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martes, 17 de enero de 2012

Qué bien que me quedé en mi casa... Bien acompañada

Supe hace unas semanas, queridas y queridos, que, de haber estado en un hospital, mi pequeño U-6 habría venido al mundo de una forma bastante menos tranquila. Esto habría incluido, además de antibiótico por llevar más de "x" horas de bolsa rota (veinticinco en total), las siguientes intervenciones, que paso a enumerar:

  • Maniobra de Kristeller o espachurre barriguil.

  • Generosa episiotomía para acelerar la salida del bebé.

  • Tirones para sacar a U-6, como complemento de la "Kris", que pueden tener como consecuencia graves lesiones del plexo braquial, entre otras.

    En el Hotel Espe, fijo que tenían una de
    estas preparada para mí, pero se quedaron
    con las ganas y yo conservo mi chichi
    intacto, ¡toma
    Y todo esto porque mi chiquitín decidió sacar primero el hombro que no tocaba y hubo que esperar a la siguiente contracción para que saliese todo su cuerpecito de un último empujón (porque sí, yo sentí la apremiante necesidad y enormes ganas de empujar, lo admito).

    Por eso, cada día me alegro más de haberme quedado en mi casa, bien atendida por una comadrona que hizo lo que tenía que hacer: colocar sus manos en el sitio exacto y esperar, sin prisa ni miedo, a que nuestros cuerpos (el de U-6 y el mío) hiciesen lo que la naturaleza les había dotado para hacer.

    Aclaro en este punto que estar en casa no es garantía de ser respetada, pues hay "profesionales" de parto en casa que dejan mucho que desear (sobre este tema ya habló mi adorada Lady Rabbit aquí y yo misma tengo previsto escribir algo, a ver si me inspiro un día), así que la ecuación perfecta, para mí, vendría a ser algo como:

    Entorno adecuado + compañía adecuada + actitud propia adecuada - prisas - interferencias = parto respetado y gozoso.

    Pero esto os lo desarrollaré en profundidad en otro momento.

    Y eso es todo por hoy, queridas y queridos. Simplemente, quería compartirlo con vosotros.

    Cambio y cierro.
    Lady Vaga,
    la diva que divaga.
  • domingo, 1 de enero de 2012

    100 días de U-6

    Queridas y queridos, con el comienzo del Año Nuevo se cumplen también los primeros cien días de vida de mi pequeño U-6 (si las cuentas no me fallan, lo cual es harto improbable, pues siempre fui un hacha en matemáticas para disgusto de la doña Juani, que quería suspenderme y no hallaba cómo ni a la de tres). Por tanto, al igual que los gobiernos que hacen balance en esta fecha simbólica de lo que no han cumplido y de lo que no han hecho, para celebrarlo voy a cantar sus alabanzas y logros babeantemente, como a mi estado de madre reciente corresponde.

    Mi pequeño morenito, ese ser que salió por donde la naturaleza dictaba para devolverme la confianza en mí misma, a día de hoy, sigue mamando como un campeón y deleitándonos con sus monólogos en idioma zombie, como Ghoulia de Monster High, pero sin las gafas. El tío ha debido de salir a su madre, porque no veáis las parrafadas que nos larga; aún no llega al nivel de Fidel Castro, pero todo se andará. Está hecho un ternerito, pesa ya el doble que cuando nació y dedica seductoras sonrisas a diestro y siniestro, algo a lo cual nos acostumbró su predecesor en el cargo de "Bebé monín de la casa", el simpar O.G.

    Doctora Fistra, se coló usted por todo el hueco, metió la pata hasta la ingle brasileña y aquí tengo, enganchado a mi teta, a mi gran prematuro de 41 semanas de gestación, la prueba fehaciente de que ustedes no miran a la persona, sino los números sin saber siquiera interpretarlos. Espero que este Año Nuevo le depare lo que se merece (y hasta aquí puedo leer) y que se apunte a clases de empatía, porque en la carrera debió ir a tribunal para que le aprobasen eso por la jeta, si es que se estudia en Medicina...

    Y a todos vosotros, queridas y queridos, os deseo que tengáis un 2012 lleno de buenas experiencias con los vuestros, que estéis más sanos que un roble, que en el amor triunféis como si en la lotería no os sacáseis ni una miserable pedrea, que vuestro sueldo se multiplique por dos y que no tengáis que hacer nunca horas extra. Y puestos a pedir, pido que, aunque este simpático gobierno me haga empezar el año cabreada por aplazar el permiso de paternidad de un mes hasta 2013 (demostrando one more time que a los políticos les importa tres pares de huevos de oca que los padres quieran estar con sus hijos), Conciliación Real Ya consiga sus loables objetivos con un poquito de ayuda por parte de todos nosotros.

    jueves, 3 de noviembre de 2011

    El nacimiento de U-6 (y III): Un último empujón

    Qué gozada, queridas y queridos. Empujaba con cada contracción y al hacerlo notaba un inmenso alivio... ¡Estaba pariendo! ¡Estaba pariendo yo solita! Todavía me costaba creerlo, pero habíamos llegado hasta aquí y ya nos faltaba muy poco para vernos las caras...

    Anabel y María estaban allí, en silencio, cuidándome sin hacer nada, sin invadirnos, sin molestarnos, preparadas para ayudar cuando fuese necesario. Lady Rabbit me daba masajes en los riñones, Lord Muchomacho iba y venía y O.G. hacía de comadroncita improvisada, pues al oírme gritar venía para preguntarme:

    - Mamá, ¿tás ben?

    - Síiii, hiijoooo, mamá está llamando al bebéeeeee- Lady Rabbit me había dado ese truquillo para que O.G. no se asustase con mis berridos de ultratumba y parecía estar funcionando, porque, lejos de alarmarse, me golpeaba la espalda con sus pequeños puñitos, como para ayudar a Rabbit con el masaje.

    No sé en qué momento sonó el portero automático... Solo sé que exclamé "¡la policía!", segura de que algún vecino chafardero habría llamado a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, convencido, por mis horripilantes expresiones vocales, de que mi siempre ponderado Lord Muchomacho estaba probando en mi trasero todas las sartenes de la casa...

    - Que no, que es Paca...

    Paca llegó y creo que la olí entrar (sí, habéis leído bien, noté su presencia por la vía olfativa y para bien, que nadie se me alarme), pero no la vi... Me pasé casi todo el tiempo con los ojos cerrados, pero me parece que fue ella quien mojó una toalla para limpiarme el sudor de la frente (aunque entiendo vuestro natural pasmo, os tengo que sacar de vuestra ingenuidad: las divas también sudamos, si bien es cierto que en nuestro caso no segregamos agüilla con olor a cebolla recalentada como el común de los mortales, sino eau de parfum con aroma a jazmín... Como las Supernenas, estamos hechas solo de cosas bonitas, qué queréis), lo cual en aquel momento no le habría agradecido más si lo hubiese hecho con billetes de quinientos euros.

    En un momento dado, me sugirieron que me echase de lado en la cama y, con las rodillas destrozadas como las tenía, me pareció la mejor idea del mundo...  Hasta que recordé que en esa misma postura me había tirado las dos horas de expulsivo en mi primer parto y me dio tan mal rollo como si hubiese visto a Belén Esteban leyendo... Entre empujón y empujón pregunté a Anabel si podía parar de empujar cuando me sintiese cansada, pensando en aquellas dos horas empujando en apnea y sin parar, por orden de mi estupenda carnicerita (que Dior tenga en su noria hasta que se maree y vomite la primera leche que mamó).

    - Pues claro- la respuesta fue así de clara y sencilla, ¡qué fácil era todo! ¡Estaba pariendo y no necesitaba que nadie me diese órdenes, mi hijo iba a salir de mi cuerpo sin que nadie entrase a buscarlo!

    Alguien me ayudaba, sujetándome la pierna para que yo estuviese cómoda, y yo no dejaba de pensar, con los ojos cerrados, que mi hijo iba a nacer en la misma cama en que fue engendrado, rodeado de su familia... ¡Y qué ganas de que saliese ya, por Dior bendito! ¡Cómo dolía! Y aun así, podía sobrellevarlo... De alguna manera, lo poco de racionalidad que me quedaba me hizo pensar que mi cuerpo no iba a generarme ningún dolor que yo no pudiese asumir y esa idea me animó a seguir empujando.

    - Tócate, que está ahí la cabeza- no sé si esto me lo dijo Muchomacho o Anabel.

    Extendí la mano y palpé algo suavecito, húmedo y caliente; en mi ofuscación hormonal, pensé que eran mis propios labios, hinchados y tumefactos, pero no podía ser, aquello tenía pelo y yo me había depilado diez días antes... ¿Sería verdad? ¡Ay, madre, que estaba pariendo! Por lo visto, eso se lo repetí a Paca del orden de veinte veces: "¡Paaaca, que estoy pariendoooo! ¡Paaca, que lo voy a parir yoooo!", ante lo cual me figuro que ella estaría tentada de responder "pues claro, bonita, nos ha jodido, no lo voy a parir yo". Anyway, queridas y queridos, independientemente de lo profundo y místico de la experiencia, tenía ya muchas ganas de que U-6 se presentase al mundo y pensando "este sale o no soy yo Lady Vaga", empujé con todas mis fuerzas... Y su cabecita continuó asomando, poco a poco, haciendo babear a Lady Rabbit y Lord Muchomacho, situados en primera fila para ver la eclosión.

    - Cariño, ¡es alucinante!- dijo Muchomacho, extasiado ante el milagro de la vida que se abría paso por mi desnuda entrepierna en dirección a mis juanetes.

