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miércoles, 5 de diciembre de 2012

No más PVDC

Esta entrada es para todas mis compañeras de Apoyo Cesáreas, pero especialmente para Lady Cinnamon, una mujer y madre maravillosa de quien aprendo en silencio cada día, aunque ella no se dé por enterada.

Queridas, queridos, sabido es por todos que el cerebro de una diva funciona a una velocidad peculiar, pues habitamos en una dimensión paralela donde el tiempo y el espacio no coinciden con los parámetros de los mortales comunes, es decir, vosotros (con perdón).

Por tanto, no es de extrañar que la elaboración de reflexiones sesudas, profundas y capaces de dormir a un opositor a notario puesto de Red Bull hasta las pestañas se demore en mi persona hasta hacer olvidar a autora y lectores la idea original de la que surgía el tema.

Pero aquí estoy yo para poner remedio a tanto dislate y divagar bien a gusto. Sacad sin mayor dilación y a la voz de YA vuestros reclinatorios hinchables e hincad las rodillas en ellos para leer a la Vaga como se merece, es decir, genuflexos y receptivos. Pues es palabra de Lady Vaga para el perdón de los ginesaurios.

Hace ya varias semanas que entre las "miembras" (va por ti, Aido, que a saber "andandarás", muchachuela. Me caías simpática por tu irreverencia lingüística...) de El Parto es Nuestro (yo tampoco sé cómo me dejaron entrar ni en qué estaban pensando cuando aceptaron mi participación, pero ahora les toca aguantarme y maravillarse ante mis simpares belleza e ingenio) surgió un interesante intercambio de ideas acerca del PVDC y de cómo se sentía una mujer que, tras un intento de parto vaginal después de cesárea, terminaba con una nueva cirugía en su cuerpo. De todas las ideas allí vertidas bebí y bebí, cual Naty Abascal en una fiesta de la noche madrileña, y pensé, durante los ratitos que los pequeños O.G. y U-6 me dejan entre monería, juego y travesura, hasta llegar a algunas conclusiones que seguramente reflejarán mucho de lo que allí se dijo, pero espero que tal no moleste a ninguna de las participantes en aquella charla, pues en modo alguno pretendo arrogarme autorías que no me corresponden ni reinventar la rueda, invento viejuno donde los haya, sino mover a reflexión a mis ilustres admiradores, que sois vosotros, queridas y queridos.

Afirmo, sin temor a equivocarme, que va siendo hora de dejar de hablar de PVDC ("Parto Vaginal Después de Cesárea") y centrarnos en el PRDC ("Parto Respetado Después de Cesárea"). Y estoy segura de lo que digo porque, a lo largo de este tiempo que llevo absorbida por el monotema, he visto que una aplastante mayoría de las mujeres que han comentado delante de mí sus cesáreas se sintieron maltratadas durante el nacimiento de sus hijos.

¿Os hacéis idea del terrible sufrimiento que supone para una mujer darse cuenta de que en algún momento lo que está viviendo ha dejado de ser el acto íntimo de nacimiento de su hijo para pasar a ser principalmente una operación? Ojalá me equivocase, pero he visto demasiados casos en los que las madres se han sentido como meros trozos de carne, contenedores de bebés que había que vaciar con premura.

Es cierto que cada vez son más los profesionales que hacen del respeto y de la mínima intervención sus insignias en la atención al parto, pero, desgraciadamente, distan mucho aún de ser mayoría. Así que por el camino vamos quedando víctimas, mujeres cortadas y cosidas, separadas durante horas o días de nuestros hijos, con lactancias boicoteadas (quizá inadvertidamente) y con recuperaciones duras que hay que compaginar con el cuidado de ese pequeño ser por el que volveríamos a operarnos mil veces.

Pues bien, cuando nosotras, las "cesareadas", volvemos a quedarnos embarazadas, solemos buscar un PVDC. Necesitamos parir, necesitamos sentir a nuestros hijos abriéndose camino a través de nuestras entrañas, recuperar la confianza en nuestros cuerpos y sus procesos, revivir todo lo que nos fue arrebatado (no entro ya en si la cesárea es necesaria o innecesaria, pues me consta que el duelo se puede vivir con igual intensidad aun sabiendo que la cirugía era imprescindible y salvadora) y tendemos a identificar estos objetivos con el PVDC.

