No sé si os habéis dado cuenta, queridas y queridos, pero ya estamos terminando el mes de agosto; es decir, llevamos cinco meses juntos, compartiendo penas y alegrías, estupores y carcajadas, así, como quien no quiere la cosa... Mañana hacemos treinta y ocho semanas.
Nadie en el Hotel Espe daba un duro por U-6 y, en el caso de la doctora Fistra, ni siquiera por mí, pero aquí estamos... Veinticuatro semanas después, seguimos juntos y listos los dos para dividirnos dentro de unos pocos días.
U-6, nos vamos de viaje, cariño. Dentro de poco cambiaré tus pataditas desde dentro por tu mirada y tu cuerpecito menudo en mis brazos.
Mañana, mi pequeño tendrá vía libre para salir, como le prometí (y supliqué) en el Hotel. Ya puestos, me encantaría que esperase hasta el viernes al menos, para que la comadrona sepa dónde está la casa y nos diga si necesitamos alguna otra cosa para acondicionarla de cara al parto... Pero, en cualquier caso (había escrito "en cualquier caos" y no me ha parecido del todo equivocado), será él quien decida cuándo nacer. Como debe ser. Aún tiene cuatro semanas enteritas por delante.
Después, mis preocupaciones serán otras, imagino: organizarme con dos chiquitines en casa, intentar no desatender al mimoso de O.G., que se ha puesto muy madrero últimamente (será que se huele que pronto tendrá que compartir la atención de mamá con su hermanito), buscar el momento de hacer arrumacos al bueno de Lord Muchomacho... Pero ahora, lo único que importa es que hemos llegado hasta aquí, juntos y sanos, y eso hace que dé por bueno todo el camino recorrido.
Gracias a todos los que habéis pasado por aquí para leerme, compartir con nosotros estas semanas de espera y hacerme más llevadero el reposo. Gracias por las visitas, los comentarios de apoyo, las críticas (a los que tuvisteis educación al expresaros; al resto que os den por el rasca, majos), los regalos virtuales y físicos (esa Diana... La semana que viene te doy lo tuyo, guapa), las carcajadas compartidas y el apoyo guerrillero. Creo que no sois conscientes de cuánto me habéis ayudado y yo no soy especialmente buena expresando mis sentimientos, así que os quedaréis con la intriga.
Besos emocionados,
Lady Vaga,
la diva que divaga.
miércoles, 31 de agosto de 2011
lunes, 29 de agosto de 2011
¿Qué es un ginesaurio? Decálogo breve
4 de septiembre de 2011: Gracias a Elisa, de EPEN, he tenido el placer de leer la traducción de este artículo, realizada por Úteros de Guerrilla y que podéis leer aquí, si queréis saber más sobre "10 maneras de preparar a una mamá para un mal parto". La incluyo porque me parece que está muy relacionada con lo que aquí os cuento y que puede ayudar a reconocer a los profesionales que no molan. Me emplazo desde aquí a mí misma a escribir una entrada, aún pendiente, sobre los que sí molan. He dicho.
Queridas y queridos, como parte de mi desinteresada labor divulgativa que sé que os chifla y encanta a partes iguales, hoy quiero presentaros un breve manual de consulta que os sirva como herramienta para distinguir a un buen profesional de la ginecología de un ginesaurio. Pues es este un término que usamos a menudo, dando por hecho que todos estamos más o menos de acuerdo en la definición, pero no viene nunca mal concretar y acercar puntos de vista.
Ginesaurio: (sust. masculino, ú. t. c. adjetivo) Dícese de aquel ginecólogo cuya práctica profesional se basa en la falta de respeto a la usuaria, su consideración como un mero contenedor de bebés y la intervención sobre el cuerpo de la misma sin solicitar su consentimiento ni ofrecer información y alternativas, ocultando la verdad o magnificando los peligros con el fin de obtener su sumisión tácita o explícita.
Sabrás que estás ante un ginesaurio si, al analizar tu encuentro cercano con él/ella, ves que cumple varios de estos puntos:
Ahora me despido, que tengo que localizar un pamelón divino ya,
Lady Vaga,
la diva que divaga.
Queridas y queridos, como parte de mi desinteresada labor divulgativa que sé que os chifla y encanta a partes iguales, hoy quiero presentaros un breve manual de consulta que os sirva como herramienta para distinguir a un buen profesional de la ginecología de un ginesaurio. Pues es este un término que usamos a menudo, dando por hecho que todos estamos más o menos de acuerdo en la definición, pero no viene nunca mal concretar y acercar puntos de vista.
Ginesaurio: (sust. masculino, ú. t. c. adjetivo) Dícese de aquel ginecólogo cuya práctica profesional se basa en la falta de respeto a la usuaria, su consideración como un mero contenedor de bebés y la intervención sobre el cuerpo de la misma sin solicitar su consentimiento ni ofrecer información y alternativas, ocultando la verdad o magnificando los peligros con el fin de obtener su sumisión tácita o explícita.
Sabrás que estás ante un ginesaurio si, al analizar tu encuentro cercano con él/ella, ves que cumple varios de estos puntos:
- No te pide permiso para explorarte, sino que te da órdenes: "ahora desnúdese de cintura para abajo y túmbese" no es manera de dirigirse a una dama. O me explica para qué quiere verme los bajos y me lo pide con buenas maneras, o lo más cerca que estará de ver un aparato genital femenino será en una película X.
- No te explica el porqué de una exploración o procedimiento: pues lo que decíamos en el punto 1; un ginesaurio no concibe que tenga que explicarte nada porque él sabe más que tú y eso es así, o sea que bragas abajo y calladita, maja. Ante esto, ya sabes: underwear con cinturilla bien ajustada y culo prieto por si tu seguridad flaquea.
- Le molestan las preguntas o da respuestas indirectas: no es que te vaya a mandar a cardar lana directamente, pero se saldrá por la tangente ante preguntas como "¿cuál es su índice de cesáreas?" o "¿qué opina de la episiotomía?". No vale que diga "solo la hago cuando es necesario", eso es muy subjetivo; a mí me pasa igual, solo me desnudo si lo justifica el guion (así, sin tilde, según la RAE, ¿a que suena raro?), pero ahí tienes a Sophie Marceau, que si no enseña sus bien plantadas domingas no rueda a gusto. Lo que te digo, subjetividad.
- La información que maneja está desactualizada: si le mencionas los últimos protocolos de la SEGO, apreciarás un tic en su párpado; algunos ni siquiera han tenido aún tiempo de leerse las recomendaciones de la OMS de Fortaleza (1985), porque estaban muy atareados viendo "El coche fantástico" y de ahí empalmaron con "Baywatch". No te extrañe si te responden que eso que tú dices no existe o que no quieren que lo saques de la carpeta: ellos son omniscientes y tú una palurda que por haberse leído media docena de libros y cuatro artículos de Internet ya se cree que puede parir sin máquinas que hacen "ping".
- Te pone "peros" sin más: cuando comentas con él cómo te gustaría que sea atendido tu parto o le preguntas por su modo de actuar, te remata con un "si todo va bien". Ya sabemos que las intervenciones están para cuando algo va mal, pero precisamente estás intentando asegurarte de que ese médico confía en tu cuerpo y en tu capacidad de parir; sus aparatos y técnicas quirúrgicas deberían estar a buen recaudo a menos que resulten absolutamente imprescindibles. Si ya te dice o te pone por escrito "a criterio médico", horripílate y sal de allí lo más rápido que te permitan la barriga y los zapatos, nena: firmar eso es darles carta blanca para hacer su sacrosanta voluntad sin preguntarte siquiera.
- Te regaña o trata de infantilizarte: tanto si has cogido "mucho" peso como si te has negado a una prueba anteriormente, un ginesaurio de pro lo utilizará en tu contra para ponerse en plan "papá que regaña a la niña mala", pero tú no te dejes, que ya hace mucho tiempo que nadie te dice a qué hora volver a casa ni con quién debes dormir.
- Te trata con paternalismo: "confíe en mí", "los médicos estudiamos para esto", "no se preocupe por nada", "la trataremos estupendamente". Doctor, se lo voy a explicar una vez más: nadie, ni siquiera usted, está más preocupado por mi salud y la de mi hijo que yo misma, así que desembuche y cuénteme esos terribles riesgos que corro por el hecho de llevar un niño dentro de la barriga.
- Busca problemas en cada consulta para llevarte a su terreno: cuando no es que el bebé está de nalgas, es que es pequeño para la edad gestacional, o macrosómico... O tiene mucho líquido, o poco líquido, o tú tienes la tensión muy alta o ya te vas a pasar de semanas o es que eres añosa, bonita. El caso es asustar. Ojo: ya sabemos que las complicaciones pueden producirse de verdad, pero hablamos de un profesional que no te explica por qué lo que dice está justificado, sino que usará estas u otras posibles situaciones para asustarte y que te pliegues, sin ofrecer datos o alternativas. Para pasar miedo, puedes leer a Lovecraft o ver alguna película de terror, pero al médico se va para salir con más información que cuando entraste, no para tener pesadillas por las noches. Freddy Krueger tenía unas hermosas manitas navajeras, pero no era ginesaurio, lo cual le honra: no rajaba a nadie por una gestación prolongada.
- Aprovecha que ya te ha asustado para programarte una inducción o una cesárea: esto les mola porque así organizan su agenda y no tienen que dar plantón a sus amigos, perderse la cena que organizan Pochola y Chuchi el sábado o dejar de ir a la disco por ti, pobre parturienta insignificante.
- Durante el parto, te recordará que él lo controla y que todo "es por tu bien". Volvemos al principio: en vez de preguntar, sugerir, explicar y dar alternativas, irá por la vía de los hechos consumados, diciéndote que va a hacerte tal o cual o haciéndolo directamente. Desconfía si le ves con las tijeras en la mano y no descartes utilizar la magnífica técnica de la patada voladora. Si te has decantado por la analgesia epidural, plantéate apuntar a tu marido a algún arte marcial para que sea él quien le arrebate la tijera de la mano en plan Bruce Lee o esconde a tu abogado debajo de la mesa para que le recuerde tus derechos antes de proceder al trinche.
Ahora me despido, que tengo que localizar un pamelón divino ya,
Lady Vaga,
la diva que divaga.
viernes, 26 de agosto de 2011
¡Yo a esta tía la mato!
No, queridas y queridos, no penséis que me he encontrado en el súper con mi carnicerita o con la doctora Fistra y he probado a arrancarles el moño a tirones, porque os equivocaréis.
Me refiero a mi querida Lady Rabbit, que, discreta hasta el punto del alelamiento, creó su propio blog hace dos meses y no tuvo ni la mínima vergüenza de mandarme una cartita, e-mail o notificación personal para comunicármelo. Y no me vengáis con que lo puso en su muro de féisbuc y que con eso debería valerme, porque las divas, si no lo sabéis ya os lo digo yo, no pueden estar a todo, ¡por favor! Que lo mínimo habría sido enviar una tarjetita monísima impresa en una buena cartulina y con letra cursiva bien emperifollada para comunicarme la buena nueva...
Acciones como esta solo dan lugar a malentendidos como aquellos de los que la prensa buitre gusta de hacerse eco entre folclóricas: que si la Jurado y la Pantoja no se aguantan, que si Katy Perry le ha robado unas bragas a Lady Vaga, que si Rihanna se ha depilado el chichi con una cuchilla de Beyoncè y no la ha repuesto... Vamos, que contribuye a perpetuar el manido cliché de que las divas nos llevamos mal entre nosotras y eso, ¡nohijosno!
Así que, en un acto de magnanimidad y esplendidez que solo una gran diva sedente como yo podría llevar a cabo sin despeinarse el tupé, procedo a dejaros el enlace del blog de la Rabbit, aunque no sé si en él tendrá previsto seguir contando los despropósitos que vivió en Hotel Stanley, destripando los nuevos episodios de la serie o despotricando contra lo que ella quiera, que para eso el blog es suyo.
Se despide dignamente iracunda,
Lady Vaga,
la diva que divaga.
Me refiero a mi querida Lady Rabbit, que, discreta hasta el punto del alelamiento, creó su propio blog hace dos meses y no tuvo ni la mínima vergüenza de mandarme una cartita, e-mail o notificación personal para comunicármelo. Y no me vengáis con que lo puso en su muro de féisbuc y que con eso debería valerme, porque las divas, si no lo sabéis ya os lo digo yo, no pueden estar a todo, ¡por favor! Que lo mínimo habría sido enviar una tarjetita monísima impresa en una buena cartulina y con letra cursiva bien emperifollada para comunicarme la buena nueva...
Acciones como esta solo dan lugar a malentendidos como aquellos de los que la prensa buitre gusta de hacerse eco entre folclóricas: que si la Jurado y la Pantoja no se aguantan, que si Katy Perry le ha robado unas bragas a Lady Vaga, que si Rihanna se ha depilado el chichi con una cuchilla de Beyoncè y no la ha repuesto... Vamos, que contribuye a perpetuar el manido cliché de que las divas nos llevamos mal entre nosotras y eso, ¡nohijosno!