    - ¡Pues coge la cámara y haz fotos, jodeeeeeeer!- grité yo, no por insultar, sino porque realmente me molestaba ser la única que se perdiese el gran momento cuando todo el trabajo lo estaba haciendo yo, ¿o había alguien más sudando por allí cerca?

    Los ojos, la naricita, la boca... Anabel, rápida y discreta, pasó una gasita por los chorreantes orificios faciales del pequeño U-6, que había decidido escoger una pose a lo intelectual para conocernos y salió con la mano apoyada en la mejilla, como si fuese rehén de profundas reflexiones o estuviese hablando por el móvil. Para darle un poco más de emoción a su llegada, como si salir por la puerta (no tan) grande fuese poco, se esforzó en hacernos un quiebro de hombros a lo Shakira, sacando ambos a la vez como si estuviese intentando salir del metro de Tokio en hora punta... No contaba él, pequeño divo interesantón, con la diligente intervención de Anabel, que con una serie de toques perfectos y sutiles recolocó el hombro que no tenía que salir todavía para que, al siguiente empujón, acompañado de un grito gutural que jamás podría reconocer como mío si me lo hiciesen escuchar de nuevo y de la sensación de que me partía, el cuerpecito moreno, resbaladizo y caliente de mi bebé saliese casi disparado como un pequeño torpedo...

    ¡Ya estaba! ¡Y lo había parido yo! Me lo pusieron encima y, las fotos lo atestiguan, mi cara de pasmo no habría sido mayor si, en vez de un niño, de mi cuerpo hubiesen salido un pulpo, dos metros de pañuelos de seda como en los trucos de magia o todos los Globetrotters en camiseta imperio... La sensación de alivio era indescriptible, aunque las piernas me temblaban de dolor (había forzado las rodillas sin darme cuenta) y de frío... Por obra y gracia de Paca, empezaron a aparecer mantas sobre U-6 y sobre mí para mantenernos calentitos y nos quedamos esperando a que saliese la placenta. Me sentía incómoda, tenía muchas ganas de alumbrarla ya y descansar por fin; Anabel me dijo que empujase cuando sintiese ganas, después de comprobar que aún no se había desprendido, y U-6, mirándome con aquellos ojos rasgados maravillosos, comenzó a buscar mi pezón... Todo fluía, estábamos bien, tranquilos, a una sola fase de terminar...

    O.G. había aparecido por allí al salir su hermano, para darle a Anabel un frasquito de aceite (no sé cómo se le ocurrió que podía hacernos falta, pero allí se presentó) y ahora miraba a su hermano con una sonrisa en la cara y dispuesto a hacer el inventario de piezas del bebé como Caperucita en casa de la abuelita:

    - E bebé tene ojos... Tene pelo... Tene nanís... Tene boca... Tene oejas... ¡No tene brasos!

    - ¿No?- abrimos un poquito la manta para que O.G. no se quedase con aquella duda existencial.

    - E bebé tene brasos... Tene manos... ¡Muchos dedos!

    Qué ganas de sacar la placenta... Empujé y salió un tremendo coágulo... Empujé de nuevo y, ¡zas!, tome usted mi placenta y échele un vistazo, que ahora sí que me he quedado más feliz que Jorge Javier hocicando en una pocilga... Estaba íntegra, una hermosa placenta bilobulada que había alimentado a U-6 durante cuarenta y una semanas, ¡casi nada! Ahora ya podía Lord Muchomacho cortar el cordón umbilical. Por cierto, maridos, no creáis que eso se corta limpiamente con un pase de cuchilla, no: es más duro y chungo de tajar que un calamar, así que no os extrañéis si no os sale a la primera... Este consejo es cortesía de mi cónyuge. Anabel ató el cordón de U-6 con un cordel y yo pensé "qué práctico, así no me clavaré la pinza como me pasaba con O.G."

    En la anterior entrega de mi parto inalámbrico habréis leído que llamé a Paca "señor Lobo"; este pseudónimo le pega horrores, pues, como él, se encargó de eliminar todas las pruebas e indicios de que en esta casa había tenido lugar un parto (presumo que todos habéis visto Pulp Fiction, y si no es así, estáis tardando). Cuando quise darme cuenta, todo estaba recogido y ordenado y la eficacísima Paca me estaba ya ofreciendo un zumo de naranja y manzana con un trocito de placenta para recuperar fuerzas. Unos minutos antes, me había propuesto comer un cachito tal cual, pero aunque el sabor es completamente inocuo, no me gustó la sensación al masticarla y "se me hizo bola"...

    Me quedé en la camita, descansando junto a mi bebé y sin terminar de creerme todavía lo que había sucedido, infinitamente agradecida a mi cuerpo por haber funcionado tan bien y prometiéndole mentalmente algo bien rico para la comida del día siguiente, hasta que Lord Muchomacho apareció con la caja de bombones (como buen gourmet, había tenido la precaución de sacarla del frigorífico un ratito antes, ¡qué chico tan previsor!) para tentarnos a modo de celebración... María se sentó con nosotros a ver la placenta y no le importó mancharse las manos de sangre para explicarnos sus diferentes partes... Esa chica será una gran comadrona, tiene todo lo necesario.

    Anabel pesó a U-6: 3.550g, algo más que O.G. Al día siguiente le midió: 55cm, tres más que nuestro primogénito. Toma ya desproporción fetopélvica...

    Y así fue como mi pequeño U-6 dio en las narices a todos los escépticos, agoreros y pajarracos que no daban un duro por él y nació en casa, en paz y armonía, sin cables ni máquinas que hacen "¡ping!", sin tijeras ni batas blancas por medio. Perdonad el poco orden de esta última parte del relato, pero es la que más me baila en la cabeza y no consigo dotarla de coherencia ni continuidad. Es lo que tienen las endorfinas...

    Ahora, os dejo, que voy a disfrutar de mis retoños.

    Lady Vaga,
    la diva que divaga.

    sábado, 29 de octubre de 2011

    El nacimiento de U-6 (II): El parto inalámbrico

    La mañana del día 23 me sorprendió sin novedad en el frente. Admito, queridas y queridos, que desperté malhumorada, pues había asumido que las contracciones sobrevendrían durante la noche y me sentó a cuerno quemado comprobar que no había sido así.

    Como si tuviese sobre la cabeza una espada de Damocles con cronómetro incorporado, yo sentía que cada hora que transcurría sin dinámica de parto era un paso más hacia el hospital... Y ya sabía lo que pasaba en los hospitales, así que os figuraréis que tenía tantas ganas de ir allí como de meterme palillos debajo de las uñas (aunque no dudo de que habría sido recibida como una diva se merece y de que el jefe de servicio se habría congratulado de atender mi parto y rápidamente se habría puesto guapo para la ocasión, al tiempo que preparaban mi suite y reservaban cinco habitaciones para mí y mi séquito... No en balde, al plan de parto que tuve a bien enviar en verano adjunté una segunda hoja en la que detallaba mis exigencias de superstar para que todo estuviese a mi gusto en el improbable caso de traslado: tubos decorados con purpurina dorada para la vía, sábanas de algodón egipcio, doscientas botellas de agua Evian fresca -que no fría, por favor-, una cesta de frutas tropicales y otra de naranjas valencianas, moqueta verde hierba, cortinas de lino y un masajista oriental parecido a Bruce Lee).

    Intenté distraerme hasta que llegase la comadrona, ultimando detalles: recogí un poco la casa, me di una larga ducha relajante, jugué con Jorge para apurar nuestros momentos postreros y pedí a Lord Muchomacho que me achuchase en los ratitos sueltos... Y mi útero, entretanto, con menos actividad que el cerebro de Víctor Sandoval. Pues qué alegría. Maldije mentalmente aquellas contracciones cochinas que habían venido antes de tiempo todas las noches anteriores, obviando el hecho de que para algo habrían servido, según todos me decían... Sí, para hacerme ilusiones cada noche y poco más, pensaba yo.

    La comadrona, Anabel, llegó, aportándonos ese extra de serenidad que yo empezaba a necesitar más que unos taconazos rojos en el armario, y me palpó la barriga con sabiduría y las manos calentitas.

    - Bueno, U-6 ya está bajando. A este lo parirás por la vagina- aseveró, sonriente y sin inmutarse-. Te voy a dejar este aceite de masaje por si te apetece dártelo por la tripa. Haz vida normal y yo vengo a verte a las diez, a menos que me llames antes. Pasea, distráete, lo que te apetezca.

    Decidimos ir a visitar a la madre de Lord Muchomacho, pero sin contarle las novedades. Ella, como algunos ya sabéis, atraviesa un delicado momento de salud y no era mi intención alterarla con la inminente llegada de su segundo nieto, sino, muy al contrario, quedarnos tranquilos nosotros asegurándonos de que ella estaba bien. Después, nos pasamos por el trabajo y comprobamos que allí también seguía todo en orden. Ya podíamos volver a casa y encerrarnos bajo siete llaves, seguros de que ningún imprevisto inoportuno perturbaría nuestro retiro mamífero.

    Comimos. Yo seguía entera como una manzana y algo rebotada contra el mundo, ¿qué era eso? ¿Sería posible que, después de llegar tan lejos, de pelearme contra todo y contra todos, de luchar junto a U-6 por un embarazo que juzgaban inviable, ahora acabase en el hospital por falta de progresión? No era justo... Ya había pasado por una cesárea innecesaria y ahora me iba a tocar de nuevo... Uf... Necesitaba huir de mí misma un rato, mi mente estaba empezando a jugarme malas pasadas. Sin duda, mi única neurona había decidido vengarse del sobreesfuerzo al que la había sometido leyendo a Saramago en versión original (pedante que es una) y había escogido el mejor momento.