No negaré que un PVDC puede ser una experiencia sanadora y mágica (al menos, lo fue para mí) y no me gustaría que nadie pensase "claro, tú pariste a U-6 por el chichi, para ti es fácil hablar" porque, de verdad, he pasado mucho tiempo intentando poner en orden mis ideas para que ninguna mujer se sienta menospreciada, puesta en duda o tratada con condescendencia, pero tengo que reconocer que lo más importante es el camino que, como tantas luchadoras de AC, emprendemos incluso antes del nuevo embarazo.

No siempre se consigue el parto vaginal, es cierto. Por más que intento imaginarlo, me cuesta mucho ponerme en la piel de una mujer que pasa por una segunda cesárea después de haber puesto todo de su parte para vivir un parto vaginal... Tengo que recurrir a mis propios miedos durante mi segundo embarazo, reiterativos y en ocasiones atenazantes, para vislumbrar una pequeña parte del dolor que amigas como Lady Cinnamon experimentan y, aun así, sé que no alcanzo a cuantificarlo ni de lejos.

Por ello me parece tan importante reivindicar el PRDC. Queremos profesionales que se impliquen, que traten nuestro cuerpo, nuestro embarazo y nuestra mente con el mayor de los cuidados. Que no pierdan de vista que daríamos la vida una y mil veces por nuestros bebés, pero que no lo interpreten como un cheque en blanco para intervenir en nuestros partos.

Queremos partos respetados. Así, bien tratadas y atendidas, la mayor parte de nosotras conseguirá vivir un Parto Vaginal Después de Cesárea. Pero, más importante aún: incluso ese pequeño porcentaje que repita cesárea sabrá que esta vez fue diferente. Y ahí estará el primer paso de la recuperación.

Y, puestas a reivindicar, pidamos también "Embarazos Respetados", para no pasarnos meses acogotadas cada vez que pisamos una consulta, declinamos realizar alguna prueba o presentamos un plan de parto.

Ahora me retiro para ayudar a Ambrosio con la decoración navideña, pero no descarto volver si me da por pensar que no he conseguido explicarme con claridad suficiente.

Se despide, rodeada de "pongos" navideños que irán a parar al camión de reciclaje en 3-2-1,
Lady Vaga,
la diva que divaga.

martes, 10 de julio de 2012

Premios Mojón de Oro: primer galardonado

Queridas, queridos, ya tardábamos mucho en leer alguna estupidez proferida por un pretendido profesional. O quizá era yo, que estaba de vacaciones desconectada de mi cuasi omnipresente monotema, pero al volver a la realidad he recordado que tenía guardada para vosotros esta perla, que merece ser reproducida para el deleite y la risa de mis nunca suficientemente mimados fans. Leed y mantened vuestras mandíbulas sujetas para no quedar boquiabiertos por siempre jamás.

Queridas, queridos, qué a gusto me reí el otro día en la sala de espera (sí, a las divas también nos hacen esperar a veces) de mi esteticista, meneando mi divinamente calzado pie mientras leía un panfletillo autoproclamado "revista" en el cual se incluía un texto de un tal Manuel Marcos, que por lo visto dice que es jefe de servicio o algo así del servicio de Ginecología y Obstetricia de ciertos hospitales privados de esta nuestra Especomunidad autónoma... Al simpático obs-tétrico le dio por hablar de cesáreas y virgendelacosturatorcida, lo que soltó por esa boca (o por esos dedos)...

No os digo más que pedí la revistilla para llevármela a casa y leérsela a Muchomacho, quien me agradeció el gesto, pues de tanto descojone que le provocó el libelo que escribía aquel individuo ha hecho en tres minutos el esfuerzo equivalente a dos millones trescientas veinticuatro mil abdominales y se le ha puesto la tableta que ríanse ustedes, queridas y queridos, de cualquier jamonazo de revista, que mi Lord le da mil vueltas.