Así que, en un acto de magnanimidad y esplendidez que solo una gran diva sedente como yo podría llevar a cabo sin despeinarse el tupé, procedo a dejaros el enlace del blog de la Rabbit, aunque no sé si en él tendrá previsto seguir contando los despropósitos que vivió en Hotel Stanley, destripando los nuevos episodios de la serie o despotricando contra lo que ella quiera, que para eso el blog es suyo.
Se despide dignamente iracunda,
Lady Vaga,
la diva que divaga.
jueves, 25 de agosto de 2011
"¡Demandados!", el nuevo éxito de la temporada, ya en Internet
Queridas y queridos, tengo el enorme placer, el grandísimo gusto y la inmensa alegría, así por no exagerar os lo digo, de presentaros el que será el gran éxito rompe-shares de la temporada otoño-invierno de estas nuestras Espeins y olé: "Demandados".
Espectacular cartel promocional, cortesía de Jose Gil. ¡Mil gracias! |
Por si alguno de vosotros aún no se ha enterado de las últimas noticias acaecidas en este nuestro pequeño mundo lleno de ginesaurios acechantes, os contaré que "Demandados" cuenta la historia real de nuestra querida Lady Rabbit, que ha sido despedida del Hotel Stanley por el simple hecho de comentarles, así de pasadilla, que estaba embarazada (mi madre, que ya sabéis que es muy del refranero español, es fan absoluta de las historias basadas en hechos reales, así que seguro que se la tragará enterita y luego me llamará: "Vaga, hija, ¿has visto la serie esa de la chica del hospital? Es auténticamente terrorífica -ella se expresa con esa vehemencia, de tal palo...- y encima lo mejor de todo es que está basada en hechos reales, es que estos hospitales, dime de qué presumes y te diré de qué careces").
Os recomiendo encarecidamente, queridas y queridos, que no os perdáis ni un solo minuto del trepidante metraje de esta fantástica obra que aúna ciencia, ficción, ciencia ficción, amor, drama, terror zombie, comedia y muchos, pero muchos despropósitos obstétricos... Puntualmente y según Lady Rabbit me dé permiso, os iré informando de las novedades en la grabación de la que será la serie más vista de todos los tiempos, más que el chichi de una parturienta en un hospital universitario.
De momento, os adelanto el contenido del primer episodio (atención: a continuación voy a hacer un glorioso spoiler, así que si no quieres enterarte de qué va la serie hasta su estreno, mejor lo dejas aquí y lees otras entradas): Lady Rabbit, interpretada en la ficción por Amaia Salamanca (creo; aún están en negociaciones para ver si a Rabbit le convence), es una joven profesional de la sanidad a la que contratan en Hotel Stanley para seis meses con la tarea de ayudar a las nuevas mamás en todo lo que necesiten y, en especial, para apoyarlas en el inicio de sus lactancias.
Nuestra ingenua y joven heroína, que ya sabe lo que se cuece en el Hotel Stanley por una buena amiga (esa es Lady Vaga, pero no he sido "ficcionada" para esta serie porque ya me harán mi propio spin-off cualquier día de estos), comienza su trabajo embutida en su sexy uniforme y llena de buenas intenciones, pese a los comentarios poco halagüeños que ha ido recopilando acerca de ese establecimiento. Convencida de poder cambiar el mundo empezando por el área de Maternidad de Hotel Stanley, Lady Rabbit/Amaia será pronto despojada de su inocencia cuando toda la maldad y el caos intrínseco del Hotel comiencen a mostrarse en terrorífico esplendor. No dejarse lavar el cerebro para ofrecer biberones a todo bicho mamante será el mayor error de la dulce Lady Rabbit, que pronto descubrirá que, para sobrevivir en el Hotel Stanley, necesita mucho más que una caja llena de Dostinex y unas cuantas jeringas desechables.
Su resignado temple y buena disposición le ayudan a sobrellevar las decepciones diarias, pero cuando se decide a anunciar su embarazo a sus compañeras y superiores, Lady Rabbit es expulsada fulminantemente de la empresa. Ante tamaña injusticia, la joven Rabbit comenzará su periplo en busca de un abogado dispuesto a ayudarla en plena canícula española: un viaje casi imposible que culminará en una demanda tan bien plantada que la sede central de Hotel Stanley no podrá ocultar su desasosiego.
La catarsis de Lady Rabbit y su metamorfosis de pequeña crisálida maja a híper zorra vengativa centran el hilo argumental de esta estremecedora obra de acción, terror y cirugía no apta para cardíacos, embarazadas ni lactantes. Sangre, episiotomías de caballo, falsas apariencias y un jefe de servicio zombie harán de las noches una pesadilla en Hotel Stanley... Avisados quedáis.
Y ahora me marcho a echar la siesta, aunque me da a mí que voy a soñar con esto y me voy a levantar meadita, meadita...
Lady Vaga,
la diva que divaga.miércoles, 24 de agosto de 2011
A preguntas chorras, respuestas "desahogás"
Lo bueno de estar de baja, queridas y queridos, es que me ahorro el escuchar tantísima chorrada que ya me sé de mi primer embarazo. Trabajando cara al público, cualquiera se cree con derecho de soltarme su gilipollez e incluso palparme la panza (sí, sí, lo han hecho dos veces en dos meses... Una clienta adorable que no me importó en absoluto, principalmente porque me pidió permiso y porque nos conocemos de antes de nacer O.G., y una señora mayor muy impertinente que me sobó sin venir a cuento, cual ginesaurio en celo), así que estos días he estado recordando algunas de las tonterías que he oído estos dos meses de incorporación al trabajo entre amenaza de prematuridad y esguince (menudo cenizo). Sentíos libres de enriquecer esta entrada con vuestras propias aportaciones y respuestas. Ah, mis respuestas son figuradas; en la realidad, dado que esto me pasa en el sitio que me paga las facturas, suelo sonreír y decir "huy, tengo muchísimo que ordenar en el almacén, con su permiso" y me voy con viento fresco. Soy así de discreta.
Señora: Uuuuuuuuuuh, qué barriga tienes, está enorme... ¡Vas a tener un niño grandísimo!
Lady Vaga: Sí, y de mayor dominará el mundo y les pondrá a todos bajo su yugo de tiranía y terror, ¡bwa-ha-ha-ha!
S: ¡Pero si estás gordísima, menuda barriga!
LV: Sí, señora, pero a mí el mes que viene se me pasa.
S: ¿Y vas a poder parir a un bebé tan grande si con el primero te tuvieron que hacer cesárea? (otra con rayos X en los ojos)
LA: Pues no lo sé, si yo tuviese el pandero como el suyo no me cabría duda de que sí, pero claro...
S: Te queda lo peor, ahora con todo el calor.
LV: Sí, las locas no pueden dormir por las noches y vienen aquí a soltar tonterías.
S: ¡Que sea una horita corta!
LV: Con que sea una horita sin escuchar chorradas, me conformo (esta respuesta sí la he dado de verdad, es que la conversación estaba siendo para morir lentamente).
S: ¿Ya vas a tener otro? Pero si el primero es muy pequeñito todavía...
LV: Las reclamaciones, en ventanilla, señora. En concreto, en la ventanilla de ese señor, que es el padre.
S: ¿Otro niño? (refiriéndose al hecho de que este segundo bebé también sea varón)
LV: Las reclamaciones a mi marido, se conoce que todos sus espermatozoides son Y.
Y otras tantas memeces que he oído, acompañadas de historias de terror de partos con más tijeras y sangre que la saga entera de Saw, pero qué queréis, como soy unineuronal, las tonterías no encuentran dónde agarrarse y, según me entran por una oreja, salen por la otra. También podemos interpretar que el sonido no se propaga en el vacío (de mi cerebro) y por eso no consiguen preocuparme (en todo caso, cabrearme, sanguínea que es una).
Y ahora, queridas y queridos, os dejo, que O.G. quiere montar un puzzle con su estupenda mamá y me temo que esa soy yo.
Besos perezosos,
Lady Vaga.
Señora: Uuuuuuuuuuh, qué barriga tienes, está enorme... ¡Vas a tener un niño grandísimo!
Lady Vaga: Sí, y de mayor dominará el mundo y les pondrá a todos bajo su yugo de tiranía y terror, ¡bwa-ha-ha-ha!
S: ¡Pero si estás gordísima, menuda barriga!
LV: Sí, señora, pero a mí el mes que viene se me pasa.
S: ¿Y vas a poder parir a un bebé tan grande si con el primero te tuvieron que hacer cesárea? (otra con rayos X en los ojos)
LA: Pues no lo sé, si yo tuviese el pandero como el suyo no me cabría duda de que sí, pero claro...
S: Te queda lo peor, ahora con todo el calor.
LV: Sí, las locas no pueden dormir por las noches y vienen aquí a soltar tonterías.
S: ¡Que sea una horita corta!
LV: Con que sea una horita sin escuchar chorradas, me conformo (esta respuesta sí la he dado de verdad, es que la conversación estaba siendo para morir lentamente).
S: ¿Ya vas a tener otro? Pero si el primero es muy pequeñito todavía...
LV: Las reclamaciones, en ventanilla, señora. En concreto, en la ventanilla de ese señor, que es el padre.
S: ¿Otro niño? (refiriéndose al hecho de que este segundo bebé también sea varón)
LV: Las reclamaciones a mi marido, se conoce que todos sus espermatozoides son Y.
Y otras tantas memeces que he oído, acompañadas de historias de terror de partos con más tijeras y sangre que la saga entera de Saw, pero qué queréis, como soy unineuronal, las tonterías no encuentran dónde agarrarse y, según me entran por una oreja, salen por la otra. También podemos interpretar que el sonido no se propaga en el vacío (de mi cerebro) y por eso no consiguen preocuparme (en todo caso, cabrearme, sanguínea que es una).
Y ahora, queridas y queridos, os dejo, que O.G. quiere montar un puzzle con su estupenda mamá y me temo que esa soy yo.
Besos perezosos,
Lady Vaga.
sábado, 20 de agosto de 2011
Si estás pariendo, no te toques la pepita
Os habéis quedado locos al leer el título, ¿eh? Pues algo así vendría a ser el ejercicio de sensacionalismo cutre-salchichero que Gema me ha dado a conocer estos días y que podéis leer aquí o a continuación, porque me voy a dar el gustazo de hacer un copia y pega de época.
Como ex periodista que soy, me duelen los ojos, el cerebro y hasta mi alma trascendente cuando leo estos titulares y algo dentro de mí me dice "nena, no mires el artículo, no va a tener nada que ver con el titular, no seas tonta, no seas ingenua, no seas incauta, no... ¡Te lo dije! Ahora te jodes, que las embarazadas no podéis tomar aspirina".
Sigue siendo verdad, queridas y queridos, esa vieja máxima, "sex sells", y cuando una lee un titular que dice "No intente masturbarse para dar a luz" piensa en historias terribles y apocalípticas, tipo "ahora me contarán que una mujer de Wichita o algún sitio raro de esos (porque no nos engañemos, estas cosas pasan en EE.UU. preferentemente, y a los informativos de la tele me remito) le dio tanta caña a su pepitilla, cual Bati-Cao pasada de pilas, que le sacó humo y, claro, acabó en cesárea, porque el pobre bebé dijo <<eh, mamá, yo no salgo hasta que los bomberos certifiquen que no hay peligro, que igual me torro al pasar>>"... "O quizá fue una parturienta de Oklahoma que se frotó el peluchito con tanto entusiasmo que al salir el bebé le borró de la frente el número de serie". Anyway, queridas y queridos, si vamos a hablar de masturbación y parto, hay textos más serios y documentados, como este, que desató cierta polémica y estupor entre los lectores habituales del blog de El Parto es Nuestro.
Bueno. Que a petición de La Teta y Más, a quien no soy capaz de negarle nada (espero que no me pida las escrituras del piso), paso a copiar y despellejar esta obra maestra del cutre-periodismo veraniego, escrita con poco arte, menos rigor y nulo contenido. Os aviso desde ya que se cita un supuesto estudio, pero sin dar resultados porcentuales ni aportar datos sobre la eficacia de cada uno de los métodos que cita. Poneos un vasito de agua y respirad hondo, que allá vamos.
Hombre, se me queda un poco cojo este articulito que, pudiendo regodearse hablando del sexo como gran disparador hormonal universal, va y solo lo menciona de pasada... Pero dejando eso de lado, boquiabierta me deja el doctor al no recomendar la estimulación de los pezones por no haber un protocolo. ¿A qué espera para diseñar uno? ¿No ha pensado que podría "jartarse" de pillar cacho por la cara si lo hace con un poco de desparpajo? Aunque, bien mirado, creo que cada mujer, incluso cada pareja, tiene su propio protocolo y lo llama "preliminares", "tonteo", "petting" o "sobeteo", según usos y costumbres... Y casi es mejor no darles ideas, que si les da por protocolizar la masturbación ya me veo al ginesaurio de turno regañando a la parturienta: "¡Señora, esa estimulación no es efectiva! ¿Es que no leyó la hojita que le dieron junto con el consentimiento (des)informado? ¿No ha hecho la preparación al parto? No se toque así, sino de esta otra manera. Que se lo explique la comadrona mientras yo las contemplo en este sofá fumándome un puro". ¡Qué miedo!
Y ahora me pongo de mala leche, porque estoy visualizando a la señorita Adolf y a sus compañeros de retiro laboro-estival charlando animadamente:
- Mira, voy a hacer una notita sobre este estudio que habla de trucos para ponerse de parto.