    - Échate un rato, nena, descansa... Seguro que te va a venir bien- Lord Muchomacho, como siempre, tenía razón.

    Pensé, mientras me deslizaba entre las sábanas, que, tanto si las cosas salían "bien" como si no, en cuestión de horas, a lo sumo un par de días, tendría en brazos a mi pequeño U-6 y no pude evitar acordarme de las chicas de Apoyo Cesáreas, que tanto me habían ayudado desde que las encontré, al poco de nacer O.G. Pensé, especialmente, en mis predecesoras, varias de las cuales habían pasado por su segunda cesárea mientras yo estaba embarazada y, cursi de mí, me dije "cuando empiece con contracciones, dedicaré una a cada una de ellas. Voy a hacer lista para no olvidarme de ninguna". Y oye, mano de santo, me quedé dormida como un lirón... Y que nadie lo interprete como que Lady Vaga llama "borreguitas" a las maravillosas e inspiradoras mujeres de Apoyo Cesáreas porque no es así, josmíos, no. Es más, os adelanto ya que, cuando por fin comenzó a animarse la cosa, no me acordé de ninguna... Necesitaba toda mi (escasa) capacidad de concentración para mí, qué queréis que os diga.

    Creo, y esto lo digo ahora con la mínima claridad mental que dan la distancia y el descenso de hormonas en sangre, que fue providencial para mí asumir que quizá las cosas no saldrían como esperaba y que era posible que mi cuerpo fuese por libre en esta ocasión: en cierto sentido, lo viví como una presión adicional, pero a la vez también fue liberador. Me sentí tan al borde de mí misma que, de alguna manera, me relajé. Mi catarsis comenzaba, yo era la heroína de acción, aunque no pensaba morrearme con ninguna maciza al final de la noche; si acaso, con Lady Rabbit, que iba a venir a casa por la tarde.

    Y a las seis de la tarde, desperté, dolorida y sudando, porque no conseguía encontrar una postura en la que notase alivio para mis contracciones. ¿Eh? ¿He dicho contracciones? Tardé unos segundos en entender lo que estaba pasando, pero cuando lo procesé no pude esconder mi alegría, ¡estaba de parto! ¡Estaba MÁS de parto que cuando nació O.G., porque me dolía MÁS!

    - Cariño- anuncié a mi amado Lord Muchomacho, apoyada en el quicio de la puerta cual Mae West rediviva, luciendo mi barrigota apenas cubierta por mi camiseta de tirantes y mis shorts de Snoopy-, ahora sí... ¡Me duele!

    Mi hombre, siempre deseoso de ayudar, se puso a mi disposición para facilitarme las horas que vendrían y yo le pedí que me dejase sola, así que vistió a O.G. (que recibió muchos besitos por parte de su repentinamente nostálgica mamá) y se lo llevó a hacer unas compras de última hora.

    Sola en mi guarida, abrí el grifo de la ducha, me desnudé y encendí el iPad para escuchar la canción que me había inspirado las últimas semanas; no hace falta que os diga cuál es porque vosotros, queridas y queridos, ya lo sabéis, y si no lo sabéis lo leéis aquí y listos. Metida en la ducha, haciendo mimitos acuáticos a mi barrigón por última vez, estaba tan feliz que tenía ganas de bailar y de cantar. Lo primero, dado mi volumen, era difícil; lo segundo sí era factible, a despecho de mis sufridos vecinos, que aún no sabían que aquello era un mero avance de lo que se les vendría encima en pocas horas.

    Salí, me sequé, me puse mi camiseta de fantasmas de comecocos (que se puede ser diva y un poquito friky a la vez) y unos shorts y me metí un ratito en Internet para distraerme. En aquellos momentos, encontraba la mayor comodidad sentada a horcajadas en una silla del comedor y además así podía teclear sin problemas. Cotilleé las visitas del blog, el féisbuc y el tuíter y le hice una pequeña limpieza al escritorio... Cuando llegaron Lord Muchomacho y O.G. me encontraron, según mi señor esposo, metida en mi mundo, aunque todavía conectada a Internet.

    Las contracciones avanzaban y me llevaban con ellas, iban cambiando y arrastrándome dentro de mí misma. Descubrí que estaba mucho mejor arrodillada en el suelo, con el pecho y la cabeza apoyados en el sofá que me había visto reposar durante tantos meses, así que nada, mirando a la Meca y haciendo "ooooooooh" con cada contracción... Ahí recuerdo que pensé "anda, que como me viesen los vecinos, con el culo en pompa y haciendo ruiditos...."

    Y no pensé ya mucho más hasta que llegó nuestra querida Lady Rabbit dispuesta a ayudar; traía un monísimo saquito de semillas que ella misma me había cosido para la ocasión y que, a falta de huesos de cereza (pues ya no era temporada), había rellenado con alubias y garbanzos, creo... Legumbres sencillas y humildes que tuvieron el honor de acompañar el nacimiento de U-6 y de convertirse sin duda en un inesperado cocido, pues donde más alivio me proporcionaba era justo sobre el hueso púbico. Hablo desde la suposición, por supuesto: aquel saquito desapareció en la limpieza que el señor Lobo, digo Paca, realizó tras el parto, así que me imagino que estaba bastante perjudicado y murió en acto de servicio (el saquito, digo, no Paca), cual amigo del héroe sacrificado por la causa en las películas de acción.

    Lady Rabbit, al ver que las contracciones continuaban subiendo en intensidad y mis rodillas comenzaban a estar más perjudicadas que las de una aspirante a actriz porno, me preguntó si me apetecía usar la pelota y yo dije que bueno. Nos trasladamos al distribuidor, el espacio más pequeño de la casa, como días antes había sugerido Paca, y me senté sobre la pelota para intentar aliviar el dolor. Con cada contracción, me agarraba al fular, colgado de la puerta, y hacía ruidos que yo recuerdo horrísonos, pero que Muchomacho y Rabbit dicen que no eran para tanto. O.G. iba y venía, dividido entre dos interesantes entretenimientos: uno, su madre poniendo caras raras y gruñendo como un troll; otro, Dora la Exploradora. Ya os imagináis que Dora me ganaba por goleada en el Interesómetro de mi hijo, así que por el momento O.G. no entraba en mis preocupaciones. De una extraña manera, yo disfrutaba del silencio de mis acompañantes (aunque me consta, pues así lo han confesado, que en ciertos momentos se miraban y se descojonaban vivos, aún no sé muy bien de qué) y de la sensación de relajación extrema que me invadía al término de cada contracción.

    Al poco, llegó María, una joven comadrona que se está formando para atender partos en casa y que había pedido estar presente en el nuestro. Estoy segura de que se convertirá, pues ya apunta maneras, en una excelente profesional que acompañará a muchísimas mujeres en esa transición que es el parto y quiero, desde aquí, animarla a continuar su camino sin perder ese talante agradable y humilde que la caracteriza.

    A partir de aquí ya me bailan muchos recuerdos, pero me suena que llegó Anabel y me dijo que cuando yo quisiera me exploraría, que iba a preparar todo en el salón. Creo que fue entonces cuando fui a sacar la maleta que las comadronas, organizadas y previsoras como a su profesión corresponde, habían dejado en nuestra casa unas semanas antes. Os sugiero que retengáis en vuestra memoria esta imagen sublime, pues no volveré a relatarlo: la siguiente contracción me sorprendió abriendo el armario de la entrada para coger la maleta y no se me ocurrió nada más que meter la cabeza entre los abrigos para apoyarme en la cajonera, dejando a María perpleja y supongo que preguntándose si haría falta un psiquiatra para terminar de atender mi parto. Lord Muchomacho, que pasaba por allí (no sé qué estaría haciendo, pero algo útil seguro), no tuvo otra ocurrencia que preguntarme qué hacía yo con medio cuerpo metido en el armario:

    - ¿Tú qué creeeeeeeeEEEeEeEs? ¡ContraccióOoOOon!

    Finalmente, conseguí llegar al sofá para que Anabel me explorase. Queridas y queridos, os diré que la diferencia es abismal cuando te explora una comadreja apodada "la Ferrari" (no es mía tan ingeniosa alcuña, ya me gustaría) a la que le da igual meter los dedos en una vagina o en un enchufe (yo también voto por enchufe, sí, y con los dedos mojados a ser posible) y cuando te explora una persona empática, profesional y que sabe hacer las cosas. Eso sí, aunque el tacto no me dolió lo más mínimo, en mitad del mismo me sobrevino una contracción que no había manera de pasar tumbada y que me hizo pensar que sería maravilloso tirarme del sofá al suelo, lo cual creo recordar que incluso intenté, al menos en mi mente.

    No pregunté de cuánto estaba, porque si llego a recibir como respuesta "de dos centímetros" o algo similar, se habría hecho realidad esa leyenda urbana que dice que en los partos en casa hace falta una ambulancia en la puerta, pues me habría dado un infarto de la impresión. Pero a vosotros, queridas y queridos, sí os lo voy a decir: estaba de seis centímetros, ¡ole!

    Con el trasero al aire, cual Charlize Theron en el anuncio de perfume, y contoneándome con toda la gracia que las contracciones y mi recién desplazado centro de gravedad me imprimían, me dirigí hacia el dormitorio, donde volví a la cuadrupedia para seguir pasando "los dolores" a oscuras, acompañada solo por Lady Rabbit y por un itinerante Muchomacho, dividido, como no, entre O.G. y su parienta parturienta.

