicas, emplee el femenino como colectivo).
En este texto, me limitaré a enumerar las principales maniobras (las que yo he conocido, sin perjuicio de que existan otras a las cuales no me he visto expuesta, pues el mundo es vasto y algunos médicos muy bastos) para, en una entrada futura, poner ejemplos concretos vividos por mi excelsa persona durante mi estancia en el Hotel Espe y en otras ocasiones (aclaro que siempre en relación con los temas de embarazo y crianza, pues en otros ámbitos he dado con profesionales serios que me han permitido preguntar, indagar y salir tranquila de la consulta sin sentirme como si mi cuerpo fuese una bomba de relojería).
Así que, señoras y señores, remanguémonos las camisas de seda natural y manos a la obra (sólo los dedos, en realidad, y las neuronas, que estoy en reposo). Maniobras de Domesticación:
- Racionar la información, o directamente, ocultarla al paciente y sus familiares: esta MD es altamente efectiva, pues consigue sumir al sujeto en un estado de angustia e incertidumbre que prepara su mente para futuras maniobras. Variante: dar diferentes informaciones al paciente y a los familiares, para confundirles e indignarles, dejando así el terreno abonado para lo que vendrá.
- Vaticinar consecuencias terribles o que parezcan desmesuradas: si el paciente no es consciente de su gravedad real, o percibe un gran desfase entre su propia sensación física y el desastre que se le predice, se incrementa su ansiedad y comienza el proceso de destrucción de su autoestima.
- Especular sobre el estado mental del paciente delante de él ("es que esta señora está histérica"): se insinúa, o se afirma claramente, que la reacción del paciente ante la hecatombe que, según el médico, se avecina, es excesiva y propia de personas con escaso equilibrio mental. Una vez más, el objetivo es que el paciente y sus familiares confíen cada vez menos en su propio criterio y decisiones y se pongan en manos de los médicos sin preguntar.
- Hablar del paciente como si él no estuviera (pero está): reafirma en el paciente la idea de que las decisiones no dependen de él, pues se espera que actúe como una mera pieza en un engranaje, un objeto sobre la mesa en el cual otros actúan e intervienen.
- Reforzar la autoridad médica en detrimento de la autonomía del paciente: se consigue mediante frases ("somos los que sabemos", "usted no es médico"), actitudes (entrar sin presentarse o sin llamar a la puerta, ignorar una pregunta, salir sin dar opción a preguntar o sin despedirse) y actos (prescribir una medicación o programar pruebas sin informar al paciente previamente).
- Manipular el cuerpo del paciente sin su consentimiento: por ejemplo, colocando en las vías medicación sin indicar qué es o haciendo un tacto vaginal sin avisar (o, habiendo avisado, "aprovechar" para despegar las membranas, romper la bolsa...). Esta maniobra supone la culminación de las anteriores, que, si se han ejecutado metódica y correctamente, habrán convertido al paciente en un pelele dócil. Representa el éxito total en el proceso de despersonalización del sujeto, el cual, cosificado y mentalmente agotado, no pondrá objeciones ni dificultades a sus cuidadores.
Consecuencias sobre el paciente (no necesariamente en orden cronológico):
- Descenso de la confianza en sí mismo: "no me entero de nada".
- Dudas sobre el propio cuerpo: "yo me encuentro bien, pero si me hacen tantas pruebas, será que estoy peor de lo que creo". Importan más los valores de una analítica que la percepción propia sobre la salud.
- Pérdida de interés en el proceso: "para qué preguntar si no me van a contar nada y no me voy a enterar". El paciente comienza a sentirse menor de edad. Desconecta de su propio cuerpo.
- Sobrevaloración de los médicos: "ellos son los que saben, tanto que ni me entero si pregunto".
- Sumisión: "pues nada, aquí estaré hasta que ellos quieran y que hagan lo que tengan que hacer". El paciente renuncia, "voluntariamente", a su autonomía y capacidad de decisión, que cede a los médicos.
Ahora, queridas y queridos, permitiréis que me despida, pues es la hora de comer y mis tripitas empiezan a rugir cual león de la Metro, no sin antes enviar un cariñoso saludo a todos los buenos profesionales sanitarios que nos permiten preguntar, dudar, reaccionar humanamente ante ciertos anuncios poco halagüeños y sentirnos tratados como personas y no como números durante nuestra enfermedad. A todos ellos, gracias.