¿Que qué decía? Pues si la rescato del coche (a U-6 le pareció pura bazofia y la chupeteó hasta convertirla en pasta de papel apta para su reciclaje), os lo copio esta noche, pero de momento os adelanto que la culpa de la alta tasa de cesáreas que sufrimos en las Espéins y Olé es de las madres, claro, que nos da por preñarnos siendo ya casi octogenarias, nos sometemos a tratamientos de fertilidad y, claro, somos de alto riesgo desde antes ya de perder la virginidad.

Ah, y una cosa más total aún y que me encantó (aquí casi me orino encima si no llega a ser porque tengo el suelo pélvico de baldosa catalana y eso no hay quien lo haga temblar): las cicatrices uterinas previas (por ejemplo, por una cesárea anterior) son motivo de cesárea y programada, para más inri. Ole tus cojones, rey. Bien descansado te habrás quedado después de decir tamaño despropósito, que no solo es contrario a toda evidencia científica, sino que incluso es explícitamente desmontado por un organismo declaradamente conservador (conservador de sus ansias  de control sobre el parto) como es la SEGO, que afirma en sus protocolos que las mujeres con cesárea previa deben tener la oportunidad, si no concurren otros factores de riesgo, de intentar (al menos intentar) un parto vaginal. Ignoro si este individuo cobra por cada cesárea en metálico o en jamones o es simplemente que no quiere que se le oxide la mano de rajar y necesita practicar cinco o seis veces al día... Pero, sinceramente, lo siento por las mujeres que vayan a parir a alguno de los hospitales en los que él decide algo.

Así que, para premiar estas contribuciones al ejercicio abdominal, a la sanación por la carcajada y a la alegría en tiempos de crisis, magnánima como solo una diva puede ser, he decidido crear el Premio Mojón de Oro, en cuya primera edición galardono a este señor (perdonadme el eufemismo) en la categoría "Payasada de Altura". Y, como no hay premio sin estatuilla que lo represente, aquí tiene el señor (otra vez el eufemismo) Marcos su award, que espero recoja vestido de castaño como la ocasión exige:

¡Toma mojón! ¿O qué os pensábais? Que una, además de diva, es fina.
Por cierto, lo he cogido de aquí.
Y con esta importantísima noticia de alcance universal me despido, que mis retoños me reclaman para jugar a hacer bolitas de plastilina.

Lady Vaga,
la diva que divaga.

martes, 17 de enero de 2012

Qué bien que me quedé en mi casa... Bien acompañada

Supe hace unas semanas, queridas y queridos, que, de haber estado en un hospital, mi pequeño U-6 habría venido al mundo de una forma bastante menos tranquila. Esto habría incluido, además de antibiótico por llevar más de "x" horas de bolsa rota (veinticinco en total), las siguientes intervenciones, que paso a enumerar:

  • Maniobra de Kristeller o espachurre barriguil.

  • Generosa episiotomía para acelerar la salida del bebé.

  • Tirones para sacar a U-6, como complemento de la "Kris", que pueden tener como consecuencia graves lesiones del plexo braquial, entre otras.

    En el Hotel Espe, fijo que tenían una de
    estas preparada para mí, pero se quedaron
    con las ganas y yo conservo mi chichi
    intacto, ¡toma
    Y todo esto porque mi chiquitín decidió sacar primero el hombro que no tocaba y hubo que esperar a la siguiente contracción para que saliese todo su cuerpecito de un último empujón (porque sí, yo sentí la apremiante necesidad y enormes ganas de empujar, lo admito).

    Por eso, cada día me alegro más de haberme quedado en mi casa, bien atendida por una comadrona que hizo lo que tenía que hacer: colocar sus manos en el sitio exacto y esperar, sin prisa ni miedo, a que nuestros cuerpos (el de U-6 y el mío) hiciesen lo que la naturaleza les había dotado para hacer.

    Aclaro en este punto que estar en casa no es garantía de ser respetada, pues hay "profesionales" de parto en casa que dejan mucho que desear (sobre este tema ya habló mi adorada Lady Rabbit aquí y yo misma tengo previsto escribir algo, a ver si me inspiro un día), así que la ecuación perfecta, para mí, vendría a ser algo como:

    Entorno adecuado + compañía adecuada + actitud propia adecuada - prisas - interferencias = parto respetado y gozoso.