    El dolor continuaba intensificándose, pero aún era posible acompañarlo, sobre todo si aprovechaba para maldecir en arameo. Por lo que recuerdo, en el punto más alto de la ola me alzaba sobre mis brazos y daba alaridos; entre una y otra, me relajaba hasta casi adormecerme (deseo que expresé varias veces, al igual que en mi primer parto, y que da idea de lo flojas que llegamos a ser las divas: "quiero dormir, tengo sueño..."; por eso nos dedicamos al dolce far niente y no a descargar camiones de fruta en Mercamadrid); acompañaba las contracciones de algún tipo de expresión oral seleccionado entre los siguientes:
    • Alarido horrible despierta-vecinos.
    • Maldición gitana: "hija de puta, cómo duele, qué hija de puta".
    • Esperanza efímera: "va a pasar, va a pasar, ya queda una menos".
    • Llamada por megafonía: "U-6, ven ya, cariño, mamá quiere verte".
    El pobre saquito de semillas ya estaba iniciando el proceso de rehidratación de su contenido con cristiana abnegación y Lady Rabbit me masajeaba los riñones con un tino absolutamente providencial, cuando de repente la sensación que me provocaban las contracciones cambió por completo:

    - Rabbit, que me cago- afirmé yo, muy convencida, en un alarde de zafiedad que espero que sepáis perdonarme si alego que estaba de parto o que, como Christina Aguilera cuando se embutió en aquel horroroso mono de charol sintético, yo era "not myself" esa noche.

    - ¿Quieres ir al baño?- algo así fue su solícita respuesta.

    - Que no, que me cago, que tengo ganas de empujar- bueno, no sé si fui capaz de explicarme con esta claridad, pero algo así debí de decirle o ella es telépata, pues se alarmó y fue a avisar a Anabel, que estaba comiendo algo en la cocina. Ella también había notado que la cosa se animaba, porque el timbre y la intensidad de mis alaridos habían cambiado (yo, de hecho, recuerdo que a partir de ahí gritaba con todas mis fuerzas con cada contracción, aunque Muchomacho y Rabbit afirman muy convencidos que tanto ruido no hice, no sé si por ahorrarme el sonrojo cuando me cruzo con algún vecino desde entonces) y se dispuso a hacerme una segunda visita. Eran las once de la noche.

    Ya os dije que mi comadrona tiene más recursos que los juzgados de Plaza de Castilla, así que, tras pedirme permiso, me exploró en la misma posición en que me encontraba y me pidió que empujase hacia su mano (no sé si para quitarme un reborde o qué, me lo han contado y no lo recuerdo), lo cual yo hice como si la vida me fuese en ello. Con su habitual tranquilidad, Anabel me explicó no sé qué acerca del expulsivo y me dijo que, si tenía ganas de empujar, lo hiciese a mi conveniencia. En aquel momento, entre neblinas, pensé: "sí, ya, expulsivo... Anda ya, si todavía es muy pronto... Lo dice para animarme".

    Pero el hecho estaba ahí: tenía ganas de empujar, estaba completamente dilatada, había pasado de seis a diez en cuarenta minutos (aunque eso yo aún no lo sabía) y faltaba una hora para tener cara a cara a mi pequeño U-6.

    Y ahora, no me matéis, queridos y queridas, pero esta tarde tengo un evento importantísimo y debo preparar todo lo que necesito llevar, así que os dejaré con la intriga del expulsivo (si es que os intriga) y el posparto inmediato hasta después del puente, si no saco un ratito antes.

    He dicho. Voy a revolucionarme un poco por la casa.

    Lady Vaga, la diva que divaga.

    jueves, 27 de octubre de 2011

    El nacimiento de U-6 (I): El comienzo de la saga

    Queridas y queridos, en toda película americana de acción que se precie llega un momento en que el héroe (o, en este caso, la heroína) tiene que hacer frente a su mayor miedo, que nos ha sido convenientemente expuesto al inicio de la proyección junto con la breve explicación de por qué le echaron del cuerpo de policía y su mujer le abandonó (una variante es que matan a su mujer e hijo y por eso se ha vuelto un loser y casi le da por el tabaco y la bebida). Que consiga salvar el mundo (y, de paso, a la chica, para previsible morreo final) dependerá de si completa con éxito o no esa catarsis que le llevará a un nuevo nivel.

    Lady Vaga, sin ser una heroína de acción, también tuvo que hacer frente a sus miedos para parir a U-6 y eso vengo a contaros hoy (finally!!), pero sin la ayuda de cargas de dinamita, armas de fuego o tirolinas con las que efectuar espectaculares huidas de edificios a punto de explotar. Si queréis enteraros de cómo sucedió, hala, coged las palomitas y tararead la sintonía del león de la Metro o la de Movierecord, según lo patriotas que os sintáis. Y silencio, que empieza.

    La noche del 22 de septiembre, Lord Muchomacho, O.G. y yo fuimos a cenar fuera, en la que intuíamos sería nuestra última cena como familia de tres (y razón teníamos, oye), tras diez días de contracciones nocturnas sin desenlace evidente. O.G. se dedicó a hacer gala de su encanto, de sobra conocido entre el personal de aquel establecimiento, puesto que lo frecuentamos desde hace algunos años, consiguiendo que nuestro camarero le obsequiase con un bolígrafo con cordón "muchulooo", en palabras de mi primogénito. El error de este señor (y trigger o disparador de la situación) fue que intentó colgárselo a O.G. al cuello; este, lógicamente desconfiado aunque aún no es consumidor asiduo de cine de terror y suspense, intentó esquivar al camarero con una llave algo tosca que le granjeó un golpe en la frente contra la mesa. Llanto. Mamá divina que se levanta diligentemente de la mesa, luciendo top strapless palabra de honor y falda monísima, para calmar a su retoño...

    Retoño calmado.

    Deposito a O.G. en su silla de nuevo, cuando de repente...

    Chof.

    Acabo de romper aguas. Oh my God.

    - Cariño, me voy al baño un momento. No pidas postre, que igual tenemos que marcharnos rapidito a casa... -Y me voy al excusado, dejando ojiplático a Lord Muchomacho y a O.G. jugando tranquilamente con su recién adquirido bolígrafo asesino.

    En el baño, el karma me da dos noticias. La mala es que, efectivamente, he roto aguas. La buena es que al menos no he manchado la falda. Improviso un emplasto compresil tenaladyesco con todo el papel higiénico que puedo encontrar y, como en las buenas películas, flashback para que os enteréis de qué va el rollo (mi rollo mental, no el de papel higiénico).

    Misma ciudad, misma diva; dos años antes: el parto de O.G. comienza sin una sola contracción y rompiendo aguas estrepitosamente durante una siesta en la semana 39. Las contracciones aparecen esa misma noche; visualizad a nuestra protagonista (esto es, yo, como siempre) más feliz que Belén Esteban comparando ofertas en el Lidl, pasando cada una con una sonrisa y excitadísima ante la perspectiva de conocer por fin a su primer hijo... A la mañana siguiente, la inocente crisálida que después se convertiría en Lady Vaga acude al hospital para recibir la bronca de la ginecóloga de guardia y el resto ya lo sabéis; y si no lo sabéis, podéis leerlo aquí). Ahora podéis entender la oleada de pánico que me asaltó al notar la bolsa rota y el flashforward mental que tuve pensando que podía acabar en otra cesárea si la cosa no se animaba rápido. Ahí estaba yo, haciendo frente a mi mayor miedo, la rotura prematura de membranas, sin saber cómo terminaría todo.

    Salgo del baño y aviso a Muchomacho de que nos vamos para casa; en el coche, telefoneo a mi comadrona para decirle que he roto aguas y son claras. Ella, sin inmutarse (para eso tiene más tablas que una sauna finlandesa), afirma que pronto empezaré con contracciones y que por la mañana vendrá a visitarme si no tengo novedades antes.

    Pero, como os imaginaréis, aquella noche no tuve ni una miserable contracción. El resto os lo contaré mañana.

    miércoles, 28 de septiembre de 2011

    Jamiroquai, la tercera doula de Lady Vaga

    Queridas y queridos, me paso fugazmente por aquí para, en primer lugar, agradeceros todos los comentarios de apoyo que habéis ido dejando estos días y el que hayáis tenido el detalle de visitarme. Prometo responder, como suelo, uno por uno, pero dadme tiempo, porque ando más liada que el peluquín del doctor Ladilla intentando organizarme con los peques, establecer la lactancia con el menor y sobrevivir a una nueva reducción de mis horas de sueño.

    En segundo lugar, me gustaría también confirmaros que sí, habrá relato de parto, pero lo mismo de antes: dadme algo de tiempo... Que escribiendo con una sola mano es difícil explayarse...

    Así que os preguntaréis, queridos fans, ¿a qué viene, pues, Lady Vaga al Chester si no es con frescas novedades de cara a la temporada otoño-invierno? Pues vengo, ni más ni menos, que a contaros, a modo de aperitivo curiosete, que me pasé el parto con una canción rondando la cabeza y que, en esos momentos de escasa claridad mental (Lady Rabbit y Paca me cuentan que dije cosas que no recuerdo y ante un juez lo juraré si es preciso), me ayudó a pasar las contracciones. De hecho, es una canción que ya me insuflaba mucha energía desde la primera vez que la escuché (nos gusta oírla en el coche, la llamamos "La carrera del culo apretao" en una suerte de traducción libérrima que ningún cerebro medio cuerdo entendería) y la tuve dando vueltas por el iPod cuando comenzó el parto para animarme. Después, ya solo en la cabeza, pero oye, que me decía yo a mí misma "este tío ha tenido que parir, esta letra está en clave y habla de un parto, joder que sí". Eso, para que veáis lo endorfinada y ensimismada que andaba yo el día en que a U-6 le dio por asomarse al mundo.