Lady Vaga.
viernes, 13 de mayo de 2011
Lady Vaga y las tetas de su amiga
Estos días de reposo involuntario que tan bien se me da cumplir tengo tiempo no sólo de dedicarme al blog y a otros cibermenesteres, sino que he recuperado mi vida social en forma de conversaciones telefónicas y visitas. Como imaginaréis, queridas y queridos, no todas las presencias son igualmente bienvenidas en mi humilde casoplón, pero como una es, por encima de todo y pese a quien pese, una dama, me aguanto y les recibo con amabilísima sonrisa mientras me piso el juanete izquierdo con el tacón derecho (tranquilos, no padezco de hallux valgus, pero apretando justo donde saldría consigo el mismo efecto que otras mordiéndose la lengua, cosa que yo no debo hacer porque si no puedo vocalizar como es debido mi vida carecería de propósito).
Una de esas presencias no-tan-deseadas tuvo, sin embargo, la delicadeza de no invadir mi dulce hogar, limitándose por tanto al asedio telefónico (y ahorrándose quizá un bofetón). Tras varios intentos infructuosos por su parte (¡gracias, identificación de llamada! Serías el invento perfecto si te materializases en la forma de un mayordomo chulazo que me adecentase la casa y me preparase ricas comiditas, ¡ay!), me aburro de pasar de ella y descuelgo.
Como las damas no dan los nombres de aquellos con quienes han tenido un escarceo y yo soy una dama (segunda vez que lo digo en esta entrada, por si no os había quedado suficientemente claro) en pijama o vestida de Prada, tampoco os diré el nombre de esta individua, para salvaguardar suestupidez intimidad, aunque os aclaro desde ya que no ha habido escarceo entre ella y yo y sí más de una escaramuza dialéctica como la que a continuación tendréis ocasión de disfrutar.
Reproduzco la conversación tal cual mi memoria me permite (antaño fue eidética, hogaño es más bien poética), así que disculpad posibles inexactitudes, errores de raccord u otros detalles nimios. Y si no queréis disculparlos, cerrad esta ventana, que el blog es mío y aquí la diva soy yo. ¡Dónde vamos a parar!
Para regocijo vuestro y escarnio de la coprotagonista de la historia, la llamaremos... Mmmh... Pitusa. Pitusa es un nombre que me suena a pija tonta con profundidad intelectual equivalente a un vaso de chupito, aproximadamente. Lo siento, Pitusas del mundo.
Pitusa: ¡Lady! ¿Cómo estás? ¿Sigues de reposo?
Lady Vaga: Pues sí, hasta nueva orden, aunque me van dando permiso para mover algo más que las pestañas, querida.
P: Pues yo te tengo que contar... ¡Me he operado!
L: ¿Mmmh?
P: Hija, del pecho, que no te enteras... Si te lo llevo anunciando más de un año.
L: Ay, es verdad, es que me he dedicado egoístamente a preocuparme de mi útero y reconozco que no he pensado para nada en tus lolas...
P: Pues de lolas, nada, bonita, que ahora son domingas. ¡Cuando te las enseñe, te vas a caer de culo!
L: ¿Te han quedado bien? Porque me alegro un montón, nena- en este punto comienzo a aburrirme de la conversación, pero disfrazo mi bostezo de suspiro, que queda más chic.
P: Divinas, Lady, divinas... Ni cuando teníamos veinte años las teníamos tan alpinas- habla por ti, pienso yo, que las mías desafiaban a la gravedad y te saltaban un ojo si te acercabas demasiado-. Además, que ya me preocupé yo de buscar al mejor cirujano de España, que no iba a ponerme en manos de cualquier carnicero...
L: Claro, claro, nena, que son cosas delicadas...
Para que no os aburráis, resumo, aun a riesgo de perder la gracia: Pitusa me explica (o me recuerda, mejor dicho, porque ella ya os ha avisado de que esto coleaba desde hace más de un año) que ha visitado nada más y nada menos que a seis cirujanos, seis, a cuyas consultas acudió con una lista de preguntas sobre las ventajas e inconvenientes de la operación, tipos de incisión, posibles problemas con la anestesia, tiempo y condiciones de la recuperación, tipo de implante (material y punto de implantación), etc. Es que Pitusa es una chica moderna y no pone su cuerpo y su dinero en manos de cualquiera; hasta ahí, bien. A dos de los médicos, que a priori le gustaban menos (después de haber rastreado todo Internet y parte del extranjero en busca de los mejores profesionales), les envió el cuestionario por e-mail para no perder el tiempo yendo a verles si sus respuestas no le cuadraban.
