(Ya sé que la RAE ahora dice que "sólo" como adverbio no necesita tilde, pero yo todavía no consigo acostumbrarme, así que ahorraos la puntualización.)
Queridos y queridas, mi horizontalidad se va volviendo cada día más extraña y pasmosa. He pasado de estar castigada mirando al techo (en el cual ya veía colores y formas psicodélicas a fuerza de mirar mucho, comer poco y dejar una vena a disposición de los médicos) a intentar no correr detrás de O. G., que como buen bebé de casi 21 meses, encuentra divertidísimo trasladarse y trasladarme de una habitación a otra de la casa sin tregua.
Resulta que Lord Muchomacho, que estaba trabajando a media jornada desde que yo volví a casa para ayudarme con la inactividad (no compartiéndola, claro, sino poniéndomela fácil), debe reincorporarse a su vida laboral normal sin más dilación. La verdad es que no podemos quejarnos, teniendo en cuenta que durante mi ingreso no se ha despegado de mi cama (no lo habríamos hecho si no hubiésemos tenido un precedente cercano en el tiempo de un caso en el que también alguien hubo de ausentarse durante todo un mes por razones de salud, más serias que las que a mí me han aquejado), pero es que se ha juntado otra circunstancia que no viene al caso, por la cual de momento nos parece más oportuno que O. G. se quede en nuestra casa y no en la de nadie.
Sea como sea, ahora estoy todo el día sola en casa con mi pequeño O. G., que por un lado me hace estar alegre y feliz, pues tengo la suerte de tener un pequeño cascabel por primogénito, pero también de un lado a otro sin casi parar, que en mi estado no es lo más recomendable.
Por todo lo cual, si venís de visita a nuestra humilde mansión, no os extrañéis cuando O. G. se haga cacotas y Lady Vaga os seduzca con su más dulce meneo de pestañas para pediros que seáis vosotros quienes le cambien el pañal... Que no veáis lo duro que es tener el olfato agudísimo propio de las embarazadas y no poder huir del pañal sucio de vuestro hijo...
Queridos y queridas, os dejo por ahora, pues parece que O. G. quiere sentarse un rato tranquilo a ver la tele y yo estoy ojiplática perdida ante tamaña suerte, que pretendo aprovechar para poner los pies en alto a ver si con suerte me los masajea con el juguete que tenga más a mano.
Sed buenos y no os levantéis mucho del sofá, he leído que es malo para el bazo.
jueves, 7 de abril de 2011
miércoles, 6 de abril de 2011
17 de marzo: primer día en el Hotel Espe
Como hoy no hay novedades, aprovecharé para contaros el primer miércoles aciago que pasé en el Hotel Espe en régimen de pensión completa.
El primer encuentro con la doctora Fistro fue bastante agradable. O. G. lloró al verla entrar (padece una batafobia importante, completamente justificada en su caso por cosas que ya os contaré otro día) y ella, ni corta ni perezosa, se quitó la bata rápidamente y lució su modelito de civil para que mi bebé no se asustase. Nos informó de que me harían una ecografía más tarde, que no había tenido tiempo de leerse mi historia y que luego volvería. Exprés.
Volvió X horas más tarde. Mis hombres habían bajado a tomar algo a la cafetería, así que estábamos las dos solas. Me acaricia la cara y en tono maternal me dice "está todo bien, tú no te preocupes".
Yo me quedo perpleja porque, aunque mi cutis es fino cual muñeca de porcelana (de las bonitas, no de esas que dan grima) y dan ganas de sobetearlo (o de hostiarme, según hayan ido las conversaciones previas), ese tipo de contacto físico suelo reservarlo para la segunda cita o posteriores. Ante su escasa disposición, opto por lanzarle una pregunta como primera opción y por agarrarla del faldón de la bata como siguiente. Pregunta:
- Doctora, doctora, ¿estaba correcta la ecografía?
- Sí, sí, todo perfecto.
- ¿Y la analítica, doctora?
- Perfecta, perfecta.
- Entonces, ¿qué puedo esperar, doctora? ¿Qué va a pasar?
Creo que, en este punto, la doctora barajó varias posibilidades:
a) Amenazarme con ponerme agua de Fukushima en la leche del desayuno.
b) Ignorarme olímpicamente y girar 180º hacia la puerta haciendo revolar la bata cual bata de cola.
c) Lanzarme un anatema.
Dejo a vuestro criterio valorar qué idea venció en su cerebro a la luz de su respuesta:
- Bueno, pues o el bebé se muere o nacerá muy prematuro, si llega.