    Os dejo el vídeo (que, obviamente, tratándose de Jamiroquai, tenía que ir de coches y cosas de esas que a él le gustan) y la letra para que busquéis mensajes ocultos como en el código de la Biblia ese (anda que no se forró el autor diciendo chorrimemeces). Podéis sumaros a la opinión generalizada que dice que estoy zumbada, pero vamos, que me parece tan digno como parir practicando el canto carnático...

    Y yo, por mi parte, me despido, no sin recordarle a Jay Kay que está invitado a tomar el té en mi humilde casoplón cuando mejor le venga, en agradecimiento por los servicios prestados durante mi parto.



    White Knuckle Ride
    Yeah Gonna make it better
    Ooh yeah
    Yeah Gonna make it right
    Here it is
    There's no way to make it better
    Gets you down
    It's pressure (pressure)
    I'm serious
    Trouble genie's on the way
    Got a little something for you
    It's pressure (pressure)
    It gets ya down
    Now we need what you know
    But I knew that anyway
    I can't let this pressure go
    This pressure's here to stay

    [Chorus]
    Yeah (white knuckle ride)
    Gonna make it better (white knuckle ride, I'm on it)
    Yeah (white knuckle ride)
    Gonna make it right (white knuckle ride, I'm on it)
    It's not so easy to control(pressure)
    It's not so easy to control (pressure)

    There's no easy way to make it better
    There it is, There it is
    Couldn't change it if I wanted
    Taste it all the time
    It's pressure (pressure)
    Yeah hey!
    Oh baby
    So true
    Don't know if I can recover (don't know if I can recover)
    Got me 'round its little finger (got him 'round its little finger)
    It's pressure
    Oh, there it is
    Couldn't change it if I wanted
    Taste it all the time

    Step into the light!
    Don't know if I can recover
    Taste it all the time (taste it all the time, yeah)
    Yeah, gonna make it better (white knuckle ride, I'm on it)
    Yeah (white knuckle ride)
    Gonna make it right (white knuckle ride, I'm on it)
    It's not so easy to control

    sábado, 10 de septiembre de 2011

    Lady Vaga, ante el Rubicón: Alea iacta est.

    Queridas y queridos, solo soy una mujer que contempla, con una extraña mezcla de serenidad e incertidumbre, su propio Rubicón, tal como hiciera Julio César hace más de dos mil años.

    Si él lo cruzó a riesgo de convertirse en enemigo de la República e iniciar una cruenta guerra civil, yo lo haré para demostrarme a mí misma que puedo, que mi cuerpo no es defectuoso, y para ahorrarnos a mi hijo y a mí intervenciones innecesarias.

    Sé que estaré acompañada por Lord Muchomacho y por mi genial comadrona y su equipo, pero todos ellos son accesorios. En el fondo, estaré sola ante mí, sola con U-6, frente a mis miedos -los admitidos y los que escondo- y mis esperanzas, emprendiendo un viaje sin retorno, no sé si calificarlo de iniciático o de fin de una etapa. El paso del Rubicón.

    Y, del mismo modo en que hace dos años salí de casa para convertirme en madre y dejé que una parte de mí muriese en el proceso, ahora cruzaré este río que discurre ante mis ojos para reaparecer en la otra orilla; renovada, sanada, renacida. Reconciliada conmigo misma y quizá, solo quizá, con aquellos que me hicieron daño cuando puse mi confianza en sus manos. Eso no puedo prometerlo.

    Esta vez, mi confianza está depositada en mí y en U-6, solo en nosotros dos. Si en aquel entonces dejé que unos terceros me hiciesen sentir pequeña, inferior, insignificante, ahora lucharé por mí y por mis hijos: por U-6, que se merece conocer el mundo en brazos de una madre feliz y endorfinada; por O.G., cuya bienvenida fue tan triste que no hay mañana en que no me lo coma a besos y le pida perdón.

    Soy únicamente una mujer dispuesta a atravesar el Rubicón. No sé cuándo iniciaré el viaje ni cuánto tardaré en completarlo pero, al igual que César, todo cambiará cuando lo haga.

    Lady Vaga,
    la diva que divaga.

    miércoles, 7 de septiembre de 2011

    Tengo cosas pendientes...

    Queridas y queridos, después de varios días sin aparecer por aquí, hoy os voy a dar ración doble de novedades varias, aunque la más esperada, es decir, el nacimiento del pequeño U-6 aún tendrá que esperar.

    Paso, por tanto, a hacer uno de esos refritos que no me gustan ni poco ni mucho, pero que me sirven de agenda para no olvidar todo lo que tengo pendiente:
    • En las últimas semanas me han entregado un par de premios que aún tengo que agradecer públicamente y redistribuir. Gracias a Creciendo con David, a Andrea (Bebé a Bordo de Mamá), a Magia del Momento (Crianza Corporal) y a Marga (Aprendiendo con mis peques), por los premios al Blog Versátil y a la Mamá Consciente (¿me he dejado a alguien? Espero que no, porque ando de un despistado...). Que yo no creo que tengan mucho de eso ni mi blog ni mi persona, pero estas magníficas blogueras se empeñan en verme con buenos ojos y no voy a ser yo quien haga caer un mito... Que sepáis que tengo las correspondientes entradas a medio redactar y que las terminaré en cuanto me centre mínimamente.
    • Edito, edito: Luisa (Pensamientos para Alba) también me entrega el premio a la Mamá Consciente y yo voy y me olvido por completo... Ha tenido que ser ella in person quien me lo recuerde, ¿soy o no soy lo peor? Avergonzada admito mi culpa y procedo a flagelarme con lo primero que encuentre por casa, aunque sean las construcciones de O.G. y me cueste un poco pillarles el tranquillo...
    • Edito again: se me van a acabar los cilicios improvisados como me siga olvidando de gente. LadyA (La Mamá Vaca) también me dio el premio al Blog Versátil. Lo mío ya empieza a ser grave. Voy a buscar la cinta americana para pegarme el DNI a la frente por si acaso olvido mi propio nombre en una de estas... ¡Menuda empanada mental llevo!
    • Más cosas: mi querida V., cuyo nombre me guardo para mí, también tuvo un encuentro en la tercera fase con un ginecólogo que aún estoy pendiente de contaros. La entrevista no tiene nada que envidiar a la de Sandra o a las que yo misma mantuve en Hotel Espe, así que prometo que habrá carnaza, despelleje, alucine y acción zombie por doquier.
    • Lady Rabbit, una mujer con tantos recursos que antes de buscar nada lo suyo es hacerle un query a ella, organizó el pasado lunes una sesión de preñi-fotos con Octavio Lagunas, un fotógrafo la mar de paciente y profesional que no solo nos aguantó a nosotras y nuestros caprichos de divas ("no me saques del lado malo", "ponle una media a la cámara que se me vea más mona", "yo solo me desnudo si lo justifica el guion"), sino también a nuestros costillos y a nuestros churumbeles extra-útero, tres en total, que no pararon de esparcirle construcciones, trenes y muñecos entre los pies para poner a prueba su equilibrio. Inasequible a los intentos de boicot de los pitufillos, nuestro intrépido fotógrafo no se arredró ante nada para obtener los mejores planos de nuestras panzuquis. Para muestra, os dejo un botoncillo o dos.
    • Hoy he sido informada de que nuestro querido Jefe de Servicio (así, con mayúsculas, porque él es único e inconfundible y le queremos tal cual) ya ha citado a Lady Rabbit para una entrevista personal a la cual no está obligada a ir con rodilleras, dado su avanzado estado de gestación, pero sí con actitud sumisa y el enema puesto de casa, por si acaso. Si me pilla ya parida, intentaré acompañarla; si no, haré lo posible por ponerme de parto justo cuando estén en plena cita romántica, para chafarle al jefe el plan. ¡Bwa-ha-ha-ha!
    • Este mismo Jefe de Servicio ha recibido otro plan de parto peleón de parte de una guerrera a la que esta tarde tendré el placer de conocer. Ella, que ya iba sobre aviso, ha dicho a la secretaria que no tiene tiempo de andar reuniéndose y que le mande por escrito lo que quiera (¡chica lista!), así que ha sido informada de que recibirá un plan de parto del puño y la letra del propio jefe, que está harto de recibir planes libres y libertarios. También le han dejado meridianamente claro que, si no lo firma, no será atendida en ese hospital... Ante tamaño despropósito, el subsiguiente ataque de risa me ha generado tal cantidad de oxitocina que casi expulso a U-6 sin esfuerzo alguno por mi parte; suerte que viene con cordón umbilical de serie.
    • ¡Edito, que se me olvidaba!: tengo pendiente responder la súper entrevista que me envió Blog de Madre y mandarle a ella la mía, ¡tengo la cabeza en Babia!
    • ¡Y otro premio más! Este, otorgado por la simpar beldad Negra Flor, que en cuanto pueda recogeré, colocaré en la baldita virtual y repartiré entre mis tres o cuatro seguidoras.

    Y, de momento, hasta aquí puedo leer...

    Lady Vaga,
    la diva que hoy no para.

    A fichar hemos venido

    Queridas y queridos, a petición de la siempre atinada Lady Gugu, cuyo sentido común solo va parejo a su gran sentido del humor, abandono mi requete-dolce far niente para informaros de que U-6 y yo continuamos haciendo equipo a 24 horas de cumplir las treinta y nueve semanas de feliz embarazo.

    Como ella bien dice, por vuestra tranquilidad y cordura debo fichar con mayor frecuencia, pues sé que cuando se es fan de una diva, se es hasta el extremo y yo no quiero condicionar vuestro cotidiano vivir hasta el punto de no dejaros trabajar, comer, dormir y disfrutar de vuestros vástagos por teneros en un come-come continuo. Por tanto, me comprometo ante mí misma, ante el ordenador y ante vosotros a venir cada día a deciros si sigo entera o si U-6 y yo hemos iniciado/completado el proceso de escisión.