    Pero esto os lo desarrollaré en profundidad en otro momento.

    Y eso es todo por hoy, queridas y queridos. Simplemente, quería compartirlo con vosotros.

    Cambio y cierro.
    Lady Vaga,
    la diva que divaga.
  • miércoles, 4 de enero de 2012

    Mujer contra ginesaurio (jaque mate, juego, set y partido)

    Queridas, queridos, de ginesaurios están los hospitales llenos (y más aún las jefaturas de servicio, no me preguntéis por qué... Y si no os lo creéis, leed aquí y aquí) y Hotel Espe es solo una muestra de cómo está el panorama en esta mal llamada piel de toro, que a mí, dado lo poco que nos quejamos, me parece más bien de borreguito. Hay tantas historias por contar que, a fuerza de teclear, podría quedarme con las huellas dactilares más lisas que el encefalograma de Leticia Sabater, así que comenzaremos el año sacando a la luz el encuentro en la tercera fase de V., mujer informada y valiente donde las haya, con un ginesaurio -jefe de servicio- maligno poseído por el espíritu de Esteso, tal era su nivel de caspa en sangre. Permitidme que me reserve el nombre del hospital donde aconteció este desaguisado en potencia, pues soy todo lo discreta que a mi condición de dama corresponde.

    Mi querida V. cometió hace varios meses el pecado mortal de quedarse embarazada del que sería (y es) su tercer hijo. Hasta aquí, todo normal. Pero es que V. tenía dos cesáreas previas, lo cual convertía su útero en una especie de bomba de relojería preparada para aterrorizar a todos los ginecólogos en veinte kilómetros a la redonda, pues es bien sabido, queridas y queridos, que lo indicado en estos casos es inmovilizar a la bomba, digo a la mujer, exponer su maquinaria a quien pase por delante (lo que, traducido al cristiano contemporáneo, significa hacer que le dé el fresquito donde nunca le da el sol), celador incluido, y dedicar una sesuda reflexión al dilema de si cortar el cable rojo o el azul mientras rezan una oración por sus vidas.

    Pero, oh osadía, V. no tenía ninguna intención de dejarse programar una cesárea; bien al contrario, ella, brava y magnífica, decidió parir vaginalmente después de dos cesáreas y, por si esto fuese poco, tocar un ratito los testículos del jefe de servicio de turno por el camino, ya que estaba por allí. A continuación, os transcribiré, tal cual tuve el honor de leerla redactada por ella misma, la entrevista que mantuvo con un cachocarne jefe de servicio de cierto gran hospital de nuestras Espeins y olé. No dejéis de admirar su ingenio, su poderío y su arrojo heroico a la hora de poner en su sitio a semejante engendro batiblanqueado... Como siempre, mis comentarios en rosa chicle y, en este caso, manchados de babas por la admiración.

    Os escribo en esta oportunidad para comentaros mi último encuentro cercano con un ente del personal sanitario del Hospital XXXX. Aunque, finalmente, sé que no me llevaré en este hospital el embarazo/parto, tuve que ir a visitarlo por mera necesidad. Sin intención, debo aclarar, salió el tema del PVD2C, así que este relato va más bien a modo informativo en cuanto hasta qué punto  pueden llegar algunos funcionarios sanitarios a los que nos vemos obligados a encontrarnos. Trataré de ser breve.

    Antecedentes:
    Decidí cambiar de ginesaurio para la consulta de las 20 semanas debido a los comentarios inapropiados de mi anterior ginesauria respecto al PVD2C, pensando quizás en que comenzar de cero con otro me traería menos dolores de cabeza y para ello me propuse no sacar el dichoso tema del PVD2C.

