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miércoles, 25 de enero de 2012

Señor jefe de servicio, tendrá noticias mías (y de la AEPD)

Queridas, queridos, una entradita breve hoy para comentaros que la AEPD ya ha acusado recibo de mi denuncia contra el Hotel Espe por negarme el acceso a mi historia clínica y me escribe una carta monísima para decirme que se pone a ello, ¡albricias!

Señor jefe de servicio, ya que usted fue quien dio orden a Atención al Paciente de que me la entregasen (eso dice usted en su carta) y lo hicieron de manera incompleta y por tres veces, espero que le caiga un buen tirón de orejas, de tal calibre que le permita llevar varios pendientes de clip de los muy ochenteros en cada lóbulo, por guardarse cual urraca unos datos que son míos, míos y requetemíos (por mucho que le jorobe a usted el páncreas tener que admitirlo).

Y si no le regañan, al menos llegará a sus entonces sanos oídos la noticia de que hay una chica muy cabezona que le tiene a usted a maltraer y siempre se sale con la suya, a saber:
  • Se marchó con el alta voluntaria y la PCR en mínimos históricos, a despecho de los catastróficos vaticinios de la Fistra.
  • No se siguió el embarazo por alto riesgo pese a su insistencia, canoso señor (gracias a una de sus ginecólogas, que decía que de riesgo nada, háganselo mirar).
  • Le envió el plan de parto más borde y recio que en el mundo ha sido, más seco que un bocadillo de mojama (¿verdad, Lady Rabbit?).
  • Se negó a reunirse con usted para hablar del susodicho plan, aunque ya había usted pedido cita para depilarse el pechete y estaba afilando las tijeras de episiotomizar.
  • Pasó olímpicamente de usted, que ahora decía que el parto también era de riesgo por tener cesárea previa.
  • No solo no parió a un prematuro inviable, sino que se esperó hasta la 41 porque las divas siempre se hacen de rogar y sus bebés, también.
  • Parió en su casa sin vía, en un parto unplugged, término acuñado por la Vaga divina y que ha sentado cátedra (¡que os lo veo en las firmas del foro, perracas! xD), un precioso bebé más grande y largo que su hermano mayor, sin un solo puntito.
Y hasta aquí puedo leer, pues me espera mi rico desayuno.
Lady Vaga,
la diva que divaga.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Parir a la antigua usanza, jodida pero ¿contenta?

Aviso para despistados: esta es una entrada didáctica a la par que divertida, destinada a elevar vuestro nivel cultural uniendo lo útil a lo agradable, como se dice por Portugal. Si no queréis cultivaros, estáis a tiempo de huir ahora cerrando la ventana. Eso sí, mi espíritu os perseguirá murmurando en latín cuando os durmáis y os haréis pis sin remedio. Tenedlo en cuenta.

Cuando voy a casa de mis padres, queridas y queridos, suelo sustraerles con disimulo algún libro de sus pobladas estanterías, que tantos buenos ratos me hicieron pasar cuando era una niña monísima; mi padre, si lo supiese (lo de mi cleptomanía, no lo de que disfrutaba leyendo), rabiaría cual ogro de segunda regional, pero de momento nadie se lo ha chivado y, además, puedo argumentar en mi descargo que entre mi madre y yo hay un cierto tráfico literario y hemos perdido la cuenta de qué libro está en casa de quién hace ya unos cuantos años.

El caso es que, en una de mis excursiones al paraíso materno, me traje un librito que siempre me hace sonreír porque se puede leer en cualquier momento y ocasión sin necesidad de marcapáginas. Me refiero a "Historias de la Historia", de Carlos Fisas, recopilación de sus intervenciones en la sección homónima que condujo durante más de diez años en los programas de Luis del Olmo (creo que esto fue antes de que yo naciese).