    Entre tanto, solo me queda agradeceros una vez más las visitas y el apoyo que me habéis brindado durante todas estas semanas, veintitantas, que me han resultado mucho más llevaderas gracias a vosotros. El buen rollo que transmitís prestandoos incluso a mis periódicas chorri-encuestas me hace convencerme de que este blog se merece continuidad tras el nacimiento de mi pertinaz U-6, ya sea para contaros mis dichas y desdichas insomnes como madre de dos, ya sea para elaborar la crónica de las siguientes escaramuzas y batallas que libraremos contra el colectivo ginesáurico una vez recuperada mi capacidad de centrar mi energía en otra cosa que no sea lo que rodea mi ombligo, literalmente (pues suele ser siempre así pero en sentido metafórico, ya me conocéis).

    Besos sin novedad en el frente,
    Lady Vaga.

    domingo, 4 de septiembre de 2011

    Una porra sobre el nacimiento de U-6

    Queridas y queridos, llegados a este momento de júbilo y optimismo sin igual jamás esperado por los médicos que me atendieron en Hotel Espe y siempre en el horizonte para nosotros, procedo a dejaros una encuesta para que apostéis por la fecha de nacimiento de U-6.

    Como en la encuesta no se puede identificar quién vota por cada opción, si queréis podéis dejar aquí en un comentario también por qué fecha votáis, para saber quién es el ganador (o ganadores) y ya veremos qué premio os enviamos.

    Tengo pendiente contaros la primera visita domiciliaria de nuestra estupenda comadrona y su equipo. De momento, como es domingo y estoy especialmente yo misma, es decir, Vaga, os adelanto que fue fenomenal y que me sentí muy cómoda con ellas.

    Hala, así que ya sabéis: votad y apostad, que nunca se sabe cuándo dan la campanada estos bebés. Por si os sirve de algo (que no sé yo si servirá, pero bueno, ahí queda), os diré que O.G. nació de 39+5.

    Besos vagos y dominicales,
    Lady Vaga,
    la diva que divaga.

    miércoles, 31 de agosto de 2011

    Termina agosto y seguimos aquí (¡jódete, Fistra!)

    No sé si os habéis dado cuenta, queridas y queridos, pero ya estamos terminando el mes de agosto; es decir, llevamos cinco meses juntos, compartiendo penas y alegrías, estupores y carcajadas, así, como quien no quiere la cosa... Mañana hacemos treinta y ocho semanas.

    Nadie en el Hotel Espe daba un duro por U-6 y, en el caso de la doctora Fistra, ni siquiera por mí, pero aquí estamos... Veinticuatro semanas después, seguimos juntos y listos los dos para dividirnos dentro de unos pocos días.

    U-6, nos vamos de viaje, cariño. Dentro de poco cambiaré tus pataditas desde dentro por tu mirada y tu cuerpecito menudo en mis brazos.

    Mañana, mi pequeño tendrá vía libre para salir, como le prometí (y supliqué) en el Hotel. Ya puestos, me encantaría que esperase hasta el viernes al menos, para que la comadrona sepa dónde está la casa y nos diga si necesitamos alguna otra cosa para acondicionarla de cara al parto... Pero, en cualquier caso (había escrito "en cualquier caos" y no me ha parecido del todo equivocado), será él quien decida cuándo nacer. Como debe ser. Aún tiene cuatro semanas enteritas por delante.

    Después, mis preocupaciones serán otras, imagino: organizarme con dos chiquitines en casa, intentar no desatender al mimoso de O.G., que se ha puesto muy madrero últimamente (será que se huele que pronto tendrá que compartir la atención de mamá con su hermanito), buscar el momento de hacer arrumacos al bueno de Lord Muchomacho... Pero ahora, lo único que importa es que hemos llegado hasta aquí, juntos y sanos, y eso hace que dé por bueno todo el camino recorrido.

    Gracias a todos los que habéis pasado por aquí para leerme, compartir con nosotros estas semanas de espera y hacerme más llevadero el reposo. Gracias por las visitas, los comentarios de apoyo, las críticas (a los que tuvisteis educación al expresaros; al resto que os den por el rasca, majos), los regalos virtuales y físicos (esa Diana... La semana que viene te doy lo tuyo, guapa), las carcajadas compartidas y el apoyo guerrillero. Creo que no sois conscientes de cuánto me habéis ayudado y yo no soy especialmente buena expresando mis sentimientos, así que os quedaréis con la intriga.

    Besos emocionados,
    Lady Vaga,
    la diva que divaga.


    jueves, 4 de agosto de 2011

    Disfrutando de la recta final

    Queridas y queridos, como supersticiosa peculiar que soy, hay cosas que no me gusta decir porque pienso que, si lo hago, saldrán al revés de como espero, pero ya no puedo aguantarme más, necesito compartirme y creo que el blog merece una entrada un poco más amable que mis últimas parrafadas anti-ginesáuricas (aunque mi proveedora oficial de cotilleos del Hotel Stanley, infiltrada especial, no deja de nutrirme de nuevas ideas y maldades con las que tocarles las gónadas periódicamente; gracias, Lady Rabbit, ingeniosa conejita).

    Os parecerá una chorrada que hoy os diga esto, pero es el día en que Minimacho y yo cumplimos 34 semanas a despecho de la doctora Fistra, el doctor Tirrio y su puta madre (con perdón, pero me quedo tan a gusto...). Hace algo menos de cinco meses que entré en el Hotel Espe, donde nadie daba un duro por nosotros, especialmente por el pequeño Minimacho (entonces un simpático judión de sexo desconocido, aunque yo sospechaba, siempre equivocada, que se trataba de una nena que heredaría mi colección de zapatos y complementos y que me llevaría de shopping cuando yo alcanzase la provecta edad de Ana Obregón y quizá su mal gusto para combinar la ropa), que está demostrando ser todo un jabato y un fighter ya desde antes de asomar la cabecita al mundo. Ya sabéis que estuvimos allí dos semanas bastante duras, que se hicieron más llevaderas gracias a las visitas de nuestros amigos (os debo a todos una merienda en cuanto nazca el bebé) y al apoyo de la psiquiatra del hospital (a quien nunca agradeceré suficientemente que me ayudase a mantener la esperanza).

    Lo importante de todo esto es que no tengo ninguna prisa por parir; la gente me pregunta a diario que cuánto me falta, que si me siento pesada, que si no tengo ganas ya con este calor... Y sí, por un lado tengo ganas, claro que tengo ganas (por el lado de abajo, entiéndase); pero, por otro, estoy tan a gusto con mi pancita rellena de Minimacho, notando sus patadas, sintiéndole bien y cómodo ahí dentro, que podría firmar para seguir embarazada hasta Año Nuevo.

    Estamos conectados Minimacho y yo. Llevo varios días notando su cabeza bien apretada contra mi vejiga y recuerdo esa misma sensación cuando estaba embarazada de O. G., es como si una pelota de tenis luchase por atornillarse en mi pelvis y ¿sabéis qué? Igual soy masoca, pero me gusta. Esta vez lo haremos mejor, lo haremos bien. Esta vez no habrá metales, ni batas blancas, ni miedo, ni sufrimiento. No tengo miedo al dolor, no tengo miedo al paso de las horas, no tengo miedo de mí misma. Confío plenamente en mi cuerpo, en su sabiduría ancestral, en la misma perfección que me ha llevado a menstruar cada veintisiete días exactos desde mi primera regla y a gestar dos bebés maravillosos sin más molestia que el pertinaz ardor de estómago. Eso era lo que me faltaba la primera vez: me necesitaba a mí misma y no estuve allí para ayudarme.

    Minimacho nacerá cuando él quiera, como él quiera, rodeado del amor de su familia y del respeto de las profesionales que nos acompañarán. Y su hermano mayor, mi guía, estará con él para darle la bienvenida al mundo.

    O. G. le llama U-6.

    jueves, 21 de julio de 2011

    Una cosa, dos cosas, tres cosas

    Queridas y queridos, actualizo brevemente para comentaros tres pequeñas novedades que, por sí solas, no dan para una entrada, pero así en conjunto como que abultan:
    1. Hoy cumplimos 32 semanas Minimacho y yo. Casi casi empiezo a echar de menos la barriga, aunque juro y perjuro que no pienso echar de menos el ardor de estómago que me persigue non stop ni tener el ombligo para fuera. Además, estoy contenta porque en este embarazo llevo cogidos diez kilos y pico, que no están nada mal comparados con lo tremendísima que me puse en el embarazo de O. G. Así que una alegría más para el body.
    2. Mundo Bebés me ha hecho una pequeña entrevista y la ha publicado, ¡qué ilusión me ha hecho! Qué queréis, si en el fondo soy una ególatra irredenta. Eso sí, no esperéis despelleje en el cuestionario porque he sido más light que la dieta de una modelo. El que quiera asustarse, que se pase por el blog, ¿no os parece?´-
    3. Expediente X: he recogido mi historia clínica en el hospital donde nació O. G. y, ¡alucina vecina!, hemos descubierto que hay un párrafo escrito por mi querida carnicerita que fue posteriormente tachado a golpe de rotulador, como cuando la CIA desclasifica documentos... Creemos intuir lo que pone debajo, pero no nos queda completamente claro. Ahora nos tocará ir a preguntarles qué hacen censurando mi historia. Que digo yo que si no quieren que la lea, no escriban cosas raras...
    Y este es el resumen de la semana. A ver si saco algo de tiempo para escribir cosas con un poquito de chicha, porque llevo unos días de planicie mental que no sé si dan más pena o vergüenza.

