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miércoles, 25 de enero de 2012

Señor jefe de servicio, tendrá noticias mías (y de la AEPD)

Queridas, queridos, una entradita breve hoy para comentaros que la AEPD ya ha acusado recibo de mi denuncia contra el Hotel Espe por negarme el acceso a mi historia clínica y me escribe una carta monísima para decirme que se pone a ello, ¡albricias!

Señor jefe de servicio, ya que usted fue quien dio orden a Atención al Paciente de que me la entregasen (eso dice usted en su carta) y lo hicieron de manera incompleta y por tres veces, espero que le caiga un buen tirón de orejas, de tal calibre que le permita llevar varios pendientes de clip de los muy ochenteros en cada lóbulo, por guardarse cual urraca unos datos que son míos, míos y requetemíos (por mucho que le jorobe a usted el páncreas tener que admitirlo).

Y si no le regañan, al menos llegará a sus entonces sanos oídos la noticia de que hay una chica muy cabezona que le tiene a usted a maltraer y siempre se sale con la suya, a saber:
  • Se marchó con el alta voluntaria y la PCR en mínimos históricos, a despecho de los catastróficos vaticinios de la Fistra.
  • No se siguió el embarazo por alto riesgo pese a su insistencia, canoso señor (gracias a una de sus ginecólogas, que decía que de riesgo nada, háganselo mirar).
  • Le envió el plan de parto más borde y recio que en el mundo ha sido, más seco que un bocadillo de mojama (¿verdad, Lady Rabbit?).
  • Se negó a reunirse con usted para hablar del susodicho plan, aunque ya había usted pedido cita para depilarse el pechete y estaba afilando las tijeras de episiotomizar.
  • Pasó olímpicamente de usted, que ahora decía que el parto también era de riesgo por tener cesárea previa.
  • No solo no parió a un prematuro inviable, sino que se esperó hasta la 41 porque las divas siempre se hacen de rogar y sus bebés, también.
  • Parió en su casa sin vía, en un parto unplugged, término acuñado por la Vaga divina y que ha sentado cátedra (¡que os lo veo en las firmas del foro, perracas! xD), un precioso bebé más grande y largo que su hermano mayor, sin un solo puntito.
Y hasta aquí puedo leer, pues me espera mi rico desayuno.
Lady Vaga,
la diva que divaga.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Tocando los bajos del jefe de servicio

Queridas y queridos, es un motivo de gozo y satisfacción (interrupti, puesto que aún no puedo comunicaros el desenlace y sí el inicio de mis gestiones) comunicaros que ya hemos denunciado ante la Agencia Española de Protección de Datos la renuencia del Hotel Espe a entregarme copia de mi historia clínica.

El propio jefe de servicio me decía en su misiva estival, como podéis leer aquí, que él mismo había dado orden a sus esbirros de que me fuese entregada sin más dilación, pero quienes me seguís, queridas y queridos, sabéis que periódica y sistemáticamente intentan colarme lo mismo: las analíticas y el informe de alta de urgencias. Faltan, por tanto, datos a cascoporro y por ahí no paso, no, señores.

Espero, por tanto, que la AEPD le dé un buen tirón de orejas al departamento responsable de esconder mi historia clínica en el fondo del armario de las sábanas viejas y, ya de paso, que se entere el jefe de servicio y se le indigeste el café, por bichejo y por soberbio. Que, por si él no se había leído esa parte de la ley, yo tengo derecho a mis informes se ponga como se ponga y él no es nadie para decirles a los de Atención al Paciente que me den unas analíticas birriosas y un informe más escueto que los tangas de Aramís Fuster.

Otra cosa será cuando me llegue la colección de papeles y aquello se entienda menos que el Manuscrito Voynich, pero para eso ya me prepararé con un selecto equipo de criptógrafos que aún andan dándose de narices con el tachón misterioso de mi historial en Hotel Stanley.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Y otra vez a vueltas con el jefe de servicio...

Queridas, queridos, esta entrada la escribí el diez de septiembre, antes de nacer U-6, pero no quise publicarla por si ello perjudicaba a la protagonista de la historia. Hace unos días, revisando los borradores, la encontré y escribí a mi amiga para pedirle su permiso para publicarla. Contando con su aprobación, procedo, por tanto, a daros a conocer un despropósito más de nuestro querido Jefe de Servicio (ya lo pongo en mayúsculas porque es que el hombre se está ganando un lugar en mi páncreas a fuerza de cariño). En primer lugar, está el texto que escribí en septiembre. A continuación, las aclaraciones que mi amiga ha considerado oportuno hacer para corregir detalles que yo no tenía claros en su día.

Estoy empezando a cabrearme en serio. Lo de este hombre, queridas y queridos, no es normal; por ahora, no puedo daros más detalles, pero os diré que una buena amiga ha tenido hace un par de días su segundo parto en casa y ha sido una experiencia maravillosa para ella y su familia.

Por un problema en el posparto inmediato, mi amiga ha tenido que trasladarse al Hotel Espe, donde la han legrado. Ahora descansa en su habitación y espera el momento del alta.

Hasta aquí, bien, ¿no? Quiero decir, que el problema lo habría tenido independientemente de quién y dónde la atendiese (otra cosa es si esa persona hizo bien su trabajo o podría haberse dado cuenta antes de la cuestión; en casa, fue revisada por dos personas diferentes, comadronas profesionales y experimentadas, que no observaron nada fuera de lo normal), fuese en casa, en un hospital o en una estación espacial.

Lo que yo no entiendo, queridas y queridos, es con qué autoridad, moral, médica o religiosa, el señor jefe de servicio traspasa el quicio de la puerta de la sala de reanimación para decir a esta mujer, que ha tomado sus decisiones con plena conciencia y plena consciencia, que si niños tontitos, chamizos en África, doble de muertes infantiles en Holanda que en España y la madre que parió a quinientos de una sentada. Es que ni esperó el muy golfo a que mi amiga tuviese habitación...

No, doctor, no. Eso no es educación, no es empatía, no es ser profesional. Esa mujer no necesita que usted la asuste "a toro pasao" ni que le cuente historias de terror de muertes horribles. Necesita reponerse física y mentalmente, descansar y estar con los suyos. Y usted no entra en ese epígrafe, así que hará bien en mantener su batiblanqueada presencia lejos de ella.

En fin, una muestra más del carácter de este señor y otra prueba de que yo no me lo invento. Que tengo ya un pequeño listado de sus actuaciones estelares y no me gustaría tener que engrosarlo nunca más:
  • Durante la cesárea de Lady Rabbit, se dedicó a bromear con el cirujano: "estáte por la faena, que cortas al niño, jejejeje". 
  • Cuando Lady Rabbit envió su plan de parto PVDC, la llamó para amenazarla con invitar a un juez al parto si insistía en su irresponsable intento de parir por el orificio que natura destina a tal efecto.
  • Estando yo ingresada en marzo, intentó achantarme a instancias de la doctora Fistra. Menudo Dúo Dinámico que forman estos dos, en mallas me gustaría verles...
  • Cuando pedí mi historia clínica, me llama para citarme en Alto Riesgo, a lo cual me niego.
  • Le mando mi plan de parto, intenta citarme y al negarme me manda una carta recordándome que parir por abajo es de alto riesgo porque tengo una cicatriz en el útero y que la vía es obligatoria (creo que hasta al que va a leer el contador del agua se la ponen, sí).
  • Ahora se dedica a masacrar mentalmente a una mujer que acaba de pasar por un legrado. Estará orgulloso, doctorcito, así ya se puede, ya.
Así que concluyo afianzándome en mi opinión: este señor esgrime maneras de matoncete de patio de colegio o de señor feudal  pasado de moda. Me da mucho asco y mucha grimica. Espero que mi querido Íñigo Montoya se le aparezca en sueños y le clave la espada en algún agujero de los que usted tiene ya hechos de serie, señor doctor, pero sin acritud.

Se despide cabreada de narices,
Lady Vaga,
la diva que divaga.

Y este es el comentario de mi amiga a esta entrada:

"Aclaro algo que me preguntaste en su día y no se si te contesté: Lo raro de mi caso es que, después de sacarme la placenta, el útero volvió a su sitio perfectamnete y dejé de sangrar... lo normal, vaya... a las cuatro horas, empecé de nuevo. Vino la matrona, me sacó otro coágulo y de nuevo todo volvió a su sitio y dejé de sangrar... al rato igual. Como no se lo explicaban, bajamos al hospital. En el hospital tampoco se lo explicaban, porque el útero estaba bien y en ecografía se veía todo perfecto.

Fue a raíz de que me metieron la mano hasta la campanilla que encontraron un resto de placenta muy cerquita del cuello... (eso se había visto en mi primer sangrado y la doctora me dijo que debían revisarme eso siempre que fuese a ecografías... cuando yo lo comentaba, no me hacían ni caso y me decían que la placenta estaba bien arriba... que no había problema...

Pero lo había: como mi placenta era aberrante y tenía muchas "partes" una de ellas siguió bien abajito, a pesar de que la mayor parte estaba bien arriba... ¿me explico?

Otra aclaración: nuestro querido doctor no entró a la habitación, no señor, no tuvo ni la compostura de esperar... entró a las 6:30 a reanimación a echarme la peta, cuando yo había entrado ahí a las dos o tres de la mañana... recién parida y sin dormir... qué minimo que haber esperado a tener habitación, ¿no? Ah, que es que a lo mejor, como soy tan loca y tan jipi, pedía directamente el alta voluntaria y entonces estaría lejos de sus tentáculos..."


Queridas y queridos, como diría mi madre, que es muy del refranero español: a buen entendedor, pocas palabras bastan.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Regreso a Howards End, digo, a Hotel Espe

El día del lunes, queridas y queridos, iba a marcar un hito en la historia ladyvaguense, pues yo esperaba que tuviese tal carga eléctrica y endorfínica que me obligase a rehacer el calendario para tomarlo como fecha inicial del resto de nuestras vidas. Sin embargo, no siempre la realidad responde a nuestras expectativas y la que yo imaginaba como una gloriosa jornada se quedó algo descafeinada y bastante churro.

El lunes, Lord Muchomacho, U-6 y yo nos acercamos al Hotel Espe para reencontrarnos con sus profesionales y mostrarles el palpable y cagoncete resultado de sus/nuestros desvelos. O.G. se quedó en casa de su abuela porque tenía mucho interés en recuperar una pelota morada que había dejado por allí y que le había mantenido en arduo disgusto y continuo bucle de repetición (digno de admitirle en el Loro Parque en lugar de honor) durante todas nuestras vacaciones. Aunque el cielo estaba encapotado y me obligó a sacar los zapatos de invierno, yo me sentía tan feliz de poder hacer por fin esa visita social que rescaté del joyero el collar de oro y la pulsera de Viceroy que desde hace casi un año conmemora todos mis momentos especiales por obra y gracia de mi sacrosanta madre refranera para que me vieran mona y epatando todos los que osasen cruzar la vista con la divina Lady Vaga.

Sin embargo, queridas y queridos, mi chasco fue mayúsculo al encontrar tan solo una enfermera conocida por mí, aunque me dio alegría reconocer en ella a la misma que me ingresó y que tuvo a bien retirarme la vía cuando aquello era más bien un zarrio inane por el cual no pasaría no ya líquido, sino ni siquiera átomos sueltos. Junto a ella estaba la doctora Fistra, que (os fascinará saberlo) ha cambiado de look, puesto que se ha cortado su magnífica y leonina melena pero, eso sí, no renuncia a su habitual mirada de loca desquiciada. A tal punto llega esa inquietante cualidad que Lord Muchomacho comentó sotto voce con su amada cónyuge (la que escribe y suscribe) que quizá la simpática galena estaría todavía más favorecida luciendo alguno de los nuevos modelos de bata de fuerza que estamos pensando patentar y comercializar y que tendrán como principal ventaja el gran ahorro sanitario que harán posible (y que nos valdrá medallas, subvenciones y jaranas varias por parte de los gobiernos autonómicos, of course), pues es evidente que, al no poder hacer uso de las manos, los doctos doctores no podrán recetar de más, meter los dedos en orificios corporales (sean propios o ajenos) o gastar el bisturí por exceso de uso. Eso sí, la marca de moda "Doctor Glam" contará con dos líneas diferentes: una económica, con las correas de "escái" o plasticorro del que mete calor a tope y el género en poliéster sencillito, para frioleros y/o ratas empedernidos, y otra más rollo de luxe, realizada por completo en algodón orgánico y con correas de cuero del bueno, obtenido de auténticos prepucios de ginesaurios criados en libertad y con piensos ecológicos.