    Hechos:
    Asistí a mi consulta, como ya os dije antes, por mera necesidad, ya que se trataba de la consulta post eco de 20 semanas y aún no tengo decidido un gine/matrona/hospital con el que hacer mi parto. Pues luego de revisar que todo estaba correcto, el ginesaurio me preguntó acerca de la situación de mis dos cicatrices anteriores, a lo que yo sorprendida le respondí muy inocentemente (lo siento, no fui capaz de contenerme): "¿por qué, vamos a intentar un PVD2C?" La sonrisita irónica del susodicho me bajó de la nube rápidamente y segundos después me contestó muy tajante: "¡bajo mi responsabilidad jamás!"

    Acto seguido, el ginesaurio procedió a la respectiva explicación de madre desangrada/niño muerto (numerito que parece practican todos en la facultad) (sí, creo que es un pack formado por dos asignaturas troncales llamadas "Acojone de gestante I" y "Estadística I: interpretación libre"), a lo que no me pude callar y procedí a refutar con las conocidas (aunque no por él) recomendaciones de la OMS y las más recientes de la SEGO, entre otras varias. Su respuesta en pocas palabras: "esas recomendaciones me las paso por el forro". (No nos extraña, querida V. Es más, tampoco nos extrañaría si dijeses que se bajó la cremallera del pantalón y se hizo pis en tus papeles para marcarlos al más puro estilo león africano)

    Continué refutando sus inagotables motivos de cesárea con las estadísticas de 1% de roturas uterinas y me dijo que eso no era aplicable a España, y lo comparó con la calidad/cantidad de operaciones de mamas que se hacen en mi país (Venezuela) con las que se hacen aquí, incluso se atrevió a poner de ejemplo mis pechos en varias oportunidades (!), lo que consideré muy inapropiado y pensé que a este señor su madre no le dio teta de pequeño y por eso ahora tiene esta extraña fijación. (¿Y no te dio a ti por poner su picha de ejemplo? No sé, algo del estilo de "querido ginesaurio, su cerebro debe de ser, sin duda alguna, de las mismas dimensiones que su aparatejo genital, porque hay que ver cuánta tontería le cabe en la cabeza y qué cojonazos tiene para soltarlas sin rubor ni apuro")

    Para haceros más corto mi encuentro voy a resumir tres frases que durante la discusión me dejaron atónita, creo que motivadas por la desesperación de este ginesaurio al no encontrar recursos suficientes para convencerme de que me deje rajar la panza, y a las que no pude dejar de responder con sonrisa irónica y voz simpaticona: (you are a Lady, honey... Yes you are!)

    Ginesaurio: - Señora, si usted fuera mi mujer, yo le anestesiaría mientras duerme y le haría la cesárea sin que se enterase.
    Vero:  -¡¡Gracias a Dios que no soy su mujer!! Claro, como no es a usted al que le cortan la barriga, es fácil decirlo, ya quisiera verle en mi lugar y me dirá usted si continúa pensando lo mismo.
    Lady Vaga: ¡Y yo me cagaría en su p*** padre y le cortaría las pelotas mientras duerme! O no, mejor bien despierto y sin anestesia, por capullín...

    Ginesaurio: - Yo en su lugar me iría calladita al hospital y dejaría que me operaran.
    Vero: -Sí, claro, eso es lo que les gusta a todos los médicos, pacientes que sigan sus órdenes como borregos sin cuestionar ni preguntar.
    Lady Vaga: Yo en su lugar miraría dos veces antes de cruzar la calle, no sea que tenga un accidente. Que no vale usted ni para gángster de segunda regional. Es que, además de feo, es usted tonto.

    Ginesaurio: -¿Y es que tú crees que si tienes un parto vaginal no te van a tener que cortar igual? ¿No es mejor que te corten en la barriga que en la vagina? Porque ahí ya tienes una cicatriz...
    Vero: -Pues que yo sepa, las episiotomías sólo son necesarias en un porcentaje muy pequeño, yo prefiero un desgarro a que usted me corte la vagina.- (bueno, aquí mejor ni os digo cómo se puso el ginesaurio, su cara se encendió de todos colores como si yo estuviese maldiciéndole)
    Lady Vaga: Me reafirmo en mi parrafada anterior: es usted tonto y feo, no sabía que hace medio siglo ya había experimentos genéticos con humanos al más alto nivel... Y que de ellos salían detritus como su exquisita persona...