- Pues te va a leer el Tato, porque en pleno verano como no hables de playa o sexo, me dirás.
- No problem, meto en el titular la palabra "masturbación" y verás cómo os hundo a todos en la miseria en cuanto a número de visitas.
- Zorraca, eso no vale. Si aquí no dice nada de la masturbación, no has escrito ni dos líneas sobre eso.
- ¡Se sienteeeee!
Así que la Adolf le da a "publicar" y nos deja a todos hechos fosfatina al leer esta patraña horrible que intenta advertirnos de inimaginables peligros pero luego no entra en faena ni a la de tres, puesto que no nos revela cuántas mujeres de ese enooooooorme y documentadísimo estudio (conozco estudios de cremas anticelulíticas con mayor número de participantes) recurrieron a alguna de estas técnicas para inducirse el parto, ni cuántas de ellas utilizaron específicamente la masturbación, ni si les dio resultado o solo gustito (que ya es un buen resultado, oye), ni qué catastróficas contraindicaciones puede tener el auto-magreo pre-parto para justificar ese titular tan patético, que bien podría haber sustituido por "leedme, por favor, tengo la autoestima baja y si no recibo más de quince visitas me convertiré en una otaku por siempre jamás y oleré a cerrado hasta morir". Habría sido más honesto.
En fin, es lo que tiene el verano: insustancialidad informativa (más aún que en invierno, sí) y chorradas varias. Al menos es una edición digital y ningún árbol ha sufrido por culpa de la señorita Adolf. Como me entere de que alguno de vosotros lo imprime, os lleváis un collejón. He dicho.
Lady Vaga,
la diva que divaga.
Como ex periodista que soy, me duelen los ojos, el cerebro y hasta mi alma trascendente cuando leo estos titulares y algo dentro de mí me dice "nena, no mires el artículo, no va a tener nada que ver con el titular, no seas tonta, no seas ingenua, no seas incauta, no... ¡Te lo dije! Ahora te jodes, que las embarazadas no podéis tomar aspirina".
Sigue siendo verdad, queridas y queridos, esa vieja máxima, "sex sells", y cuando una lee un titular que dice "No intente masturbarse para dar a luz" piensa en historias terribles y apocalípticas, tipo "ahora me contarán que una mujer de Wichita o algún sitio raro de esos (porque no nos engañemos, estas cosas pasan en EE.UU. preferentemente, y a los informativos de la tele me remito) le dio tanta caña a su pepitilla, cual Bati-Cao pasada de pilas, que le sacó humo y, claro, acabó en cesárea, porque el pobre bebé dijo <<eh, mamá, yo no salgo hasta que los bomberos certifiquen que no hay peligro, que igual me torro al pasar>>"... "O quizá fue una parturienta de Oklahoma que se frotó el peluchito con tanto entusiasmo que al salir el bebé le borró de la frente el número de serie". Anyway, queridas y queridos, si vamos a hablar de masturbación y parto, hay textos más serios y documentados, como este, que desató cierta polémica y estupor entre los lectores habituales del blog de El Parto es Nuestro.
Bueno. Que a petición de La Teta y Más, a quien no soy capaz de negarle nada (espero que no me pida las escrituras del piso), paso a copiar y despellejar esta obra maestra del cutre-periodismo veraniego, escrita con poco arte, menos rigor y nulo contenido. Os aviso desde ya que se cita un supuesto estudio, pero sin dar resultados porcentuales ni aportar datos sobre la eficacia de cada uno de los métodos que cita. Poneos un vasito de agua y respirad hondo, que allá vamos.
No intente masturbarse para dar a luz
KAREN ADOLF
Cuando el parto se retrasa, la inquietud empuja a ciertas madres a intentar provocarse contracciones con remedios caseros. Un estudio publicado recientemente acaba de aclarar qué trucos son los preferidos de las mujeres encintas, la mayoría jóvenes que habían salido de cuentas. (Pero si un párrafo más abajo dices que la lista de "trucos" la han cogido de un estudio de hace diez años, ¿no será que tú te acabas de enterar de que existen, burra, más que burra?)
Caminar, copular, comer comida picante y acariciarse los pezones son las cuatro tácticas más populares, según el trabajo, publicado en la revista Birth. La mitad de las 201 mujeres embarazadas que respondieron a la encuesta usaron estos u otros métodos para intentar hacer salir del vientre a sus bebés. Parte de las madres consultadas confesaron haber recurrido también a laxantes o acupuntura, mientras otras se masturbaron, según ellas, para inducir el final de su embarazo.
La mitad de 201 son 100,5. Empezando por aquí, ya vamos mal, pero te damos un voto de confianza, señorita Adolf. En cuanto a los "remedios caseros", son, para la redactora, cualquier cosa que puedas hacer en tu casa sin ir al hospital, es decir, sin ginecólogos por medio. Dice además que usaron estos u otros métodos, toma ya el rigor. ¿Y la otra mitad no usó ninguno? ¿O entregaron la hoja en blanco?
"Se masturbaron, según ellas, para inducir el final de su embarazo". Hombre, eso de "según ellas" tiene muy mala leche, ¿eh, señorita Adolf? Que parece que quisieras insinuar que las embarazadas somos unas marranotas mentirosillas a las que nos pillan in fraganti con una mano entre las piernas y solo se nos ocurre la excusa del parto...
El trabajo, dirigido por el ginecólogo de la Universidad Estatal de Ohio Jonathan Schaffir, tomó la lista de diez trucos propuestos en su cuestionario de otro trabajo similar publicado hace diez años. Aunque la ciencia aún no ha esclarecido el mecanismo exacto que induce el parto, Schaffir cuestiona la efectividad de la mayoría de métodos caseros, ya que el nacimiento depende de hormonas liberadas por el feto, “algo sobre lo que las madres no tienen ningún control”. (Eso ya lo sabemos las mujeres; lo que hace falta es que se enteren los ginecólogos que se empeñan en enchufarnos oxitocina según entramos por la puerta del hospital, ¿o es que no se han enterado de que un gran porcentaje de las inducciones, sobre todo en primíparas, acaba en cesárea?) La mayoría de las consultadas usaron uno o más trucos por recomendación de familia, amigos e incluso médicos. Y es que resulta que, entre todas las prácticas citadas, acariciarse los pezones puede tener algo de base. La práctica produce oxitocina, que a su vez causa contracciones del útero, reconoce el doctor Schaffir, que sin embargo advierte de que sus palabras no deben tomarse como una invitación al masajeo de las areolas. “No lo recomiendo, porque no hay un protocolo establecido”, concluye.
Cuando el parto se retrasa, la inquietud empuja a ciertas madres a intentar provocarse contracciones con remedios caseros. Un estudio publicado recientemente acaba de aclarar qué trucos son los preferidos de las mujeres encintas, la mayoría jóvenes que habían salido de cuentas. (Pero si un párrafo más abajo dices que la lista de "trucos" la han cogido de un estudio de hace diez años, ¿no será que tú te acabas de enterar de que existen, burra, más que burra?)
Caminar, copular, comer comida picante y acariciarse los pezones son las cuatro tácticas más populares, según el trabajo, publicado en la revista Birth. La mitad de las 201 mujeres embarazadas que respondieron a la encuesta usaron estos u otros métodos para intentar hacer salir del vientre a sus bebés. Parte de las madres consultadas confesaron haber recurrido también a laxantes o acupuntura, mientras otras se masturbaron, según ellas, para inducir el final de su embarazo.
La mitad de 201 son 100,5. Empezando por aquí, ya vamos mal, pero te damos un voto de confianza, señorita Adolf. En cuanto a los "remedios caseros", son, para la redactora, cualquier cosa que puedas hacer en tu casa sin ir al hospital, es decir, sin ginecólogos por medio. Dice además que usaron estos u otros métodos, toma ya el rigor. ¿Y la otra mitad no usó ninguno? ¿O entregaron la hoja en blanco?
"Se masturbaron, según ellas, para inducir el final de su embarazo". Hombre, eso de "según ellas" tiene muy mala leche, ¿eh, señorita Adolf? Que parece que quisieras insinuar que las embarazadas somos unas marranotas mentirosillas a las que nos pillan in fraganti con una mano entre las piernas y solo se nos ocurre la excusa del parto...
El trabajo, dirigido por el ginecólogo de la Universidad Estatal de Ohio Jonathan Schaffir, tomó la lista de diez trucos propuestos en su cuestionario de otro trabajo similar publicado hace diez años. Aunque la ciencia aún no ha esclarecido el mecanismo exacto que induce el parto, Schaffir cuestiona la efectividad de la mayoría de métodos caseros, ya que el nacimiento depende de hormonas liberadas por el feto, “algo sobre lo que las madres no tienen ningún control”. (Eso ya lo sabemos las mujeres; lo que hace falta es que se enteren los ginecólogos que se empeñan en enchufarnos oxitocina según entramos por la puerta del hospital, ¿o es que no se han enterado de que un gran porcentaje de las inducciones, sobre todo en primíparas, acaba en cesárea?) La mayoría de las consultadas usaron uno o más trucos por recomendación de familia, amigos e incluso médicos. Y es que resulta que, entre todas las prácticas citadas, acariciarse los pezones puede tener algo de base. La práctica produce oxitocina, que a su vez causa contracciones del útero, reconoce el doctor Schaffir, que sin embargo advierte de que sus palabras no deben tomarse como una invitación al masajeo de las areolas. “No lo recomiendo, porque no hay un protocolo establecido”, concluye.
Y ahora me pongo de mala leche, porque estoy visualizando a la señorita Adolf y a sus compañeros de retiro laboro-estival charlando animadamente:
- Mira, voy a hacer una notita sobre este estudio que habla de trucos para ponerse de parto.
- Pues te va a leer el Tato, porque en pleno verano como no hables de playa o sexo, me dirás.
- No problem, meto en el titular la palabra "masturbación" y verás cómo os hundo a todos en la miseria en cuanto a número de visitas.
- Zorraca, eso no vale. Si aquí no dice nada de la masturbación, no has escrito ni dos líneas sobre eso.
- ¡Se sienteeeee!
Así que la Adolf le da a "publicar" y nos deja a todos hechos fosfatina al leer esta patraña horrible que intenta advertirnos de inimaginables peligros pero luego no entra en faena ni a la de tres, puesto que no nos revela cuántas mujeres de ese enooooooorme y documentadísimo estudio (conozco estudios de cremas anticelulíticas con mayor número de participantes) recurrieron a alguna de estas técnicas para inducirse el parto, ni cuántas de ellas utilizaron específicamente la masturbación, ni si les dio resultado o solo gustito (que ya es un buen resultado, oye), ni qué catastróficas contraindicaciones puede tener el auto-magreo pre-parto para justificar ese titular tan patético, que bien podría haber sustituido por "leedme, por favor, tengo la autoestima baja y si no recibo más de quince visitas me convertiré en una otaku por siempre jamás y oleré a cerrado hasta morir". Habría sido más honesto.
En fin, es lo que tiene el verano: insustancialidad informativa (más aún que en invierno, sí) y chorradas varias. Al menos es una edición digital y ningún árbol ha sufrido por culpa de la señorita Adolf. Como me entere de que alguno de vosotros lo imprime, os lleváis un collejón. He dicho.
Lady Vaga,
la diva que divaga.
martes, 16 de agosto de 2011
¡Ya tenemos carta del jefe de servicio!
Queridas y queridos, os comunico que hoy Lord Muchomacho me ha traído, entre grandes carcajadas y amenazas de doblarse sobre sí mismo en toda su estatura de casi dos metros, sendos bultitos procedentes de Correos: uno era un envío de la gentil Diana (me ha encantado todo lo que me has mandado, querida, me he emocionado hasta la lágrima, será que tengo ya la hormona tontita a mis casi 36... semanas de embarazo, no años, que aún me faltan para llegar), que ha tenido el detalle de enviarme unas preciosas obras de bisutería, algunas incluso con piezas de reciclaje (con lo que me gusta a mí eso del secondlife) y una deliciosa mermelada cuyo olor ha hecho delirar a mi hombre; el otro, como sospechábamos, era la carta del jefe de servicio con la regañina que se quedó con ganas de echar la semana pasada.
¡Qué gozada! Me imagino su cara cuando la secretaria le dijo "oiga, don boss, que la borde esta dice que no viene", porque oye, si lo ha puesto por escrito es que le ha sentado mal... Y también le ha fastidiado que pidiese mi historia clínica, ay, que me mondo... Pobrecito... Al final, no ir fue lo mejor que podría haber hecho, ahora tengo un documento escrito por él para enmarcar...
Os la copio porque no tiene desperdicio, pero os aviso desde ya que no esperéis otro asalto de esta particular recreación de "Armas de mujer" porque ahora ya tengo lo que necesitaba y voy a dedicarme a estar tranquila en casa y a relajarme hasta el día del parto. También os pido que no me digáis "ole, Lady, qué valiente has sido", porque de valiente nada: cada paso que doy, cada vez que me opongo a las "órdenes" de un médico paso muy mal rato, con ansiedad incluida, porque me han educado en el endiosamiento de estos profesionales (como a ellos, ¡qué casualidad!) y porque, queridas y queridos, en el fondo tengo miedo de que toda esta batalla me perjudique si finalmente tengo que ir a parir al hospital. Lord Muchomacho dice que no, que ya se andarán con ojo ellos porque saben que soy así de pesadita, pero yo no estoy tan segura y ahora necesito refugiarme en mí misma después de haber llegado hasta aquí.