Respuesta franca donde las haya, me dejó tan perpleja que no consigo recordar con detalle el resto de la charla. Sé que me dijo que el bebé seguramente tendría una infección y que aquí se ponían antibióticos pero que en otros hospitales no... Y después se marchó y yo me cogí un berrinche de esos que hinchan ojos (los míos, aunque ganas de zurrar a alguien también me daban) y ensanchan pulmones, patiabierta y boquidifusa (¿o era al revés?).
Mi madre vino a verme por la tarde y me dio el coñazo con que ella tenía el pálpito de que todo iría bien, tal y cual.
- Mamá, déjalo, en estos momentos esto no me anima nada.
Otra vez que el pálpito, otra vez que me dejes en paz, vuelta a llorar como una magdalena, compraremos lotería que este año toca fijo... Os ahorro el resto de la tarde, que fue básicamente una discusión con mi madre sobre el tema "Por qué callar (o no) cuando alguien que está jodido te lo pide por favor ochocientas quince veces".
Por la noche, vino una enfermera a tomarme la tensión (o a ponerme más antibiótico en la vía, o simplemente a ver qué tal estaba... No sé, venían a muchas cosas, pobres) y me vio sentada en el sofá.
- ¿Qué haces en el sofá?
- Pues aquí, sentada...
- Pero si tú tienes que guardar reposo, sólo puedes levantarte de la cama para ir al baño.
- Pero si la doctora no me ha dicho nada de eso...
- Pues en tu estado es peligroso que te levantes, así que a la cama y a descansar.
Pobre enfermera. Una chica con tan buen talante que Zapatero le habría dado una cartera ministerial (donde, a buen seguro, sería mucho menos útil a la sociedad que en el hospital) y yo le di un discurso a moco tendido que creo que a día de hoy aún no se le ha olvidado... Lloré, lloriqueé y lagrimeé cual María Patiño ante una aparición mística de Bárbara Rey y le conté que la doctora no me había dicho nada de eso, que sólo me había dicho que el bebé se moría y que apenas me había dejado preguntarle nada...
La simpática enfermera, que supongo que después se preparó una tortilla de aspirinas para cenar, me dio los ánimos que buenamente pudo y me dejó para que durmiésemos un poco. Por cierto que en ese hospital, que ese mismo día había recibido la acreditación IHAN, nadie nos puso pega alguna a que O. G. durmiese con nosotros ni a que todavía lactase (bueno, la pega se la pusieron mis antibióticos, que debieron cambiarme tanto el sabor de la deliciosa ambrosía láctea que yo acostumbraba producir que mi retoño dijo que nanai y no volvió a mamar desde aquella tarde hasta el domingo... Y a día de hoy está totalmente destetado, para mi dolor y tristeza). Un punto a favor del Hotel Espe.
Y lo dejamos por hoy aquí, que no quiero sobrecargar vuestros cerebros con tanta información importante y útil. Descansad en horizontal y con los pies en alto.
El primer encuentro con la doctora Fistro fue bastante agradable. O. G. lloró al verla entrar (padece una batafobia importante, completamente justificada en su caso por cosas que ya os contaré otro día) y ella, ni corta ni perezosa, se quitó la bata rápidamente y lució su modelito de civil para que mi bebé no se asustase. Nos informó de que me harían una ecografía más tarde, que no había tenido tiempo de leerse mi historia y que luego volvería. Exprés.
Volvió X horas más tarde. Mis hombres habían bajado a tomar algo a la cafetería, así que estábamos las dos solas. Me acaricia la cara y en tono maternal me dice "está todo bien, tú no te preocupes".
Yo me quedo perpleja porque, aunque mi cutis es fino cual muñeca de porcelana (de las bonitas, no de esas que dan grima) y dan ganas de sobetearlo (o de hostiarme, según hayan ido las conversaciones previas), ese tipo de contacto físico suelo reservarlo para la segunda cita o posteriores. Ante su escasa disposición, opto por lanzarle una pregunta como primera opción y por agarrarla del faldón de la bata como siguiente. Pregunta:
- Doctora, doctora, ¿estaba correcta la ecografía?
- Sí, sí, todo perfecto.
- ¿Y la analítica, doctora?
- Perfecta, perfecta.
- Entonces, ¿qué puedo esperar, doctora? ¿Qué va a pasar?
Creo que, en este punto, la doctora barajó varias posibilidades:
a) Amenazarme con ponerme agua de Fukushima en la leche del desayuno.
b) Ignorarme olímpicamente y girar 180º hacia la puerta haciendo revolar la bata cual bata de cola.
c) Lanzarme un anatema.
Dejo a vuestro criterio valorar qué idea venció en su cerebro a la luz de su respuesta:
- Bueno, pues o el bebé se muere o nacerá muy prematuro, si llega.