Pero vamos al grano (de pienso), que divago y divago y no sé lo que me hago: que el caso es que la Fistra hizo mutis por el foro cuando miró a Muchomacho dos veces, lo cual nos mosqueó y nos dio risa a partes iguales, así que nos dedicamos a comentar con la agradable enfermera (esto va sin sarcasmo, es una persona encantadora y muy profesional) el desenlace de nuestra aventura y a presumir de niño bonito y tragón, que es algo que a todas las madres se nos da de vicio, o sea que yo no iba a ser menos. Por supuesto, durante la distendida charla hubo ocasión de mencionar como quien no quería la cosa al humilde y siempre amable (eso sí va con segundas) jefe de servicio, al cual, no obstante, se nos hizo tarde para visitar.

O sea, que en Hotel Espe ya saben que sus apocalípticos vaticinios no se cumplieron y espero que así le sea trasladado al señor feudal del área de ginecología y obstetricia mediante uniformado emisario: "mi señor, ha llegado un informe del control de enfermería que dice que Lady Vaga, aquella dama de inconmensurable belleza y ojos como luceros ardientes, la que se cogió el alta voluntaria y rechazó vuestra proposición de cita erótica y sensual, parió hace un mes en su mansión, con comadrona y doula, ¡oh, osada!, sin vía periférica, ¡oh, insensata! y por su otrora calificado de estrecho conjunto pelvis-potorro, ¡oh, imprudente!, que no necesitó ni tajos subrepticios ni puntos de sutura artística, después de lo cual se marchó de vacaciones al extranjero y se trajo de recuerdo unos cojines para el suelo confeccionados con kilims viejos auténticos que todavía huelen a canuto e incienso".

Y espero que desde mi terraza se escuche el "cata-crac" de su pequeño y pobre corazón al descubrir que, una vez más, Lady Vaga le dio plantón, por tercera vez y final round, el día de su parto. Pues es de todos sabido que las divas somos caprichosas y que cuando alguien no nos entra por el ojo, no lo arregla con misivas de amor ni con ramos de flores, por muchas orquídeas que incluyan. Y menos aún si no manda flores, afirmo.

Ahora me despido, que O.G. quiere que busquemos imágenes de tucanes en el ordenador. No me preguntéis el porqué de su curiosidad ornitológica, de mí no la ha heredado, aunque sea un poco pájara.

Lady Vaga,
la diva que divaga.

martes, 16 de agosto de 2011

¡Ya tenemos carta del jefe de servicio!

Queridas y queridos, os comunico que hoy Lord Muchomacho me ha traído, entre grandes carcajadas y amenazas de doblarse sobre sí mismo en toda su estatura de casi dos metros, sendos bultitos procedentes de Correos: uno era un envío de la gentil Diana (me ha encantado todo lo que me has mandado, querida, me he emocionado hasta la lágrima, será que tengo ya la hormona tontita a mis casi 36... semanas de embarazo, no años, que aún me faltan para llegar), que ha tenido el detalle de enviarme unas preciosas obras de bisutería, algunas incluso con piezas de reciclaje (con lo que me gusta a mí eso del secondlife) y una deliciosa mermelada cuyo olor ha hecho delirar a mi hombre; el otro, como sospechábamos, era la carta del jefe de servicio con la regañina que se quedó con ganas de echar la semana pasada.

¡Qué gozada! Me imagino su cara cuando la secretaria le dijo "oiga, don boss, que la borde esta dice que no viene", porque oye, si lo ha puesto por escrito es que le ha sentado mal... Y también le ha fastidiado que pidiese mi historia clínica, ay, que me mondo... Pobrecito... Al final, no ir fue lo mejor que podría haber hecho, ahora tengo un documento escrito por él para enmarcar...

Os la copio porque no tiene desperdicio, pero os aviso desde ya que no esperéis otro asalto de esta particular recreación de "Armas de mujer" porque ahora ya tengo lo que necesitaba y voy a dedicarme a estar tranquila en casa y a relajarme hasta el día del parto. También os pido que no me digáis "ole, Lady, qué valiente has sido", porque de valiente nada: cada paso que doy, cada vez que me opongo a las "órdenes" de un médico paso muy mal rato, con ansiedad incluida, porque me han educado en el endiosamiento de estos profesionales (como a ellos, ¡qué casualidad!) y porque, queridas y queridos, en el fondo tengo miedo de que toda esta batalla me perjudique si finalmente tengo que ir a parir al hospital. Lord Muchomacho dice que no, que ya se andarán con ojo ellos porque saben que soy así de pesadita, pero yo no estoy tan segura y ahora necesito refugiarme en mí misma después de haber llegado hasta aquí.

En fin, paso a transcribiros la elegante prosa de este señor con su sintaxis tal cual. Mis comentarios, en rosa chicle.

Estimada señora:
He recibido su Plan de Parto hace unos días y he mandado citarla pero según me dice la secretaria que Vd. le ha resopndido que su tiempo es muy limitado y no le permite asistir a esta entrevista que tengo habitualmente con todas las gestantes que solicitan un plan de parto no medicalizado específico. También he visto que no se ha presentado a una cita a primeros de julio en el hospital y que ha solicitado una copia de su historia clínica, la cual se la pasé al Servicio administrativo que las tramita.

Bueno, bueno, por partes, que aquí hay tomate:
  • En primer lugar, yo no le he mandado un "Plan de Parto", sino un consentimiento informado, pero llámelo usted como más le plazca.
  • Sí, mi tiempo es limitado: hasta hace una semana tenía que trabajar cubriendo los huecos de mis compañeros, que se han cogido sus merecidas vacaciones. Y sí, es valioso, porque a mí me pagan por resolver los problemas de mis clientes y no por amedrentar señoras embarazadas, así que fíjese usted qué importante soy.
  • Lo de que mantiene esta entrevista con todas es MENTIRA, y lo pongo en mayúsculas porque Lady Rabbit le ha mandado otro plan de parto el mismo día (pero ella por burofax, que a chula no la gana ni Esperanza Aguirre vestida para celebrar el 2 de mayo) y no la ha llamado ni nada. Es más, en su anterior embarazo también le presentó un plan y usted solo habló con ella por teléfono, nada de verse las caras. Vale que yo soy guapísima, pero me parece mal que le haga un desprecio a la chavala solo por que la tenga más vista, doctor.
  • Yo no he "solicitado" nada; me he limitado a ponerle por escrito mis preferencias y deseos respecto a mi parto. 
  • La cita de primeros de julio no tenía sentido, puesto que una doctora de su equipo me dio el alta médica, me dijo "este embarazo no es alto riesgo ni nada" y accedió a que los siguientes controles los hiciese en mi centro de salud.
  • Ah, ¿que mi historia la tenía usted? ¿Y dónde las guarda, en el bolsillo de detrás del pantalón? Porque yo llevo dos meses esperando y no me mandan nada... 
En el plan que usted me manda, comenta no dar su consentimiento para una serie de procedimientos, pero empiezo por decirle que su parto es un parto de alto riesgo por tener una cesárea previa y en nuestro protocolo solo permite partos no medicalizados en gestaciones y partos de bajo riesgo.

Entonces, está usted llamando negligente al Sistema Nacional de Salud, puesto que en mi centro de salud no me derivaron a Alto Riesgo al saber que tenía cesárea previa. Ah, y se está pasando por la costura de la entrepierna las recomendaciones de la SEGO, que no sé si le suena pero es una agrupación de ginecólogos, eso que se supone que es usted. Ande, ande, que me quiere usted asustar con un cuento de esos de úteros que explotan como palomitas de maíz de quinientos megatones...

A mí me la suda lo que permita su protocolo, según una doctora de su equipo, repito, yo no soy de alto riesgo. Aclárense y luego me cuentan, oigan.

Vd. cita en su carta que no da su consentimiento para:
  • Canalización por vía intravenosa lo cual consideramos imprescindible y obligatorio.
  • No permite la monitorización continua de madre y feto.
  • Me pide que, aparte de su marido, esté una doula en su parto.
  • Que la atienda una matrona y que sea la misma durante todo el proceso del parto.
  • Solicita en caso de terminar en cesárea la presencia de su marido en el quirófano.
Se le da bien el copy-paste, doctor. Si le extraña lo que pido, revise la Estrategia de Atención al Parto Normal, las recomendaciones de la SEGO y la OMS, la Guía NICE y hasta el Muy Interesante. Lo de la vía es una cosa arcaica y usted también debería llevarla cogida siempre, no vaya a ser que se me caiga por la calle, que no está en edad de hacer el tonto. Por cierto, teniendo en cuenta la flebitis nosocomial que me llevé de su hospital, no sé por qué le extraña que no quiera vía... Y lo de que es obligatorio, permita que me ría, ¿piensan atarme para ponérmela? ¿O darme un par de sopapos? ¿O vendrá mi madre a regañarme si no me dejo?

No sé en qué le molesta que haya una doula conmigo, si las habitaciones son bastante amplias, ni qué más le da que pida que no me vengan a meter mano quince comadronas diferentes. Y, por supuesto, si el príncipe pudo estar en las cesáreas de Leti, mi Muchomacho puede estar en quirófano conmigo, porque es verdad que no es estéril (a las pruebas me remito) pero seguro que mucho más limpio que cualquiera de ustedes.

Le contesto a estos puntos concretos:
El protocolo de actuación en partos de alto riesgo de este Servicio es de obligado cumplimiento estando encaminado a mejorar la morbimortalidad maternofetal y es por ello por lo que canalizamos una vía al ingreso, monitorizamos los partos de forma continua, y no está permitido el paso a los quirófanos de ningún familiar. Le comunico que no permitimos personal ajeno al Servicio durante el parto, pero si la de su cónyuge o familiar que desee y no se puede asegurar la misma matrona ante un probable parto vaginal, pues el número de partos por día es muy variable. Le comento también que ofrecemos la posibilidad de parto vaginal en mujeres con cesárea anterior, previa lectura y firma de consentimiento informado.

  • ¿Protocolo de obligado cumplimiento? Va a resultar que se lo grabó Moisés en piedra y de ahí no se mueven, ¿eh, abuelete?
  • ¿Y si le digo que la doula es mi hermana sí le deja pasar? Porque no dice usted nada de que tenga que ir con un único acompañante...
  • Qué bien que me den la posibilidad previa lectura y firma de consentimiento informado, porque eso es justamente lo que le he presentado... ¿O pretenderá usted hacerme firmar un consentimiento en bloque redactado por ustedes y al cual no puedo yo hacer ninguna apostilla? En ese caso, reciba mis más desternilladas carcajadas.
En esta Maternidad la dirección del parto la lleva un médico con el que colabora un equipo de matronas, enfermeras y auxiliares que toman las máximas precauciones y ponen los medios técnicos y científicos más avanzados a su disposición si es que quiere dar aquí, eso si, con nuestro protocolo para que Vd. obtenga los mejores resultados perinatales.


Atentamente, le saluda.
  • Le repito por enésima vez que mi parto no es de alto riesgo (dicho por una médica de su equipo, a ver si estamos a lo que estamos) y que, por tanto, "la dirección" debería llevarla una matrona, como marca la Estrategia de Atención al Parto Normal.
  • ¿Si quiero dar qué? Yo a usted no quiero darle ni la hora en tanto no aprenda a redactar correctamente, señor.
  • Me parecen fenomenal sus medios técnicos, pero yo estoy hablando de medios humanos, es decir, de que me traten como una persona y no como un útero relleno de bebé. Si no le importa, claro.
  • O sea, que pretende usted que yo llegue a su hospital, me deje hacer de todo bien quietecita "por mi bien" y encima les firme un cheque en blanco poniendo mi cuerpo a su disposición.
Pues va a ser que no, don jefe de servicio. Atentamente, le saluda Lady Vaga.

Y hasta aquí mis aventuras con el jefe de servicio. Ahora me voy con O. G. a hacer torres de construcciones para que me salga albañil o arquitecto, pero nunca, por favor, nunca ginesaurio.

Se despide por el momento,
Lady Vaga,
la diva que no se caga.

martes, 9 de agosto de 2011

Lady Vaga, el Jefe de Servicio es tu padre

(Léase el título de esta entrada con profunda voz constantinorromeresca y aire friki, please.)

-Lady Vaga, yo soy tu padre- o eso me quiere hacer creer, porque ahora resulta que me llama a su despacho para verme, como cuando era pequeña y mi padre me regañaba por alguna trastada. Pues claras las lleva, queridas y queridos, porque mi padre y yo tenemos como tres décadas de experiencia en darnos réplicas pimpinelescas sin rubor alguno. Bueno, eso y que por nuestra diferencia de edad, este señor sería más bien mi abuelo, en todo caso; no en vano yo soy aún jovenzuela y él un señor provecto que peina canas y solo canas, por mucho que intente ponerse gafas modernillas para restarse algún mes (que este no se quita años ni con Grecian 2000 por vía intravenosa, queridos míos).