En fin, paso a transcribiros la elegante prosa de este señor con su sintaxis tal cual. Mis comentarios, en rosa chicle.
Estimada señora:
He recibido su Plan de Parto hace unos días y he mandado citarla pero según me dice la secretaria que Vd. le ha resopndido que su tiempo es muy limitado y no le permite asistir a esta entrevista que tengo habitualmente con todas las gestantes que solicitan un plan de parto no medicalizado específico. También he visto que no se ha presentado a una cita a primeros de julio en el hospital y que ha solicitado una copia de su historia clínica, la cual se la pasé al Servicio administrativo que las tramita.
Le contesto a estos puntos concretos:
El protocolo de actuación en partos de alto riesgo de este Servicio es de obligado cumplimiento estando encaminado a mejorar la morbimortalidad maternofetal y es por ello por lo que canalizamos una vía al ingreso, monitorizamos los partos de forma continua, y no está permitido el paso a los quirófanos de ningún familiar. Le comunico que no permitimos personal ajeno al Servicio durante el parto, pero si la de su cónyuge o familiar que desee y no se puede asegurar la misma matrona ante un probable parto vaginal, pues el número de partos por día es muy variable. Le comento también que ofrecemos la posibilidad de parto vaginal en mujeres con cesárea anterior, previa lectura y firma de consentimiento informado.
Atentamente, le saluda.
Y hasta aquí mis aventuras con el jefe de servicio. Ahora me voy con O. G. a hacer torres de construcciones para que me salga albañil o arquitecto, pero nunca, por favor, nunca ginesaurio.
Se despide por el momento,
Lady Vaga,
la diva que no se caga.
¡Qué gozada! Me imagino su cara cuando la secretaria le dijo "oiga, don boss, que la borde esta dice que no viene", porque oye, si lo ha puesto por escrito es que le ha sentado mal... Y también le ha fastidiado que pidiese mi historia clínica, ay, que me mondo... Pobrecito... Al final, no ir fue lo mejor que podría haber hecho, ahora tengo un documento escrito por él para enmarcar...
Os la copio porque no tiene desperdicio, pero os aviso desde ya que no esperéis otro asalto de esta particular recreación de "Armas de mujer" porque ahora ya tengo lo que necesitaba y voy a dedicarme a estar tranquila en casa y a relajarme hasta el día del parto. También os pido que no me digáis "ole, Lady, qué valiente has sido", porque de valiente nada: cada paso que doy, cada vez que me opongo a las "órdenes" de un médico paso muy mal rato, con ansiedad incluida, porque me han educado en el endiosamiento de estos profesionales (como a ellos, ¡qué casualidad!) y porque, queridas y queridos, en el fondo tengo miedo de que toda esta batalla me perjudique si finalmente tengo que ir a parir al hospital. Lord Muchomacho dice que no, que ya se andarán con ojo ellos porque saben que soy así de pesadita, pero yo no estoy tan segura y ahora necesito refugiarme en mí misma después de haber llegado hasta aquí.
En fin, paso a transcribiros la elegante prosa de este señor con su sintaxis tal cual. Mis comentarios, en rosa chicle.
Estimada señora:
He recibido su Plan de Parto hace unos días y he mandado citarla pero según me dice la secretaria que Vd. le ha resopndido que su tiempo es muy limitado y no le permite asistir a esta entrevista que tengo habitualmente con todas las gestantes que solicitan un plan de parto no medicalizado específico. También he visto que no se ha presentado a una cita a primeros de julio en el hospital y que ha solicitado una copia de su historia clínica, la cual se la pasé al Servicio administrativo que las tramita.
Bueno, bueno, por partes, que aquí hay tomate:
- En primer lugar, yo no le he mandado un "Plan de Parto", sino un consentimiento informado, pero llámelo usted como más le plazca.
- Sí, mi tiempo es limitado: hasta hace una semana tenía que trabajar cubriendo los huecos de mis compañeros, que se han cogido sus merecidas vacaciones. Y sí, es valioso, porque a mí me pagan por resolver los problemas de mis clientes y no por amedrentar señoras embarazadas, así que fíjese usted qué importante soy.
- Lo de que mantiene esta entrevista con todas es MENTIRA, y lo pongo en mayúsculas porque Lady Rabbit le ha mandado otro plan de parto el mismo día (pero ella por burofax, que a chula no la gana ni Esperanza Aguirre vestida para celebrar el 2 de mayo) y no la ha llamado ni nada. Es más, en su anterior embarazo también le presentó un plan y usted solo habló con ella por teléfono, nada de verse las caras. Vale que yo soy guapísima, pero me parece mal que le haga un desprecio a la chavala solo por que la tenga más vista, doctor.
- Yo no he "solicitado" nada; me he limitado a ponerle por escrito mis preferencias y deseos respecto a mi parto.
- La cita de primeros de julio no tenía sentido, puesto que una doctora de su equipo me dio el alta médica, me dijo "este embarazo no es alto riesgo ni nada" y accedió a que los siguientes controles los hiciese en mi centro de salud.
- Ah, ¿que mi historia la tenía usted? ¿Y dónde las guarda, en el bolsillo de detrás del pantalón? Porque yo llevo dos meses esperando y no me mandan nada...
Entonces, está usted llamando negligente al Sistema Nacional de Salud, puesto que en mi centro de salud no me derivaron a Alto Riesgo al saber que tenía cesárea previa. Ah, y se está pasando por la costura de la entrepierna las recomendaciones de la SEGO, que no sé si le suena pero es una agrupación de ginecólogos, eso que se supone que es usted. Ande, ande, que me quiere usted asustar con un cuento de esos de úteros que explotan como palomitas de maíz de quinientos megatones...
A mí me la suda lo que permita su protocolo, según una doctora de su equipo, repito, yo no soy de alto riesgo. Aclárense y luego me cuentan, oigan.
Vd. cita en su carta que no da su consentimiento para:
- Canalización por vía intravenosa lo cual consideramos imprescindible y obligatorio.
- No permite la monitorización continua de madre y feto.
- Me pide que, aparte de su marido, esté una doula en su parto.
- Que la atienda una matrona y que sea la misma durante todo el proceso del parto.
- Solicita en caso de terminar en cesárea la presencia de su marido en el quirófano.
Se le da bien el copy-paste, doctor. Si le extraña lo que pido, revise la Estrategia de Atención al Parto Normal, las recomendaciones de la SEGO y la OMS, la Guía NICE y hasta el Muy Interesante. Lo de la vía es una cosa arcaica y usted también debería llevarla cogida siempre, no vaya a ser que se me caiga por la calle, que no está en edad de hacer el tonto. Por cierto, teniendo en cuenta la flebitis nosocomial que me llevé de su hospital, no sé por qué le extraña que no quiera vía... Y lo de que es obligatorio, permita que me ría, ¿piensan atarme para ponérmela? ¿O darme un par de sopapos? ¿O vendrá mi madre a regañarme si no me dejo?
No sé en qué le molesta que haya una doula conmigo, si las habitaciones son bastante amplias, ni qué más le da que pida que no me vengan a meter mano quince comadronas diferentes. Y, por supuesto, si el príncipe pudo estar en las cesáreas de Leti, mi Muchomacho puede estar en quirófano conmigo, porque es verdad que no es estéril (a las pruebas me remito) pero seguro que mucho más limpio que cualquiera de ustedes.
Le contesto a estos puntos concretos:
El protocolo de actuación en partos de alto riesgo de este Servicio es de obligado cumplimiento estando encaminado a mejorar la morbimortalidad maternofetal y es por ello por lo que canalizamos una vía al ingreso, monitorizamos los partos de forma continua, y no está permitido el paso a los quirófanos de ningún familiar. Le comunico que no permitimos personal ajeno al Servicio durante el parto, pero si la de su cónyuge o familiar que desee y no se puede asegurar la misma matrona ante un probable parto vaginal, pues el número de partos por día es muy variable. Le comento también que ofrecemos la posibilidad de parto vaginal en mujeres con cesárea anterior, previa lectura y firma de consentimiento informado.
- ¿Protocolo de obligado cumplimiento? Va a resultar que se lo grabó Moisés en piedra y de ahí no se mueven, ¿eh, abuelete?
- ¿Y si le digo que la doula es mi hermana sí le deja pasar? Porque no dice usted nada de que tenga que ir con un único acompañante...
- Qué bien que me den la posibilidad previa lectura y firma de consentimiento informado, porque eso es justamente lo que le he presentado... ¿O pretenderá usted hacerme firmar un consentimiento en bloque redactado por ustedes y al cual no puedo yo hacer ninguna apostilla? En ese caso, reciba mis más desternilladas carcajadas.
Atentamente, le saluda.
- Le repito por enésima vez que mi parto no es de alto riesgo (dicho por una médica de su equipo, a ver si estamos a lo que estamos) y que, por tanto, "la dirección" debería llevarla una matrona, como marca la Estrategia de Atención al Parto Normal.
- ¿Si quiero dar qué? Yo a usted no quiero darle ni la hora en tanto no aprenda a redactar correctamente, señor.
- Me parecen fenomenal sus medios técnicos, pero yo estoy hablando de medios humanos, es decir, de que me traten como una persona y no como un útero relleno de bebé. Si no le importa, claro.
- O sea, que pretende usted que yo llegue a su hospital, me deje hacer de todo bien quietecita "por mi bien" y encima les firme un cheque en blanco poniendo mi cuerpo a su disposición.
Y hasta aquí mis aventuras con el jefe de servicio. Ahora me voy con O. G. a hacer torres de construcciones para que me salga albañil o arquitecto, pero nunca, por favor, nunca ginesaurio.
Se despide por el momento,
Lady Vaga,
la diva que no se caga.
El concurso de Diana, en su blog
Queridas y queridos, sé que Diana, del blog "Hoy en mi ventana", me perdonará porque sabe que he pasado la semana inmersa en mis propias cuitas fisioterapéuticas, pero no sé si podré esperar lo mismo de vuestra indulgencia cuando os cuente que en su blog se está organizando un sorteo la mar de interesante.
Por mí no os diría nada, porque lo quiero ganar yo, pero bueno, me puede mi magnanimidad de Lady en horas bajas: el premio son unos collares y unos pendientes a juego diseñados, confeccionados y enviados a vuestras casas por la propia Diana. ¿Qué? ¿Cómo se os queda el cuerpo? ¿A que mola? Pues dicho esto, visitad este enlace y os apuntáis, o mejor, no lo visitéis y no os apuntéis y así tengo yo más posibilidades de ser la agraciada. Que esta Diana es muy apañada y a mí las "bisutis" me privan, chatines.
Y dicho esto, os dejo, no sin antes conminaros a echar un vistazo a su blog so pena de perderos un espacio de reflexión muy chulo. He dicho.
Lady Vaga,
la diva que divaga.
Por mí no os diría nada, porque lo quiero ganar yo, pero bueno, me puede mi magnanimidad de Lady en horas bajas: el premio son unos collares y unos pendientes a juego diseñados, confeccionados y enviados a vuestras casas por la propia Diana. ¿Qué? ¿Cómo se os queda el cuerpo? ¿A que mola? Pues dicho esto, visitad este enlace y os apuntáis, o mejor, no lo visitéis y no os apuntéis y así tengo yo más posibilidades de ser la agraciada. Que esta Diana es muy apañada y a mí las "bisutis" me privan, chatines.
Y dicho esto, os dejo, no sin antes conminaros a echar un vistazo a su blog so pena de perderos un espacio de reflexión muy chulo. He dicho.
Lady Vaga,
la diva que divaga.
viernes, 12 de agosto de 2011
Con muletas y a lo loco
Queridas y queridos, la de hoy ha sido una mañana muy, muy completita, lo que viene siendo un "no parar", para entendernos. Os detallaré las apretadísimas citas de mi agenda del día para que entendáis por qué hoy me viene tan divinamente el reposo (O. G. debe de estar también baldado, porque se ha tirado al suelo cual soldado en la trinchera y se mueve al ralentí).
En primer lugar, teníamos cita con nuestra comadrona de parto en casa, una mujer cuya energía y sabiduría me dan tan buen rollo que creo que con ella sería capaz de parir hasta en mitad del desierto del Gobi (un día le dedicaré una entrada, os lo prometo, y me tendréis envidia, aseguro). La cita era a las diez y nosotros, para no variar, hemos salido de casa a menos cuarto, como solemos hacer los VIP. Lo primero era dejar a O. G. con mi cuñada, para que descansase y jugase a gusto, así que, viendo que llegábamos tarde-tardísimo, llamo a mi comadrona para avisarla del retraso.
Ella me coge el teléfono, extrañada, y me asegura que nuestra cita era a las once, que la pillo desayunando tranquilamente... Bueno, pues no pasa nada: dejamos a O. G. y hacemos escala en el trabajo, aprovecho para hacer unos cuantos pedidos del día anterior (sí, ya sé que estoy de baja, pero alguien tiene que levantar la economía de este país y Naiara sola no puede, darlings) y volvemos a salir en dirección al centro con, esta vez sí, británica puntualidad.