Respuesta franca donde las haya, me dejó tan perpleja que no consigo recordar con detalle el resto de la charla. Sé que me dijo que el bebé seguramente tendría una infección y que aquí se ponían antibióticos pero que en otros hospitales no... Y después se marchó y yo me cogí un berrinche de esos que hinchan ojos (los míos, aunque ganas de zurrar a alguien también me daban) y ensanchan pulmones, patiabierta y boquidifusa (¿o era al revés?).
Mi madre vino a verme por la tarde y me dio el coñazo con que ella tenía el pálpito de que todo iría bien, tal y cual.
- Mamá, déjalo, en estos momentos esto no me anima nada.
Otra vez que el pálpito, otra vez que me dejes en paz, vuelta a llorar como una magdalena, compraremos lotería que este año toca fijo... Os ahorro el resto de la tarde, que fue básicamente una discusión con mi madre sobre el tema "Por qué callar (o no) cuando alguien que está jodido te lo pide por favor ochocientas quince veces".
Por la noche, vino una enfermera a tomarme la tensión (o a ponerme más antibiótico en la vía, o simplemente a ver qué tal estaba... No sé, venían a muchas cosas, pobres) y me vio sentada en el sofá.
- ¿Qué haces en el sofá?
- Pues aquí, sentada...
- Pero si tú tienes que guardar reposo, sólo puedes levantarte de la cama para ir al baño.
- Pero si la doctora no me ha dicho nada de eso...
- Pues en tu estado es peligroso que te levantes, así que a la cama y a descansar.
Pobre enfermera. Una chica con tan buen talante que Zapatero le habría dado una cartera ministerial (donde, a buen seguro, sería mucho menos útil a la sociedad que en el hospital) y yo le di un discurso a moco tendido que creo que a día de hoy aún no se le ha olvidado... Lloré, lloriqueé y lagrimeé cual María Patiño ante una aparición mística de Bárbara Rey y le conté que la doctora no me había dicho nada de eso, que sólo me había dicho que el bebé se moría y que apenas me había dejado preguntarle nada...
La simpática enfermera, que supongo que después se preparó una tortilla de aspirinas para cenar, me dio los ánimos que buenamente pudo y me dejó para que durmiésemos un poco. Por cierto que en ese hospital, que ese mismo día había recibido la acreditación IHAN, nadie nos puso pega alguna a que O. G. durmiese con nosotros ni a que todavía lactase (bueno, la pega se la pusieron mis antibióticos, que debieron cambiarme tanto el sabor de la deliciosa ambrosía láctea que yo acostumbraba producir que mi retoño dijo que nanai y no volvió a mamar desde aquella tarde hasta el domingo... Y a día de hoy está totalmente destetado, para mi dolor y tristeza). Un punto a favor del Hotel Espe.
Y lo dejamos por hoy aquí, que no quiero sobrecargar vuestros cerebros con tanta información importante y útil. Descansad en horizontal y con los pies en alto.
martes, 5 de abril de 2011
El Alto Riesgo no es para mí, yo siempre tomo precauciones
Hoy hemos ido a nuestro primer seguimiento por Alto Riesgo, Lord Muchomacho, O. G., la siempre gentil Verónica (que en el futuro será mi nuera, pues O. G. y ella parecen estar muy enamorados), Baby Garbancito y yo. Vero venía para que Lord Muchomacho pudiese entrar conmigo a la consulta.
En fin, no hemos tenido que esperar apenas, aunque la sala estaba llena; es lo que tiene ser una bomba de relojería a punto de explotar... Creo que, en la mente de algunos médicos, mi imagen no es la de la súper estilosa Lady Vaga, la mujer para la cual un Pretty Pusher es un trapo sin futuro en el armario, sino un manojo de cables conectados a un relojito y a una pila de cartuchos de dinamita marca Acme.
No conocíamos a la doctora que nos ha visto ni, por supuesto, ella ha considerado oportuno presentarse. La enfermera me ha tomado la tensión (que me ha salido algo más alta que de costumbre por tener que cruzar la sala de espera corriendo cuando me han llamado... ¿Para qué ponen la pantallita con los números y doscientos trece carteles que avisan de que el turno saldrá en la dichosa pantallita? Si no funciona, que pongan una película, como en los aviones, o algo de telebasura para que la gente esté en silencio...) y me ha pesado (dos kilos y pico de clavo entre el vaquero, los zapatos y los cuatro vasos de agua que llevaba yo en la barriga, que el agua depura y es buenísima para la piel) y ya después nos hemos metido en harina: el útero de Lady Vaga y su excepcional contenido.
- ¿Sigues perdiendo líquido?- vosotros aún no lo sabéis, pero durante dos semanas he dicho tooooodas las mañanas, a ocho médicos diferentes, lo mismo: que yo no perdí líquido ningún día, salvo cuando ingresé. Debe de ser que no lo apuntan, o que no lo leen, o que no entienden la letra de imprenta del ordenador, o que el ordenador tiene un virus, o...