Así, de repente, se me ocurre que el buen señor me llama -secretaria mediante, a las ocho y cuarto de la mañana, hora alevosa y malévolamente planeada, pues es aquella en que una diva está terminando su octava hora de sueño para tener el cutis radiante durante su extenuante jornada laboral- a raíz del envío conjunto de Consentimiento Informado (o plan de parto, como prefiráis) que le hicimos Lady Rabbit y yo.

Me imagino que, como estamos en agosto, este señor se aburre horrores y, al ver mi simpática carta (ironizo, claro, el tono era más seco que un bocadillo de mojama con el pan duro), ha pensado: "¡Hombre! ¡Mi caso raro de la temporada primavera-verano 2011! ¡Pero si la tía sigue embarazada! Será pedorra, que no quiso venir a verme cuando la llamé en julio... Voy a decirle a Puri que la llame ahora mismo y que venga ipso facto a poner el culo en pompa ante mis libidinosos ojos miopes."

Total, que esta mañana me despierta Lord Muchomacho (lo cual agradecí, porque en ese mismo instante estaba soñando que me hacían otra cesárea y que para ello tenían que decapitarme, cágate lorito lo que hace la falta de sueño) para decirme que me llaman del Hotel Espe. Él, guardián espléndido, ya tenía calentita a la secretaria, a base de repetirle cual disco rayado que ya les valía llamar para el plan de parto y no llamar para darme mi historia clínica, que de qué iban y que qué falta de seriedad era esa. La pobre Puri se defendía argumentando que ella de eso no sabía nada y que llevaba toda la semana intentando localizarnos. Pues claro, bonita, porque nosotros trabajamos mañana y tarde, pero tú no nos lo agradezcas, alguien tiene que levantar la economía de este país mientras tu jefe se dedica a levantar capas de piel y tejido en busca del premio gordo, llámese bebé.

Por hablar en corto, os diré que, of course, me he negado a ir a ninguna cita con ese señor. Ahora es cuando, ojipláticos perdidos, me preguntáis "¿por qué, oh, Lady? Esperábamos que le dieses con el tacón en la cabeza o que le metieses las uñas en un ojo al más puro estilo kung fu, no mereces nuestra admiración anymore". Pues yo os lo cuento, queridas y queridos, antes de que me lancéis un anatema:
  • No voy porque mi consentimiento informado no es tema de discusión y punto. He explicado a la señorita Puri que es un documento que expresa mis voluntades, conforme a ley y a las recomendaciones de OMS y SEGO y que yo no tengo nada que discutir a ese respecto. Es que no entiendo qué tiene que hablar de mi consentimiento, si yo no estoy pidiendo permiso para nada, al revés: se lo estoy dando a ellos (o no) para lo que considero oportuno.
  • No voy porque me parece que, si yo me tomo la molestia de mandar un documento certificado, lo menos que puede hacer el jefe de servicio o quien esté por allí en agosto es utilizar el mismo vehículo de comunicación. Pero, claro, para ellos es más fácil amedrentarnos en el despacho, sin incómodos testigos (ya lo intentó una vez durante mi ingreso y Lord Muchomacho salió de la habitación simplemente porque O. G. se puso histérico al ver su bata blanca franquear la puerta, no por otra cosa). 
  • No voy porque ahora mismo estoy zen y no quiero que nadie me saque de mi estado. Paso de discutir y que me suba la tensión, el cuerpo no me pide bronca ahora mismo. Señor jefe de servicio, time up. Haber llamado antes. A una embarazada de 35 semanas no hay que estresarla y mucho menos con cosas en las que usted no lleva razón y ella sí, por la sencilla razón de que mi cuerpo, hasta el momento en que diñe y sea donado a la ciencia, me pertenece a mí con todos sus anexos y si yo no quiero no me putean. 
  • No voy porque de lo que yo quiero hablar es de por qué no me dan mi historia clínica y de eso no dicen ni "mu". 
  • No voy porque me encanta que esté preguntándose si su "caso raro" sigue preñada o solo le ha mandado el documento para forzar de alguna manera la entrega de la historia clínica.
  • No voy porque la hora a la que quiere recibirme es para mí una hora de trabajo y precisamente en agosto, con toda la plantilla turnándose para irse de vacaciones, no puedo ausentarme ni para desayunar.
  • No voy porque mi madre, que es muy del refranero español, siempre me recuerda que "el mejor desprecio es no hacer aprecio". Hablando en plata, que lo que más le va a joder a este señor es no poder echar bronca alguna y quedarse con las ganas.
  • No voy porque me conozco y sé que montaré un pollo que va a parecer todo el Pazo de Vilane y luego me tiraré dos semanas comiéndome el coco y pensando "jo, Lady, cómo te pasas, es un señor mayor".
  • No voy porque solo pienso aparecer por el hospital en caso de necesitar una cesárea, con lo cual no tiene sentido tirarme media hora debatiendo en un despacho si me niego a poner la vía por tocarles las pelotas o porque mi religión me impide meterme cánulas por el cuerpo.
  • No voy porque tengo una cesárea previa y ya sé cómo se las gasta con las pobres rajaditas de este mundo: que si soy una irresponsable por buscar un parto vaginal, que me harán lo que me tengan que hacer "por mi bien y el de mi hijo", que me va a explotar el útero y eso se quita luego fatal de las paredes de la habitación... Vamos, que paso de que me intenten meter miedo a estas alturas del partido.
En fin, que no me da la gana, hombre ya. Que si quiere achantar a alguien, se va a quedar con tres palmos porque ya le planté en julio y ahora le planto en agosto como una tomatera pocha. Que ya me vengo figurando que para él, como dijo una compañera, soy "carne rica de inducción" y la reunión busca ponerme de los nervios, bajarme a consulta, tomarme la tensión y alarmarse por lo altísima que me sale... Y el resto me lo conozco, que tengo una sonrisa bajo el ombligo que lo atestigua...

No sé, queridas y queridos, qué opináis vosotros, pero yo estoy ahora en fase trascendental y no creo que vuelva a guerrear hasta pasado el parto. Necesito mantenerme relajada y mi tranquilidad, ahora mismo, vale más que el desahogo de este señor, que bien puede irse de rave a Alcorcón a ponerse fino de pastis y dejar a las embarazadas tranquilas.

Me despido, que tengo que practicar el escaqueo (en cuanto acabe el cerro de pedidos pendientes) y reclinarme en la ortopédica silla que me toca,
Lady Vaga, sin agobio en lontananza.

miércoles, 3 de agosto de 2011

¡Al jefe de servicio del Hotel Espe le ha dado un jamacuco!

Queridas y queridos, la magnífica Drew, de Viviendo en mi Nube Azul, se ha tomado la molestia de inspirarse en las aventuras y desventuras de esta humilde bloguera (por decir algo) y nos deleita con esta espectacular nota de prensa escrita de su mente y letra que, os aviso ya, a día de hoy es ficticia, pero cuya transformación en hecho real no descarto que ocurra más pronto que tarde. Ella nos la regaló en un comentario a la entrada anterior, pero yo no he podido resistirme y, previo permiso de su autora, me he sentido obligadísima a rescatarla para la posteridad dedicándole toda una entrada para ella solita. Es que se la merece.

Gracias, Drew, por tu buen humor, tu fina ironía y el apoyo que suponen tus visitas y tus comentarios. Cuando nazca Minimacho tienes que pasarte por casa a conocerles a él y a O. G.

EL JEFE DE SERVICIO DE GINECOLOGÍA DEL "HOTEL ESPE", INGRESADO EN PSIQUIATRÍA

El jefe de servicio del área de Ginecología y Obstetricia de "Hotel Espe", Doctor Ginesaurio Caducado, ha sido ingresado ésta mañana en el ala de Psiquiatría del mismo hospital, debido a una fuerte crisis nerviosa.

Parece ser que la crisis se ha iniciado debido a una carta dirigida al Doctor Caducado, que contenía un extraño documento llamado "Plan de Parto" y que según las autoridades policiales podía ser el manifiesto de algún grupo antisistema.

Ginesaurio pasó más de media hora gritando frases sin sentido tales como "Las naturales me persiguen" o "Las cartas se multiplican como los panes y los peces". Varios médicos del "Hotel Espe" intentaron sin éxito hacer entrar en razón al facultativo, por lo que tuvo que ser sedado, inmovilizado mediante camisa de fuerza e ingresado pese a su voluntad. Se desconoce la fecha prevista de alta.

Los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado siguen investigando la autoría de las cartas. 

lunes, 1 de agosto de 2011

Doble plan de parto: ¡Toma castaña, Hotel Espe!

Queridas, queridos, estos son días extraños para mí. Además de este tiempo atmosférico, que se me antoja poco veraniego y un tanto otoñal para la habitual canícula del centro de las Espeins y Olé, supongo que os habréis dado cuenta de que no he vuelto a hablar del tema de las historias clínicas, así que os hago un breve resumen de cómo está la situación:
  • Hotel Espe me telefoneó para decirme que ya estaba lista mi documentación, pero pretendían, por tercera vez, que me conformase con las analíticas y el informe de alta, a lo cual Lady Vaga dijo, como ya sabéis, que never de never y jamais, jamais. A día de hoy, excedido el plazo legal de que disponían para entregármela, todavía no sé nada del tema. Supongo que me va a tocar llamar a la Agencia de Protección de Datos y chivarme de que hay un hospital rebeldillo que se niega a darme los papeles que en derecho me corresponden (mal que os jorobe a algunos que no tenéis ni idea y decís que no tienen por qué dármelos; documentaos un poco).
  • Hotel Stanley (el hospital donde me nacieron a O. G., ínclito establecimiento bautizado así por la simpar Lady Rabbit en un derroche de ingenio que me hizo carcajearme durante un cuarto de hora hasta invocar a Santa Tena Lady de las Celulosas Secas) me entregó mis documentos y los de mi hijo, incluyendo hermoso tachón de rotulador sobre una anotación de mi carnicerita que, a día de hoy, los más prestigiosos especialistas en criptografía consultados por Lord Muchomacho aún no han podido descifrar con total certeza, aunque nuestras sospechas tenemos. Ganas me dan de escaneároslo para que os echéis unas risas, tunantes.
Total, que ahora me toca dar un paso más que, aunque no tiene nada que ver con lo anterior, revolucionará, quiera yo o no, el gallinero un poco más de lo que ya estaba: el envío del plan de parto a Hotel Espe. Que vosotros diréis: pero a ver, si tú quieres parir en casa, ¿para qué lo mandas al hospital? Pues, queridas y queridos, por si el azar quiere que termine allí el parto; y si no, por tocarles un poco las gónadas a ver si se les irritan un tantito.

Pero, tranquilos, no es el Plan de Parto Subversivo... De ese ya le llegaron al jefe de servicio de Hotel Espe mínimo dos ejemplares (más otro a la jefa de planta, ¡misterios de la vida!) y la pena es que no pude grabar su cara mientras lo leía (aunque con solo ver el remitente, "Cesárea Segura Alejo", ya debería el buen señor haber bizqueado sin parar). Hablo de un plan de parto serio y centrado, documentado con las pertinentes referencias a las leyes vigentes, redactado al alimón con la brillante Lady Rabbit, en el cual ambas dejamos constancia (cada una por nuestro lado, eso sí, que no pienso esperar a parir dos meses más solo por hacerlo juntitas ni creo que su garbancito quiera echarse una carrera con Minimacho a ver quién sale antes, como Hamilton y Alonso) de nuestras preferencias, deseos y, sobre todo, derechos. Por si se les olvida que las parturientas también tenemos de eso.

Lady Rabbit, que tiene un puntito sadomaso cuyo marido sin duda sabrá disfrutar mientras sus retoños duermen, ya pasó por esto en su segundo parto. Sí, sí, la tía no tuvo bastante con comerse una cesárea en Hotel Espe (si un día me da permiso os cuento cómo fue, porque tuvo una paciencia de Santa Joba increíble... Tanta, que se le han agotado las reservas para toda la vida esta y para las dos siguientes reencarnaciones, que sin duda hará en zorra y perra, no sé si por ese orden o a la inversa) y decidió enviar un plan de parto PVDC (Parto Vaginal Después de Cesárea) al mismo hospital.

