Como hoy no hay novedades, aprovecharé para contaros el primer miércoles aciago que pasé en el Hotel Espe en régimen de pensión completa.
El primer encuentro con la doctora Fistro fue bastante agradable. O. G. lloró al verla entrar (padece una batafobia importante, completamente justificada en su caso por cosas que ya os contaré otro día) y ella, ni corta ni perezosa, se quitó la bata rápidamente y lució su modelito de civil para que mi bebé no se asustase. Nos informó de que me harían una ecografía más tarde, que no había tenido tiempo de leerse mi historia y que luego volvería. Exprés.
Volvió X horas más tarde. Mis hombres habían bajado a tomar algo a la cafetería, así que estábamos las dos solas. Me acaricia la cara y en tono maternal me dice "está todo bien, tú no te preocupes".
Yo me quedo perpleja porque, aunque mi cutis es fino cual muñeca de porcelana (de las bonitas, no de esas que dan grima) y dan ganas de sobetearlo (o de hostiarme, según hayan ido las conversaciones previas), ese tipo de contacto físico suelo reservarlo para la segunda cita o posteriores. Ante su escasa disposición, opto por lanzarle una pregunta como primera opción y por agarrarla del faldón de la bata como siguiente. Pregunta:
- Doctora, doctora, ¿estaba correcta la ecografía?
- Sí, sí, todo perfecto.
- ¿Y la analítica, doctora?
- Perfecta, perfecta.
- Entonces, ¿qué puedo esperar, doctora? ¿Qué va a pasar?
Creo que, en este punto, la doctora barajó varias posibilidades:
a) Amenazarme con ponerme agua de Fukushima en la leche del desayuno.
b) Ignorarme olímpicamente y girar 180º hacia la puerta haciendo revolar la bata cual bata de cola.
c) Lanzarme un anatema.
Dejo a vuestro criterio valorar qué idea venció en su cerebro a la luz de su respuesta:
- Bueno, pues o el bebé se muere o nacerá muy prematuro, si llega.
Respuesta franca donde las haya, me dejó tan perpleja que no consigo recordar con detalle el resto de la charla. Sé que me dijo que el bebé seguramente tendría una infección y que aquí se ponían antibióticos pero que en otros hospitales no... Y después se marchó y yo me cogí un berrinche de esos que hinchan ojos (los míos, aunque ganas de zurrar a alguien también me daban) y ensanchan pulmones, patiabierta y boquidifusa (¿o era al revés?).
Mi madre vino a verme por la tarde y me dio el coñazo con que ella tenía el pálpito de que todo iría bien, tal y cual.
- Mamá, déjalo, en estos momentos esto no me anima nada.
Otra vez que el pálpito, otra vez que me dejes en paz, vuelta a llorar como una magdalena, compraremos lotería que este año toca fijo... Os ahorro el resto de la tarde, que fue básicamente una discusión con mi madre sobre el tema "Por qué callar (o no) cuando alguien que está jodido te lo pide por favor ochocientas quince veces".
Por la noche, vino una enfermera a tomarme la tensión (o a ponerme más antibiótico en la vía, o simplemente a ver qué tal estaba... No sé, venían a muchas cosas, pobres) y me vio sentada en el sofá.
- ¿Qué haces en el sofá?
- Pues aquí, sentada...
- Pero si tú tienes que guardar reposo, sólo puedes levantarte de la cama para ir al baño.
- Pero si la doctora no me ha dicho nada de eso...
- Pues en tu estado es peligroso que te levantes, así que a la cama y a descansar.
Pobre enfermera. Una chica con tan buen talante que Zapatero le habría dado una cartera ministerial (donde, a buen seguro, sería mucho menos útil a la sociedad que en el hospital) y yo le di un discurso a moco tendido que creo que a día de hoy aún no se le ha olvidado... Lloré, lloriqueé y lagrimeé cual María Patiño ante una aparición mística de Bárbara Rey y le conté que la doctora no me había dicho nada de eso, que sólo me había dicho que el bebé se moría y que apenas me había dejado preguntarle nada...