- No, de hecho sólo perdí en casa, cuando ingresé. No he vuelto a perder más.
La médico me mira algo perpleja. Supongo que empieza a preguntarse muchas cosas. Me pide la eco de 12 semanas y la evalúa; todo correcto (ya lo sabíamos, señora, eso fue hace más de un mes, pero gracias). Saca la analítica que me hicieron el jueves y me informa de que mi PCR está en 3,9 (el límite lo fijan en 10). Toma ya, doctora Fistra; qué pena que no estés aquí para ver tu cara de ajo pocho remojado en vinagre rancio y pasado de fecha... Podría tener un orgasmo sólo de imaginar su decepción, pero no es plan, que ahora me van a hacer la ecografía.
Me coloco en ortopédica posición e intento bajarme el vaquero cuanto puedo sin enseñar nada que no hayan pagado para ver, pero es una tarea infructuosa. Me lo remeto por donde puedo cual refajo de traje regional para llegar a la conclusión de que a la próxima ecografía iré con vestido corto o quizá en plan nudista, depende del calorcito que haga en la calle.
Baby Garbancito está bien, su corazón late al ritmo pertinente (caballo desbocado con John Wayne a la grupa, aproximadamente) y el líquido de la bolsa está perfecto. Se aprecia un hematoma que actualmente debe de estar reabsorbiéndose, porque hace una semana era un "despegamiento" de cuatro centímetros (no sabían si tenía importancia o no, unos decían que era fisiológico en estas semanas de embarazo, otros que había que vigilar que no fuese a más...) y ahora es un hematoma (dicho con contundencia por boca de la doctora) de 2,7 centímetros. Además, este hematoma explica por qué he manchado estos días, por lo visto es la sangre que se va drenando.
La doctora ha dado por hecho que ya sabíamos el sexo de Baby Garbancito y, que si no lo sabíamos, estábamos locos por saberlo, así que nos lo ha dicho DOS veces. No una, no; dos. Lord Muchomacho, que se moría de ganas, ha sonreído como un padre babeante (a la salida me ha comentado que él ya veía la zona y que se apreciaba claramente el sexo) y yo le he aclarado a la doctora que yo no quería saberlo.
- Pues habérmelo dicho antes.
¿Cómo? Señora, si yo supiese lo que usted va a decir antes de que abra la boca, no habría venido a la consulta y me habría ahorrado el combustible, que además de contaminar el medio ambiente, cuesta un pastón. En fin.
Así que ahora tenéis la opción de participar en nuestra fantástica encuesta sobre el sexo de Baby Garbancito y ganar... Ganar... No sé, una visita guiada a nuestra casa y una taza de rooibos caliente o con hielo, lo que más os ponga.
Esta doctora opina que llevarme por Alto Riesgo es una gilipollez (aunque no lo ha dicho con estas mismas palabras, pero lo ha dado a entender) y que debería hacer ya mi vida normal; luego ha decidido que mejor esperemos cinco semanas a ver si el hematoma se reabsorbe y entonces veremos si me reincorporo al trabajo o qué... Es decir, que es posible que Lady Vaga tenga que deshorizontalizarse antes de lo esperado. Nuestras esperanzas renacen y yo maldigo el día en que escogí mis súper-poderes y me pedí producir leche en vez de la invisibilidad, para colarme en las reuniones y ver la jeta de la Fistro cuando esta doctora le diga "nena, te has colado de cabo a rabo y la Espe te va a facturar a ti estas dos semanas que has tenido a la dulce Lady Vaga mirando al techo"...
En fin, queridos y queridas, la alegría nos invade y nos saca patas de gallo en los ojos, pero no importa, las noticias no podrían ser mejores por el momento. Y eso que he empezado el día muy cabreada, porque he ido a coger mi GHD para ponerme monísima (imaginadme sentada en el cuarto de baño alisándome el pelo, cual dama decimonónica en el tocador) y he visto que mi madre, que fue la última en usarla, le había enrollado el cable tan apretado que las placas estaban tan juntas como si fuesen siamesas... ¡Si la llego a tener enfrente, creo que le aliso hasta las pestañas!
En fin, no hemos tenido que esperar apenas, aunque la sala estaba llena; es lo que tiene ser una bomba de relojería a punto de explotar... Creo que, en la mente de algunos médicos, mi imagen no es la de la súper estilosa Lady Vaga, la mujer para la cual un Pretty Pusher es un trapo sin futuro en el armario, sino un manojo de cables conectados a un relojito y a una pila de cartuchos de dinamita marca Acme.