Un detalle: si necesitáis usar muletas, vigilad bien en qué aparcamiento dejáis el coche. Nosotros hemos salido por el acceso para minusválidos y nos hemos quedado a cuadros cuando hemos visto que la salida era una escalera, más planita, pero escalera al fin y al cabo, junto con una plataforma de esas salva-niveles... Que digo yo, si vas en silla de ruedas tú solo y la plataforma está en el otro extremo de la escalera, ¿qué haces, das voces al cajero a ver si sale a mandarte la plataforma? Total, que al final he subido con mis monísimas muletas rojas y apoyando el piececillo pocho como buenamente he podido hasta la superficie, en plan criatura del inframundo que lleva eones sin ver el sol, pero en versión chica monísima con vestido blanco (cómo no) y chanclas rojas a juego con las muletas y el vendaje (sí, queridos admiradores, Lady Vaga ha salido de casa en chanclas... ¡Horreur! Pero, antes de que os queméis a lo bonzo o intentéis ahogaros en el bidé, os diré que eran unas chanclas súper-cuquis con unos lacitos rojos la mar de coquetos. Vamos, que hasta al fisioterapeuta le han gustado, creo yo).
A continuación había que rodear la plaza Mayor, llena como siempre de turistas que no miran hacia el frente, sino hacia los escaparates de los bares. Las muletas imprimen una mala hostia muy housiana y yo la he vivido con ardor, pues, harta de no conseguir pasar entre los rojizos individuos que me rodeaban moviéndose a la velocidad de un Homo Cutrensis congelado, he tenido que increparles para que abriesen paso. Lord Muchomacho se ha carcajeado bien a gusto y ha elogiado la prudencia de los turistas, pues ya estaba temiendo que el siguiente peldaño en la escalada de violencia ladyvaguense sería clavarles el extremo de la muleta en las costillas para lograr algo de espacio.
Subir a casa de mi comadrona ya no ha resultado, por tanto, ningún reto, a pesar de estar la escalera en obras y revuelta como el vestidor de una pija la tarde de un sábado antes de la sesión light. Con ella, como siempre, todo correcto: U-6 ha decidido colocar la espalda al otro lado, lo cual me parece igual de bien que cuando la tenía a la izquierda, he aprendido a palpar su cabecita (¡alucinante!) y hemos quedado para la visita domiciliaria, que en un futuro os relataré con mis habituales gracejo y desparpajo.
De ahí, directos al fisioterapeuta (¡gracias, Ruth!), que me ha sobado el tobillo a manos llenas haciéndome poner caras raras y gritar cosas más raras aún, pero no por la mala leche que imprime el llevar muletas, sino porque me ha dolido un güevo, lo juro. Yo creo que te dan tal paliza que cuando sales ya ni sientes ni padeces y piensas "jo, pues me ha dejado nueva, oye, no me duele nada el tobillo". Claro, porque tu cerebro ha desconectado esa zona so pena de hacer que te retuerzas en plena calle cual pescadilla fuera del agua.
Diagnóstico: esguince leve, un par de semanitas de no hacer el cabra. Órdenes: apoyar el pie con toda la normalidad posible y usar una muleta si me siento más segura (dado que mi centro de gravedad debe de estar actualmente por delante de la mismísima punta de mis pies); no mojar el vendaje y volver el miércoles. Flipes: que la médica de cabecera me haya prescrito ibuprofeno para la inflamación estando embarazada; el fisioterapeuta se ha puesto de varios colores antes de comentar, muy diplomáticamente, que qué fuerte.
Así que he salido de allí bailando el charleston con una sola muleta mientras Lord Muchomacho esgrimía la otra en marcial actitud para defenderme de cualquier malhechor que osase acechar a una embarazada cojitranca por la city y hemos decidido celebrar que aún nos sobraba un ratito para acercarnos al Faborit a tomarnos un algo juntitos y solos just the two of us, como dice la canción, por primera vez desde que O. G. asomó la cabeza a este mundo. Granizado de naranja para la dama, que se lo merece, y té japonés helado para el caballero, que para eso nació samurai en el sitio equivocado. Momentos de amor, amor, amor, como el Junco y Lola Flores, y de vuelta al aparcamiento para recoger el coche, a O. G. y el burofax de Hotel Stanley.
¿Cómo? ¿Que qué burofax? ¡Ay, queridas y queridos, es que ayer no os lo conté, con tantas cosas como me bullían en el cerebrito! Pues ayer llamaron a la puerta y yo, lógicamente, pasé de levantarme a abrir, así que me dejaron el aviso para recoger un burofax procedente de tan elegante institución y a eso hemos ido después de terminar nuestras gestiones en el centro. Yo me temía que fuesen a escribirme para alguna memez que me restase zen, pero no, qué va: me han mandado la documentación que aún le faltaba a mi historia clínica (gracias a que Lord Muchomacho se puso cabezón, le dijo a la de Atención al Paciente que menos guasa, tía Blasa, y me convenció para cascarles una reclamación como es debido -la enésima, creo), ordenada y explicadita. Eso sí, para el tachón aún no me han dado explicación alguna, pero bueno, tiempo al tiempo, tampoco hay que sobrecargarles.
De ahí, al centro de salud, para explicarle a la enfermera lo del fisioterapeuta y anular la cita con la médica de cabecera. Y, por fin, a comer a casa tranquilamente, que son muchas emociones para una sola Lady en tan poquitas horas.
Ahora, queridas y queridos, procedo a languidecer en mi sofá cual diva de los años cuarenta, que para eso me han dado la baja.
Besos sedentes,
Lady Vaga.
En primer lugar, teníamos cita con nuestra comadrona de parto en casa, una mujer cuya energía y sabiduría me dan tan buen rollo que creo que con ella sería capaz de parir hasta en mitad del desierto del Gobi (un día le dedicaré una entrada, os lo prometo, y me tendréis envidia, aseguro). La cita era a las diez y nosotros, para no variar, hemos salido de casa a menos cuarto, como solemos hacer los VIP. Lo primero era dejar a O. G. con mi cuñada, para que descansase y jugase a gusto, así que, viendo que llegábamos tarde-tardísimo, llamo a mi comadrona para avisarla del retraso.
Ella me coge el teléfono, extrañada, y me asegura que nuestra cita era a las once, que la pillo desayunando tranquilamente... Bueno, pues no pasa nada: dejamos a O. G. y hacemos escala en el trabajo, aprovecho para hacer unos cuantos pedidos del día anterior (sí, ya sé que estoy de baja, pero alguien tiene que levantar la economía de este país y Naiara sola no puede, darlings) y volvemos a salir en dirección al centro con, esta vez sí, británica puntualidad.
Un detalle: si necesitáis usar muletas, vigilad bien en qué aparcamiento dejáis el coche. Nosotros hemos salido por el acceso para minusválidos y nos hemos quedado a cuadros cuando hemos visto que la salida era una escalera, más planita, pero escalera al fin y al cabo, junto con una plataforma de esas salva-niveles... Que digo yo, si vas en silla de ruedas tú solo y la plataforma está en el otro extremo de la escalera, ¿qué haces, das voces al cajero a ver si sale a mandarte la plataforma? Total, que al final he subido con mis monísimas muletas rojas y apoyando el piececillo pocho como buenamente he podido hasta la superficie, en plan criatura del inframundo que lleva eones sin ver el sol, pero en versión chica monísima con vestido blanco (cómo no) y chanclas rojas a juego con las muletas y el vendaje (sí, queridos admiradores, Lady Vaga ha salido de casa en chanclas... ¡Horreur! Pero, antes de que os queméis a lo bonzo o intentéis ahogaros en el bidé, os diré que eran unas chanclas súper-cuquis con unos lacitos rojos la mar de coquetos. Vamos, que hasta al fisioterapeuta le han gustado, creo yo).
A continuación había que rodear la plaza Mayor, llena como siempre de turistas que no miran hacia el frente, sino hacia los escaparates de los bares. Las muletas imprimen una mala hostia muy housiana y yo la he vivido con ardor, pues, harta de no conseguir pasar entre los rojizos individuos que me rodeaban moviéndose a la velocidad de un Homo Cutrensis congelado, he tenido que increparles para que abriesen paso. Lord Muchomacho se ha carcajeado bien a gusto y ha elogiado la prudencia de los turistas, pues ya estaba temiendo que el siguiente peldaño en la escalada de violencia ladyvaguense sería clavarles el extremo de la muleta en las costillas para lograr algo de espacio.
Subir a casa de mi comadrona ya no ha resultado, por tanto, ningún reto, a pesar de estar la escalera en obras y revuelta como el vestidor de una pija la tarde de un sábado antes de la sesión light. Con ella, como siempre, todo correcto: U-6 ha decidido colocar la espalda al otro lado, lo cual me parece igual de bien que cuando la tenía a la izquierda, he aprendido a palpar su cabecita (¡alucinante!) y hemos quedado para la visita domiciliaria, que en un futuro os relataré con mis habituales gracejo y desparpajo.
De ahí, directos al fisioterapeuta (¡gracias, Ruth!), que me ha sobado el tobillo a manos llenas haciéndome poner caras raras y gritar cosas más raras aún, pero no por la mala leche que imprime el llevar muletas, sino porque me ha dolido un güevo, lo juro. Yo creo que te dan tal paliza que cuando sales ya ni sientes ni padeces y piensas "jo, pues me ha dejado nueva, oye, no me duele nada el tobillo". Claro, porque tu cerebro ha desconectado esa zona so pena de hacer que te retuerzas en plena calle cual pescadilla fuera del agua.
Diagnóstico: esguince leve, un par de semanitas de no hacer el cabra. Órdenes: apoyar el pie con toda la normalidad posible y usar una muleta si me siento más segura (dado que mi centro de gravedad debe de estar actualmente por delante de la mismísima punta de mis pies); no mojar el vendaje y volver el miércoles. Flipes: que la médica de cabecera me haya prescrito ibuprofeno para la inflamación estando embarazada; el fisioterapeuta se ha puesto de varios colores antes de comentar, muy diplomáticamente, que qué fuerte.
Así que he salido de allí bailando el charleston con una sola muleta mientras Lord Muchomacho esgrimía la otra en marcial actitud para defenderme de cualquier malhechor que osase acechar a una embarazada cojitranca por la city y hemos decidido celebrar que aún nos sobraba un ratito para acercarnos al Faborit a tomarnos un algo juntitos y solos just the two of us, como dice la canción, por primera vez desde que O. G. asomó la cabeza a este mundo. Granizado de naranja para la dama, que se lo merece, y té japonés helado para el caballero, que para eso nació samurai en el sitio equivocado. Momentos de amor, amor, amor, como el Junco y Lola Flores, y de vuelta al aparcamiento para recoger el coche, a O. G. y el burofax de Hotel Stanley.
¿Cómo? ¿Que qué burofax? ¡Ay, queridas y queridos, es que ayer no os lo conté, con tantas cosas como me bullían en el cerebrito! Pues ayer llamaron a la puerta y yo, lógicamente, pasé de levantarme a abrir, así que me dejaron el aviso para recoger un burofax procedente de tan elegante institución y a eso hemos ido después de terminar nuestras gestiones en el centro. Yo me temía que fuesen a escribirme para alguna memez que me restase zen, pero no, qué va: me han mandado la documentación que aún le faltaba a mi historia clínica (gracias a que Lord Muchomacho se puso cabezón, le dijo a la de Atención al Paciente que menos guasa, tía Blasa, y me convenció para cascarles una reclamación como es debido -la enésima, creo), ordenada y explicadita. Eso sí, para el tachón aún no me han dado explicación alguna, pero bueno, tiempo al tiempo, tampoco hay que sobrecargarles.
De ahí, al centro de salud, para explicarle a la enfermera lo del fisioterapeuta y anular la cita con la médica de cabecera. Y, por fin, a comer a casa tranquilamente, que son muchas emociones para una sola Lady en tan poquitas horas.
Ahora, queridas y queridos, procedo a languidecer en mi sofá cual diva de los años cuarenta, que para eso me han dado la baja.
Besos sedentes,
Lady Vaga.
jueves, 11 de agosto de 2011
Lady Vaga 2.0: más Vaga todavía...
Tal que así voy yo, cangureando a U-6 y quejándome a la menor, pero en plan divina, of course. |
- Nene, haz el favor, tráete el portátil y un libro, que me aburro...
Lord Muchomacho aparece con los artículos solicitados y la sonrisa guasona en la cara:
- Qué, ¿preparando la segunda temporada de Lady Vaga?
Y yo me acuerdo de Daft Punk y eso tan bonito de "Harder, better, faster, stronger", que en mi caso podríamos sustituir por "weaker, monguer"...
miércoles, 10 de agosto de 2011
Lady Vaga gana el premio Preñi-Pupas 2011
Queridas y queridos, por unanimidad, aclamación popular, votos por SMS y consenso universal del jurado, vuestra adorada Lady Vaga ha sido galardonada con el prestigioso award Preñi-Pupas 2011, en la categoría "Embarazada con mayor cenizo del año". Ahí es nada. Estoy encantada de la vida revisando mentalmente mi vestidor para escoger modelito y deseando asistir a la ceremonia de entrega, donde seré agasajada con un trofeo conmemorativo enorme y de muy mal gusto con muchos "doraos", dotación en metálico (escueta, es cierto, estamos en crisis), ramo de flores y banda tipo Miss talla especial para rodear mi prominente barriga de súper preñada.