Después, la dicharachera Pitusa buscó la financiación, miró qué fecha le venía mejor para quirófano y recopiló tropecientos testimonios de otras chicas para no quedarse con duda alguna. Por último, se fue al Women's Secret y se compró tres conjuntitos de la talla que esperaba alcanzar para tener algo que ponerse en cuanto pudiese sin necesidad de salir a comprar a toda prisa.
Es en este punto, después de un cuarto de hora de exposición quirúrgica aderezada con unos quince "sabes" (de los que arrastran la ese) por minuto, cuando mi limitada provisión de paciencia se acaba.
- Pitusa, bonita, que estoy pensando que no deja de ser curioso que tú, que te has pasado año y pico buscando médico y medios, me dijeses cuando te conté que buscaba un parto respetado, que para qué me iba a gastar pasta en algo que me cubría el seguro privado y que también me hacían por la Seguridad Social... ¿No ves que para mí es tan importante darle un nacimiento digno y tranquilo a mi bebé como para ti ponerte las tetas?
- ¿Qué? Nena, no, ni de broma. Que lo mío no lo paga la Seguridad Social porque es algo especial, pero parir, todos los días pare alguna.
- Que sí, chata- la vena de la sien comienza a palpitarme-, lo cubre principalmente porque TODOS tenemos que nacer al menos una vez en la vida, así que es un servicio básico; lo cual no quiere decir que se haga en las condiciones idóneas, por eso me busco yo la vida.
- Lady, mira, no compares. Que yo las tetas me las veo todos los días y las disfruto twenty four seven, pero el parto es un rato y ya. Y al fin y al cabo, todos los niños terminan por salir... Tú es que te has vuelto muy naturista, chata.
- Y tú un poco gilipollas, cariño. Y ahora me vas a perdonar, pero tengo que reunirme con el chamán de la tribu a ver si los astros me son propicios para parir con el culo en pompa bajo el árbol mítico de nuestra secta-hermandad.
Y sonriendo, siempre sonriendo (como me enseñó mi profesor de RR. PP., un señor acartonado al que llamábamos Estrellito Castro por motivos que otro día listaré y que decía que siempre había que sonreír al hablar por teléfono, "porque se nota, jóvenes"), colgué el teléfono. Que no está una para que le toquen la cicatriz y menos sin pedir permiso.
Una de esas presencias no-tan-deseadas tuvo, sin embargo, la delicadeza de no invadir mi dulce hogar, limitándose por tanto al asedio telefónico (y ahorrándose quizá un bofetón). Tras varios intentos infructuosos por su parte (¡gracias, identificación de llamada! Serías el invento perfecto si te materializases en la forma de un mayordomo chulazo que me adecentase la casa y me preparase ricas comiditas, ¡ay!), me aburro de pasar de ella y descuelgo.
Como las damas no dan los nombres de aquellos con quienes han tenido un escarceo y yo soy una dama (segunda vez que lo digo en esta entrada, por si no os había quedado suficientemente claro) en pijama o vestida de Prada, tampoco os diré el nombre de esta individua, para salvaguardar su
Reproduzco la conversación tal cual mi memoria me permite (antaño fue eidética, hogaño es más bien poética), así que disculpad posibles inexactitudes, errores de raccord u otros detalles nimios. Y si no queréis disculparlos, cerrad esta ventana, que el blog es mío y aquí la diva soy yo. ¡Dónde vamos a parar!
Para regocijo vuestro y escarnio de la coprotagonista de la historia, la llamaremos... Mmmh... Pitusa. Pitusa es un nombre que me suena a pija tonta con profundidad intelectual equivalente a un vaso de chupito, aproximadamente. Lo siento, Pitusas del mundo.
Pitusa: ¡Lady! ¿Cómo estás? ¿Sigues de reposo?
Lady Vaga: Pues sí, hasta nueva orden, aunque me van dando permiso para mover algo más que las pestañas, querida.
P: Pues yo te tengo que contar... ¡Me he operado!
L: ¿Mmmh?
P: Hija, del pecho, que no te enteras... Si te lo llevo anunciando más de un año.
L: Ay, es verdad, es que me he dedicado egoístamente a preocuparme de mi útero y reconozco que no he pensado para nada en tus lolas...
P: Pues de lolas, nada, bonita, que ahora son domingas. ¡Cuando te las enseñe, te vas a caer de culo!
L: ¿Te han quedado bien? Porque me alegro un montón, nena- en este punto comienzo a aburrirme de la conversación, pero disfrazo mi bostezo de suspiro, que queda más chic.
P: Divinas, Lady, divinas... Ni cuando teníamos veinte años las teníamos tan alpinas- habla por ti, pienso yo, que las mías desafiaban a la gravedad y te saltaban un ojo si te acercabas demasiado-. Además, que ya me preocupé yo de buscar al mejor cirujano de España, que no iba a ponerme en manos de cualquier carnicero...