No conocíamos a la doctora que nos ha visto ni, por supuesto, ella ha considerado oportuno presentarse. La enfermera me ha tomado la tensión (que me ha salido algo más alta que de costumbre por tener que cruzar la sala de espera corriendo cuando me han llamado... ¿Para qué ponen la pantallita con los números y doscientos trece carteles que avisan de que el turno saldrá en la dichosa pantallita? Si no funciona, que pongan una película, como en los aviones, o algo de telebasura para que la gente esté en silencio...) y me ha pesado (dos kilos y pico de clavo entre el vaquero, los zapatos y los cuatro vasos de agua que llevaba yo en la barriga, que el agua depura y es buenísima para la piel) y ya después nos hemos metido en harina: el útero de Lady Vaga y su excepcional contenido.
- ¿Sigues perdiendo líquido?- vosotros aún no lo sabéis, pero durante dos semanas he dicho tooooodas las mañanas, a ocho médicos diferentes, lo mismo: que yo no perdí líquido ningún día, salvo cuando ingresé. Debe de ser que no lo apuntan, o que no lo leen, o que no entienden la letra de imprenta del ordenador, o que el ordenador tiene un virus, o...
- No, de hecho sólo perdí en casa, cuando ingresé. No he vuelto a perder más.
La médico me mira algo perpleja. Supongo que empieza a preguntarse muchas cosas. Me pide la eco de 12 semanas y la evalúa; todo correcto (ya lo sabíamos, señora, eso fue hace más de un mes, pero gracias). Saca la analítica que me hicieron el jueves y me informa de que mi PCR está en 3,9 (el límite lo fijan en 10). Toma ya, doctora Fistra; qué pena que no estés aquí para ver tu cara de ajo pocho remojado en vinagre rancio y pasado de fecha... Podría tener un orgasmo sólo de imaginar su decepción, pero no es plan, que ahora me van a hacer la ecografía.
Me coloco en ortopédica posición e intento bajarme el vaquero cuanto puedo sin enseñar nada que no hayan pagado para ver, pero es una tarea infructuosa. Me lo remeto por donde puedo cual refajo de traje regional para llegar a la conclusión de que a la próxima ecografía iré con vestido corto o quizá en plan nudista, depende del calorcito que haga en la calle.
Baby Garbancito está bien, su corazón late al ritmo pertinente (caballo desbocado con John Wayne a la grupa, aproximadamente) y el líquido de la bolsa está perfecto. Se aprecia un hematoma que actualmente debe de estar reabsorbiéndose, porque hace una semana era un "despegamiento" de cuatro centímetros (no sabían si tenía importancia o no, unos decían que era fisiológico en estas semanas de embarazo, otros que había que vigilar que no fuese a más...) y ahora es un hematoma (dicho con contundencia por boca de la doctora) de 2,7 centímetros. Además, este hematoma explica por qué he manchado estos días, por lo visto es la sangre que se va drenando.
La doctora ha dado por hecho que ya sabíamos el sexo de Baby Garbancito y, que si no lo sabíamos, estábamos locos por saberlo, así que nos lo ha dicho DOS veces. No una, no; dos. Lord Muchomacho, que se moría de ganas, ha sonreído como un padre babeante (a la salida me ha comentado que él ya veía la zona y que se apreciaba claramente el sexo) y yo le he aclarado a la doctora que yo no quería saberlo.
- Pues habérmelo dicho antes.
¿Cómo? Señora, si yo supiese lo que usted va a decir antes de que abra la boca, no habría venido a la consulta y me habría ahorrado el combustible, que además de contaminar el medio ambiente, cuesta un pastón. En fin.
Así que ahora tenéis la opción de participar en nuestra fantástica encuesta sobre el sexo de Baby Garbancito y ganar... Ganar... No sé, una visita guiada a nuestra casa y una taza de rooibos caliente o con hielo, lo que más os ponga.
Esta doctora opina que llevarme por Alto Riesgo es una gilipollez (aunque no lo ha dicho con estas mismas palabras, pero lo ha dado a entender) y que debería hacer ya mi vida normal; luego ha decidido que mejor esperemos cinco semanas a ver si el hematoma se reabsorbe y entonces veremos si me reincorporo al trabajo o qué... Es decir, que es posible que Lady Vaga tenga que deshorizontalizarse antes de lo esperado. Nuestras esperanzas renacen y yo maldigo el día en que escogí mis súper-poderes y me pedí producir leche en vez de la invisibilidad, para colarme en las reuniones y ver la jeta de la Fistro cuando esta doctora le diga "nena, te has colado de cabo a rabo y la Espe te va a facturar a ti estas dos semanas que has tenido a la dulce Lady Vaga mirando al techo"...