¿Preguntáis por mis méritos? Bueno, creo que no habréis olvidado el principal, aquel gracias al cual decidí abrir este espacio de ocio y despotrique ginesáurico y divino al que sois adictos: presunta fisura de la bolsa de líquido amniótico en la semana 14 de embarazo, para sorpresa, regocijo y estudio incesante del personal de Hotel Espe, que no se cansaba de recordarme que mi caso era muy raro al no mediar amniocentesis en el incidente. Quince días de ingreso, alta voluntaria y otros dos meses y medio de baja con indicación de reposo modelo "no-te-levantes-más-que-para-mear-bonita".
Pero, por si esto fuera poco, y alguna otra preñada con peor fario me anduviese a la zaga, mi excelsa persona, ansiosa de admiración y reconocimiento por parte del respetable (esos sois vosotros, queridos), decidió pisar con el taconazo a modo de destornillador eléctrico los juanetes de la competencia subiendo un par de puntos más el nivel de la competición.
Aquí va: hoy me he caído en plena calle de camino a la ecografía del tercer trimestre. Como lo leéis. Una alcantarilla desnivelada respecto a la acera y supongo que un exceso de relaxina en sangre me han llevado (después de dos amagos en el trabajo a cual más aparatoso, pues el segundo ha cursado con carrera trastabillante de cinco pasos gabinete a través hasta el cristal del taller, en el cual han quedado estampadas mis cinco huellitas dactilares y la marca de mi macropanza para pánico de Lord Muchomacho, que a punto ha estado de echar cuerpo a tierra pensando que se le venía encima un obús de la Segunda Guerra Mundial sin previo aviso) a tocar tierra al más puro estilo "Twister" pero sin ruleta de colores.
He parado la caída con la muñeca y pie derechos y la rodilla izquierda, así que he conseguido que U-6 no aterrizase de morros en el suelo, lo cual era mi primera preocupación. La segunda era intentar no enseñar el underwear a todos los transeúntes, pues mi gusto por los vestidos ibicencos blancos -en mis dos embarazos me ha dado por vestir de blanco, será para dar idea de pureza, ya que de virginidad, nones- ha alcanzado grado de obsesión y hoy lucía yo uno bastante corto, hecho que me obliga a usar ropa interior de color carne, cortada a láser y de tiro muy bajo para que no moleste en la tripa.
Del golpe me he quedado con mal cuerpo, ganas de vomitar y susto. O. G. se ha asustado también y solo sabía decir "mamá cayó, mamá cayó", cual Íñigo en Directísimo pero con la melena en la cabeza, en vez de en el bigote.
La ecografista, después de alucinar al verme entrar en consulta cojeando, con una rodilla sangrante y sujeta por mi cuñada (pobre, se pasa de buena, ha aseverado que en ningún momento se me vio la ropa interior, cuando yo estoy segura de que mañana mi underwear será trend topic en Twitter y vídeo del día en Youtube desde varios ángulos), se ha asegurado de que U-6 está perfectamente, le ha estimado un peso de 2.500g y le ha mirado las pelotillas por si había cambiado de sexo en estos dos meses (cosa que no entiendo, de verdad os digo, porque yo ni pregunto por los genitales de mis vástagos hasta que se los veo).
De vuelta a casa, hemos parado a comprar hielo para mi tobillo, que estaba adquiriendo el tamaño y la consistencia de un melocotón pocho, y hemos pasado por el centro de salud a ver a mi médica de cabecera, que se ha alegrado porque hacía tiempo que no nos veíamos y ha procedido a palparme y torcerme el pie en varios ángulos para ver si era un esguince. Lo es, por lo visto. Así que aquí estoy, okupando de nuevo mi Chester blanco como la diva que soy, languideciendo in style con un vendaje monísimo hasta la rodilla que pretende mantenerme relativamente inmovilizada (algo a lo que ya estoy acostumbrada, no hace falta ni vendarme con la práctica que he cogido desde marzo) y de baja, imagino ya que hasta el final del embarazo. Al menos, el vendaje calcetinesco que llevo es de color blanco, así que no desentona con mi vestidito. Que una estará lesionada, pero no hay que perder el sentido de la estética ni en tan adversas circunstancias.
¿Problema principal? Las muletas. No me apaño nada, queridas y queridos. Quizá os cueste creerlo, pero mi coordinación es nula, así que no solo soy una pésima bailarina (que también; no se puede tener todo en esta vida, principalmente porque no hay donde guardarlo), sino que soy absolutamente incapaz de andar a la pata coja bamboleando mi gran barriga sin que el centro de gravedad se me traslade a la oreja izquierda, más o menos. Así que me toca apoyarme en Lord Muchomacho o en el contorno del sofá o simplemente arrastrarme cual zombie agonizante si quiero satisfacer mis necesidades fisiológicas o las del pequeño O. G., que no deja de decir "pupa, mamá" señalando mi rodilla o "tito letín" para que me quite el vendaje...
El viernes tengo que volver al centro de salud para que me cambien el vendaje, pero antes de eso, a las diez, tengo cita con mi comadrona de parto en casa y me pregunto si me mandará a hacer gargarismos cuando vea que Murphy y yo somos íntimos y compañeros de promoción del instituto. Si, después de todo lo pasado, tengo que volver a parir en un hospital por culpa de un esguince, yo creo que me amputo la pierna a la altura de la ingle y encima me lo ahorro en depilación y zapatos (podría comprar el doble, ya que solo me tendría que llevar el izquierdo, y sin aumentar el volumen de armarios zapateros de la casa; mejor dejo de pensarlo, porque me está empezando a seducir la idea).
En fin, queridas y queridos, os dejo por ahora, que voy a ver si encuentro la postura en el sofá (again) y preparo mi discurso para cuando me entreguen el trofeo.
Besos casi casi oscarizados,
Lady Vaga.
¿Preguntáis por mis méritos? Bueno, creo que no habréis olvidado el principal, aquel gracias al cual decidí abrir este espacio de ocio y despotrique ginesáurico y divino al que sois adictos: presunta fisura de la bolsa de líquido amniótico en la semana 14 de embarazo, para sorpresa, regocijo y estudio incesante del personal de Hotel Espe, que no se cansaba de recordarme que mi caso era muy raro al no mediar amniocentesis en el incidente. Quince días de ingreso, alta voluntaria y otros dos meses y medio de baja con indicación de reposo modelo "no-te-levantes-más-que-para-mear-bonita".
Pero, por si esto fuera poco, y alguna otra preñada con peor fario me anduviese a la zaga, mi excelsa persona, ansiosa de admiración y reconocimiento por parte del respetable (esos sois vosotros, queridos), decidió pisar con el taconazo a modo de destornillador eléctrico los juanetes de la competencia subiendo un par de puntos más el nivel de la competición.
Algo así ha sido lo mío, pero con peor luminotecnia y sin tanto maquillaje. Bueno, eso y que B. no está preñada, a menos que lleve al niño en el trasero... |
Aquí va: hoy me he caído en plena calle de camino a la ecografía del tercer trimestre. Como lo leéis. Una alcantarilla desnivelada respecto a la acera y supongo que un exceso de relaxina en sangre me han llevado (después de dos amagos en el trabajo a cual más aparatoso, pues el segundo ha cursado con carrera trastabillante de cinco pasos gabinete a través hasta el cristal del taller, en el cual han quedado estampadas mis cinco huellitas dactilares y la marca de mi macropanza para pánico de Lord Muchomacho, que a punto ha estado de echar cuerpo a tierra pensando que se le venía encima un obús de la Segunda Guerra Mundial sin previo aviso) a tocar tierra al más puro estilo "Twister" pero sin ruleta de colores.
He parado la caída con la muñeca y pie derechos y la rodilla izquierda, así que he conseguido que U-6 no aterrizase de morros en el suelo, lo cual era mi primera preocupación. La segunda era intentar no enseñar el underwear a todos los transeúntes, pues mi gusto por los vestidos ibicencos blancos -en mis dos embarazos me ha dado por vestir de blanco, será para dar idea de pureza, ya que de virginidad, nones- ha alcanzado grado de obsesión y hoy lucía yo uno bastante corto, hecho que me obliga a usar ropa interior de color carne, cortada a láser y de tiro muy bajo para que no moleste en la tripa.
A ésta le pasó por bajar bailando, lo mío ha sido culpa de Gallardón, que pone las alcantarillas fatal y casi me manda de nuevo al Hotel Espe, el jodío. |
La ecografista, después de alucinar al verme entrar en consulta cojeando, con una rodilla sangrante y sujeta por mi cuñada (pobre, se pasa de buena, ha aseverado que en ningún momento se me vio la ropa interior, cuando yo estoy segura de que mañana mi underwear será trend topic en Twitter y vídeo del día en Youtube desde varios ángulos), se ha asegurado de que U-6 está perfectamente, le ha estimado un peso de 2.500g y le ha mirado las pelotillas por si había cambiado de sexo en estos dos meses (cosa que no entiendo, de verdad os digo, porque yo ni pregunto por los genitales de mis vástagos hasta que se los veo).
De vuelta a casa, hemos parado a comprar hielo para mi tobillo, que estaba adquiriendo el tamaño y la consistencia de un melocotón pocho, y hemos pasado por el centro de salud a ver a mi médica de cabecera, que se ha alegrado porque hacía tiempo que no nos veíamos y ha procedido a palparme y torcerme el pie en varios ángulos para ver si era un esguince. Lo es, por lo visto. Así que aquí estoy, okupando de nuevo mi Chester blanco como la diva que soy, languideciendo in style con un vendaje monísimo hasta la rodilla que pretende mantenerme relativamente inmovilizada (algo a lo que ya estoy acostumbrada, no hace falta ni vendarme con la práctica que he cogido desde marzo) y de baja, imagino ya que hasta el final del embarazo. Al menos, el vendaje calcetinesco que llevo es de color blanco, así que no desentona con mi vestidito. Que una estará lesionada, pero no hay que perder el sentido de la estética ni en tan adversas circunstancias.
¿Problema principal? Las muletas. No me apaño nada, queridas y queridos. Quizá os cueste creerlo, pero mi coordinación es nula, así que no solo soy una pésima bailarina (que también; no se puede tener todo en esta vida, principalmente porque no hay donde guardarlo), sino que soy absolutamente incapaz de andar a la pata coja bamboleando mi gran barriga sin que el centro de gravedad se me traslade a la oreja izquierda, más o menos. Así que me toca apoyarme en Lord Muchomacho o en el contorno del sofá o simplemente arrastrarme cual zombie agonizante si quiero satisfacer mis necesidades fisiológicas o las del pequeño O. G., que no deja de decir "pupa, mamá" señalando mi rodilla o "tito letín" para que me quite el vendaje...
El viernes tengo que volver al centro de salud para que me cambien el vendaje, pero antes de eso, a las diez, tengo cita con mi comadrona de parto en casa y me pregunto si me mandará a hacer gargarismos cuando vea que Murphy y yo somos íntimos y compañeros de promoción del instituto. Si, después de todo lo pasado, tengo que volver a parir en un hospital por culpa de un esguince, yo creo que me amputo la pierna a la altura de la ingle y encima me lo ahorro en depilación y zapatos (podría comprar el doble, ya que solo me tendría que llevar el izquierdo, y sin aumentar el volumen de armarios zapateros de la casa; mejor dejo de pensarlo, porque me está empezando a seducir la idea).
En fin, queridas y queridos, os dejo por ahora, que voy a ver si encuentro la postura en el sofá (again) y preparo mi discurso para cuando me entreguen el trofeo.
Besos casi casi oscarizados,
Lady Vaga.
martes, 9 de agosto de 2011
Lady Vaga, el Jefe de Servicio es tu padre
(Léase el título de esta entrada con profunda voz constantinorromeresca y aire friki, please.)
-Lady Vaga, yo soy tu padre- o eso me quiere hacer creer, porque ahora resulta que me llama a su despacho para verme, como cuando era pequeña y mi padre me regañaba por alguna trastada. Pues claras las lleva, queridas y queridos, porque mi padre y yo tenemos como tres décadas de experiencia en darnos réplicas pimpinelescas sin rubor alguno. Bueno, eso y que por nuestra diferencia de edad, este señor sería más bien mi abuelo, en todo caso; no en vano yo soy aún jovenzuela y él un señor provecto que peina canas y solo canas, por mucho que intente ponerse gafas modernillas para restarse algún mes (que este no se quita años ni con Grecian 2000 por vía intravenosa, queridos míos).
Así, de repente, se me ocurre que el buen señor me llama -secretaria mediante, a las ocho y cuarto de la mañana, hora alevosa y malévolamente planeada, pues es aquella en que una diva está terminando su octava hora de sueño para tener el cutis radiante durante su extenuante jornada laboral- a raíz del envío conjunto de Consentimiento Informado (o plan de parto, como prefiráis) que le hicimos Lady Rabbit y yo.