El resultado fue que el jefe de servicio la llamó por teléfono para recordarle que era una inconsciente y que se iba a morir con el útero hecho mistos y que él mismo buscaría un juez que atestiguase el nacimiento y se llevase al fruto de su vientre, atchús. Menos mal que su marido estaba por allí, escuchando la conversación, y enarbolando el auricular cual cachiporra con pinchos le puso las pilas al buen señor, de cuyas magnánimas aunque mal enfocadas intenciones jamás dudaríamos ninguno de los aquí presentes.

Más tarde, el mismo jefe de servicio tuvo a bien recapitular toda la morralla que había largado por esa boca en una preciosa carta, perla incunable del género epistolar, que Lady Rabbit conserva guardada como oro en paño con las joyas de la familia, los retratos antiguos y unos cuantos billetes de diez mil pesetas por si eso del euro no cuaja.

Os cuento todo esto para significar que, si bien me extraña que no me hayan vuelto a llamar para citarme por Alto Riesgo (después de tanta brasa como dieron y de que os molestáis en votar, ya es tener poca vergüenza... A ver si se piensan estos que me voy a esperar sin parir hasta que me llamen, ¡hombre ya!), no me extrañaría que, al recibir la carta en el Hotel Espe, mi teléfono móvil se ponga a vibrar cual juguetito erótico sobrado de pilas... Aunque por eso, zorruscas nosotras, hemos esperado a agosto, mes del descanso, la siesta y las vacaciones, para enviar nuestros planes de parto: si el jefe de servicio recibe idénticas dos misivas a la vez, podría darle un chungo y ya no está en edad de hacerse by-passes así a lo loco... Mejor le va que le pillemos de vacaciones y, en lo que va y viene (y por el camino se entretiene), se le hace tarde para denegárnoslo selectivamente y nos manda una negativa en bloque. Y una denegación en bloque es súper guay por motivos que otro día (no me quiero enrollar más) os contaré.

Hasta aquí, queridas y queridos, la brasa del día. Como Correos permite hacer un seguimiento de las cartas certificadas, ya os diré cuándo llega mi simpática epistolita al Hotel Espe y entonces apostaremos a ver si me llaman por teléfono, si me llaman de todo o si me dejan por imposible.

Se despide, desembalando su nuevo látigo de siete colas anti-ginesaurios y las botas de dominatrix,
Lady Vaga.

martes, 5 de julio de 2011

Recibo llamadas surrealistas

Queridas y queridos, perdonad que os tenga tan injustamente abandonados. Diré, en mi descargo, que mis obligaciones laborales me han mantenido más que entretenida durante una semana y que yo, en cuanto paso dos días sin conectarme religiosamente a Internet, me desengancho y parece que le tomo hasta manía. Eso y que O. G. estaba más mimoso que nunca, todo hay que decirlo. O sea, que al final, pagáis el pato vosotros, queridos fans, y yo sé que habréis pasado unos días de inconmensurable angustia y gran zozobra vital al no recibir actualizaciones de la divina Lady Vaga. Lo sé, lo sé, soy lo peor que camina sobre taconazos en las Spains y olé.

Pero, ahora, dejemos de fustigarnos (el masoquismo no es lo mío, darlings) y abramos bien los ojos para recibir la última dosis de surrealismo de esta aventura; porque yo pensaba que en verano me quedaría forzosamente sin temas, aparte de la piscina con O. G., el cumpleaños de O. G., las rebajas estivales y alguna chorrada así, pero no. Qué va, qué va, qué va. Ayer volvieron a llamarme de Hotel Espe. Esta vez, de Atención al (im)Paciente.

¿Qué querían?, os preguntaréis, intrigados e incrédulos a la vez ante tan alarmante hecho. Y hacéis bien en preguntároslo, porque sé que algunos de vosotros habéis llegado a pensar que mi falta de noticias durante seis días obedecía a que había sido abducida por hombres de blanco procedentes de Hotel Espe, que me habían atado a la cama  y no me dejaban estirar el brazo para agarrar mi portátil y enchufarle mi conector (sabed, oh ingenuos míos, que en Hotel Espe no hay wi-fi gratis, si quieres conectarte lo tienes que pagar, y si quieres ver la tele, pues también, es lo que hay. A mí lo del wi-fi me da igual, pero me parece muy fuerte, muy heavy y muy strong que se lucren de las ancianitas que quieren ver el Sálvame toda la tarde y de los viejines que se entretienen con las tertulias de Interelobotomía). Bueno, tanto es así que el otro día me llamó una querida amiga para preguntarme si seguía viva y en libertad... Yo también me lo pregunto a mí misma a veces, pero me palpo el tetamen y la respuesta es un rotundo "oh yeah".

El caso es que me llamaban para informarme de que mi historia clínica ya estaba lista y preparada para recoger, lo cual me hizo arquear una ceja (y la otra también, el arqueo monocéjico no se cuenta entre mis capacidades gestuales) hasta casi juntarla con la raya del pelo. ¿Por qué? Por desconfiada que es una, honeys. Sabed, si no lo sabíais ya, que la solicité al salir del magnífico spa de Espe y, cuando fui a recogerla, me habían preparado el informe de alta (que yo ya tenía de cuando me marché), las doce analíticas que me habían hecho y una solicitud de prueba de orina (es poco glamouroso, pero hay que decir las cosas por su nombre: al pan, pan, y a la orina, orina). Vamos, que faltaba toda la chicha, para que me entendáis.

Así que yo, muy dignamente, saco el guante de duelista y digo así:

- Ah, qué bien, pero ¿está completa?

- Sí, claro que lo está.

- Verás, es que hace tres meses ya os la pedí y me disteis unas analíticas y poco más. Y, claro, no es lo que yo quiero. No me gustaría desplazarme y encontrarme con que me la volvéis a dar incompleta, así que ¿serías tan amable de decirme qué documentos te han puesto ahí?

- A ver... Sí, claro, pues hay una analítica, un informe de alta de urgencias (sic) y una solicitud de prueba.

- Ah, no, pero yo os mandé una carta certificada pidiéndoos toda la lista de cosas que necesito, como por ejemplo la hoja de estadística y el plan de cuidados de enfermería- le hablo de memoria, mientras busco una copia de la carta que tengo junto a la impresora, previsora que es Lady. La encuentro. Pobrecilla- y digo yo que os habrá llegado, porque si no no me llamaríais.

- Es que hay documentos que no tenemos por qué darle, los comentarios de enfermería son privados- intento desesperado de protegerse de mi zarpazo; menos mal que ya me advirtió Lady Rabbit de que son así, ella la ha solicitado cinco veces y se la van dando por entregas, supongo que para que no pierda el interés, como en las series buenas de la tele.

- Eso no es así. Todo lo que yo te pido está recogido en la Ley 41/2002, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica. Lo sé porque esta carta me la ha redactado una abogada especializada en protección de datos- esto es una verdad a medias, porque sí es cierto que la ha redactado una abogada, pero no exclusivamente para mí... Zorrona que es una- y me ha hecho una lista exhaustiva de los documentos que corresponden, te leo, lo que he pedido es: la documentación relativa a la hoja clínico-estadística, la autorización e informes de ingreso, los informes de actuaciones de urgencia, la anamnesis y la exploración física, la evolución, las órdenes médicas, la hoja de interconsulta, los informes de exploraciones complementarias, el plan de cuidados de enfermería, la aplicación terapéutica de enfermería, el gráfico de constantes y el informe clínico de alta... Sigo: el informe del departamento de informática con los accesos que se hayan producido y si se ha eliminado algo y los datos informáticos incluidos prescripción de medicamentos.

Durante esta lectura ultra-rápida con perfecta vocalización (para eso se tiró una años de radio, queridos y queridas), mi interlocutora ha intentado intervenir infructuosamente varias veces. Hago mi pausa para respirar y escuchar su contraargumentación:

- Ah... Bien... De acuerdo; lo consulto con la persona responsable del archivo y ya le vuelvo a llamar con lo que sea- vaya por Dior, "s'ha rajao", cuando más nos estábamos divirtiendo...

- Con lo que sea no, con mi historia íntegra, que si no lo próximo que os va a llegar va a ser un burofax y después una denuncia a la Agencia de Protección de Datos por no darme los documentos que os he pedido. Que me he tirado diez días con antibióticos por la vía intravenosa y tiene narices que no seáis capaces de decirme cuáles son. Es que no es ni medio normal este ocultismo.

- Bueno, pues la llamaremos.

- Vale, muy amable, gracias.

Omito recordarle que tienen por ley quince días para enviarme mi historial y han malgastado tontamente una semana, pero bueno, ellos sabrán. Por supuesto, no han vuelto a llamar para citarme en Alto Riesgo ni falta que hace, porque de momento Minimacho y yo nos encontramos divinamente, como a tan excelsos tipazos corresponde, pero empiezo a estar muy harta de todo este proceso kafkiano en el que me veo envuelta.

Así que, queridas y queridos, menudo rollo que me están dando. Estoy por liquidar el blog, porque para contar estas chorradas, mejor hablamos de ropita, de novedades literarias o de eczemas varios...

Besos hastiados desde mi semiabandonado sofá,
Lady Vaga.

miércoles, 29 de junio de 2011

¡Pero qué malquedas son en Hotel Espe!

Queridas y queridos, no os lo vais a creer: ¡no me han llamado! ¡Qué malquedas son en Hotel Espe! Menos mal que no tenía reserva ni nada, porque de verdad que esto me pasa en cualquier spa de la costa y es para no volver, os lo juro por los hoyuelos de mi trasero.

Así que me han dejado con tres palmos de narices, ¡yo que me había puesto en modo Lady para epatar en la conversación telefónica con la oscura esperanza de que me llamase el jefe de servicio! No os extrañéis, no sería tan raro, puesto que ya lo hizo con Lady Rabbit. Claro que esa loca tuvo la osadía de presentarle un Plan de Parto Vaginal Después de Cesárea, es que va provocando, la tía... Pero eso es otra historia que ya os contará ella personalmente un día, o yo si me da su permiso y un guion (qué raro se me hace escribirlo sin tilde, a veces la RAE me trae por la calle de la amargura, de verdad os digo).

Espero que seáis capaces de superar este disgusto y la tremenda frustración de no ver colmadas vuestras expectativas con una nueva y divertida entrega de este preñiculebrón con el que os deleito periódicamente; yo soy la primera decepcionada. Sin embargo, creo que es buena idea aprovechar este paréntesis para reflexionar y poner en claro algunos puntos, con vuestra inestimable ayuda.

Muchas de vosotras estáis de acuerdo con Lord Muchomacho en que esta llamada intempestiva viene a raíz de la solicitud de historia clínica que había cursado recientemente. Creo que vais muy bien encaminadas: mi Lord, que tiene alma de espía, ha estado mirando en Correos y, mira tú por dónde, la cartita les llegó ayer martes, suponemos que por la mañana; a las seis de la tarde ya estaban llamando, los tíos espabilados... ¡Qué cosas! ¿Casualidad o causalidad? Juzguen por ustedes mismos, señoras y señores.

Bueno. Anyway. La genial autora de La Teta y Más (nena, no te he incluido aún en el blogroll, pero ese despiste lo subsano yo en menos que se persigna un cura loco, que yo seré Vaga pero los dedos aún los manejo con soltura) me ha propuesto poner una encuesta en la que todos podáis votar por la opción que más correcta os parezca respecto a este nuevo contratiempo. Así que yo, obediente como soy, os doy seis ideas (podéis votar por más de una si queréis) y a ver qué me contáis. A continuación os las comento un poco para que entendáis el porqué de cada una; pero antes de decidiros, pensad que yo me debato entre dos posibilidades: tocarles las bowlings todo lo posible, porque yo soy así y porque se lo han ganado a pulso (y a tacto), en plan "por mí, por todas mis compañeras y por mí primera", que ya estoy harta de que consideren que una mujer embarazada es un ser sumiso y medio imbécil sin capacidad no ya de decidir, sino de preguntar siquiera; o pasar olímpicamente de ellos, no vaya a ser que dediquen la consulta a intentar asustarme con terribles consecuencias si no sigo viéndoles en la frecuencia y horario que a ellos mejor les venga.