En fin, queridos y queridas, la alegría nos invade y nos saca patas de gallo en los ojos, pero no importa, las noticias no podrían ser mejores por el momento. Y eso que he empezado el día muy cabreada, porque he ido a coger mi GHD para ponerme monísima (imaginadme sentada en el cuarto de baño alisándome el pelo, cual dama decimonónica en el tocador) y he visto que mi madre, que fue la última en usarla, le había enrollado el cable tan apretado que las placas estaban tan juntas como si fuesen siamesas... ¡Si la llego a tener enfrente, creo que le aliso hasta las pestañas!
lunes, 4 de abril de 2011
Visita a la comadrona
Queridas y queridos, esta semana se presenta cargada de actividad en la agenda de Lady Vaga, siempre tan apretada como los vaqueros de una "choni".
Para empezar, hoy hemos tenido visita con la comadrona que atenderá nuestro parto en casa. Como doy por hecho que algunos de vosotros no os habéis regocijado todavía con la experiencia de transmitir vuestro ADN a la siguiente generación, os diré, antes de que os sorprendáis, que un parto domiciliario es una opción segura y responsable, que no es una modernez de pija-jipi y tampoco un capricho. Entenderéis, además, que con la mala suerte que yo tengo con los hospitales, pues no me apetece demasiado entrar en uno a menos que esté enferma o tenga una urgencia... Y, queridos míos, un parto no es ni una cosa ni la otra.
Nuestra comadrona, que es una mujer cabal y responsable con treinta años de experiencia a las espaldas y cuatrocientos partos atendidos (se dice pronto, ¿eh?), ha flipado un poco con la historia del Hotel Espe (que prometo seguir contandoos, cual culebrón de amor, celos y lujo), pero es optimista con respecto a nuestra situación. Ella opina que, si la bolsa está cerrada (y debe de estarlo si yo no pierdo líquido), no hay impedimento en principio para llegar a septiembre y podremos parir en casa bien a gusto. Me ha enseñado cómo palpar mi útero (tocando la barriga, no pensemos cosas raras) y ha comprobado que el corazón de Baby Garbancito late como un caballo de carreras en plena labor.
En resumen, queridas y queridos, hoy estamos contentos. Mañana tenemos una ecografía en el hospital, en el departamento de Alto Riesgo (suena divertido, ¿eh?), para ver qué tal están el líquido y el bebé y echar un vistazo a los resultados de la analítica. Así que os contaré cómo nos ha ido, pero os adelanto ya que si la doctora Fistro hace una aparición estelar, pienso nominarla y expulsarla de la sala, que para eso mi útero es más grande.
Para empezar, hoy hemos tenido visita con la comadrona que atenderá nuestro parto en casa. Como doy por hecho que algunos de vosotros no os habéis regocijado todavía con la experiencia de transmitir vuestro ADN a la siguiente generación, os diré, antes de que os sorprendáis, que un parto domiciliario es una opción segura y responsable, que no es una modernez de pija-jipi y tampoco un capricho. Entenderéis, además, que con la mala suerte que yo tengo con los hospitales, pues no me apetece demasiado entrar en uno a menos que esté enferma o tenga una urgencia... Y, queridos míos, un parto no es ni una cosa ni la otra.
Nuestra comadrona, que es una mujer cabal y responsable con treinta años de experiencia a las espaldas y cuatrocientos partos atendidos (se dice pronto, ¿eh?), ha flipado un poco con la historia del Hotel Espe (que prometo seguir contandoos, cual culebrón de amor, celos y lujo), pero es optimista con respecto a nuestra situación. Ella opina que, si la bolsa está cerrada (y debe de estarlo si yo no pierdo líquido), no hay impedimento en principio para llegar a septiembre y podremos parir en casa bien a gusto. Me ha enseñado cómo palpar mi útero (tocando la barriga, no pensemos cosas raras) y ha comprobado que el corazón de Baby Garbancito late como un caballo de carreras en plena labor.
En resumen, queridas y queridos, hoy estamos contentos. Mañana tenemos una ecografía en el hospital, en el departamento de Alto Riesgo (suena divertido, ¿eh?), para ver qué tal están el líquido y el bebé y echar un vistazo a los resultados de la analítica. Así que os contaré cómo nos ha ido, pero os adelanto ya que si la doctora Fistro hace una aparición estelar, pienso nominarla y expulsarla de la sala, que para eso mi útero es más grande.
domingo, 3 de abril de 2011
Lady Vaga tiene nuevo aparatito
Queridas y queridos, no pensaba actualizar hoy (en mi casa las sábanas se cambian cada lunes) por aquello de que es el Día del Señor y todos hacéis un poco el Vago, pero Lord Muchomacho me ha traído un regalito estupendo y tenía que decíroslo: os escribo desde mi nuevo Mac Book Air, un aparatito tan light, tan light y tan thin, tan thin, que si me lo comiese no añadiría a mi fantástica línea nada salvo silicio y quizá vitamina A. Es que mi Lord piensa que me merezco esto y más por el hecho de estar confinada y postrada en la cama y yo, qué queréis que os diga, no oso contradecirle, pues por algo es Caballo en el horóscopo chino.
