Queridas, queridos, inmersa como estoy en la creación de un nuevo proyecto que, sospecho, os va a encantar, chiflar y hacer reír a partes iguales (y si no es así, que os vayan dando, bonitos), debo, no obstante, emergir momentáneamente de las procelosas aguas del mundo artístico para poner de relieve un detalle que últimamente vengo observando más veces de las debidas: ¿por qué continúan presentándonos los partos en litotomía como lo normal y esperable?
A ver, señoras, señores y opinólogos varios: parir tumbada no es lo mejor. No nos engañemos. Puede haber mujeres a quienes les apetezca tumbarse en un momento dado del parto, de acuerdo (yo misma parí tumbada de lado al precioso U-6), pero ¿a qué viene eso de sacar por televisión a
TODAS las mujeres tumbadas patas arriba como gallinas? Me parece absolutamente humillante y degradante forzar a una mujer a tomar una posición determinada (no solo durante el parto, sino en cualquier circunstancia de su vida, pero por favor, entended que me ciña al monotema) en aras de su supuesta seguridad cuando es, sencillamente,
mentira. Pero mentira y más gorda que las viruelas de Jordi González.
Vengo viendo en televisión cierto programita con pretensiones de tocar la fibra sentimental (a mí en particular no me toca
más que la moral, pero quizá es que yo tengo la cabeza demasiado alta y de corazón ando justita) en el que, sistemáticamente, las mujeres paren tumbadas. Como en cualquier película americana de esas en las que los niños se hacen besándose antes de un fundido en negro, las mujeres españolas se tumban y esperan, pacientes y silenciosas, que eso es ser una valiente, a que sus niños efectúen por su cuenta el giro pertinente y desciendan (¿a dónde coño, y nunca mejor dicho, va a descender un niño si su madre está horizontal? ¡Usemos la lógica! Que lo de la fuerza de la gravedad es más antiguo que el papiro, por favor) por sus propios medios o por los que ponga a su alcance la técnica, que para eso estamos en el hospital, ellos son los que saben y como pago impuestos mejor que me pongan un chute de cada, no sea que me quede yo sin probar eso tan guay del "suerito".
No puedo dejar de recordaros, queridas, que las que parís sois vosotras. Si vais al hospital con la actitud (respetable, por otra parte) de "a mí que me lo saquen pronto, que yo no quiero sufrir y la epidural es como un caramelito de menta", descubriréis que, en efecto, los médicos pueden sacaros a vuestro bebé, ¡faltaría más!, pero a costa de administraros medicamentos que no son en absoluto inocuos, cortar y coser vuestros genitales y, muchas veces, hacer (involuntariamente,
of course) la cusqui a vuestros retoños. Por contra, vuestro cuerpo sabe parir, si le dejáis y os dejan, y el mejor cuidado que os puede dispensar una comadrona experta y amorosa es prestar atención, silenciosa y discreta, a las señales de vuestro cuerpo y del bebé para saber si su intervención es necesaria en algún momento.
Si los partos fuesen la película de terror que nos intentan hacer creer que son, los atenderían los TEDAX (y si tuviéseis la osadía de poneros de parto en una gasolinera, vendría McGiver de urgencia a cortaros el cordón con un clip oxidado y dos chinchetas).
Así pues, os urjo a que no hagáis caso de quienes, pretendiendo someteros y adueñarse de vuestros partos y del nacimiento de vuestros hijos, os diga, con estas u otras palabras, eso tan bonito de "¡Piernas arriba; esto es un parto!"
Y ahora, me marcho a cenar.
Lady Vaga,
la diva que divaga.