Lo sé, queridas y queridos. Las consultas por depresión se han multiplicado en los consultorios médicos de nuestras Espéins y Olé desde que no actualizo el blog con chicha fresca y jugosa con puntualidad rigurosa. El Prozac se vende como churros y proliferan, asimismo, los sustitutos caseros entre mis fans más partidarios de lo natural, con remedios como el lingotazo antes de dormir y la anestesia instantánea a base de impactos de sartén bien calculados.
No tengo perdón de Dior, cierto es, pero ¿qué se puede esperar de una diva como la que escribe y suscribe? El tiempo es limitado y en mi interior vive, atrapada en el inmenso vestidor de mi alma, una persona seria que contribuye cuando nadie la ve a cambiar la terrible realidad de la obstetricia en nuestro país.
Así que, queridas y queridos, me vais a permitir que hoy acuda a vosotros para hacer un llamamiento al que sé que responderéis, so pena de sufrir la indiferencia de vuestra adorada Lady Vaga.
El Parto es Nuestro se ha puesto en marcha una campaña para visibilizar la maniobra de Kristeller. Sí, esa ayudita tan simpática que consiste en que la matrona más corpulenta del hospital se te sube encima de la tripa para que tu bebé salga disparado como si estuviesen espachurrando un tubo de pasta de dientes, ¿os suena? Bueno, diré para hacer honor a la verdad que sé de al menos dos partos domiciliarios en los cuales también se aplicó. Que no por parir en tu casita estás ya a salvo de los cafres que pululan por estos mundos.
Pero divago, divago. Se están recopilando testimonios (anónimos, si lo deseáis) de mujeres a las que se realizó la maniobra de Kristeller en sus partos (y puntualizo porque seguro que hay por ahí alguna despistada que escribe para decir que a ella se la hacen cada mañana en el Metro en hora punta y sin estar embarazada), así que si queréis contribuir a tan noble causa, podéis enviar vuestra historia a esta dirección de correo electrónico.
Por hoy esto es todo, queridas y queridos. Tengo pendientes algunas entradas y unas cuantas colaboraciones estelares que sé que apreciaréis como mi ingenio merece, pero ahora tengo que preparar la merienda para un señor(ito) muy exigente que no tiene ninguna intención de esperar más.
Besos con morrete de chocolate,
Lady Vaga,
la diva que divaga.