Eso es todo por hoy, queridos míos. Mañana tengo visita a la comadrona, así que espero tener buenas nuevas con las que haceros disfrutar. Y si no las tengo, os contaré mi primer día en el Hotel Espe, que también tuvo momentos de surrealismo dignos de una película de Berlanga.
Besos dominicales perezosos.
Eso es todo por hoy, queridos míos. Mañana tengo visita a la comadrona, así que espero tener buenas nuevas con las que haceros disfrutar. Y si no las tengo, os contaré mi primer día en el Hotel Espe, que también tuvo momentos de surrealismo dignos de una película de Berlanga.
Besos dominicales perezosos.
sábado, 2 de abril de 2011
Flashback: Mi primera noche en Hotel Espe
Queridos y queridas, como hoy es un día de escasas novedades en mi, por otra parte, tormentosa vida llena de acción, voy a llevaros conmigo en un viaje al pasado para que sepáis como comenzó todo (mi ingreso en Espe's Hotel, no mi embarazo, viciosos... Eso podéis imaginároslo si visualizáis a dos criaturas celestiales de increíble belleza haciendo lo que en cualquier documental del National Geographic).
Primera noche en el Hospital
Al llegar a casa, después de trabajar toda la tarde, noté dolor a la altura del ovario izquierdo pero, sufrida como es una, no le di mayor importancia. Después, en el baño, vi que había sangrado un poco, pero tampoco me preocupé.
Sin embargo, a eso de las dos de la madrugada, estando ya dormida, me desperté con la sensación de estar perdiendo líquido y ahí ya, sí, volé al hospital. Tenéis libertad para elucubrar acerca de cómo lloré por el camino pensando que mi bebé se moría y de cómo se habría forrado la DGT si hubiese colocado radares en el tramo que media entre mi casa y el hospital.
Doy mis datos en Admisión y la mujer que me los toma intenta tranquilizarme con poco acierto. Le respondo que es más fácil decirlo que hacerlo y llega la celadora que nos sube al área de Urgencias Obstétricas. Tengo que pasar sola a la sala de espera y dejo a Lord Muchomacho en la sala anterior, dando vueltas como un león enjaulado y cagándose en los protocolos absurdos (pobre mío, no quedaría papel higiénico en el mundo si se hubiese cagado en todas las cosas cagables que vivimos en esas dos semanas).
Me ven dos enfermeras y les cuento lo que me ha ocurrido; vuelven a hacerme esperar. Por fin, me recibe la ginecóloga de guardia y me explica que me va a explorar, que me hará una eco y si todo va bien también un tacto.
- Pero si tengo la bolsa rota, ¿no aumenta un tacto las probabilidades de infección?- que Lady Vaga es muy lista y lee mucho, bonita...
- No- responde la doctora tajantemente.
- ¿Y me lo dice tan segura? A mí me da miedo...
- Bueno, pues si no quieres no te miro- chulería y tontería a partes iguales.
¿Qué habríais hecho vosotros, queridos y queridas? Pues Lady Vaga se bajó las bragas y se dejó "especular", aunque creo que me libré del tacto (nunca podré asegurarlo, con el espéculo puesto no sé si lo habría notado, pero por el tiempo de exploración casi diría que no lo hizo).
El Amnisure dio positivo: el líquido que había en mi vagina era amniótico (también me cuenta que existen los falsos positivos, pero en ese momento os imaginaréis por dónde me pasaba yo los falsos positivos...). Yo habría sido feliz si me hubiesen dicho que era Coca-Cola o fluido radiactivo procedente de Fukushima o que tengo goteras en alguna cañería.
Me dicen que me quedo ingresada y me dan permiso para avisar a Lord Muchomacho para que espere conmigo. Le cuento que el bebé se mueve y que el nivel de líquido amniótico es correcto y que hemos ganado una estancia gratis en Hotel Espe con pensión completa y todos los gastos pagados (menos el aparcamiento).
No recuerdo si fui andando a la habitación o me llevaron en silla de ruedas, esa parte la tengo en blanco. Sé que poco después vino la enfermera y me puso el antibiótico por vía intravenosa (ya en Urgencias otra enfermera me había chafado un par de venas intentando sacarme sangre y ponerme la vía, pobres de nosotras dos). Me comentó que otra chica llevaba allí dos meses por algo parecido. Y yo me quedé llorando en la cama y mi Lord sentado junto a mí, preguntándonos los dos por qué habíamos tenido tan mala suerte si era un bebé tan deseado.