Enfrascada me hallaba yo en su lectura el otro día, cuando llegó a mis ojos un epígrafe al cual no di la menor importancia en el momento en que leí aquel libro por primera vez, hace más de veinte años: "El embarazo y el parto". No podía creer lo que veía, ¡qué filón! ¡Qué de anécdotas, qué de historias curiosas y qué ganas de compartirlas con vosotros, admiradores que me adoráis! Pero mi estupor fue aún a más, si es que aquello era posible, y mis ojos se abrieron de pasmo hasta secárseme las córneas y dolerme las comisuras de los párpados, cuando encontré el siguiente texto, delicioso donde los haya, que explica muchas cosas y que comento, cómo no, en rosa chicle, para traduciros al castellano contemporáneo lo que antaño se decía con hermosas palabras hoy en desuso. Podéis hacer una primera lectura obviando mis comentarios para, posteriormente, deleitaros con mis ingeniosas apostillas. Cuando lo leáis, entenderéis por qué aquí se atienden los partos como se atienden... O no.

Esta señora no es del siglo XVI, ya lo sé,
pero anda que no tenía personal alrededor
para darle por el saco...
En nuestra patria y durante la primera mitad de la centuria decimoséptima, aconsejábase multitud de drogas y manipulaciones para avivar y facilitar los partos. (pues como ahora, Carlos, no te creas tú que hemos avanzado tanto...)
El jefe de servicio del Hotel Espe doctor Francisco Núñez recomendó en 1621 la conducta siguiente para la asistencia a las mujeres: acostarlas en el lecho de trabajo boca arriba (eso nos lo siguen intentando colar ahora, para vernos mejor los bajos), refrescar la habitación en verano y templarla en invierno: poner sobre las narices y boca de la parturienta, un estornutatorio (es decir, algo para hacerlas estornudar; supongo que la idea era que el niño saliese a la vez que el "aaaaatchíiiiiis"); asir a la preñada por los lados y apretarla con ambas manos hacia abajo (esto es un Kristeller, también llamado "el tubo de pasta de dientes"), "entre tanto, dice, ande la parte diligente y no dexe pasar un punto sin trabajo ungiendo y ablandando la natura (=metiendo la mano en el chichi de la parturienta) con aceite y huevo o sahúme la matriz con unas píldoras compuestas de mirra, gálbano, castóreo y hiel de vaca (¿es necesario?), o con azufre (esto ya es recochineo) y opopónaco arrojado sobre ascuas; también aprovechan los sahumerios de estiércol de paloma o de milano (yo creo que más bien se acojona el niño y no sale ni a la de tres con el pestazo que habría en la habitación...); es también cosa muy útil tomar un copo de lana remojada en zumo de ruda y meterlo en la natura de la preñada; el asafétida y el opopónaco con caldo o vino aguado, si se da a la preñada hace salir la criatura (sí, por la ventana), y asimismo la canela y el culantrillo en decocto". Si a esto se añaden los potajes, las grasas, caldos confortativos (¿ves?, de eso no nos dan ahora; igual que te digo una cosa, te digo otra... En esto hemos retrocedido, actualmente en el hospital pasas más hambre que una solitaria en el cuerpo de Kate Moss) y cien mejunjes preconizados para arrojar las secundinas, veremos que, en aquel tiempo asistir a un parto, según Núñez, exigía no poca diligencia de parte de la comadrona (que acabaría pidiendo la baja por estrés, porque menudo trajín) y mayor resignación de la parturienta. (Ya puedes decirlo, Carlos, no dejaban parir en paz)

Y todo esto sin tener acceso a la vena para chutar cosas, si es que no hay necesidad... Lo que pasa es que los sanitarios modernos se han vuelto unos vagos y pasan de andar cocinando infusioncillas en el momento, que todo nos lo ponen precocinado y sintético...

¡Qué! ¿Cómo se os queda el cuerpo? Esto va especialmente dedicado a esos ignorantes de la vida, palurdos que hablan porque tienen boca, que dicen que somos unas "naturistas" y que queremos parir como hace quinientos años... ¡Qué desencaminados estáis! Queremos, paletos bocachanclas desinformados, parir con respeto a nuestro cuerpo y a nuestros hijos, sin potingues extraños, sin que nos metan la mano hasta el codo y sin que nos estrujen la barriga. Ah, y mi favorita: yo me pido sin vía.

Se despide para continuar leyendo,
Lady Vaga,
la diva que divaga.
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