Esta entrada es para todas mis compañeras de Apoyo Cesáreas, pero especialmente para Lady Cinnamon, una mujer y madre maravillosa de quien aprendo en silencio cada día, aunque ella no se dé por enterada.
Queridas, queridos, sabido es por todos que el cerebro de una diva funciona a una velocidad peculiar, pues habitamos en una dimensión paralela donde el tiempo y el espacio no coinciden con los parámetros de los mortales comunes, es decir, vosotros (con perdón).
Por tanto, no es de extrañar que la elaboración de reflexiones sesudas, profundas y capaces de dormir a un opositor a notario puesto de Red Bull hasta las pestañas se demore en mi persona hasta hacer olvidar a autora y lectores la idea original de la que surgía el tema.
Pero aquí estoy yo para poner remedio a tanto dislate y divagar bien a gusto. Sacad sin mayor dilación y a la voz de YA vuestros reclinatorios hinchables e hincad las rodillas en ellos para leer a la Vaga como se merece, es decir, genuflexos y receptivos. Pues es palabra de Lady Vaga para el perdón de los ginesaurios.
Hace ya varias semanas que entre las "miembras" (va por ti, Aido, que a saber "andandarás", muchachuela. Me caías simpática por tu irreverencia lingüística...) de
El Parto es Nuestro (yo tampoco sé cómo me dejaron entrar ni en qué estaban pensando cuando aceptaron mi participación, pero ahora les toca aguantarme y maravillarse ante mis simpares belleza e ingenio) surgió un interesante intercambio de ideas acerca del PVDC y de cómo se sentía una mujer que, tras un intento de parto vaginal después de cesárea, terminaba con una nueva cirugía en su cuerpo. De todas las ideas allí vertidas bebí y bebí, cual Naty Abascal en una fiesta de la noche madrileña, y pensé, durante los ratitos que los pequeños O.G. y U-6 me dejan entre monería, juego y travesura, hasta llegar a algunas conclusiones que seguramente reflejarán mucho de lo que allí se dijo, pero espero que tal no moleste a ninguna de las participantes en aquella charla, pues en modo alguno pretendo arrogarme autorías que no me corresponden ni reinventar la rueda, invento viejuno donde los haya, sino mover a reflexión a mis ilustres admiradores, que sois vosotros, queridas y queridos.
Afirmo, sin temor a equivocarme, que va siendo hora de dejar de hablar de PVDC ("Parto Vaginal Después de Cesárea") y centrarnos en el PRDC ("Parto Respetado Después de Cesárea"). Y estoy segura de lo que digo porque, a lo largo de este tiempo que llevo absorbida por el monotema, he visto que una aplastante mayoría de las mujeres que han comentado delante de mí sus cesáreas se sintieron maltratadas durante el nacimiento de sus hijos.
¿Os hacéis idea del terrible sufrimiento que supone para una mujer darse cuenta de que en algún momento lo que está viviendo ha dejado de ser el acto íntimo de nacimiento de su hijo para pasar a ser principalmente una operación? Ojalá me equivocase, pero he visto demasiados casos en los que las madres se han sentido como meros trozos de carne, contenedores de bebés que había que vaciar con premura.
Es cierto que cada vez son más los profesionales que hacen del respeto y de la mínima intervención sus insignias en la atención al parto, pero, desgraciadamente, distan mucho aún de ser mayoría. Así que por el camino vamos quedando víctimas, mujeres cortadas y cosidas, separadas durante horas o días de nuestros hijos, con lactancias boicoteadas (quizá inadvertidamente) y con recuperaciones duras que hay que compaginar con el cuidado de ese pequeño ser por el que volveríamos a operarnos mil veces.
Pues bien, cuando nosotras, las "cesareadas", volvemos a quedarnos embarazadas, solemos buscar un PVDC. Necesitamos parir, necesitamos sentir a nuestros hijos abriéndose camino a través de nuestras entrañas, recuperar la confianza en nuestros cuerpos y sus procesos, revivir todo lo que nos fue arrebatado (no entro ya en si la cesárea es necesaria o innecesaria, pues me consta que el duelo se puede vivir con igual intensidad aun sabiendo que la cirugía era imprescindible y salvadora) y tendemos a identificar estos objetivos con el PVDC.
No negaré que un PVDC puede ser una experiencia sanadora y mágica (al menos, lo fue para mí) y no me gustaría que nadie pensase "claro, tú pariste a U-6 por el chichi, para ti es fácil hablar" porque, de verdad, he pasado mucho tiempo intentando poner en orden mis ideas para que ninguna mujer se sienta menospreciada, puesta en duda o tratada con condescendencia, pero tengo que reconocer que lo más importante es el camino que, como tantas luchadoras de AC, emprendemos incluso antes del nuevo embarazo.
No siempre se consigue el parto vaginal, es cierto. Por más que intento imaginarlo, me cuesta mucho ponerme en la piel de una mujer que pasa por una segunda cesárea después de haber puesto todo de su parte para vivir un parto vaginal... Tengo que recurrir a mis propios miedos durante mi segundo embarazo, reiterativos y en ocasiones atenazantes, para vislumbrar una pequeña parte del dolor que amigas como Lady Cinnamon experimentan y, aun así, sé que no alcanzo a cuantificarlo ni de lejos.
Por ello me parece tan importante reivindicar el PRDC. Queremos profesionales que se impliquen, que traten nuestro cuerpo, nuestro embarazo y nuestra mente con el mayor de los cuidados. Que no pierdan de vista que daríamos la vida una y mil veces por nuestros bebés, pero que no lo interpreten como un cheque en blanco para intervenir en nuestros partos.
Queremos partos respetados. Así, bien tratadas y atendidas, la mayor parte de nosotras conseguirá vivir un Parto Vaginal Después de Cesárea. Pero, más importante aún: incluso ese pequeño porcentaje que repita cesárea sabrá que esta vez fue diferente. Y ahí estará el primer paso de la recuperación.
Y, puestas a reivindicar, pidamos también "Embarazos Respetados", para no pasarnos meses acogotadas cada vez que pisamos una consulta, declinamos realizar alguna prueba o presentamos un plan de parto.
Ahora me retiro para ayudar a Ambrosio con la decoración navideña, pero no descarto volver si me da por pensar que no he conseguido explicarme con claridad suficiente.
Se despide, rodeada de "pongos" navideños que irán a parar al camión de reciclaje en 3-2-1,
Lady Vaga,
la diva que divaga.