    Besos perezosos y con mucho, mucho calor,
    Lady Vaga.

    martes, 7 de junio de 2011

    Podéis tocarme, dicen que no hay Alto Riesgo

    Queridas y queridos, sé que con esto del Día Mundial de los Derechos del Nacimiento he estado un poco (más) monotemática (todavía), pero la ocasión lo merece. Espero que sepáis disculpar este arrebato reivindicativo que, sin duda, se repetirá en lo sucesivo con, esperamos, gran éxito de taquilla y público.

    De momento, y para relajar nuestras estresadísimas neuronas, os contaré las novedades gineco-obstétricas de las últimas semanas, es decir, qué tal va nuestro hermoso y tenaz Minimacho. La semana pasada estuvimos con nuestra comadrona de parto en casa, una mujer cuya sabiduría y experiencia le permiten estimar el tamaño del bebé simplemente palpando la barriga de la embarazada (en este caso, yo) y dar información tranquilizadora y adecuada a los más recientes estudios científicos, lo cual no es tan habitual como cabría desear en el sector.

    Ayer fuimos al hospital para ver los resultados de la última analítica, pasar una consulta y comprobar el nivel de líquido amniótico (que, curiosamente, desde el día que llegué a urgencias, allá por marzo, siempre sale perfecto) en una ecografía. No me preguntéis por qué (yo tampoco lo pregunté, iba "de tranquis", muy en modo Vaga), en vez de limitarse a estimar la cantidad de líquido, me repitieron de cabo a rabo la ecografía del segundo trimestre. Durante la realización, Lord Muchomacho y O. G. estuvieron presentes (bien por el hospital, sé de otros lugares donde no dejan entrar a los acompañantes hasta que terminan, les ponen la imagen del bebé para que vean que se mueve y tal y listos) y O. G. aprovechó para derrochar encanto... Señalaba a Minimacho en las pantallas diciendo "bebé, bebé" con gran entusiasmo y cuando la doctora daba cifras ("veinticinco más tres"), él le seguía la corriente: "tuato, inco, seis"... Un bombón en toda regla, vamos.

    A continuación pasamos a consulta con la doctora que me sigue en Alto Riesgo y ahí ya tuve que ponerme en modo Lady. Nos saludamos amablemente, sonreímos y nos preguntamos una a la otra qué tal estamos, me pesan y toman la tensión y comienza la charla:

    - ¿Qué ha pasado con la glucosa que no te la has hecho?

    - Pues eso, que no me la he hecho- sonrisa encantadora, cara inocente, pestañas abanicantes.

    - ¿Y eso por qué?

    - Como en mi primer embarazo lo pasé tan mal con esa prueba, vomité varias veces y me pasé el día revuelta, mi comadrona...

    - Pero el cuerpo no está igual en todos los embarazos, a lo mejor esta vez no te sentaba tan mal...- Pues tómatela tú, pedorra, pienso yo, pero continúo con la estrategia dental.

    - Mi comadrona- omito la expresión "de parto en casa", ella no necesita tanta información y yo me ahorro saliva- me dijo que si me daba la glucosa basal menos de cien, no me la hacía; y si daba mayor, podríamos controlarlo con glucómetro en el centro de salud, porque no tengo factores de riesgo.

    - Ya, pero no es lo mismo.

    ¡Efectivamente! A ver, señora, de eso se trata, de que no sea lo mismo: un control bien hecho con glucómetro se basa en medir cómo metabolizo la glucosa que ingiero con mi dieta habitual y no en darle patadas a mi pobre páncreas (que no me ha hecho nada todavía la viscerita para que quiera yo vengarme) tomando una cantidad de glucosa así a pelo que dista mucho de parecerse a lo que tomo en una comida normal. Por esa misma regla, podrían ustedes comprobar si alguien tiene riesgo de infarto haciéndole correr veinte kilómetros sin agua y cuesta arriba, no sé. El caso es que no pienso hacerme una prueba llamada "sobrecarga oral" que encima no tiene siquiera valor diagnóstico. Si quiere, hágasela usted y aproveche la ocasión para untarse el brebaje sobrante en el cutis, que seguro que se lo deja divino.

    Pero claro, esto no se lo digo, que tengo que ahorrar energía para futuras disputas, así que de nuevo a sonreír con todo mi seductor encanto. Ella vuelve a la carga, que también ha estado cargando las pilas:

    - ¿Y con la orina qué ha pasado?

    - ¿Cómo que qué ha pasado?

    - Pues que diste una muestra insuficiente, aquí lo pone muy claro.

    - No sé, doctora, yo les llené el botecito...- y esto es verdad, entregué mi vasito lleno hasta el borde.

    - Nada, la próxima vez que te den un barreño- ríe Lord Muchomacho, que hasta el momento se ha limitado a sostener a O. G en su regazo mientras mi retoño primogénito come patatas y bebe zumo como un luchador de sumo chiquitín.

    - No sé, se les caería o lo habrán perdido- concede la doctora, resignada ya ante nuestro imperturbable buen humor-. Que te dé la enfermera un bote y dejas ahora otra muestra en laboratorio.

    El resto de la visita se resume en que ella no considera que Minimacho o yo corramos riesgo alguno y en que me cita el mes que viene, ante lo cual yo le sugiero que, si ya no soy de Alto Riesgo, me envíe de nuevo a mi centro de salud (más que nada, porque si al final pasa algo yo quiero que de alguna manera quede constancia de que en el hospital ya no pensaban que hubiese riesgo). Ella acepta, pues así me pierde de vista (lo cual yo le recalco en la despedida) y me pregunta qué hacemos con mi baja, para a continuación pasarle la bola a mi médica de cabecera, que decidirá el próximo lunes cuando me vea.

    Desde luego, por lo que a mí respecta, alta ya, señoras, ¡alta ya! Que estoy aburridísima de darme al Dolce Far Niente y de no poder ni coger a mi hijo en brazos por prescripción médica. Denme el alta, que además ya abren la piscina y quiero llevarme a O. G. a nadar todas las tardes como pececillos hidrodinámicos. Y hasta echo de menos el trabajo, ver gente, reírme con las ocurrencias de los clientes y abroncar proveedores cuando se tercia. Pero esto no quiere decir que Lady Vaga deje de relatar sus fantásticas aventuras, no señores. No perdáis de vista el blog, que tenemos todavía tres meses por delante hasta septiembre y no me vale la excusa de "es que en vacaciones no tengo ADSL", leedme por el móvil, el iPad o por fax si es preciso. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

    Ah, por cierto: al salir vimos a la querida doctora Maja, de la cual hablaré largo y tendido en alguna entrada; la más empática y cariñosa de los médicos que me vieron durante mi relax en Hotel Espe y a la cual agradezco desde aquí su paciencia y su dulzura. Me deseó que todo me fuese bien y dijo que esperaba verme el día del parto, a lo cual yo sonreí con mi cada vez más habitual diplomacia... El día del parto no, doctora, porque tendré cosas que hacer en casa, pero unas semanitas después no dude usted de que pasaré por aquí para recordarles que no todas las fisuras de catorce semanas terminan en prematuridad por narices. Eso espero yo.

    Me despido de vosotros por hoy y comienzo el tratamiento de deshabituación de mi querido sofá, compañero de estas semanas, con gran dolor de mi corazón y alegría de mis pantorrillas,
    Lady Vaga,
    la diva que divaga.

    viernes, 27 de mayo de 2011

    El sueño de Lady Vaga

    Queridas y queridos, las divas también soñamos. Y es curioso que, en sueños, todos los mortales somos más o menos iguales, con nuestros miedos, nuestras esperanzas y nuestras asociaciones de ideas desconcertantes... Bueno, todos, menos Paris Hilton, que no tiene ideas que asociar, y Justin Bieber, a quien el flequillo no deja distinguir si está despierto o dormido.

    Sin ir más lejos, yo llevo dos noches soñando con Minimacho. Anteanoche, justo antes de cumplir la semana veinticuatro, soñé que moría. No recuerdo cómo lo supe, pero de pronto me llevaba la mano a la barriga y sabía, con ese tipo de certeza que sólo se da en los sueños, que mi Minimacho había decidido dejarme. Desperté completamente angustiada por aquel sueño cuyo recuerdo aciago se dedicó a amargarme el día de ayer.

    Pero como mi cerebro me quiere mucho y sabe que dependo de él (y de las cerezas que han pasado a ser el elemento fundamental de mi dieta desde hace un par de semanas), anoche me envió otro mensaje onírico y me proyectó la película "Puedes parir a Minimacho", protagonizada, como no, por mi excelsa persona y por el susodicho Mini.

    En el sueño estoy en pleno trabajo de parto, en mi casa, con Lord Muchomacho y nuestra comadrona. Ella me explora y dice que sigo de tres centímetros y que llevo no sé cuántas horas estancada, así que cree que lo mejor es irnos al hospital. En ese momento recuerdo nítidamente todo cuanto viví en mi primer parto: las broncas como si yo fuese una niña pequeña, la despersonalización, el miedo, el calor asfixiante de aquel box, las ironías de la comadreja comadrona y de la carnicera ginecóloga... Y no quiero ir; sé que si voy al hospital me harán otra cesárea y no creo que pueda soportarlo... Le suplico a mi comadrona que me dé media hora más, sólo media, y ella accede.

    Hablo mentalmente con Minimacho, me acaricio la barriga, y le pido que me ayude. Le explico que aún tenemos unas cuantas horas por delante y que en casa estaremos más cómodos, que mamá no quiere ir todavía al hospital pero que lo hará si es imprescindible. Y Minimacho me escucha; lo sé porque soy su madre. Además, tiene toda una vida pendiente aquí fuera para ignorarme y desobedecerme, ¿y no es eso un magnífico aliciente para decidirse a nacer?