    Este encuentro surrealista duró aproximadamente una hora, en la que sus argumentos no fueron ni remotamente convincentes. Incluso al salir y meditar sobre la conversación, si es que se le puede llamar así, le pillé mintiéndome en cuanto a las roturas uterinas vistas por él. 

    Lo que me indigna de todo esto es que tengamos que pasar por estas situaciones tan desagradables cuando se supone que deberían acompañarnos, comprendernos, escucharnos y aconsejarnos en esta época tan especial como es el embarazo. Me indigna que sean tan prepotentes, que no se quieran reciclar, que se crean dueños de la verdad y sean tan poco humildes... 

    Está de más deciros que no vuelvo a pisar la consulta de este señor en mi vida, y que próximamente recibirá una queja / plan de parto subversivo con alusiones personales incluidas.

    ¿A que os habéis hecho súper fans de la genial V.? Yo es que le daría un besazo de tornillo si no fuese porque eso de la barra de labios que no mancha es una vulgar mentira publicitaria... Pero, bueno, no quiero dejaros en ascuas más tiempo, así que aquí tenéis el final de la historia, contado por ella misma en breve alocución:

    Solo mencionar el final, en el que no hubo úteros rotos, ni muertes, simplemente un pvd2c hospitalario que no fue perfecto, pero sí muy humano y disfrutado, con un niño bien gordito (4.200gr) como trofeo, muestra de que sí podemos parir.

    Di que sí, reina. Yes we can. Y hasta aquí puedo leer. Qué gozada de historias con final feliz, ¿verdad? Ahora sería absolutamente encantador que te pasases por el hospital en cuestión a decirle al jefe de servicio que te pasas su protocolo, su prepotencia y su desfase por el arco del triunfo, por ese mismo por el que tu hijo nació sin tijeras, bisturíes ni zarandajas quirúrgicas.

    Se despide, feliz como una emperatriz,
    Lady Vaga,
    la diva que divaga.



    lunes, 5 de diciembre de 2011

    Lady Rabbit ha parido, ¡viva Lady Rabbit!

    Queridas y queridos, hace hoy justo un mes que no escribía nada en el blog, pero he tenido (y tengo) asuntos familiares que resolver y que me mantienen alejada de mi musa inspiradora. No obstante, hoy quiero daros un notición que muchos de vosotros ya conoceréis, pero que me resisto a dejar de hacer constar en este rinconcito del glamour:

    Lady Rabbit ha parido esta madrugada, a eso de las dos, a una preciosa nena en su casita, sin mayor incidente que la sorpresa de descubrir el sexo de la bebé, que era una incógnita mejor guardada que el diseño del traje de la novia en una boda de postín. Al final, la Rabbit no ha podido resistirse y le ha mirado la entrepierna a la garbancita, en vez de esperarse a que la naturaleza se lo desvelase dentro de X años, cuando le llegase la pubertad al fruto de las entrañas de tan ínclita activista. La curiosidad ha sido más fuerte que nuestra querida Rabbit.

    Y con esta entrada sucinta, escueta y feliz, llegamos a las cien parrafadas mentales en el blog.

    Por cierto, o suelto esto o no me quedo a gusto, perdonadme la ordinariez: ¡Jódete, jefe de servicio agorero! ¡Vete a pastar al monte con tus vaticinios de chichis explosivos, niños "desgraciaos" por la irresponsabilidad de sus madres y úteros troceados para chop-suey! ¡Que te den, viejo loco!

    Y ahora sí, queridos, continúo con mis historietas familiares, pero prometo volver antes del final del año para daros alguna noticia interesante.

    Besos llenos de oxitocina,
    Lady Vaga.

    jueves, 27 de octubre de 2011

    El nacimiento de U-6 (I): El comienzo de la saga

    Queridas y queridos, en toda película americana de acción que se precie llega un momento en que el héroe (o, en este caso, la heroína) tiene que hacer frente a su mayor miedo, que nos ha sido convenientemente expuesto al inicio de la proyección junto con la breve explicación de por qué le echaron del cuerpo de policía y su mujer le abandonó (una variante es que matan a su mujer e hijo y por eso se ha vuelto un loser y casi le da por el tabaco y la bebida). Que consiga salvar el mundo (y, de paso, a la chica, para previsible morreo final) dependerá de si completa con éxito o no esa catarsis que le llevará a un nuevo nivel.