Primera noche en el Hospital
Al llegar a casa, después de trabajar toda la tarde, noté dolor a la altura del ovario izquierdo pero, sufrida como es una, no le di mayor importancia. Después, en el baño, vi que había sangrado un poco, pero tampoco me preocupé.
Sin embargo, a eso de las dos de la madrugada, estando ya dormida, me desperté con la sensación de estar perdiendo líquido y ahí ya, sí, volé al hospital. Tenéis libertad para elucubrar acerca de cómo lloré por el camino pensando que mi bebé se moría y de cómo se habría forrado la DGT si hubiese colocado radares en el tramo que media entre mi casa y el hospital.
Doy mis datos en Admisión y la mujer que me los toma intenta tranquilizarme con poco acierto. Le respondo que es más fácil decirlo que hacerlo y llega la celadora que nos sube al área de Urgencias Obstétricas. Tengo que pasar sola a la sala de espera y dejo a Lord Muchomacho en la sala anterior, dando vueltas como un león enjaulado y cagándose en los protocolos absurdos (pobre mío, no quedaría papel higiénico en el mundo si se hubiese cagado en todas las cosas cagables que vivimos en esas dos semanas).
Me ven dos enfermeras y les cuento lo que me ha ocurrido; vuelven a hacerme esperar. Por fin, me recibe la ginecóloga de guardia y me explica que me va a explorar, que me hará una eco y si todo va bien también un tacto.
- Pero si tengo la bolsa rota, ¿no aumenta un tacto las probabilidades de infección?- que Lady Vaga es muy lista y lee mucho, bonita...
- No- responde la doctora tajantemente.
- ¿Y me lo dice tan segura? A mí me da miedo...
- Bueno, pues si no quieres no te miro- chulería y tontería a partes iguales.
¿Qué habríais hecho vosotros, queridos y queridas? Pues Lady Vaga se bajó las bragas y se dejó "especular", aunque creo que me libré del tacto (nunca podré asegurarlo, con el espéculo puesto no sé si lo habría notado, pero por el tiempo de exploración casi diría que no lo hizo).
El Amnisure dio positivo: el líquido que había en mi vagina era amniótico (también me cuenta que existen los falsos positivos, pero en ese momento os imaginaréis por dónde me pasaba yo los falsos positivos...). Yo habría sido feliz si me hubiesen dicho que era Coca-Cola o fluido radiactivo procedente de Fukushima o que tengo goteras en alguna cañería.
Me dicen que me quedo ingresada y me dan permiso para avisar a Lord Muchomacho para que espere conmigo. Le cuento que el bebé se mueve y que el nivel de líquido amniótico es correcto y que hemos ganado una estancia gratis en Hotel Espe con pensión completa y todos los gastos pagados (menos el aparcamiento).
No recuerdo si fui andando a la habitación o me llevaron en silla de ruedas, esa parte la tengo en blanco. Sé que poco después vino la enfermera y me puso el antibiótico por vía intravenosa (ya en Urgencias otra enfermera me había chafado un par de venas intentando sacarme sangre y ponerme la vía, pobres de nosotras dos). Me comentó que otra chica llevaba allí dos meses por algo parecido. Y yo me quedé llorando en la cama y mi Lord sentado junto a mí, preguntándonos los dos por qué habíamos tenido tan mala suerte si era un bebé tan deseado.
viernes, 1 de abril de 2011
Lady Vaga se hace la estética
Cayendo en un error básico que una diva no puede permitirse, inauguré este blog dando prioridad al contenido y dejando de lado la estética. ¡Oh, dioses, perdonadme! Pues es este un fallo equivalente a tener una cita y acudir sin depilarse las piernas.
Así que Lady Vaga dedicará el día de hoy (y dada mi cibertorpeza quizá no sea suficiente) a hacerse una sesión de chapa y pintura para conseguir una apariencia más acorde con su estilazo.
A vosotros, queridos y queridas, os pido paciencia y agradeceré vuestras aportaciones, ideas, sugerencias y apoyo con la parte técnica, que nunca fue mi fuerte, ya que tengo la costumbre de vivir con la cabeza en las nubes y la suerte de encontrar siempre un salvador a tiempo.
Así que Lady Vaga dedicará el día de hoy (y dada mi cibertorpeza quizá no sea suficiente) a hacerse una sesión de chapa y pintura para conseguir una apariencia más acorde con su estilazo.
A vosotros, queridos y queridas, os pido paciencia y agradeceré vuestras aportaciones, ideas, sugerencias y apoyo con la parte técnica, que nunca fue mi fuerte, ya que tengo la costumbre de vivir con la cabeza en las nubes y la suerte de encontrar siempre un salvador a tiempo.
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