La simpática enfermera, que supongo que después se preparó una tortilla de aspirinas para cenar, me dio los ánimos que buenamente pudo y me dejó para que durmiésemos un poco. Por cierto que en ese hospital, que ese mismo día había recibido la acreditación IHAN, nadie nos puso pega alguna a que O. G. durmiese con nosotros ni a que todavía lactase (bueno, la pega se la pusieron mis antibióticos, que debieron cambiarme tanto el sabor de la deliciosa ambrosía láctea que yo acostumbraba producir que mi retoño dijo que nanai y no volvió a mamar desde aquella tarde hasta el domingo... Y a día de hoy está totalmente destetado, para mi dolor y tristeza). Un punto a favor del Hotel Espe.
Y lo dejamos por hoy aquí, que no quiero sobrecargar vuestros cerebros con tanta información importante y útil. Descansad en horizontal y con los pies en alto.
Que poco tacto la señora doctora... uuuf
ResponderEliminarPues sí, Taduni, de tacto andaba escasa. Andaba tan carente de tacto que no me hizo ninguno, lo cual agradecí ;)
ResponderEliminarHay que planear una dulce venganza para la doctora...Pero hoy ha sido un día largo... Ya lo pensaremos entre todos mañana !! Descansad Mr./Miss Garbancito y Usted, querida Lady.
ResponderEliminarQuerido Marcus, como experto en vendetta que eres, confío plenamente en tu cerebro maquinador y sé que pensaremos algo tan diabólico que nos dará miedo ejecutarlo. Ahora, obedeciendo tu magistral consejo, voy a echarme una siesta, que me la he ganado.
ResponderEliminarEs que son increíbles, algunos, otros son una delicia.
ResponderEliminarEs que me recuerda tanto a aquél pediatra que ví a las 12 horas de dar a luz, cuando mi niño llevaba 2 horas en neonatos por unos supuestos gases. Nos trae una radiografía, nos enseña una mancha en el pulmón y nos dice "esto en un bebé de 12 horas, no es normal". Y nos dejá más muertos que vivos a los dos papás, que la visita es a las 9 am y le podrán ver (es decir dentro de 11 horas) y se pira.
Luego se extrañaban y todo cuando subimos a los 10 minutos yo con los ojos como pelotas de llorar y me decían: pero mira, si está muy tranquilo y muy bien. Ah, hijo de tu madre, pues haberme dicho eso lo primero.
En fin, que me he extendido, que sólo quería decir, qué hija de piiiiii, la Dra. Fistra, por no decir palabrotas, que es tu blog.
Irene
Ay, querida Pececitos, si es que no se plantean los sustos que nos dan, serán josdepí... Di cuantas palabrotas quieras, que este es un blog donde elegancia y barriobajerío se dan a partes iguales si es menester.
ResponderEliminarMe gustaría poder decir que nunca he pasado por esa angustia que me cuentas, pero desgraciadamente te entiendo y también te entendería si hubieses enrollado la radiografía y se la hubieses insertado al neonatólogo por el recto sin vaselina.
Jopetas!! Acabo de leerlo (voy con retroactividad, lo sé) Ésta Energúmena no conoce la palabra empatía... me he quedado muetta!
EliminarAbrazos retroplipados,
Verónica
quería decir flipados... es que estoy ojiplática pérdida!
EliminarQuerida Verónica:
EliminarEs que la Fistra es mucha fistra, no te harías una idea...
Besos alucinados,
Lady Vaga.
Moça te cuida, descança e melhor sorte com médicos da próxima vez. Quem sabe mandam um ser humano em vez de uma cavala dessas.
ResponderEliminarUm abraço.
Querido Senhor Alves, acho que a melhor maneira de nao encontrar coisas assim é nao aparecer no hospital, rsss...
ResponderEliminarAbraço também para você.