  1. No vayas, nena, pasa y que les den. Esto es lo primero que me pasó por la cabeza cuando recibí la llamada, pero en el fondo me pica la curiosidad. Y sé que a vosotros también, ¡que os encanta el despelleje!
  2. Di que estás de parto y, a la que se asomen a mirar, ¡patada voladora! Ya molaría, ¿eh? Me espatarro y, según acerquen el melón, ¡zas! En toda la jeta...
  3. Graba toda la conversación sin decirles nada y luego nos la transcribes para descojonarnos un rato. Sugerencia de Lord Muchomacho, que insiste en que mi pasado periodístico me legitima para este tipo de acciones.
  4. Ponles la grabadora encima de la mesa, a ver si siguen teniendo esas gordas pelotas sabiendo que les están grabando. Y luego nos la transcribes para descojonarnos un rato. Variante propuesta por mí misma que iría acompañada de cuadernito para no dejarnos ni un detalle, claro está.
  5. No vayas a menos que te den un informe por escrito antes. Fue lo que le dije a la chica del teléfono y creo que es uno de los motivos por los que no me han llamado, seguramente estarán pensando "joder, qué pesada es esta tía, ¿es que no dejará de pedir nunca?"
  6. Vete en plan sumisa, que a las respondonas les tactan con las uñas largas y sin guantes. Esta es la opción "asústate, bájate las bragas y pon el culito, que te está bien empleado todo lo que te pase por chulita". Es verdad que un poco chulita sí que soy, pero eso no justifica el coñazo que me están dando, nenas, ¿o es que no tienen más pacientes y con más paciencia que yo para darles la barrila?
Queridas y queridos, espero vuestras sugerencias y respuestas; por supuesto, si se os ocurre otra opción que no figure en la encuesta, pronunciaos. Que esto es muy surrealista como para no tomárselo ya a coña, digo yo.

Besos incrédulos,
Lady Vaga.

martes, 28 de junio de 2011

¡Vienen por mí! ¡Escondedme!

Queridas y queridos, ojiplática me hallo tras la conversación que he tenido esta tarde, que bien podría calificar de "encuentro en la tercera fase" si no fuese porque no ha habido avistamiento ni contacto cercano (por suerte ha sido meramente telefónico). Qué curioso giro del destino cuando mi blog estaba tan tranquilo como el encefalograma de Aída Nízar, ¿verdad?, una carambola digna de culebrón venezolano, de esos en los que, cuando la heroína está a punto de desposarse con el protagonista, se encuentra con que él es su medio hermano secreto y perdido en la infancia o algo así.

Podría deciros que estoy patiabierta y boquidifusa, pero yo de piernas no me pienso abrir más que lo justo hasta septiembre, no vaya a ser que Minimacho vea libre el camino y decida lanzarse en plan "jerónimo". No, hijos míos, no. Me encuentro perpleja, asombrada y sorprendida, no sé si a partes iguales, pero mucho, en cualquier caso.

Porque esta tarde, 28 de junio, Día de Tau (la constante más discreta y simpática para mi gusto), los planetas se han alineado en mi contra en una combinación nefasta, maligna y turbadora.

Imaginad la siguiente escena: de blanco ibicenco de pies a cabeza, bien peinada de horquillas y mejor calzada, Lady Vaga, uniformada con la habitual bata blanca (por si no lo sabíais, mi uniforme es una bata blanca, sí, queridas y queridos. No flipéis, más lo flipo yo con estas paradojas de la vida) se afanaba en terminar unos pedidos antes de que la avalancha de clientes de media tarde arrasase con los productos primorosamente expuestos en el local.

De repente, Lord Muchomacho descuelga el teléfono móvil (que no suena porque siempre le tenemos puesto el vibrador, somos así de viciosos, chatos) y le oigo preguntar "¿de parte de quién? ¿Del hospital?" Ahí ya me temí yo lo peor, pero aún me quedaba corta, corta como el rabito de una boina, my darlings.

[Inciso contextualizador]
Quizá vuestras neuronas tengan la suficiente capacidad de sinapsis para recordar que, durante mi estancia en el Hotel Espe Bed & Breakfast, tuve ocasión de enfrentarme charlar con el simpático jefe de servicio de Obstetricia y Ginecología, que venía azuzado (o, como dicen en algunos pueblos, "achuchao") por la malvada y pérfida doctora Fistra. Aquella escaramuza se saldó con una estilosa victoria por mi parte, hito que marcó una nueva arruga en el rictus labial de esa espingarda llamada Fistra.

Bueno. También sabéis que hoy hace tres meses que me marché de allí con el alta voluntaria, pero no sé si os he comentado que lo siguiente que hice fue solicitar mi historia clínica, como hace la gente normal cuando sale de un hospital. ¿Sabéis qué me entregaron al cabo de una semana? ¡Las analíticas! Un conjunto de, casi casi, una docena de hermosas analíticas ordenadas cronológicamente sin explicación alguna, es decir, una mierda como un castillo, mirusté

A mí eso me gustó poco tirando a nada, así que hace unos días me decidí y les envié por correo certificado una solicitud mucho más formal en la que detallaba todos los documentos que debían constar en mi historia y les recordaba el derecho legal que me amparaba. Hecho este inciso, volvamos a la actualidad.
[Fin del inciso contextualizador]

La amable señorita que me telefonea (va sin sarcasmos, ha sido amable y paciente de verdad) me informa de que (sí, con el "de", se dice así) es para darme cita en el hospital para el mes de julio en el departamento de Alto Riesgo. Yo parpadeo, sorprendida, y le explico que a mí la doctora que me llevaba en Alto Riesgo me ha dicho que ya no hay riesgo ninguno, es más, ya estoy trabajando y todo. Que hemos quedado en que, a partir de ahora, me controlaré en mi centro de salud (bueno, esto es teórico, porque la que yo realmente quiero que me vea es mi comadrona de parto en casa, paso de duplicar visitas) y le pregunto qué ha sucedido para que me quieran ver otra vez en el hospital.

La chica no entiende que yo no quiera esa cita, pero accede a cambiármela y programármela en mi centro de salud. Nos saludamos cortésmente. Colgamos.

Vuelvo a mi puesto de trabajo, pero el teléfono vibra de nuevo en mi mano. ¿Qué ocurre ahora? Es la misma señorita, que, con un deje de perplejidad en su voz, me cuenta que no puede darme la cita en mi centro de salud, puesto que la tiene bloqueada y con una nota del jefe de servicio en la que explica que yo tengo que ir por Alto Riesgo sí o sí.

Imaginadme, queridas y queridos, vestida de blanco pero con las mejillas y las orejas cada vez más rojas intentando respirar hondo. ¿Qué narices es esto? ¿El jefe de servicio? ¿Ese señor que admitía que no sabía qué me pasaba pero que me podría ir en cuanto mi PCR se normalizase? ¡Pardiez!

Cuando el aire me llega a los pulmones, consigo organizar las palabras en mi cerebro para explicarle a la señorita algo del estilo:

- Mira, no entiendo qué les pasa ahora ni qué riesgo corro ni por qué estoy de alta laboral si tengo tanto riesgo de no sé qué. El caso es que, para la doctora Fistra, yo debería estar ingresada todavía; para la otra, no he corrido riesgo jamás, y para el jefe de servicio ni lo uno ni lo otro, así que yo no sé qué pensar. Que hablen entre ellos y se aclaren; cuando me pongan por escrito lo que está pasando, vuelvo al hospital. Mientras, nada.

- Bueno, no te preocupes, yo lo hablo con el jefe de servicio y te llamo mañana sobre estas horas.

Y en estas hemos quedado. Así que mañana debería tener un nuevo episodio que contaros. Anda, anda, y vosotros que os pensábais que el culebrón de Lady Vaga se había terminado... Ah, se me olvidaba: el inciso viene a cuento de que Lord Muchomacho está convencido de que me llaman del hospital justo ahora porque han recibido mi petición de historia clínica y eso les ha recordado que molaba experimentar conmigo, que era, según todos ellos decían, "un caso raro". Quien lo entienda, que me lo explique.

lunes, 20 de junio de 2011

Lady Vaga y la doctora Mayer

Creo, queridas y queridos, que lo mío con los ginecólogos es, sencillamente, mala suerte. O eso, o estoy pagando el mal karma de una vida anterior... Seguramente debí de ser una carnicera, pero carnicera mala, de esas que dan los filetes con más nervios a las parroquianas que les caen gordas y encima le ponen bien de papel al producto para que dé más peso en la báscula (esto me lo contó mi abuela, que a ella se lo hacía el charcutero, ¡tío malo!, fíjate tú qué mala persona y qué rata, porque ¿qué iba a ganar, dos céntimos por incauta viejecilla? El caso es que mi abuela también está pagando mal karma de otra vida, fijo, porque recuerdo que se quejaba, asimismo, de que el portero nunca limpiaba los apliques del portal... De hecho, durante un tiempo me ha venido rondando esa frase como glorioso inicio de una novela: "El portero de mi abuela no limpiaba los apliques". ¿A que es digna de Truman Capote? Algún día encontraréis mi gran obra en librerías y, cuando la abráis, leeréis esas magníficas e intrigantes palabras inaugurando el relato. Pero basta ya de divagar. Volvamos a lo puramente ginecológico).

Os decía, queridas y queridos, que en esta vida presente he sido agraciada con un físico espectacular, como sabéis quienes me conocéis; un cerebro maravilloso con memoria eidética de serie, como sabéis sólo algunos de vosotros, dado que me chifla hacerme la tonta; una familia estupenda y una colección de zapatos que cualquier día organizarán un referendum para independizarse de mis armarios. Sin embargo, tengo que reconocer que me cuesta encontrar un ginecólogo en condiciones; jamás he tenido problemas con alergólogos, neumólogos, endocrinos ni médicos de cabecera, pero en lo que toca a mis partes privadas, amigos, la mala suerte me persigue.

Recuerdo a mi primera ginecóloga, la que tuvo el honor de revisar mis bajos por vez primera y de prescribirme la píldora para que Lord Muchomacho y yo, jovenzuelos entonces y entusiastas del sexo non stop, pudiésemos liberarnos de la tiranía condónica que entonces nos atenazaba. Ya no recuerdo su nombre (aunque la llamaré doctora Mayer por el motivo que a continuación paso a exponer), pero sí su curiosa falta de empatía cuando le comenté, a los seis meses de estar tomando la pastillita, que me había subido el colesterol una burrada:

- Pues, hija, no comas tantas salchichas...

- ¿Cómo dice, señora? No he comido una salchicha en mi vida, para su información.

Y, queridos y queridas, era verdad. Y lo sigue siendo a día de hoy. No me gustan las salchichas y no las como, me dan mucho asco, qué queréis, soy así de ñoña... Si lo que pretendía esa señora era hacer un chiste de mal gusto, lo consiguió, dejándome perpleja y molesta a partes iguales... Ah, y reprimida, porque me aguanté las ganas de decirle que para comerle a gusto la salchicha a mi señor esposo no me hacía falta alguna tomar pastillas, fuesen anticonceptivas o antiácido, pero ya sabéis (podéis corearlo al unísono si os place) que yo soy una dama. Por eso me callo más de una y más de dos y así me va.

Ahora, decidme si no tengo yo un radar de ginesaurios entre las orejas... Que es mucha casualidad tanto cenutrio en la misma especialidad médica, digo yo. Eso sí, el viejecito que me hizo mi primera ecografía fue absolutamente encantador, como un Papá Noel vestido de blanco, patrocinado por Pfizer en vez de Coca-Cola, otro día os cuento.

Besos retrospectivos,
Lady Vaga.

jueves, 9 de junio de 2011

La doctora Maja mola mazo

Queridas y queridos, voy por una vez (y sin que sirva como precedente) a intentar ser breve para contaros que el lunes, a la salida de mi consulta en el hospital, coincidí con la doctora Maja, la cual, como su propio pseudónimo indica, es una mujer dulce, agradable y maja a más no poder.

Es una persona que se molesta en tomarse unos minutos para charlar con el paciente, interesándose de verdad en resolver las dudas que le plantea; las dos veces que me visitó, se sentó junto a mí en la cama, me pidió permiso antes de palparme y de hacer el ultrasonido y hasta nos contó que ella también tenía un bebé al que daba el pecho (creo que era algo mayor que O. G., no lo recuerdo bien; el bebé, digo), alabó que practicásemos el colecho y que siguiésemos con la lactancia y nos recordó que Minimacho podía perfectamente llegar a término. Sus palabras y su actitud fueron para mí un bálsamo y sólo lamenté que la jefa de la planta fuese la Fistra y no ella; otro gallo nos cantaría a las mujeres allí ingresadas.

A lo que iba: que el lunes nos la encontramos, se acordaba de mí (de mi nombre, no sólo del caso, lo cual me hizo alucinar) y charlamos durante unos minutos sobre lactancia y otros asuntillos. Se despidió diciendo que a ver si coincidíamos en mi parto, lo cual, si todo va como yo espero, no sucederá, pero tened por seguro que cuando visite a la Fistra sacaré unos minutos para saludar a esta dama de la medicina como merece.