L: Claro, claro, nena, que son cosas delicadas...
Para que no os aburráis, resumo, aun a riesgo de perder la gracia: Pitusa me explica (o me recuerda, mejor dicho, porque ella ya os ha avisado de que esto coleaba desde hace más de un año) que ha visitado nada más y nada menos que a seis cirujanos, seis, a cuyas consultas acudió con una lista de preguntas sobre las ventajas e inconvenientes de la operación, tipos de incisión, posibles problemas con la anestesia, tiempo y condiciones de la recuperación, tipo de implante (material y punto de implantación), etc. Es que Pitusa es una chica moderna y no pone su cuerpo y su dinero en manos de cualquiera; hasta ahí, bien. A dos de los médicos, que a priori le gustaban menos (después de haber rastreado todo Internet y parte del extranjero en busca de los mejores profesionales), les envió el cuestionario por e-mail para no perder el tiempo yendo a verles si sus respuestas no le cuadraban.
Después, la dicharachera Pitusa buscó la financiación, miró qué fecha le venía mejor para quirófano y recopiló tropecientos testimonios de otras chicas para no quedarse con duda alguna. Por último, se fue al Women's Secret y se compró tres conjuntitos de la talla que esperaba alcanzar para tener algo que ponerse en cuanto pudiese sin necesidad de salir a comprar a toda prisa.
Es en este punto, después de un cuarto de hora de exposición quirúrgica aderezada con unos quince "sabes" (de los que arrastran la ese) por minuto, cuando mi limitada provisión de paciencia se acaba.
- Pitusa, bonita, que estoy pensando que no deja de ser curioso que tú, que te has pasado año y pico buscando médico y medios, me dijeses cuando te conté que buscaba un parto respetado, que para qué me iba a gastar pasta en algo que me cubría el seguro privado y que también me hacían por la Seguridad Social... ¿No ves que para mí es tan importante darle un nacimiento digno y tranquilo a mi bebé como para ti ponerte las tetas?
- ¿Qué? Nena, no, ni de broma. Que lo mío no lo paga la Seguridad Social porque es algo especial, pero parir, todos los días pare alguna.
- Que sí, chata- la vena de la sien comienza a palpitarme-, lo cubre principalmente porque TODOS tenemos que nacer al menos una vez en la vida, así que es un servicio básico; lo cual no quiere decir que se haga en las condiciones idóneas, por eso me busco yo la vida.
- Lady, mira, no compares. Que yo las tetas me las veo todos los días y las disfruto twenty four seven, pero el parto es un rato y ya. Y al fin y al cabo, todos los niños terminan por salir... Tú es que te has vuelto muy naturista, chata.
- Y tú un poco gilipollas, cariño. Y ahora me vas a perdonar, pero tengo que reunirme con el chamán de la tribu a ver si los astros me son propicios para parir con el culo en pompa bajo el árbol mítico de nuestra secta-hermandad.
Y sonriendo, siempre sonriendo (como me enseñó mi profesor de RR. PP., un señor acartonado al que llamábamos Estrellito Castro por motivos que otro día listaré y que decía que siempre había que sonreír al hablar por teléfono, "porque se nota, jóvenes"), colgué el teléfono. Que no está una para que le toquen la cicatriz y menos sin pedir permiso.
Blogger, me tienes contenta
Queridas y queridos, como veréis, faltan las entradas de estos últimos días. Que no pasa nada grave porque eran resúmenes y, por tanto, prescindibles, pero es un fastidio que este Blogger nuestro se jeringue inoportunamente y encima me chafe mis currados textitos.
Se supone que, según Blogger, esas dos entradas volverán a aparecer en cierto momento que yo ignoro. Lo que más me molesta es que había puesto una foto del plan de parto viajero y tampoco aparece ahora y yo pensaba añadir otra, pero por si acaso la recuperan, no lo haré todavía, no vayamos a hacer un nudo en el tejido del espacio-tiempo y se colapse el universo conocido.
Besos cansados,
Lady Vaga.
Se supone que, según Blogger, esas dos entradas volverán a aparecer en cierto momento que yo ignoro. Lo que más me molesta es que había puesto una foto del plan de parto viajero y tampoco aparece ahora y yo pensaba añadir otra, pero por si acaso la recuperan, no lo haré todavía, no vayamos a hacer un nudo en el tejido del espacio-tiempo y se colapse el universo conocido.
Besos cansados,
Lady Vaga.
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