    Lady Vaga, sin ser una heroína de acción, también tuvo que hacer frente a sus miedos para parir a U-6 y eso vengo a contaros hoy (finally!!), pero sin la ayuda de cargas de dinamita, armas de fuego o tirolinas con las que efectuar espectaculares huidas de edificios a punto de explotar. Si queréis enteraros de cómo sucedió, hala, coged las palomitas y tararead la sintonía del león de la Metro o la de Movierecord, según lo patriotas que os sintáis. Y silencio, que empieza.

    La noche del 22 de septiembre, Lord Muchomacho, O.G. y yo fuimos a cenar fuera, en la que intuíamos sería nuestra última cena como familia de tres (y razón teníamos, oye), tras diez días de contracciones nocturnas sin desenlace evidente. O.G. se dedicó a hacer gala de su encanto, de sobra conocido entre el personal de aquel establecimiento, puesto que lo frecuentamos desde hace algunos años, consiguiendo que nuestro camarero le obsequiase con un bolígrafo con cordón "muchulooo", en palabras de mi primogénito. El error de este señor (y trigger o disparador de la situación) fue que intentó colgárselo a O.G. al cuello; este, lógicamente desconfiado aunque aún no es consumidor asiduo de cine de terror y suspense, intentó esquivar al camarero con una llave algo tosca que le granjeó un golpe en la frente contra la mesa. Llanto. Mamá divina que se levanta diligentemente de la mesa, luciendo top strapless palabra de honor y falda monísima, para calmar a su retoño...

    Retoño calmado.

    Deposito a O.G. en su silla de nuevo, cuando de repente...

    Chof.

    Acabo de romper aguas. Oh my God.

    - Cariño, me voy al baño un momento. No pidas postre, que igual tenemos que marcharnos rapidito a casa... -Y me voy al excusado, dejando ojiplático a Lord Muchomacho y a O.G. jugando tranquilamente con su recién adquirido bolígrafo asesino.

    En el baño, el karma me da dos noticias. La mala es que, efectivamente, he roto aguas. La buena es que al menos no he manchado la falda. Improviso un emplasto compresil tenaladyesco con todo el papel higiénico que puedo encontrar y, como en las buenas películas, flashback para que os enteréis de qué va el rollo (mi rollo mental, no el de papel higiénico).

    Misma ciudad, misma diva; dos años antes: el parto de O.G. comienza sin una sola contracción y rompiendo aguas estrepitosamente durante una siesta en la semana 39. Las contracciones aparecen esa misma noche; visualizad a nuestra protagonista (esto es, yo, como siempre) más feliz que Belén Esteban comparando ofertas en el Lidl, pasando cada una con una sonrisa y excitadísima ante la perspectiva de conocer por fin a su primer hijo... A la mañana siguiente, la inocente crisálida que después se convertiría en Lady Vaga acude al hospital para recibir la bronca de la ginecóloga de guardia y el resto ya lo sabéis; y si no lo sabéis, podéis leerlo aquí). Ahora podéis entender la oleada de pánico que me asaltó al notar la bolsa rota y el flashforward mental que tuve pensando que podía acabar en otra cesárea si la cosa no se animaba rápido. Ahí estaba yo, haciendo frente a mi mayor miedo, la rotura prematura de membranas, sin saber cómo terminaría todo.

    Salgo del baño y aviso a Muchomacho de que nos vamos para casa; en el coche, telefoneo a mi comadrona para decirle que he roto aguas y son claras. Ella, sin inmutarse (para eso tiene más tablas que una sauna finlandesa), afirma que pronto empezaré con contracciones y que por la mañana vendrá a visitarme si no tengo novedades antes.

    Pero, como os imaginaréis, aquella noche no tuve ni una miserable contracción. El resto os lo contaré mañana.
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