Os cuento esto para que veáis que no estoy tan obcecada, que valoro que un médico sea capaz de empatizar y que agradezco a esos buenos profesionales que sigan demostrándonos cada día que el Ginesaurus es una especie en extinción, aunque algunas parecemos tener un radar especial para encontrárnoslos a nuestro paso.

Besos y arrumacos,
Lady Vaga,
diva sedente.

miércoles, 8 de junio de 2011

Lady Vaga Vs. Dra. Fistra: Final round

Me quedan todavía, queridas y queridos, anécdotas e historietas sobre mi estancia en Hotel Espe, pero me gusta dosificarlas para no parecer un abuelo contando sus cosas de la guerra o nuestros padres con lo de la mili. Así de repente se me ocurre que tengo que contaros quién es la doctora Maja (maja y simpática como ella sola, un amor de señora), cómo fue mi última conversación con la Fistra o qué ocurrió cuando me negué a  hacerme dos analíticas en un día y vino la doctora de guardia a "negociar".
Sin embargo, sé que a lo que a vosotros os interesa es el puro y duro despelleje, el rechinar de dientes hasta llegar al hueso y, si me apuráis, al tuétano de la cuestión, y por ello, voy a dedicar esta entrada a relatar el final (por ahora) de mi lucha con la doctora Fistra.

Sucedió el lunes, 28 de marzo. Pasé la noche anterior presa de la incertidumbre, di vueltas nerviosamente en la cama, dormité sin descansar y hasta estuve en un tris de morderme las uñas, lo cual conseguí evitar a fuerza de decirme a mí misma que lo que la Fistra tuviese planeado para mí no podía ser tan malo como para justificar que yo echase a perder una estupenda manicura. Es más, conversaba Lady Vaga con Lady Cagada (que era yo con mis miedos y mis historias), es que no tenía ni por qué aceptar ni acatar lo que ella dijese. Faltaría plus. Que era la médico, no mi Ama sadomaso (bien le habría gustado a ella).

Por la mañana, mi prima tenía previsto venir a visitarme y Lord Muchomacho y yo estuvimos bromeando con que a ver si se presentaba y ya no me encontraba en la habitación porque me habían dado el alta... ¡Incautos de nosotros! Pecábamos de inocentes y desmemoriados, pues la doctora Fistra tiene por costumbre hacer la ronda por las habitaciones a última hora, supongo que para jodernos la comida a las pacientes (perdón por la palabrota, pero en realidad es un eufemismo de todos los otros verbos que podría haber colocado en su lugar...) con sus gracietas desprovistas de todo chiste (salvo que vaticinar muertes pueda considerarse divertido en algún sitio, para mí ignoto).

En fin. Entre visita y visita de las agradables enfermeras (siempre os lo recuerdo, pero por si no os queda suficientemente claro, esto va sin sarcasmo), que aprovechaban para recordarme que igual ese mismo día me perdían de vista (wishful thinking, me decía yo a mí misma), ecografía en el departamento de Alto Riesgo y la visita de mi prima, yo dediqué lo que sobró de la mañana a buscar mi traje de súper heroína, mi máscara y mis botas de taconazo con el loable objetivo de que mi previsible enfrentamiento con la doctora Fistra transmutada en declarada arpía terminase con un K.O. fulminante a mi favor. Aproveché para poner a prueba mis súper poderes (pestañas-crea-huracanes, patada voladora chucknorresca free style y lengua VIPerina afilada al máximo, entre otros) y para retocarme el pelo cuando me dejaron levantarme para ir al baño. Mi corazón se aceleraba conforme se acercaba el gran momento, pues sabía que, como en Los Inmortales, sólo podía quedar una... Y tenía que ser yo, por mis ovarios que son pares.

Y llegó la doctora Fistra, creo recordar que acompañada, pero ese dato nimio ya me baila en la cabeza, por su joven acólita y esbirra en horas de trabajo, la simpar doctora Carapeta. Entró con soberbia (la Fistra, digo), marcando el paso y con mirada altanera, pero yo activé mi escudo protector a tiempo para repeler sus burdos ataques.

- Ya tenemos los resultados de la analítica de ayer, la PCR está mejor, ha bajado- en este punto nuestras miradas se cruzaron, el ambiente de la habitación se cuajó de electricidad estática, a la Carapeta se le pusieron tiesas las puntas del flequillo y la doctora, previendo mi optimismo, lanzó la andanada-. El jueves hacemos otra analítica y una ecografía a ver qué tal sigue todo y ya las iremos espaciando si todo va bien. Cada lunes le harán el seguimiento en Alto Riesgo.

- ¿Y el jueves me la hacen ya ambulatoria? ¿Me dan ya el alta?

- No, de alta nada todavía. Tiene usted que quedarse aquí más tiempo- implacable, la tía, oye.

- Pues el doctor que me vio ayer dijo que iba a proponer mi alta en la reunión de hoy...

- El doctor de ayer era un optimista- "¿era?" ¿Lo habrá liquidado? Imagino al pobre hombre atrapado en una dimensión extraña por darme buenas noticias y pienso que mi siguiente misión, tras salvaguardar la integridad física de Minimacho y la mía propia, es salvarle y devolverle a su hogar-. Tiene usted que quedarse más tiempo, porque aún no sabemos lo que tiene.

- Pero, doctora- intento agotar la vía diplomática-, si ya tengo la PCR bien y todos los demás indicativos de infección también están correctos, ya no estoy tomando antibiótico y el líquido amniótico sale perfecto en todas las ecografías, ¿qué le hace pensar que tengo algo?- la muy guarra no me lo dice abiertamente, pero sigue empeñada en que tengo una corioamnionitis. O eso o SIDA, porque me lo ha preguntado como tres veces y me lo ha mirado en dos analíticas. La verdad es que ninguna de las dos opciones me seduce ni un poco, prefiero estar sanita como siempre, pero gracias por preocuparse, doctora.

- Que la PCR salga bien no significa que no haya infección- toma ya, pero si sale mal sí la hay... Jódete y baila-. Dénos más tiempo para ver qué es lo que tiene, sea paciente- parece que ella también vuelve a la diplomacia-. No debe usted hacer planes para las próximas semanas.

- Doctora, tengo entendido que X, que llevaba aquí ingresada varias semanas, se ha marchado ya con el alta voluntaria, y su caso era más grave que el mío- la chica había perdido dos bebés, por lo visto, por el mismo problema, y en esta ocasión se tiró ingresada casi diez semanas sin poder levantarse siquiera para ir al baño o para que le cambiasen la cama. Finalmente, optó por alquilar una cama articulada y marcharse a su casa, pues tenía otros dos hijos a los que atender.

- De ninguna manera, su caso es más grave, puesto que ella rompió la bolsa de veintitrés semanas y usted lo ha hecho con catorce- bueno, vale, no lo hice adrede, no me pegue en el culito, doctora.

- Pero yo no he vuelto a perder líquido, no me encuentro mal ni...

- Mire, usted se tiene que quedar más tiempo y ya está. Lo que vamos a hacer es ir espaciando las pruebas y veremos qué tal sigue hasta que consideremos que se puede marchar. Ya le he dicho que no haga planes para las próximas semanas.

- ¿Semanas? Doctora, que yo tengo una vida fuera, tengo un hijo, un marido que atender, un trabajo y cosas de las que ocuparme... Al menos dígame cuánto tiempo más tengo que quedarme, según usted- hizo falta que insistiera tres o cuatro veces, la tía se escabullía como un zaroniano cabreado. ¿Mmmh? ¿No entendéis mi chiste friki? En ese caso, os exijo que leáis Pulp, de Charles Bukowski (mi escritor favorito, por cierto), o al menos la página 71 en esta versión digital.

- Pues como poco, dos o tres semanas más. Sea usted paciente, la infección puede manifestarse en cualquier momento y es mejor que esté usted aquí cuando eso suceda- tanto optimismo me desarma y decido callarme, porque por mi mente pasan varias opciones, ninguna de las cuales es aceptable desde el punto de vista de la educación y el evitamiento de la confrontación física a muerte:

  • a) Decir con voz terrible "Aquí se va a quedar su p*** madre, doctora Fistra, yo me piro".
  • b) Hacer una cuerda atando las sábanas y huir por la ventana. Descartado, porque la ventana sólo se abre un poquito y no quiero espachurrar a Minimacho.
  • c) ¡Patada voladora! Pero no, en un hospital tan grande y moderno seguro que hay maxilofaciales que le arreglan la quijada en un momento y así no tiene gracia.
Opto, pues, por el silencio, apoyada por un diálogo mudo y fugaz que mantengo con Lord Muchomacho en unas décimas de segundo, y la doctora Fistra se marcha con aire ganador. No bien sale por la puerta, Lord Muchomacho y yo nos miramos; él, con la ceja arqueada, yo con la mirada de mala leche que me sale en estas circunstancias.

- Alta voluntaria, nena, alta voluntaria.

- Amor, acabas de leerme el pensamiento.

Total, para estar allí pasando el rato sin moverme, sin hacerme pruebas ni tomar medicación, también puedo darme al Dolce Far Niente en casa... Y mi Lord se ahorra viajes, dormimos todos en nuestra cama y comemos comida casera, que ya está bien de tanto catering bienintencionado en el que todas las carnes saben a lo mismo.

Avisamos a la enfermera de que queremos pedir el alta voluntaria para que se lo comunique a la simpática doctora Fistra, con la esperanza de que se lo cuente mientras bebe un café, se le vaya por otro lado y le dé mucha tos... Y ya puestos, le deseo que se manche los zapatos al echarlo, que a mala no me gana nadie. Pero ella no está por la labor de jugar un segundo asalto y pasa de volver a mi habitación, así que deja transcurrir la media hora que falta hasta finalizar su turno (y no me digáis que tenía más pacientes por ver, porque ya me habían comentado las enfermeras que a mí me solía dejar para el final) y se marcha tranquilamente, con el convencimiento de haberme noqueado.

Por la tarde, después de recordarle a la enfermera que queríamos marcharnos y que no pensábamos esperar hasta que la Fistra volviese al día siguiente, vino el médico de guardia a firmarme el informe de alta y toda la parafernalia conveniente, acompañado de la doctora Carapeta, que flipaba bastante e intentaba mantener la cara de póker ante mi osadía (osadía que me hubiese gustado tener en la jeta de la doctora Fistra, pero qué queréis, queridas y queridos, soy lenta de reflejos y tengo que aprender a vivir con ello). El doctor dijo que, vista mi evolución, él no veía ninguna inconsciencia en que me marchase a casa y que, además, la pérdida de líquido amniótico seguramente habría sido un falso positivo del Amnisure (que haberlos, haylos, por lo visto). Charlamos unos minutos, me dio algunas recomendaciones de vida (descanso, tomarme la temperatura tres veces al día, no hacer esfuerzos físicos y volver al hospital si notaba dolor abdominal o volvía a perder líquido), me recordó que mi bebé aún podía llegar a la viabilidad y nacer prematuro (a lo cual yo le contesté que prefería pasarme de viabilidad y llegar a la semana 38) y se marchó deseándome suerte. La joven Carapeta tuvo que rehacer mi informe porque había datos incorrectos y cuando nos lo trajo corregido me recordó que no se me ocurriese coger en brazos a O. G. ni hacer posturas raras, que mejor me estuviese tumbada en la cama.

La contención de que hicimos gala mereció la pena cuando vi la cara de felicidad de Lord Muchomacho, que me dio un abrazo estrujahuesos extra grande (y, seguramente, por completo contraindicado en mis circunstancias) y se puso a recoger nuestras cosas haciendo gala de su súper diligencia (de hecho, el domingo tras la visita del médico ya había estado organizando cosas en casa y había llevado a la señora que nos ayuda para que limpiase a fondo nuestra habitación y cambiase las sábanas, ¿no es encantador?); parecía un huracán ordenando todo a su paso, clasificando ropa, apilando libros y revistas y embolsando fruta y comida. Yo me puse el pantalón vaquero y una camiseta y me quedé sentada en el sofá mientras él iba cargando el coche y O. G. jugaba por la habitación, cada vez más vacía.

Creo que me despedí de alguna enfermera que pasó por allí, pero no lo recuerdo con nitidez; sí sé que me dijo algo de que no pasaba nada por que el bebé fuese prematuro y que nos veríamos para el parto, a lo cual yo sonreí y le dije que, en ese caso, esperaba no verla hasta septiembre.