    No me preguntéis cómo, porque es una de esas elipsis temporales que sólo suceden en los sueños y en algunas monumentales borracheras, pero lo siguiente que veo es que tengo ganas de empujar (aunque sólo ha pasado esa media hora de gracia, o quizá ni siquiera) y que entre mis piernas asoma, morenita y redonda, la cabeza de Minimacho. Noto su cuerpo resbalando a través del mío y las lágrimas mojándome la cara; la mano de Lord Muchomacho me acaricia el pelo y sonrío mientras lloro. Unos segundos después, los hombros de mi chicuelo se deslizan fuera de su primer apartamento y mi comadrona lo recoge para ponérmelo sobre el pecho.

    Yo creo que el sueño de esta noche bien vale para anular el anterior, ¿no? Y lo mejor de todo es que, si la comadrona estaba en casa con nosotros, significa que en el sueño Minimacho se esperaba hasta su semanita, pacientemente y sin adelantarse...

    Así que, queridas y queridos, Lady Vaga parirá y lo hará como una reina: bien acompañada y mejor asesorada, en su casa reconvertida en Bat-cueva para la ocasión y sin manos inoportunas que le hurguen los bajos. O no sería yo una diva.

    miércoles, 25 de mayo de 2011

    ¿Por qué escribes un blog? Premio al blog enriquecedor

    Me pregunta Diana por qué escribo este blog y tiene el detallazo de decir que La Vida de Lady Vaga le ayuda a ver las cosas de otro color. No contenta con ser así de maja, esta mujer con nombre de diosa me otorga un premio y todo, cuya dotación económica aún no me ha sido comunicada:



    Aunque yo creo que esa pregunta la respondí en la primera entrada, "Bienvenidos a la cama de Lady Vaga", no me importa volver a contar la misma historia una y otra vez, tengo complejo de tertuliana.

    Estoy embarazada del que será mi segundo hijo y al cual, para los efectos que al blog atañen, podéis llamar Minimacho; mañana cumplo veinticuatro semanas, unos seis meses aproximadamente (día arriba, día abajo). Mi embarazo iba viento en popa, hacía vida normal, iba al trabajo, cuidaba de O. G. (mi hijo mayor, un precioso bebé seductor cuyo hobby principal es besar chicas e invitarlas a palomitas, sean vendedoras del Leroy Merlin, encargadas de Pronovias o policías nacionales), colaboraba con El Parto Es Nuestro, hacía muchos arrumacos a mi guapísimo y altísimo Lord Muchomacho (arrumacos y todo lo demás, que así es como se queda una embarazada, queridas mías), me calzaba el tacón catorce horas diarias y todas esas cosas que ya os imagináis y que son consustanciales a mi espectacular vida. Ni que decir tiene que me encontraba divinamente, quitando las náuseas (que, por otra parte, también me dan en el trabajo cuando veo a según qué paisanaje entrar por la puerta) y la somnolencia extrema.

    Sin embargo, la madrugada del 15 al 16 de marzo, tuve una fisura en la bolsa de líquido amniótico (bolsa dichosa, si por mí fuese te habría puesto remaches y plástico de doble densidad, puñetera), lo cual me llevó directa al Hotel Espe, donde me quedé dos semanitas a pensión completa, spa y relax hasta completar mi tratamiento de antibióticos y terminar con la paciencia (ya mermadita de serie) de mi agradable carcelera, la doctora Fistra, una encantadora mujer con la que algún día me tomaré un té mientras jugamos a adivinar en cuál de las dos tazas está el laxante de caballo. Os recuerdo que, según esa doctora, Minimacho tenía muy poquitas posibilidades de salir adelante y, si lo lograba, sería en todo caso un gran prematuro (para lo cual tendríamos que llegar antes a la viabilidad, las veinticuatro semanas que mañana se cumplen).

    Pasados esos catorce días, pedí el alta voluntaria para continuar con el reposo en mi residencia privada, dotada de TV en color, baño completo, terraza con vistas y cama tamaño familiar (y nunca mejor dicho, porque hace ya dos años que ahí no se duerme de dos en dos), además de menús a la carta mucho más nutritivos y gustativamente entretenidos que los que me servían en Hotel Espe, que no dejaba de ser un resort bastante aburrido para mí.

    Actualmente, continúo de baja médica hasta nueva orden, si bien la doctora que me lleva es bastante más optimista en cuanto al riesgo de Minimacho y me da permiso para pasear, airearme y sintetizar vitamina D al solecito matinal, lo cual mi cuerpo serrano y yo agradecemos más que un Euromillones en este momento vital.

    El objetivo, como ya sabéis, es llegar a septiembre, que es cuando salimos de cuentas, y entonces liberar a Minimacho y que nazca en la fecha que más cabalística y simpática le resulte. Por eso escribo este blog: para entretenerme hasta entonces y para que todas las mujeres, embarazadas o no, que pasen por aquí sepan que si tienen la misma mala suerte que tuve yo con la fisura no tienen por qué desesperarse ni dar todo por perdido.

    Desde mi diván os lo digo,
    palabra de Lady Vaga.

    miércoles, 13 de abril de 2011

    La entrepierna de Baby Garbancito

    Queridos y queridas, sé que ayer os dejé con la miel en los labios y que os fuisteis a la cama presas de profunda decepción e inconmensurable angustia, pero diré en mi descargo que ayer se cumplían cuatro semanas de la fisura en la bolsa y no tenía yo el útero para fiestas, kermesses ni reveillones varios. Necesitaba distraerme, así que me dediqué a forear, que no a zorrear (eso lo dejo para algunas de mis lectoras, expertas en el arte mencionado), para relajar mis ya de por sí estresadas neuronas y olvidar la historia que me daba vueltas en la mente.
    Pero hoy, queridos y queridas, hoy es un día de exclusivas y me adelanto a la salida de las principales revistas del sector para reventarles la noticia del sexo de Baby Garbancito, pero antes...

    ¿De verdad queréis saberlo?
    ¿Estáis preparados para afrontar este hecho?
    ¿Sois conscientes de que, una vez lo sepáis, no habrá vuelta atrás?
    ¿Podréis dormir por la noche, sabiendo lo que sabréis en breves líneas?

    Si habéis respondido "sí" a las cuatro preguntas, continuad leyendo.
    Ya os adelanté hace una semana que, durante la ecografía en Alto Riesgo, la doctora había cometido la torpeza de señalarnos dos veces el sexo de nuestro hermoso retoño. Fue algo así (y si no queréis un spoiler, no sigáis leyendo hasta septiembre, amores):

    - Este niño está perfectamente- Lady Vaga, con el vaquero indignamente remetido por sitios que no nombraré, se hace la loca y piensa "bueno, se refiere a niño genéricamente, como hablan del Hombre para referirse al grupo en general en filosofía".

    Pero ella no se cansa, y al minuto escaso, nos dice con aire de suficiencia:
    - Es un varón.

    Doctora, ¡por favor! Sea usted un poco seria... Que yo vengo a una ecografía para conocer datos importantes, a saber:
    1. Si Baby Garbancito está vivo.
    2. Si las piezas que se ven hasta el momento están todas en su sitio.
    3. Si el nivel de líquido es correcto.
    4. Si el despegamiento, hematoma o como quieran llamarlo evoluciona favorablemente.
    Veo a Lord Muchomacho sonriendo bobaliconamente y me cabreo un poco. Le indico a la doctora que yo no quería saberlo y la mujer, lejos de recular, añade el insulto a la ofensa: "deberías habérmelo dicho antes".

    Me quedé con las ganas de emular al ingenioso José Mota y decirle: "¡Austeeeeeee alamierrrrrdaaaaaaaaa!"

    Pero ser una Lady no es una etiqueta que puedas ponerte y quitarte a conveniencia, así que hice gala de mi exquisita educación y me limité a lanzarle rayos fulminantes con la mirada. Si lo he hecho bien, desde mi visita habrá sufrido dolor de estómago y empobrecimiento de la flora intestinal.

    Por tanto, queridas y queridos, aquellos de vosotros que votasteis por la opción b) sois los orgullosos ganadores de la encuesta y estáis invitadísimos a conocer la humilde mansión de Lady Vaga el día que mejor os convenga (de martes a viernes, if possible) a la hora de vuestra elección, previa comunicación al personal de servicio para que nos tenga preparado un refrigerio en forma de brunch ligero.

    Y a todos los que no acertasteis, mi magnanimidad digna de una emperatriz de los anchos mundos (relegada por el momento a señora de mi cama y dueña de mi WC) os redime de vuestro craso error (comprensible, por otra parte, porque dada mi tendencia a acumular bolsos y zapatos, era plausible pensar que los espermatozoides X de Lord Muchomacho se hubiesen dopado para ganar la carrera y ser los siguientes herederos de mi colección) y os invita igualmente a compartir una infusión con galletitas, una empanada o la vianda que más deleite vuestras papilas gustativas.

    Para terminar, os informo en petit comité de que el sábado me escapé a hacer algo de compra (iba a volverme loca en casa y ya ando bastante justa de lucidez como para permitirme ese lujo) y aproveché, al pasar por la sección de bebé, para hacer la primera adquisición para el fondo de armario de Minimacho (el nombre sí que no os lo pienso desvelar, rabiad): un abriguito celeste de punto que, además de ser monísimo y estar súper-rebajado, era el único que quedaba y ¡era de talla 1-3 meses! Vamos, una señal cósmica clarísima.

    Besos matinales,
    Lady Vaga (orgullosa concubina de Lord Muchomacho, el hombre cuyos espermatozoides son todos "Y").
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