Me imagino que, como estamos en agosto, este señor se aburre horrores y, al ver mi simpática carta (ironizo, claro, el tono era más seco que un bocadillo de mojama con el pan duro), ha pensado: "¡Hombre! ¡Mi caso raro de la temporada primavera-verano 2011! ¡Pero si la tía sigue embarazada! Será pedorra, que no quiso venir a verme cuando la llamé en julio... Voy a decirle a Puri que la llame ahora mismo y que venga ipso facto a poner el culo en pompa ante mis libidinosos ojos miopes."
Total, que esta mañana me despierta Lord Muchomacho (lo cual agradecí, porque en ese mismo instante estaba soñando que me hacían otra cesárea y que para ello tenían que decapitarme, cágate lorito lo que hace la falta de sueño) para decirme que me llaman del Hotel Espe. Él, guardián espléndido, ya tenía calentita a la secretaria, a base de repetirle cual disco rayado que ya les valía llamar para el plan de parto y no llamar para darme mi historia clínica, que de qué iban y que qué falta de seriedad era esa. La pobre Puri se defendía argumentando que ella de eso no sabía nada y que llevaba toda la semana intentando localizarnos. Pues claro, bonita, porque nosotros trabajamos mañana y tarde, pero tú no nos lo agradezcas, alguien tiene que levantar la economía de este país mientras tu jefe se dedica a levantar capas de piel y tejido en busca del premio gordo, llámese bebé.
Por hablar en corto, os diré que, of course, me he negado a ir a ninguna cita con ese señor. Ahora es cuando, ojipláticos perdidos, me preguntáis "¿por qué, oh, Lady? Esperábamos que le dieses con el tacón en la cabeza o que le metieses las uñas en un ojo al más puro estilo kung fu, no mereces nuestra admiración anymore". Pues yo os lo cuento, queridas y queridos, antes de que me lancéis un anatema:
No sé, queridas y queridos, qué opináis vosotros, pero yo estoy ahora en fase trascendental y no creo que vuelva a guerrear hasta pasado el parto. Necesito mantenerme relajada y mi tranquilidad, ahora mismo, vale más que el desahogo de este señor, que bien puede irse de rave a Alcorcón a ponerse fino de pastis y dejar a las embarazadas tranquilas.
Me despido, que tengo que practicar el escaqueo (en cuanto acabe el cerro de pedidos pendientes) y reclinarme en la ortopédica silla que me toca,
Lady Vaga, sin agobio en lontananza.
-Lady Vaga, yo soy tu padre- o eso me quiere hacer creer, porque ahora resulta que me llama a su despacho para verme, como cuando era pequeña y mi padre me regañaba por alguna trastada. Pues claras las lleva, queridas y queridos, porque mi padre y yo tenemos como tres décadas de experiencia en darnos réplicas pimpinelescas sin rubor alguno. Bueno, eso y que por nuestra diferencia de edad, este señor sería más bien mi abuelo, en todo caso; no en vano yo soy aún jovenzuela y él un señor provecto que peina canas y solo canas, por mucho que intente ponerse gafas modernillas para restarse algún mes (que este no se quita años ni con Grecian 2000 por vía intravenosa, queridos míos).
Así, de repente, se me ocurre que el buen señor me llama -secretaria mediante, a las ocho y cuarto de la mañana, hora alevosa y malévolamente planeada, pues es aquella en que una diva está terminando su octava hora de sueño para tener el cutis radiante durante su extenuante jornada laboral- a raíz del envío conjunto de Consentimiento Informado (o plan de parto, como prefiráis) que le hicimos Lady Rabbit y yo.
Me imagino que, como estamos en agosto, este señor se aburre horrores y, al ver mi simpática carta (ironizo, claro, el tono era más seco que un bocadillo de mojama con el pan duro), ha pensado: "¡Hombre! ¡Mi caso raro de la temporada primavera-verano 2011! ¡Pero si la tía sigue embarazada! Será pedorra, que no quiso venir a verme cuando la llamé en julio... Voy a decirle a Puri que la llame ahora mismo y que venga ipso facto a poner el culo en pompa ante mis libidinosos ojos miopes."
Total, que esta mañana me despierta Lord Muchomacho (lo cual agradecí, porque en ese mismo instante estaba soñando que me hacían otra cesárea y que para ello tenían que decapitarme, cágate lorito lo que hace la falta de sueño) para decirme que me llaman del Hotel Espe. Él, guardián espléndido, ya tenía calentita a la secretaria, a base de repetirle cual disco rayado que ya les valía llamar para el plan de parto y no llamar para darme mi historia clínica, que de qué iban y que qué falta de seriedad era esa. La pobre Puri se defendía argumentando que ella de eso no sabía nada y que llevaba toda la semana intentando localizarnos. Pues claro, bonita, porque nosotros trabajamos mañana y tarde, pero tú no nos lo agradezcas, alguien tiene que levantar la economía de este país mientras tu jefe se dedica a levantar capas de piel y tejido en busca del premio gordo, llámese bebé.
Por hablar en corto, os diré que, of course, me he negado a ir a ninguna cita con ese señor. Ahora es cuando, ojipláticos perdidos, me preguntáis "¿por qué, oh, Lady? Esperábamos que le dieses con el tacón en la cabeza o que le metieses las uñas en un ojo al más puro estilo kung fu, no mereces nuestra admiración anymore". Pues yo os lo cuento, queridas y queridos, antes de que me lancéis un anatema:
- No voy porque mi consentimiento informado no es tema de discusión y punto. He explicado a la señorita Puri que es un documento que expresa mis voluntades, conforme a ley y a las recomendaciones de OMS y SEGO y que yo no tengo nada que discutir a ese respecto. Es que no entiendo qué tiene que hablar de mi consentimiento, si yo no estoy pidiendo permiso para nada, al revés: se lo estoy dando a ellos (o no) para lo que considero oportuno.
- No voy porque me parece que, si yo me tomo la molestia de mandar un documento certificado, lo menos que puede hacer el jefe de servicio o quien esté por allí en agosto es utilizar el mismo vehículo de comunicación. Pero, claro, para ellos es más fácil amedrentarnos en el despacho, sin incómodos testigos (ya lo intentó una vez durante mi ingreso y Lord Muchomacho salió de la habitación simplemente porque O. G. se puso histérico al ver su bata blanca franquear la puerta, no por otra cosa).
- No voy porque ahora mismo estoy zen y no quiero que nadie me saque de mi estado. Paso de discutir y que me suba la tensión, el cuerpo no me pide bronca ahora mismo. Señor jefe de servicio, time up. Haber llamado antes. A una embarazada de 35 semanas no hay que estresarla y mucho menos con cosas en las que usted no lleva razón y ella sí, por la sencilla razón de que mi cuerpo, hasta el momento en que diñe y sea donado a la ciencia, me pertenece a mí con todos sus anexos y si yo no quiero no me putean.
- No voy porque de lo que yo quiero hablar es de por qué no me dan mi historia clínica y de eso no dicen ni "mu".
- No voy porque me encanta que esté preguntándose si su "caso raro" sigue preñada o solo le ha mandado el documento para forzar de alguna manera la entrega de la historia clínica.
- No voy porque la hora a la que quiere recibirme es para mí una hora de trabajo y precisamente en agosto, con toda la plantilla turnándose para irse de vacaciones, no puedo ausentarme ni para desayunar.
- No voy porque mi madre, que es muy del refranero español, siempre me recuerda que "el mejor desprecio es no hacer aprecio". Hablando en plata, que lo que más le va a joder a este señor es no poder echar bronca alguna y quedarse con las ganas.
- No voy porque me conozco y sé que montaré un pollo que va a parecer todo el Pazo de Vilane y luego me tiraré dos semanas comiéndome el coco y pensando "jo, Lady, cómo te pasas, es un señor mayor".
- No voy porque solo pienso aparecer por el hospital en caso de necesitar una cesárea, con lo cual no tiene sentido tirarme media hora debatiendo en un despacho si me niego a poner la vía por tocarles las pelotas o porque mi religión me impide meterme cánulas por el cuerpo.
- No voy porque tengo una cesárea previa y ya sé cómo se las gasta con las pobres rajaditas de este mundo: que si soy una irresponsable por buscar un parto vaginal, que me harán lo que me tengan que hacer "por mi bien y el de mi hijo", que me va a explotar el útero y eso se quita luego fatal de las paredes de la habitación... Vamos, que paso de que me intenten meter miedo a estas alturas del partido.
No sé, queridas y queridos, qué opináis vosotros, pero yo estoy ahora en fase trascendental y no creo que vuelva a guerrear hasta pasado el parto. Necesito mantenerme relajada y mi tranquilidad, ahora mismo, vale más que el desahogo de este señor, que bien puede irse de rave a Alcorcón a ponerse fino de pastis y dejar a las embarazadas tranquilas.
Me despido, que tengo que practicar el escaqueo (en cuanto acabe el cerro de pedidos pendientes) y reclinarme en la ortopédica silla que me toca,
Lady Vaga, sin agobio en lontananza.
jueves, 4 de agosto de 2011
Disfrutando de la recta final
Queridas y queridos, como supersticiosa peculiar que soy, hay cosas que no me gusta decir porque pienso que, si lo hago, saldrán al revés de como espero, pero ya no puedo aguantarme más, necesito compartirme y creo que el blog merece una entrada un poco más amable que mis últimas parrafadas anti-ginesáuricas (aunque mi proveedora oficial de cotilleos del Hotel Stanley, infiltrada especial, no deja de nutrirme de nuevas ideas y maldades con las que tocarles las gónadas periódicamente; gracias, Lady Rabbit, ingeniosa conejita).
Os parecerá una chorrada que hoy os diga esto, pero es el día en que Minimacho y yo cumplimos 34 semanas a despecho de la doctora Fistra, el doctor Tirrio y su puta madre (con perdón, pero me quedo tan a gusto...). Hace algo menos de cinco meses que entré en el Hotel Espe, donde nadie daba un duro por nosotros, especialmente por el pequeño Minimacho (entonces un simpático judión de sexo desconocido, aunque yo sospechaba, siempre equivocada, que se trataba de una nena que heredaría mi colección de zapatos y complementos y que me llevaría de shopping cuando yo alcanzase la provecta edad de Ana Obregón y quizá su mal gusto para combinar la ropa), que está demostrando ser todo un jabato y un fighter ya desde antes de asomar la cabecita al mundo. Ya sabéis que estuvimos allí dos semanas bastante duras, que se hicieron más llevaderas gracias a las visitas de nuestros amigos (os debo a todos una merienda en cuanto nazca el bebé) y al apoyo de la psiquiatra del hospital (a quien nunca agradeceré suficientemente que me ayudase a mantener la esperanza).
Lo importante de todo esto es que no tengo ninguna prisa por parir; la gente me pregunta a diario que cuánto me falta, que si me siento pesada, que si no tengo ganas ya con este calor... Y sí, por un lado tengo ganas, claro que tengo ganas (por el lado de abajo, entiéndase); pero, por otro, estoy tan a gusto con mi pancita rellena de Minimacho, notando sus patadas, sintiéndole bien y cómodo ahí dentro, que podría firmar para seguir embarazada hasta Año Nuevo.
Estamos conectados Minimacho y yo. Llevo varios días notando su cabeza bien apretada contra mi vejiga y recuerdo esa misma sensación cuando estaba embarazada de O. G., es como si una pelota de tenis luchase por atornillarse en mi pelvis y ¿sabéis qué? Igual soy masoca, pero me gusta. Esta vez lo haremos mejor, lo haremos bien. Esta vez no habrá metales, ni batas blancas, ni miedo, ni sufrimiento. No tengo miedo al dolor, no tengo miedo al paso de las horas, no tengo miedo de mí misma. Confío plenamente en mi cuerpo, en su sabiduría ancestral, en la misma perfección que me ha llevado a menstruar cada veintisiete días exactos desde mi primera regla y a gestar dos bebés maravillosos sin más molestia que el pertinaz ardor de estómago. Eso era lo que me faltaba la primera vez: me necesitaba a mí misma y no estuve allí para ayudarme.
Minimacho nacerá cuando él quiera, como él quiera, rodeado del amor de su familia y del respeto de las profesionales que nos acompañarán. Y su hermano mayor, mi guía, estará con él para darle la bienvenida al mundo.
O. G. le llama U-6.
Os parecerá una chorrada que hoy os diga esto, pero es el día en que Minimacho y yo cumplimos 34 semanas a despecho de la doctora Fistra, el doctor Tirrio y su puta madre (con perdón, pero me quedo tan a gusto...). Hace algo menos de cinco meses que entré en el Hotel Espe, donde nadie daba un duro por nosotros, especialmente por el pequeño Minimacho (entonces un simpático judión de sexo desconocido, aunque yo sospechaba, siempre equivocada, que se trataba de una nena que heredaría mi colección de zapatos y complementos y que me llevaría de shopping cuando yo alcanzase la provecta edad de Ana Obregón y quizá su mal gusto para combinar la ropa), que está demostrando ser todo un jabato y un fighter ya desde antes de asomar la cabecita al mundo. Ya sabéis que estuvimos allí dos semanas bastante duras, que se hicieron más llevaderas gracias a las visitas de nuestros amigos (os debo a todos una merienda en cuanto nazca el bebé) y al apoyo de la psiquiatra del hospital (a quien nunca agradeceré suficientemente que me ayudase a mantener la esperanza).