Lord Muchomacho volvió, cogió a Jorge en su brazo izquierdo, me pasó el derecho por la cintura y me sacó de aquella habitación donde habíamos pasado dos semanas que me parecían dos años; la espalda comenzó a dolerme a los pocos pasos, supongo que por tantos días de inactividad, y sentía una extraña mezcla de alegría e incredulidad al pensar que pronto estaría de nuevo en casa. Recorría los pasillos como un zombi, porque ni siquiera los conocía (yo había ingresado por Urgencias), me dejaba llevar sin terminar de asumir que me estaba marchando, que iba a dormir en mi cama.

No hace falta que os diga, sentimental como soy, que en cuanto entré en el coche me eché a llorar de felicidad, pero también de tristeza por todo lo sucedido, destete involuntario de O. G. incluido...

Y desde entonces, aquí estoy, haciéndole al sofá la forma de mi trasero redondo y turgente cual fruta madura... Hasta el martes que viene, que me incorpore a la vida "útil".

Lady Vaga,
la diva que divaga.

martes, 7 de junio de 2011

Podéis tocarme, dicen que no hay Alto Riesgo

Queridas y queridos, sé que con esto del Día Mundial de los Derechos del Nacimiento he estado un poco (más) monotemática (todavía), pero la ocasión lo merece. Espero que sepáis disculpar este arrebato reivindicativo que, sin duda, se repetirá en lo sucesivo con, esperamos, gran éxito de taquilla y público.

De momento, y para relajar nuestras estresadísimas neuronas, os contaré las novedades gineco-obstétricas de las últimas semanas, es decir, qué tal va nuestro hermoso y tenaz Minimacho. La semana pasada estuvimos con nuestra comadrona de parto en casa, una mujer cuya sabiduría y experiencia le permiten estimar el tamaño del bebé simplemente palpando la barriga de la embarazada (en este caso, yo) y dar información tranquilizadora y adecuada a los más recientes estudios científicos, lo cual no es tan habitual como cabría desear en el sector.

Ayer fuimos al hospital para ver los resultados de la última analítica, pasar una consulta y comprobar el nivel de líquido amniótico (que, curiosamente, desde el día que llegué a urgencias, allá por marzo, siempre sale perfecto) en una ecografía. No me preguntéis por qué (yo tampoco lo pregunté, iba "de tranquis", muy en modo Vaga), en vez de limitarse a estimar la cantidad de líquido, me repitieron de cabo a rabo la ecografía del segundo trimestre. Durante la realización, Lord Muchomacho y O. G. estuvieron presentes (bien por el hospital, sé de otros lugares donde no dejan entrar a los acompañantes hasta que terminan, les ponen la imagen del bebé para que vean que se mueve y tal y listos) y O. G. aprovechó para derrochar encanto... Señalaba a Minimacho en las pantallas diciendo "bebé, bebé" con gran entusiasmo y cuando la doctora daba cifras ("veinticinco más tres"), él le seguía la corriente: "tuato, inco, seis"... Un bombón en toda regla, vamos.

A continuación pasamos a consulta con la doctora que me sigue en Alto Riesgo y ahí ya tuve que ponerme en modo Lady. Nos saludamos amablemente, sonreímos y nos preguntamos una a la otra qué tal estamos, me pesan y toman la tensión y comienza la charla:

- ¿Qué ha pasado con la glucosa que no te la has hecho?

- Pues eso, que no me la he hecho- sonrisa encantadora, cara inocente, pestañas abanicantes.

- ¿Y eso por qué?

- Como en mi primer embarazo lo pasé tan mal con esa prueba, vomité varias veces y me pasé el día revuelta, mi comadrona...

- Pero el cuerpo no está igual en todos los embarazos, a lo mejor esta vez no te sentaba tan mal...- Pues tómatela tú, pedorra, pienso yo, pero continúo con la estrategia dental.

- Mi comadrona- omito la expresión "de parto en casa", ella no necesita tanta información y yo me ahorro saliva- me dijo que si me daba la glucosa basal menos de cien, no me la hacía; y si daba mayor, podríamos controlarlo con glucómetro en el centro de salud, porque no tengo factores de riesgo.

- Ya, pero no es lo mismo.

¡Efectivamente! A ver, señora, de eso se trata, de que no sea lo mismo: un control bien hecho con glucómetro se basa en medir cómo metabolizo la glucosa que ingiero con mi dieta habitual y no en darle patadas a mi pobre páncreas (que no me ha hecho nada todavía la viscerita para que quiera yo vengarme) tomando una cantidad de glucosa así a pelo que dista mucho de parecerse a lo que tomo en una comida normal. Por esa misma regla, podrían ustedes comprobar si alguien tiene riesgo de infarto haciéndole correr veinte kilómetros sin agua y cuesta arriba, no sé. El caso es que no pienso hacerme una prueba llamada "sobrecarga oral" que encima no tiene siquiera valor diagnóstico. Si quiere, hágasela usted y aproveche la ocasión para untarse el brebaje sobrante en el cutis, que seguro que se lo deja divino.

Pero claro, esto no se lo digo, que tengo que ahorrar energía para futuras disputas, así que de nuevo a sonreír con todo mi seductor encanto. Ella vuelve a la carga, que también ha estado cargando las pilas:

- ¿Y con la orina qué ha pasado?

- ¿Cómo que qué ha pasado?

- Pues que diste una muestra insuficiente, aquí lo pone muy claro.

- No sé, doctora, yo les llené el botecito...- y esto es verdad, entregué mi vasito lleno hasta el borde.

- Nada, la próxima vez que te den un barreño- ríe Lord Muchomacho, que hasta el momento se ha limitado a sostener a O. G en su regazo mientras mi retoño primogénito come patatas y bebe zumo como un luchador de sumo chiquitín.

- No sé, se les caería o lo habrán perdido- concede la doctora, resignada ya ante nuestro imperturbable buen humor-. Que te dé la enfermera un bote y dejas ahora otra muestra en laboratorio.

El resto de la visita se resume en que ella no considera que Minimacho o yo corramos riesgo alguno y en que me cita el mes que viene, ante lo cual yo le sugiero que, si ya no soy de Alto Riesgo, me envíe de nuevo a mi centro de salud (más que nada, porque si al final pasa algo yo quiero que de alguna manera quede constancia de que en el hospital ya no pensaban que hubiese riesgo). Ella acepta, pues así me pierde de vista (lo cual yo le recalco en la despedida) y me pregunta qué hacemos con mi baja, para a continuación pasarle la bola a mi médica de cabecera, que decidirá el próximo lunes cuando me vea.

Desde luego, por lo que a mí respecta, alta ya, señoras, ¡alta ya! Que estoy aburridísima de darme al Dolce Far Niente y de no poder ni coger a mi hijo en brazos por prescripción médica. Denme el alta, que además ya abren la piscina y quiero llevarme a O. G. a nadar todas las tardes como pececillos hidrodinámicos. Y hasta echo de menos el trabajo, ver gente, reírme con las ocurrencias de los clientes y abroncar proveedores cuando se tercia. Pero esto no quiere decir que Lady Vaga deje de relatar sus fantásticas aventuras, no señores. No perdáis de vista el blog, que tenemos todavía tres meses por delante hasta septiembre y no me vale la excusa de "es que en vacaciones no tengo ADSL", leedme por el móvil, el iPad o por fax si es preciso. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Ah, por cierto: al salir vimos a la querida doctora Maja, de la cual hablaré largo y tendido en alguna entrada; la más empática y cariñosa de los médicos que me vieron durante mi relax en Hotel Espe y a la cual agradezco desde aquí su paciencia y su dulzura. Me deseó que todo me fuese bien y dijo que esperaba verme el día del parto, a lo cual yo sonreí con mi cada vez más habitual diplomacia... El día del parto no, doctora, porque tendré cosas que hacer en casa, pero unas semanitas después no dude usted de que pasaré por aquí para recordarles que no todas las fisuras de catorce semanas terminan en prematuridad por narices. Eso espero yo.

Me despido de vosotros por hoy y comienzo el tratamiento de deshabituación de mi querido sofá, compañero de estas semanas, con gran dolor de mi corazón y alegría de mis pantorrillas,
Lady Vaga,
la diva que divaga.

sábado, 4 de junio de 2011

Último domingo en Hotel Espe

Queridas y queridos, me quedan muchas anécdotas de mi estancia en Hotel Espe para compartir con vosotros, pero poco a poco el olvido va cayendo sobre esos días (por fortuna para mí) y los detalles van viéndose sustituidos por una sensación general de neblina mental que empaña los peores momentos.

Sin embargo, todavía tengo fresco en la cabeza el domingo 27 de marzo, porque fue el día en que un simpático doctor de guardia pasó por mi habitación para la visita y me informó de que mi PCR estaba, ¡finalmente!, en valores normales. Bueno, el límite se fija en 10 (no sé si en todos los laboratorios es igual o habrá ligeras variaciones, hablo del límite que se manejaba en Hotel Espe) y la mía estaba en 10,4, lo cual era un magnífico triunfo dado que había llegado a tenerla en 99,8 apenas cinco días antes...

Este doctor, por fin, se tomó el tiempo necesario para responder a mis dudas, me dedicó esos cinco minutos que todo paciente preguntón agradece (¿ves cómo no era tan difícil, Fistrilla mía?) y me informó, ¡oh, dioses, oh, sí!, de que al día siguiente propondría mi alta en la reunión matinal. Yo no sabía qué decir, estaba boquiabierta y no alcanzaba a reaccionar... ¿Irme a mi casa? ¿Por fin? ¡No me lo creía!

Supongo que la mezcla de alegría e incredulidad que nos invadía a mí y a Lord Muchomacho era compartida por las enfermeras de planta, pero sólo al 50%, es decir, en la parte de alegría, pues veían claro después de dos semanas que se iban a librar de la preguntona de la bolsa fisurada... Todas las visitas que me hicieron el resto del día e incluso a la mañana siguiente incluían, además de la gran sonrisa con la que siempre entraban (eso no es sarcasmo, es de verdad) y el "¿qué tal estás?" (aderezado con algunos mimos extra para O. G., que ejercitaba con maestría sus dotes de seducción sobre todas y cada una de las enfermeras que pasaban por la habitación) un "bueno, que mañana te vas a casa..." que yo quería terminar de interiorizar...

Mi respuesta, invariablemente, era "bueno, mañana o el martes, no quiero hacerme ilusiones", a lo cual me respondían con contundente lógica "si ya tienes bien la PCR, has acabado los antibióticos y no has vuelto a perder líquido, ¿para qué te van a tener aquí más tiempo?".

Pero yo no me fiaba, sabía que aún me quedaba, como mínimo, un último asalto con mi archienemiga, la implacable Dra. Fistra y, como si de un combate entre Charles Xavier y Magneto se tratase, yo era, al fin y al cabo, la de la movilidad restringida y sólo podía contar con el poder de mi mente (la cual estaba cada vez más floja de energía desde hacía dos semanas), mientras que ella gozaba de todo un arsenal de objetos metálicos a su disposición.

viernes, 20 de mayo de 2011

Lady Vaga vs. el terrible Jefe de Servicio

Temía yo aquel momento como a una vara verde. Queridos y queridas, por fin había sucedido: no llevaba ni una semana ingresada y la dra. Fistra, harta de mi histeria, mi impertinencia, mis interrogatorios a las enfermeras (porque ella no se dejaba, la jodía) y mi belleza espectacular incluso a cara lavada, vena rota y antibiótico a go-gó, reaccionó.

En una noche de luna creciente, la Fistra se cambió la bata blanca por otra negra, se pintó los ojos con alheña e invocó a su dios, su superior, el omnipotente Jefe de Servicio. Entre vapores de azufre y truenos de tormenta, el Jefe de Servicio se le apareció, se sintió complacido por su danza (reggaeton-fox, ecléctica que es ella) y por sus ofrendas (unas cuantas embarazadas atadas a sus camas a las que había inyectado hierro en vena para que su malestar ayudase a atraer al Supremo) y escuchó su petición. La Fistra, como groupie de segunda regional, necesitaba a su Jefazo para achantar a una preñada inoportuna que se negaba a palmar de una infección y se revolvía cuando le decían que su bebé iba por el mal camino. El Maligno se avino a reducir a la subversiva elementa, cambió sus patas de cabra por unos pantalones de pinzas y se calzó las gafas de reñir.

Os diré que la Fistra es una maestra del suspense digna de epatar a Hitchcock si ambos coincidiesen por ahí: me adelantó en una de sus visitas que al día siguiente vendría a verme el jefe de servicio, que quería hablar conmigo. Mi pobre esfínter anal se contrajo para retener un pedete de miedo (por suerte, lo consiguió) y ella disfrutó el momento, cual madrastra de Blancanieves (blanca estaba yo ya por esos días a base de antibióticos y pinchazos en la vena, sí).

La mañana que le correspondía apareció el jefe de servicio. Yo le temía, pues Lady Rabbit me había contado que durante su cesárea él estaba en quirófano y bromeaba diciendo al cirujano "ten cuidado, que cortas al bebé", lo cual a mí me parecía poco menos que sádico. Debo decir que físicamente me sorprendió, pues yo esperaba un prodigio de maldad tipo macho cabrío y él, en cambio, escogió manifestarse en la forma de un señor de mediana edad y estatura corriente, con pelo canoso y nada amenazante en general.

Decidió ser directo, lo cual yo agradecí, pues sabéis que estaba aquellos días muy atareada y no podía dedicar demasiado tiempo a menesteres prescindibles. Le invité a sentarse, pero él declinó mi gentil oferta, supongo que por aquello del lenguaje no verbal.

- Me han dicho que no está usted conforme con cómo se está llevando su caso, que dice que no la informan.

- Efectivamente, doctor, no me informan. Tengo que preguntar a las enfermeras, las cuales no tienen ninguna obligación de contarme nada- sonrisa, tono dulce, ojos grandes de muñeca. Hay que ganarse al enemigo.

- Bueno, lo que se le cuenta es lo que se sabe. ¿Qué quiere usted saber más?- pregunta peligrosa. Sopeso mis opciones durante una décima de segundo, intentando escoger la menos mala- No tenemos ni idea de cómo va a evolucionar su caso, así que nadie puede darle esa respuesta.

- Doctor, ¿sabe cuál creo yo que es el problema? Soy yo- los ojos del médico se abren un poquito más, demostrando su incredulidad ante lo que acaba de oír-, que los sobrevaloro. Tiendo a pensar que saben tanto, tanto, que tienen todas las respuestas, y claro, supongo que algunos de sus compañeros se sienten abrumados- toma, Fistra, pedazo de zorra, esquívala si puedes-. Me pongo en sus manos y me gusta que me expliquen bien las cosas; supongo que valoro demasiado su profesión...

Visiblemente halagado, el jefe de servicio baja la guardia:

- Bueno, no somos dioses- ya le gustaría a él-, sino personas, y no podemos saberlo todo. ¿Tiene alguna otra pregunta?- aprovecha para resumirme brevemente lo que yo ya sé: hay un indicador de infección que me sube en cada nueva analítica, pero todos los demás continúan perfectos, lo cual les tiene algo despistados y por eso están a la espera de ver qué sucede, la infección no puede confirmarse ni descartarse con los datos de que disponen. Muy bien, esto podría hacerlo mi doctora, pero no le sale del parrús, prefiere hacerme jugar al tangram con la información que me suministra troceada cual menestra verdulera.

- Bueno, doctor, entonces- sonrisa, parpadeo de pestañas abanicantes cual pai-pai tropical, voz calculada (que para eso me tiré años en la radio)-, ¿en cuánto se me tendría que quedar la PCR para que ustedes pudiesen descartar del todo la infección? Para que me manden a mi casa...

- Pues con que se quedase en torno a veinticinco o treinta ya nos serviría...

- De acuerdo, pues para mañana la pienso tener en treinta, doctor- él ríe y yo también.

Objetivo conseguido: hemos toreado al miura y hasta le hemos acariciado un poquito la testuz. El jefe de servicio se despide con amabilidad y se marcha y yo me quedo en la habitación tan satisfecha como si me hubiese acabado de hacer un circuito spa completo con peluquería, manicura, pedicura y orgasmo incluidos.

Lord Muchomacho, que tuvo que dejar la habitación al comienzo de la cumbre porque O. G. se estaba manifestando en contra de la clase médica a pleno pulmón, vuelve y me informa de que el doctor ha salido sonriendo y con aspecto sereno. Yo le explico que le he lijado los callos, es decir, que le he peloteado como una campeona.

Y es que la Fistra podrá ser más vieja y con más experiencia, pero a mí a zorra con estilo no me gana nadie. Que se enteren los ginesaurios del mundo. Lady Vaga es una cabrona con clase, ya sea postrada en la cama o subida a unos tacones que darían envidia a Leti.

jueves, 19 de mayo de 2011

La Dra. Fistra habla off the record

Estaba yo anoche desvelada (me pasa a menudo últimamente), pensando en las patillas de Hugh Jackman cuando interpreta a Lobezno, ínclito repartidor de hostias (¿de qué os extrañáis? ¿Es que no se puede ser diva y que además te gusten los X-Men?) cuyos brazos como mazas siempre me inspiran hermosos sueños, y de repente, no sé qué extraña asociación de ideas que no quiero desentrañar porque fijo que me autoenvío al psicoanalista pero para no volver jamás de los nuncas, me hizo recordar que aún no os he contado el glorioso día en que la dra. Fistra decidió que yo tenía dos problemas. Bueno, tres si contamos con su batiblanqueada presencia matinal en mi celda.

Creo (permitid que mi memoria selectiva no sea exacta ya, puesto que la uso para seleccionar modelitos y libros y menos para retener fechas; eso ya lo hice en la universidad) que fue al día siguiente de negarme a que me hicieran dos analíticas diarias (ya os lo cuento otra mañana). Yo estaba en mi monástica estancia, lánguidamente estirada en mi lecho, reunida con la psiquiatra (que sí es encantadora y sí lo digo en serio), a quien nunca podré agradecer lo bastante su calidad humana y su dedicación, cuando llegó ella. Ese mismo día había terminado el tratamiento antibiótico y, según los médicos, se abría el tenso compás de espera antes de que la infección que en teoría me aquejaba y que mantenía altos los valores de la PCR se manifestase, atacando a mi bebé y quizá a mí (recordad que la dra. Fistra ya había amenazado a Lord Muchomacho con que se quedaría viudo si yo me iba a mi casa y me daba una sepsis fulminante), por lo cual yo me sentía especialmente vulnerable.

Precedida de una súbita bajada de varios grados en la temperatura de la habitación, la puerta se abrió sin más preámbulo y la dra. Fistra hizo su aparición estelar. Venía guerrera, porque yo me había rebelado abiertamente contra una orden suya (la segunda analítica del día). Venía walkyria, la melena al viento, los ojos brillantes, los labios contraídos en un rictus de cólera. Me habría cagado por la pata si no fuese porque las chicas finas lo hacemos en el wc, a puerta cerrada y echando bien de papel en la taza para que no se oiga caer el desecho (y además, después de nueve días de antibióticos, poco me quedaba por soltar) pero, por si acaso, adopté la táctica del bicho bola: me encogí sobre mí misma y guardé un silencio tan sepulcral que no os lo habríais creído.

- Bueno, ayer se negó usted a que le hicieran otra analítica y puede hacerlo por la Ley del Paciente- yo pienso "mami, no me riñas". Su tono es mitad reproche, mitad incredulidad-. La PCR hoy está en 86, es decir, igual que ayer.

- Doctora, pero es una buena noticia, ¿no? Porque algo ha bajado desde el día anterior- yo ya lo sabía, me lo había contado una enfermera, majísima como todas las que traté durante mi estancia.

- No, no lo es porque sigue muy alta. No lo considero una bajada; además, hemos quitado los antibióticos y lo que tenga dará la cara. Me han dicho que le duele la garganta. ¿Por qué no me lo ha dicho hasta ahora?- aquí estaba rebotada, rebotada. Si llega a tener tubo de escape, habría hecho "vrooooom, vrooooom".

- Doctora, me duele hace una semana, he estado varios días con paracetamol. Se lo he ido comentando a las enfermeras, ya no me...

- No es a ellas a quienes tiene que contárselo, sino a mí.

- A ver, si me han estado dando paracetamol es porque les he hablado del dolor a todos los médicos que han ido viniendo, si hasta me han palpado el ganglio inflamado varias veces. Además, que yo supongo que se comunican entre ustedes...

- Nuestra vía de comunicación funciona perfectamente, pero usted a quien tiene que hablar es a mí- como si me dejase hacerlo, la tía bruja, que solo interrumpe y no le interesa lo que le cuento-. A mí me tiene que contar hasta lo más nimio, que estamos buscando el origen de la infección.

- Bueno, pues ya que lo dice, no lo tome a mal, pero tengo el ojo izquierdo como si me fuese a salir un orzuelo...

- A ver. Bueno, el párpado está algo inflamado. Luego le traerán un colirio. Ahora mismo la llevarán a Urgencias para hacer otra ecografía y ver el líquido amniótico. Va a venir el celador a llevarla y bla, bla, bla...- la exposición continúa en tono de bronca, pero yo mantengo mi táctica de bicho bola (tampoco me habría salido hacer otra cosa en tal situación). No recuerdo qué más sandeces dijo, si es que dijo algo más; ya os digo que mi memoria es muy selectiva y ahora mismo está pendiente de un vestido que me he comprado y que me entregan mañana porque tenían que arreglarme el bajo.

La psiquiatra, que había guardado silencio pacientemente hasta entonces, pide a la Fistra que espere unos minutos antes de la ecografía, porque aún no hemos terminado y "estamos trabajando". Yo pienso "qué grande es esta mujer" y me pregunto qué haría la dra. Fistra si la psiquiatra entra en una habitación, la pilla "con las manos en la masa" y encima la interrumpe sin piedad.

La dra. Fistra se gira hacia la psiquiatra y le dice:
- No te preocupes, tendrás tiempo de verla más veces, esta señora va a estar aquí mucho tiempo- así, sin dirigirse a mí, como si yo fuese parte del mobiliario. Ojalá pudiese metamorfosearme de bicho bola en avispa y picarle en esa pepitilla pocha de amargada undersexed que debe de tener... O no, mejor no; antes de tocarle ahí, me corto el aguijón y hasta el brazo, si procede.

Y después de soltar tamaña bomba, la dra. Fistra sale de la habitación, magnánima y benevolente como la Espe después de inaugurar algo bonito. La psiquiatra y yo nos miramos y flipamos; ella se marcha, prometiéndome que volverá (lo hizo, lo hizo, no lo dudéis).

Unos minutos más tarde, llega la celadora y me lleva a Urgencias en cama y todo. Vamos solas las dos, porque Lord Muchomacho y O. G. han bajado a desayunar y la Fistra parece que les ha instalado un chip localizador, que siempre llega cuando ellos no están. Me los cruzo al salir de la habitación, justo vuelven en ese momento, pero no dejan que O. G. vaya a Urgencias, así que me marcho sin ellos. La celadora está de acuerdo conmigo en que la doctora es un cacho de carne con ojos y que merece que le salgan hemorroides hasta en el cielo de la boca. Qué alivio.

En Urgencias lo paso fatal, porque todas las mujeres me miran y porque hay una señora mayor que, según creo leer en el letrero a los pies de su cama, viene de nefrología. Lo paso mal no por ser la señora paciente de riñón, sino porque la meten en el box a hacer una eco (creo recordar, disculpadme si no era eso, no lo vi) y oigo a los enfermeros dirigirse a ella: "a ver, Ramona, levanta el culo...", "abre las piernas", "ponte así", "Ramona, ¡colabora!" y yo pienso que pobre mujer, bastante tiene con estar enferma y sola en Urgencias para que encima le falten al respeto así...

Me hacen la eco. Todo correcto. Volvemos a la habitación y allí está Lord Muchomacho con nuestro hijo, con la misma cara que si se le hubiesen aparecido juntos Carlos Jesús y Paco Porras para vaticinarle que el fin del mundo coincidirá con las Olimpiadas. Le explico que todo ha ido bien en la eco y él me cuenta que se ha encontrado con la Fistra a la que yo me iba y le ha preguntado qué tal estoy.

- No te lo pierdas. Tú estabas contenta porque te ha bajado la PCR, ¿verdad? Pues la doctora me ha dicho que no me haga ilusiones, textualmente: "tu mujer tiene dos infecciones, una corioamnionitis y otra que aún estamos buscando". Manda cojones, o sea, que ahora que te baja, sabe ella que no tienes una sino dos...

No me queda otra que echarme a reír. La doctora Fistra, capaz de dar dos diagnósticos por los pasillos cuando sus compañeros, jefe de servicio incluido, admiten que no saben qué tengo y si lo tengo. Pero lo del jefe de servicio os lo contaré otro día, que la Fistra lo envió a que me echase la bronca y yo creo que hasta le seduje con mi papel de ignorante dulce de pestañas largas.

Ay, Fistra, como Minimacho llegue a término te juro que me presento a verte y te lo restriego por la cara para que te enteres... Pero esperaré a que el niño esté bien cagado, para saturarte el bulbo olfativo a ver si te desmayas.
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