Lo importante de todo esto es que no tengo ninguna prisa por parir; la gente me pregunta a diario que cuánto me falta, que si me siento pesada, que si no tengo ganas ya con este calor... Y sí, por un lado tengo ganas, claro que tengo ganas (por el lado de abajo, entiéndase); pero, por otro, estoy tan a gusto con mi pancita rellena de Minimacho, notando sus patadas, sintiéndole bien y cómodo ahí dentro, que podría firmar para seguir embarazada hasta Año Nuevo.
Estamos conectados Minimacho y yo. Llevo varios días notando su cabeza bien apretada contra mi vejiga y recuerdo esa misma sensación cuando estaba embarazada de O. G., es como si una pelota de tenis luchase por atornillarse en mi pelvis y ¿sabéis qué? Igual soy masoca, pero me gusta. Esta vez lo haremos mejor, lo haremos bien. Esta vez no habrá metales, ni batas blancas, ni miedo, ni sufrimiento. No tengo miedo al dolor, no tengo miedo al paso de las horas, no tengo miedo de mí misma. Confío plenamente en mi cuerpo, en su sabiduría ancestral, en la misma perfección que me ha llevado a menstruar cada veintisiete días exactos desde mi primera regla y a gestar dos bebés maravillosos sin más molestia que el pertinaz ardor de estómago. Eso era lo que me faltaba la primera vez: me necesitaba a mí misma y no estuve allí para ayudarme.
Minimacho nacerá cuando él quiera, como él quiera, rodeado del amor de su familia y del respeto de las profesionales que nos acompañarán. Y su hermano mayor, mi guía, estará con él para darle la bienvenida al mundo.
O. G. le llama U-6.
miércoles, 3 de agosto de 2011
¡Al jefe de servicio del Hotel Espe le ha dado un jamacuco!
Queridas y queridos, la magnífica Drew, de Viviendo en mi Nube Azul, se ha tomado la molestia de inspirarse en las aventuras y desventuras de esta humilde bloguera (por decir algo) y nos deleita con esta espectacular nota de prensa escrita de su mente y letra que, os aviso ya, a día de hoy es ficticia, pero cuya transformación en hecho real no descarto que ocurra más pronto que tarde. Ella nos la regaló en un comentario a la entrada anterior, pero yo no he podido resistirme y, previo permiso de su autora, me he sentido obligadísima a rescatarla para la posteridad dedicándole toda una entrada para ella solita. Es que se la merece.
Gracias, Drew, por tu buen humor, tu fina ironía y el apoyo que suponen tus visitas y tus comentarios. Cuando nazca Minimacho tienes que pasarte por casa a conocerles a él y a O. G.
EL JEFE DE SERVICIO DE GINECOLOGÍA DEL "HOTEL ESPE", INGRESADO EN PSIQUIATRÍA
El jefe de servicio del área de Ginecología y Obstetricia de "Hotel Espe", Doctor Ginesaurio Caducado, ha sido ingresado ésta mañana en el ala de Psiquiatría del mismo hospital, debido a una fuerte crisis nerviosa.
Parece ser que la crisis se ha iniciado debido a una carta dirigida al Doctor Caducado, que contenía un extraño documento llamado "Plan de Parto" y que según las autoridades policiales podía ser el manifiesto de algún grupo antisistema.
Ginesaurio pasó más de media hora gritando frases sin sentido tales como "Las naturales me persiguen" o "Las cartas se multiplican como los panes y los peces". Varios médicos del "Hotel Espe" intentaron sin éxito hacer entrar en razón al facultativo, por lo que tuvo que ser sedado, inmovilizado mediante camisa de fuerza e ingresado pese a su voluntad. Se desconoce la fecha prevista de alta.
Los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado siguen investigando la autoría de las cartas.
lunes, 1 de agosto de 2011
Doble plan de parto: ¡Toma castaña, Hotel Espe!
Queridas, queridos, estos son días extraños para mí. Además de este tiempo atmosférico, que se me antoja poco veraniego y un tanto otoñal para la habitual canícula del centro de las Espeins y Olé, supongo que os habréis dado cuenta de que no he vuelto a hablar del tema de las historias clínicas, así que os hago un breve resumen de cómo está la situación:
Pero, tranquilos, no es el Plan de Parto Subversivo... De ese ya le llegaron al jefe de servicio de Hotel Espe mínimo dos ejemplares (más otro a la jefa de planta, ¡misterios de la vida!) y la pena es que no pude grabar su cara mientras lo leía (aunque con solo ver el remitente, "Cesárea Segura Alejo", ya debería el buen señor haber bizqueado sin parar). Hablo de un plan de parto serio y centrado, documentado con las pertinentes referencias a las leyes vigentes, redactado al alimón con la brillante Lady Rabbit, en el cual ambas dejamos constancia (cada una por nuestro lado, eso sí, que no pienso esperar a parir dos meses más solo por hacerlo juntitas ni creo que su garbancito quiera echarse una carrera con Minimacho a ver quién sale antes, como Hamilton y Alonso) de nuestras preferencias, deseos y, sobre todo, derechos. Por si se les olvida que las parturientas también tenemos de eso.
Lady Rabbit, que tiene un puntito sadomaso cuyo marido sin duda sabrá disfrutar mientras sus retoños duermen, ya pasó por esto en su segundo parto. Sí, sí, la tía no tuvo bastante con comerse una cesárea en Hotel Espe (si un día me da permiso os cuento cómo fue, porque tuvo una paciencia de Santa Joba increíble... Tanta, que se le han agotado las reservas para toda la vida esta y para las dos siguientes reencarnaciones, que sin duda hará en zorra y perra, no sé si por ese orden o a la inversa) y decidió enviar un plan de parto PVDC (Parto Vaginal Después de Cesárea) al mismo hospital.
El resultado fue que el jefe de servicio la llamó por teléfono para recordarle que era una inconsciente y que se iba a morir con el útero hecho mistos y que él mismo buscaría un juez que atestiguase el nacimiento y se llevase al fruto de su vientre, atchús. Menos mal que su marido estaba por allí, escuchando la conversación, y enarbolando el auricular cual cachiporra con pinchos le puso las pilas al buen señor, de cuyas magnánimas aunque mal enfocadas intenciones jamás dudaríamos ninguno de los aquí presentes.
Más tarde, el mismo jefe de servicio tuvo a bien recapitular toda la morralla que había largado por esa boca en una preciosa carta, perla incunable del género epistolar, que Lady Rabbit conserva guardada como oro en paño con las joyas de la familia, los retratos antiguos y unos cuantos billetes de diez mil pesetas por si eso del euro no cuaja.
Os cuento todo esto para significar que, si bien me extraña que no me hayan vuelto a llamar para citarme por Alto Riesgo (después de tanta brasa como dieron y de que os molestáis en votar, ya es tener poca vergüenza... A ver si se piensan estos que me voy a esperar sin parir hasta que me llamen, ¡hombre ya!), no me extrañaría que, al recibir la carta en el Hotel Espe, mi teléfono móvil se ponga a vibrar cual juguetito erótico sobrado de pilas... Aunque por eso, zorruscas nosotras, hemos esperado a agosto, mes del descanso, la siesta y las vacaciones, para enviar nuestros planes de parto: si el jefe de servicio recibe idénticas dos misivas a la vez, podría darle un chungo y ya no está en edad de hacerse by-passes así a lo loco... Mejor le va que le pillemos de vacaciones y, en lo que va y viene (y por el camino se entretiene), se le hace tarde para denegárnoslo selectivamente y nos manda una negativa en bloque. Y una denegación en bloque es súper guay por motivos que otro día (no me quiero enrollar más) os contaré.
Hasta aquí, queridas y queridos, la brasa del día. Como Correos permite hacer un seguimiento de las cartas certificadas, ya os diré cuándo llega mi simpática epistolita al Hotel Espe y entonces apostaremos a ver si me llaman por teléfono, si me llaman de todo o si me dejan por imposible.
Se despide, desembalando su nuevo látigo de siete colas anti-ginesaurios y las botas de dominatrix,
Lady Vaga.
- Hotel Espe me telefoneó para decirme que ya estaba lista mi documentación, pero pretendían, por tercera vez, que me conformase con las analíticas y el informe de alta, a lo cual Lady Vaga dijo, como ya sabéis, que never de never y jamais, jamais. A día de hoy, excedido el plazo legal de que disponían para entregármela, todavía no sé nada del tema. Supongo que me va a tocar llamar a la Agencia de Protección de Datos y chivarme de que hay un hospital rebeldillo que se niega a darme los papeles que en derecho me corresponden (mal que os jorobe a algunos que no tenéis ni idea y decís que no tienen por qué dármelos; documentaos un poco).
- Hotel Stanley (el hospital donde me nacieron a O. G., ínclito establecimiento bautizado así por la simpar Lady Rabbit en un derroche de ingenio que me hizo carcajearme durante un cuarto de hora hasta invocar a Santa Tena Lady de las Celulosas Secas) me entregó mis documentos y los de mi hijo, incluyendo hermoso tachón de rotulador sobre una anotación de mi carnicerita que, a día de hoy, los más prestigiosos especialistas en criptografía consultados por Lord Muchomacho aún no han podido descifrar con total certeza, aunque nuestras sospechas tenemos. Ganas me dan de escaneároslo para que os echéis unas risas, tunantes.
Pero, tranquilos, no es el Plan de Parto Subversivo... De ese ya le llegaron al jefe de servicio de Hotel Espe mínimo dos ejemplares (más otro a la jefa de planta, ¡misterios de la vida!) y la pena es que no pude grabar su cara mientras lo leía (aunque con solo ver el remitente, "Cesárea Segura Alejo", ya debería el buen señor haber bizqueado sin parar). Hablo de un plan de parto serio y centrado, documentado con las pertinentes referencias a las leyes vigentes, redactado al alimón con la brillante Lady Rabbit, en el cual ambas dejamos constancia (cada una por nuestro lado, eso sí, que no pienso esperar a parir dos meses más solo por hacerlo juntitas ni creo que su garbancito quiera echarse una carrera con Minimacho a ver quién sale antes, como Hamilton y Alonso) de nuestras preferencias, deseos y, sobre todo, derechos. Por si se les olvida que las parturientas también tenemos de eso.
Lady Rabbit, que tiene un puntito sadomaso cuyo marido sin duda sabrá disfrutar mientras sus retoños duermen, ya pasó por esto en su segundo parto. Sí, sí, la tía no tuvo bastante con comerse una cesárea en Hotel Espe (si un día me da permiso os cuento cómo fue, porque tuvo una paciencia de Santa Joba increíble... Tanta, que se le han agotado las reservas para toda la vida esta y para las dos siguientes reencarnaciones, que sin duda hará en zorra y perra, no sé si por ese orden o a la inversa) y decidió enviar un plan de parto PVDC (Parto Vaginal Después de Cesárea) al mismo hospital.
El resultado fue que el jefe de servicio la llamó por teléfono para recordarle que era una inconsciente y que se iba a morir con el útero hecho mistos y que él mismo buscaría un juez que atestiguase el nacimiento y se llevase al fruto de su vientre, atchús. Menos mal que su marido estaba por allí, escuchando la conversación, y enarbolando el auricular cual cachiporra con pinchos le puso las pilas al buen señor, de cuyas magnánimas aunque mal enfocadas intenciones jamás dudaríamos ninguno de los aquí presentes.
Más tarde, el mismo jefe de servicio tuvo a bien recapitular toda la morralla que había largado por esa boca en una preciosa carta, perla incunable del género epistolar, que Lady Rabbit conserva guardada como oro en paño con las joyas de la familia, los retratos antiguos y unos cuantos billetes de diez mil pesetas por si eso del euro no cuaja.
Os cuento todo esto para significar que, si bien me extraña que no me hayan vuelto a llamar para citarme por Alto Riesgo (después de tanta brasa como dieron y de que os molestáis en votar, ya es tener poca vergüenza... A ver si se piensan estos que me voy a esperar sin parir hasta que me llamen, ¡hombre ya!), no me extrañaría que, al recibir la carta en el Hotel Espe, mi teléfono móvil se ponga a vibrar cual juguetito erótico sobrado de pilas... Aunque por eso, zorruscas nosotras, hemos esperado a agosto, mes del descanso, la siesta y las vacaciones, para enviar nuestros planes de parto: si el jefe de servicio recibe idénticas dos misivas a la vez, podría darle un chungo y ya no está en edad de hacerse by-passes así a lo loco... Mejor le va que le pillemos de vacaciones y, en lo que va y viene (y por el camino se entretiene), se le hace tarde para denegárnoslo selectivamente y nos manda una negativa en bloque. Y una denegación en bloque es súper guay por motivos que otro día (no me quiero enrollar más) os contaré.
Hasta aquí, queridas y queridos, la brasa del día. Como Correos permite hacer un seguimiento de las cartas certificadas, ya os diré cuándo llega mi simpática epistolita al Hotel Espe y entonces apostaremos a ver si me llaman por teléfono, si me llaman de todo o si me dejan por imposible.
Se despide, desembalando su nuevo látigo de siete colas anti-ginesaurios y las botas de dominatrix,
Lady Vaga.
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